Saturday, May 25, 2013

¿Por qué ser judío cuando puedes ser israelí? - Anshel Pfeffer - Haaretz



Más de 330.000 ciudadanos de Israel se definen oficialmente como "sin religión". Esto representa a 1 de cada 25 israelíes. Y su número es cada vez mayor. Esto no es un indicador de una creciente ola de ateísmo y de impiedad, ya que cualesquiera que sean sus creencias sobre el ser supremo, una gran mayoría de este grupo se define como judío. Nacieron judíos, así se lo dijeron sus padres y, a menudo, de manera dolorosa, así se identifican ante los que les rodean en la escuela, la universidad y el mundo laboral. Fue su judaísmo lo que los motivó a mudarse a Israel y los hizo elegibles para la ciudadanía. Pero cuando por fin llegaron, se les dijo que todos los demás estaban equivocados, y que el hecho de que su padre y sus abuelos fueran judíos no quiere decir que lo fueran.

No hay tal cosa como ser solamente la mitad de judío, y siempre y cuando usted no lo es “completamente", te puedes olvidar de casarte en Israel (por la vía religiosa judía). Los sucesivos gobiernos han invertido cientos de millones de shekels para tratar de mejorar el sistema de giyur (conversión), con la creencia de que si solamente fuera más eficiente, atractivo y ágil, los israelíes "sin religión" acudirían por decenas de miles a convertido en judíos oficiales. El informe anual de la Contraloría estatal publicado la semana pasada contiene un extenso capítulo sobre las muchas deficiencias del sistema. Sigue siendo una burocracia calcificada, llena de rabinos y funcionarios hostiles, haciendo que el camino que espera a esos que deseen unirse al pueblo judío sea largo y arduo.

Al mismo tiempo, el número de conversos se ha desplomado, de 8.000 en 2007 a 4.300 en 2011. Y el número de ciudadanos "sin religión" continúa creciendo un 2-3%  cada año. Pero mientras que el sistema de conversión sigue siendo corrupto, engorroso y de ninguna manera amigable para el interesado, la Contraloría también informó que en la última década, sobre todo durante el período en que el rabino Chaim Druckman estaba a cargo, hubo una notable mejoría en la eficiencia y la actitud. Así que si el sistema es mejor de lo que era hace cinco años, ¿por qué el número de conversos se redujo a la mitad?

Otros dos detalles interesantes en el informe: convertirse al judaísmo puede ser un proceso largo y arduo, pero en los últimos años un potencial converso tiene una mejor oportunidad de conseguirlo. El año pasado sólo el 26% se retiró antes de llegar a la línea de meta, esto representa una tasa de éxito de tres sobre cuatro, lo que sin duda no está mal. Si sus posibilidades han mejorado, ¿por qué no hay más candidatos?

La cuestión se vuelve aún más sangrante si nos fijamos en la tasa de éxito de lo que se considera el curso de conversión más amable y eficiente, el que tiene lugar bajo los auspicios del IDF. Dado que los soldados están de todos modos en el ejército, y que los jóvenes israelíes viven allí una vida en común, la razón de ser del programa Nativ era que allí sería relativamente sencillo ayudar a cualquiera de los que estuviera interesado en la conversión. Del informe parece desprenderse que los cursos de estudio del Judaísmo son populares, pero al final del día, sólo el 27% de los soldados que participó en los cursos procedió en realidad a la conversión.

Encontré esta cifra sorprendente. Conocí a estos soldados-estudiantes en varias ocasiones, y siempre me parecieron entusiastas, motivados y genuinamente interesados en ampliar sus conocimientos sobre la cultura judía. Así pues, ¿por qué solamente una cuarta parta de ellos pasado a realizar una conversión real?

La única explicación posible es que estos jóvenes israelíes, que han servido en el ejército israelí y han pasado la mayor parte de su vida en Israel, simplemente no necesitan demostrar a nadie su judaísmo. Se sienten judíos e israelíes como sus amigos de secundaria y sus compañeros del ejército, y la misma idea de que tienen que pasar por una serie de ceremonias arcaicas y comprometerse a llevar una forma de vida religiosa, tal como les demandan los tribunales, les resulta algo ridículo.

¿Pero no están preocupados de que no se les permita casarse (religiosamente) en Israel, que aún no tiene una ley de matrimonio civil? La verdad es que la mayoría de ellos no están preparados para tener una boda religiosa. Así las cosas, un creciente número de israelíes ya veteranos prefieren cualquiera de las alternativas a una unión santificada por el rabinato ortodoxo. Giyur supone que así debe ser su entrada al pueblo judío, pero el resto ya se siente tan judío como cualquiera de sus amigos seculares israelíes, y los que han asistido a los cursos de judaísmo del ejército probablemente saben más acerca de la tradición judía que el producto típico del sistema de la escuela nacional (laico).

Todos los gobiernos en los últimos 17 años, han descrito la reforma del sistema de conversión como una "misión nacional", y los primeros ministros han descrito la situación en la que se encuentran cientos de miles de personas "sin religión" como "intolerable". No hay escasez de historias de horror de esos conversos inocentes que han sido explotados por unos rapaces tribunales de conversión y dejados en el limbo durante años por unos funcionarios sin corazón, ¿pero son estas historias, junto con la naturaleza generalmente antipática y obstructiva del sistema, la razón de la baja cantidad de conversos?

Los datos del informe de la Contraloría parecen indicar que aún cuando el sistema se ve obligado a realizar algunas mejoras, o cuando a los potenciales jóvenes conversos se les ofrece realmente una experiencia mucho más fácil y positiva (que incluso les da tiempo libre de sus deberes militares), sólo una pequeña parte parece estar interesada. No es en un sistema defectuoso donde está la falta, sino en todo el concepto de conversión religiosa ortodoxa que es la que falla.

El Judaísmo dejó de ser una religión proselitista a principios de la Edad Media, cuando los rabinos se vieron obligados a cesar en la conversión de gentiles bajo pena de muerte y de destrucción de toda la comunidad. Giyur se convirtió en un proceso que es intencionalmente doloroso y complicado, diseñado para eliminar pretendientes, salvo aquellas personas con las intenciones más puras y con las más fuertes convicciones. A medida que el peligro de represalias violentas fue disminuyendo y finalmente desapareció en los últimos siglos, el establishment rabínico se resistió a renunciar al control de las llaves de la puerta de entrada al pueblo judío.

Los gobiernos israelíes, temerosos a un enfrentamiento con los rabinos, trataron por contra de persuadirlos para que aliviaran gradualmente sus necesidades y adoptaran una actitud más orientada al prosélito o pretendiente. Esto ha sido un fracaso absoluto, pero no sólo debido a la intransigencia de los rabinos. La "aliyá rusa" se ha integrado bastante bien en la sociedad judía-israelí, pero no necesita que un rabino firme un certificado que afirme su derecho de pertenencia. La corriente principal de la sociedad israelí les acepta como judíos y considera a los que lo cuestionan como el sector atrasado y xenófobo.

Los políticos ultra-ortodoxos afirman que esta situación está dividiendo al pueblo judío en dos, pero hasta el momento son los únicos que parecen sentirlo así. Los rabinos lograran mantener el control del sistema de conversión, que continuará ofreciéndoles a ellos y a sus acólitos un medio de vida. Pero su obstinación ha hecho que todo el sistema de legitimidad sea irrelevante y que ello de lugar a una forma enteramente secular de entrada, y aceptación, al pueblo judío.

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