Saturday, June 29, 2013

Esparta o Atenas Parte II – Benny Morris – Jewish Review of Books



Después del tratado de Sadat-Begin, la opinión pública israelí, que según Tyler hasta entonces había estado bajo la tutela de "militarismo" y el expansionismo de sus líderes y generales durante décadas, inmediatamente respaldaron la postura conciliadora del gobierno, y cerca de un 80% de los israelíes apoyaron devolver todo el Sinaí a Egipto a cambio de la paz. ¿Cómo entonces Tyler puede explicar esto? Era, escribe, "una fuerte afirmación de que el impulso marcial podría ser dominado por una estrategia basada en una acomodación con los árabes". Lo que pueda significar esto resulta una incógnita. Pero lo que hubiera escrito un comentarista más honesto y menos enrevesado a la hora de explicarse sería algo así: El público israelí, cuando se convenció de que existía un socio árabe sincero y genuinamente dispuesto a hacer la paz, superó sus dudas de seguridad y se precipitó a embarcar en la paz.

El problema básico del "Fortaleza Israel" de Tyler es que simplemente rechaza o desconoce el deseo panárabe de librar al Oriente Medio de un Estado judío y de sus periódicos esfuerzos para lograrlo. Según Tyler, solo Israel es el culpable de las guerras, de la ausencia de paz y de la desesperanza. Por lo tanto, fracasa por completo a la hora de hacer frente a la guerra de 1948, de la que todos reconocen que los primeros agresores fueron los árabes - primero los palestinos y después los estados árabes vecinos -, siendo así que Tyler ignora las verdaderas amenazas árabes contra Israel desde 1956 a 1967 y, de hecho, desde entonces. El esfuerzo realizado por Saddam Hussein para conseguir armamento nuclear en la década de 1980 y la destrucción del reactor nuclear de Osirak en las afueras de Bagdad por parte de Israel en 1981, es presentado simplemente "una nueva fase del militarismo [de Israel]".

De hecho, Tyler comienza el libro con una descripción de cómo, en el período 2011-2012, los agentes israelíes "asesinaron" a dos de los principales científicos nucleares iraníes en las calles de Teherán. "Lo sorprendente", escribe Tyler, "era que Irán podría no haber estado involucrado en absoluto en el desarrollo clandestino de armas nucleares". Más bien, según Tyler, el asesinato "altamente provocador" de esos científicos por Israel empujó a Irán a su búsqueda, o a reanudar la búsqueda de nuclear armamento. Toda esta argumentación va en contra de lo que casi todas las agencias de inteligencia del mundo creen, y que es que Irán pretende fabricar armas nucleares y ha estado tratando de hacerlo durante más de dos décadas. Hace unos años, la comunidad de inteligencia estadounidense sugirió que los iraníes podrían haber detenido su programa de armas nucleares en 2003, pero han llegado a la conclusión de que Irán sigue buscando armas nucleares. La inteligencia israelí nunca ha creído que existiera un "verdadera parada" en la búsqueda de las armas nucleares y sigue pensando que el brutal y teocrático gobierno de Irán está empeñado en la construcción de armas nucleares tan pronto como sea posible. La inteligencia israelí también cree en las declaraciones públicas de los dirigentes iraníes y piensa que el régimen iraní busca destruir Israel. Existe una división de opiniones entre los asesores de inteligencia israelíes acerca de si los iraníes, una vez que construyan un arsenal de estas armas, las utilizará contra Israel directa o indirectamente, para intimidarlo estratégicamente y así derrotar a Israel de una manera más sutil y escalonada. En cualquier caso, volviendo a Tyler y a su tesis, y según la prensa, son el estado mayor del IDF y los jefes de los servicios de seguridad los que actualmente están frenando a Netanyahu a la hora de lanzar un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán, lo que significa una vez más dar un vuelco por completo a la tesis del autor.

De camino, Tyler también sugiere otro argumento: que esos generales belicistas han controlado tradicionalmente a sus superiores civiles mucho más propensos a una búsqueda de la paz. Pero
aquí también, la historia sirve muy mal a sus argumentos. Durante la guerra de 1948, esa que generalmente trata de evitar Tyler, Ben-Gurion se impuso en varias ocasiones las decisiones del ejército. En mayo de 1948 obligó a los generales a lanzar repetidos ataques contra el Fuerte de la Policia de Latrun, en contra de su mejor juicio. Más tarde, en 1948 y nuevamente en marzo de 1949, el ejército (el Cuartel General del Frente Sur, al mando del general Yigal Allon) suplicó a Ben-Gurion que ordenara la conquista de Cisjordania. Ben-Gurion echó abajo rotundamente la propuesta de Allon, aunque el ejército israelí hubiera podido fácilmente conseguir su conquista, militarmente hablando.

