Saturday, July 28, 2012

Enésimo ataque del NYTimes contra Israel I - La visión de la izquierda israelí moderada



¿Por qué la derecha permanecerá en el poder en Israel? - Carlo Strenger - Haaretz

Durante el pasado fin de semana el New York Times publicó un editorial titulado "La democracia israelí asediada", en el cual expresaba su preocupación de que Israel se esté distanciando de los principios liberales democráticos sobre los cuales fue fundado. Por supuesto, los grupos judíosde derecha, tanto en Israel como en los EEUU, se apresuraron a señalar el cariz anti-Israel del NYT, y que por lo tanto podemos simplemente ignorar lo que dicen.

El problema es que el NYT no es el único que sostiene ese temor. Solo basta reunirse regularmente con diplomáticos occidentales y líderes de opinión, muchos de los que son verdaderos amigos de Israel. La mayoría de ellos expresan las mismas preocupaciones que el New York Times, algunos de ellos lo hacen con gran dolor, porque realmente aman este país. Una y otra vez oigo que están tratando de movilizar a los políticos israelíes para que se reunan con la clase política de sus respectivos países, pero tienen miedo de hacerlo, porque sienten que los representantes políticos de Israel sólo va a empeorar la imagen de Israel.

Por desgracia, sólo podemos estar de acuerdo con ellos. En mis conversaciones con muchos de los políticos actuales de Israel me siento profundamente impresionado (y dolido) por su falta total de comprensión del mundo en general y por su falta total de interés por él. Algunos de ellos viven en un universo que está mucho más definido por las historias bíblicas que por la realpolitik o los valores democráticos liberales. Para otros, una vez más el universo está definido por partido central que dominará la próxima Knesset.

La mentalidad de la clase política parece reflejar una tendencia general en Israel. El New York Times cita a expertos que hablan de un cambio demográfico en Israel que ha provocado que la mayoría de los israelíes ya no confían en los valores e instituciones de la democracia. Así el artículo de Akiva Eldar [N.P.: típico y muy representativo columnista del Haaretz y de esa izquierda israelí que no soporta a Netanyahu] en el National Interest detallada como las recientes encuestas del Israel Democracy Institute subrayan esa corriente de opinión poderosamente. La mayoría de los israelíes de hoy en día definen su identidad en términos religiosos, étnicos o nacionalistas, y su adhesión a los valores democráticos liberales es a menudo débil y, en muchos casos, inexistente.

¿Cómo ha sucedido esto? Parte de la explicación está, efectivamente, como apuntan el New York Times y Akiva Eldar, en función de los cambios demográficos. La proporción de la población que es ultra-ortodoxa o nacional-religiosa crece debido a sus altas tasas de natalidad, y una gran proporción de inmigrantes de la ex Unión Soviética no se han criado dentro de la tradición de la democracia liberal.

Pero no creo que esta sea toda la historia. La psicología existencial experimental ha demostrado en decenas de países que las personas que se enfrentan a una amenaza existencial tienden a moverse hacia la derecha políticamente, se vuelven menos tolerantes y más críticos hacia aquellos con otros puntos de vista religiosos y políticos.

Israel siempre ha estado bajo mucha presión, pero desde el cambio de siglo las cosas han dado un giro para peor. La serie de eventos se iniciaron con la Segunda Intifada, cuya naturaleza traumática es subestimada por muchos comentaristas. Luego Hamas ganó las elecciones de 2006 a la Autoridad Palestina, seguido de la partición de facto de la Autoridad Palestina, con Hamas gobernando Gaza, por no mencionar el constante bombardeo de los civiles del sur de Israel desde la Franja de Gaza. Añádase a esto la Segunda Guerra del Líbano, lo que efectivamente cerró el norte de Israel durante seis semanas. Esta cadena de acontecimientos ha hecho que los israelíes desconfían profundamente de los palestinos en particular y de los árabes en general.

El panorama es sombrío: la primera década de este siglo ha convertido en una trágica burla la promesa de la izquierda de Israel de que la paz era posible. De hecho, la mayoría de los israelíes ha desarrollado una alergia hacia ese término tan manoseado e inalcanzable, "paz". Ellos creen que Israel está situado en un barrio muy peligrosos, que tendrán que arreglárselas para defender su existencia durante las próximas décadas, y que el poder y la vigilancia, en lugar de la diplomacia y la flexibilidad, será lo que nos mantendrá a todos vivos aquí.

Como resultado de todo esto los israelíes no utilizan en absoluto el término "primavera árabe". Observan con profundo temor y angustia los trastornos que acontecen en los países vecinos. No confían en la Hermandad Musulmana, que se ha hecho cargo de Egipto, están profundamente preocupados por la terrible guerra civil en Siria y tienen miedo de que Hezbollah, en algún momento, utilice su enorme arsenal (se estima que contiene cincuenta mil cohetes) contra la población de Israel. Y más allá de todo esto se cierne la posibilidad de que Irán sea nuclear.

Las presiones psicológicas que impulsan a todos los seres humanos hacia posiciones de derecha siguen siendo muy altas en Israel, y no hay final a la vista. Un creciente número de comentaristas creen que es probable que Siria no sobreviva a la caída de Assad como un Estado-nación. El caos resultante es probable que desestabilice aún más la región, y que tomará mucho tiempo para que el polvo se asiente y para que un nuevo orden emerja. Un análisis frío y desapasionado lleva a una conclusión clara: dada la inestabilidad en el Oriente Medio, no habrá gobierno de centro-izquierda en Israel en un futuro previsible. Israel mantendrá a la derecha en el poder. No conozco a ningún analista político que crea que Netanyahu no será el próximo primer ministro.

Él continuará abasteciendo a los ultra-ortodoxos y a los colonos nacional-religiosos, y no sólo porque piensa que son sus socios a largo plazo. También cree que un Estado palestino viable es un peligro existencial para Israel, y espera que, al mantener el statu quo y expandir los asentamientos, llegará un momento en que se conformen con menos. Netanyahu no se opone a la democracia liberal, pero está dispuesto a mirar para otro lado en ciertas ocasiones para mantenerse en el poder. Algunos de sus compañeros de coalición se preocupan poco por los valores democráticos liberales, y algunos están dispuestos a sacrificarlos por el bien de la anexión de Cisjordania a largo plazo, porque no van a dar a los palestinos la ciudadanía, mientras que otros de manera bastante explícita inclinan a Israel hacía una especie de teocracia.

En estas condiciones, la pregunta es: ¿qué podemos hacer aquellos de nosotros que nos preocupa la democracia liberal, ya sea en Israel o entre los muchos amigos de Israel en el extranjero? Creo que necesitamos reagruparnos. Es de poca utilidad tratar de convencer a los israelíes a dirigirse hacia un compromiso histórico con los palestinos en un futuro próximo: no lo van a comprar. Todo lo que podemos hacer, de momento, es defender las estructuras de la sociedad civil y las instituciones democrático-liberales que surgieron en las primeras décadas de la historia de Israel: sus jueces, académicos, medios de comunicación independientes (en la medida en que no son portavoces del gobierno financiados por multimillonarios extranjeros) y su escena artística.

La buena noticia es que hasta el momento estas estructuras han demostrado ser notablemente resistentes, incluso de cara a la embestida legislativa de la actual coalición de Netanyahu. Si nos aferramos el tiempo suficiente hasta que la región regrese a la calma poco a poco (y esto podría llevar mucho tiempo), los israelíes pueden mostrarse, una vez más, más abiertos hacia una mercancía que ha sido muy escasa durante más de una década: la esperanza.

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