A principios y mediados de los años 1950, algunos generales del IDF, incluyendo el entonces jefe de operaciones y, a partir de 1953, el jefe del Estado Mayor General Dayan, tanteo a los primeros ministros Ben-Gurion y Moshe Sharett (1953-1955) para que aprobaran lanzar una guerra contra Jordania para así conquistar Cisjordania, y ello con el fin de dar a Israel una frontera más segura y natural, o en su defecto lanzar guerras preventivas y conquistar zonas de Egipto, Siria y Líbano. Ben-Gurion de vez en cuando jugaba con estas ideas expansionistas, pero él y Sharett siempre las frenaron, controlando las propuestas anexionistas de Dayan. Sólo en 1956, tras adquirir Nasser grandes cantidades de armamento soviético avanzado y lanzar ataques masivos de fedayines contra el interior de Israel, Ben-Gurion se mostró de acuerdo en lanzar una guerra preventiva contra Egipto.

Una década más tarde, en el verano de 1967, con Nasser provocando la guerra, el Estado Mayor del IDF, empujó y presionó a su jefe civil, el primer ministro Levi Eshkol, para lanzar un ataque preventivo contra Egipto. Sin embargo, le tomó tres semanas mordiéndose las uñas para decidir finalmente que la diplomacia internacional había fracasado y seguiría fracasando. En otras palabras, del 15 de mayo al 4 de junio Eshkol mantuvo a raya a sus generales y a los perros de la guerra. Si la tesis de Tyler fuera cierto, Eshkol se habría arrugado mucho antes ante esa élite militar que "siempre gobernó el país".

A principios de 1970 la entonces primer ministro Golda Meir echó por tierra la paz o las iniciativas interinas de paz de Moshe Dayan, su ministro de Defensa, y del presidente egipcio Anwar Sadat, que bien podrían haber evitado la guerra de octubre. Dayan era apoyado por dos de los principales generales del ejército israelí, Ariel Sharon e Israel Tal, pero se oponía el jefe del Estado Mayor General Haim Bar-Lev. En 1981, cuando Begin propuso el ataque del IAF contra el reactor de Osirak, esta opción fue rechazada por el jefe de la inteligencia del ejército israelí, el jefe del Mossad, y el jefe de la oposición, el jefe del Partido Laborista Shimon Peres, quien durante años había encabezada sistema de defensa del país (aunque era un civil). Una década más tarde, en 1991, cuando Saddam Hussein lanzó 39 misiles Scud contra ciudades de Israel, fue el primer ministro de línea dura, Yitzhak Shamir, quien se enfrentó a la mayor parte del sistema de defensa y controló al IDF.

En otras palabras, la imagen que surge de la historia real es claramente una diferente, una que habla de la completa subordinación de los militares a las autoridades civiles israelíes. A veces, son los generales son los que fomentan la necesidad de pasar a la acción y de ahí quizás a la guerra, y son los civiles los que pisan con éxito los frenos, y otras veces son los civiles los que se muestran entusiasmados por pasar a la acción, y son los generales los que persuaden a sus jefes civiles a actuar con moderación. En todo momento, el primer ministro y el gabinete tienen la última palabra.

El propósito de Tyler al escribir este libro no era ofrecer a sus lectores una historia honesta, su objetivo era denigrar la imagen de Israel. Fortaleza Israel es sólo la última expresión de una serie de venenosas perversiones que han aparecido en los últimos años en los Estados Unidos y en Gran Bretaña, todas ellas claramente diseñadas para subvertir la posición de Israel en el mundo. Deliberadamente o no, esos libros y artículos están allanando el camino para un futuro abandono del Estado judío.

Estos artículos y libros hacen que recuerde ese otra serie de libros y artículos que aparecieron en Europa Occidental desde 1936 a 1938, todos ellos repudiando la legitimidad de una Checoslovaquia recién creada y antes de ser sacrificada a los lobos nazis. En 1934, el semanario conservador Truth celebraba a Checoslovaquia como "la única experiencia exitosa de una democracia liberal emergida en la posguerra". A finales de 1936, The Observer definía a ese país como "una creación diplomática sin una base nacional suficiente tanto en lo referente a la geografía como a la raza". Para marzo de 1938. The New Statesman, en el pasado un gran amigo de la única democracia de la Europa central, escribía: "Debemos instar a los checos a ceder la parte de habla alemana de su territorio (Sudetes) a Hitler sin más demora y sin líos".

Por supuesto, tal como todos lo entendieron, esto significó dejar a Checoslovaquia indefensa. Hitler conquistó el país unos meses después, sin disparar un tiro. La pacificación del mundo árabe-islámico a expensas de Israel está en el aire y Tyler es uno de sus heraldos menos importantes.

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