Thursday, July 25, 2013

¿Puede permitirse el IDF convertirse en un pequeño ejército? - Avi Kober - BESA Center


El nuevo plan plurianual del IDF se basa en varios supuestos. El primero es que la naturaleza de los desafíos a los que se enfrentará el ejército israelí en el futuro próximo será de conflictos de baja intensidad. El segundo es que una ventana de oportunidades se ha abierto, sin guerras a gran escala a la vista, lo que le permite al ejército israelí reformar su estructura y concepción operacional. El tercero es que el ejército puede asumir unos recortes presupuestarios reduciendo su orden de batalla. El "nuevo orden de batalla” de este nuevo IDF se basará en gran medida en el poder aéreo, en la potencia de fuego, en la inteligencia y la guerra cibernética, y se supone que será más pequeño pero más inteligente.

Aquí revisaremos tan solo un aspecto de la reforma: el menor tamaño de las fuerzas armadas. Dos reglas militares deben ser tomadas en consideración mientras se avanza en la dirección de buscar un ejército "pequeño e inteligente". La primera es la paradoja de la “baja densidad de tropas”, que postula que los desafíos de baja intensidad en realidad requieren “más efectivos” que los de alta intensidad. La segunda tiene que ver con la relación fuerza-espacio, y se refiere al número de tropas necesarias para llevar a cabo eficazmente las misiones dentro de un área determinada o controlar un territorio capturado.

La paradoja de la baja densidad de tropas

Esta paradoja mide el número de tropas necesarias para el cumplimiento de misiones en un área poblada por unos 1.000 civiles. Una baja densidad de tropas puede afectar negativamente a la capacidad de un ejército de controlar y estabilizar un territorio enemigo poblado, y los pequeños ejércitos pueden resultar insuficientes para realizar ese trabajo basándose fundamentalmente en su sofisticación operativa y tecnológica. La conclusión es que los números (de tropas) son importantes.

Desde mediados de la década de 1990, los analistas militares han ofrecido varias propuestas basadas en ejemplos históricos sobre densidad de las tropas en los conflictos de baja intensidad. La mayoría de las recomendaciones sobre dicha densidad han reducido el rango a unos 20 a 25 soldados por cada 1.000 habitantes en el área de operaciones. Dicha relación existía en Bosnia en 1996 (22,6) y en Kosovo en 1999 (23,7), dos misiones consideradas como un éxito por la OTAN. En otros casos, mucho menos exitosos, el rango estaba muy por debajo de 20, por ejemplo, Somalia en 1993 (4,6), Haití en 1994 (3,5), Afganistán en el 2002 (0.5), e Iraq 2003 a 2007 (6.1).

En Irak, el control de la insurgencia en una ciudad de 6 millones de residentes como Bagdad, hizo necesarios a unos 120.000 soldados, pero las fuerzas de EEUU en Irak parecieron insuficientes, teniendo que sumar a cerca de 70.000 tropas de combate en todo el país, con otros 60.000 soldados garantizando funciones de apoyo y mantenimiento de las bases y cuarteles generales. Sólo tras haber adquirido la necesaria experiencia en contrainsurgencia y tras la reconstrucción del ejército iraquí como una fuerza amiga, permitió a los EEUU  estabilizar Irak. El nuevo manual de contrainsurgencia del ejército de EEUU ha adoptado la regla de la necesaria densidad de tropas, recomendando una proporción mínima de 20 soldados por cada 1.000 residentes locales.

La relación fuerza-espacio

En los conflictos asimétricos es difícil, y a veces imposible, depender de un pequeño número de soldados que utilizan equipos de alta tecnología para destruir una fuerza guerrillera sofisticada, capturar el terreno a partir del cual se lleva a cabo la guerra de guerrillas, lograr la victoria decisiva en el campo de batalla, o destruir las lanzaderas de cohetes utilizadas por los insurgentes contra las zonas pobladas.

Incluso los más acérrimos defensores de pequeños pero inteligentes grupos militares tendrán que admitir que a veces un gran ejército tradicional puede llegar a ser necesario incluso en los conflictos de baja intensidad. En 2003, el jefe del Estado Mayor americano, el general Eric Shinseki,  insistió en que 200.000 soldados eran necesarios para mantener el control en Irak. Los analistas militares orientados hacia la alta tecnología, quienes aceptaron la necesidad de una fuerza terrestre más ágil y precisa capaz de utilizar una fuerza letal en el campo de batalla, criticaron sin embargo a los oficiales civiles del Departamento de Defensa por el mantenimiento y la difusión de la idea de que los números no eran importantes. No hay que olvidar que una victoria decisiva en el campo de batalla a nivel estratégico no se ha obtenido desde el aire o por medio de la potencia de fuego, sino solamente a nivel táctico.

Kosovo, del que se hace a menudo referencia en este tipo de contextos, fue una victoria obtenida fundamentalmente por “negar a la sociedad serbia la posibilidad de continuar la guerra”. Mientras, el ejército serbio se mantuvo casi sin daños por los ataques aéreos.

Otro ejemplo es la Guerra del Líbano de 2006, durante la cual el ejército israelí sufrió de una escasez de tropas de tierra consecuencia de años de inversión insuficiente en las tropas de reserva. Las unidades de reserva antes solían ser la columna vertebral de las tropas terrestres de refuerzo del ejército israelí en tiempos de guerra. Antes del estallido de la Guerra del Líbano de 2006, el ejército israelí no logró entender que se necesita de una cantidad considerable de unidades de reserva en los conflictos de baja intensidad.

"La guerra convencional ya no es nuestra principal prioridad", explicaba el general Danny Van Buren, el jefe de las fuerzas de reserva del IDF dos meses antes del estallido de la guerra. Partiendo de esta premisa, el IDF eliminó a ciertas unidades de reserva, redujo el número de reservistas activos, recortó hasta casi la mitad los días de servicio anuales pasando de 30 a 14, y activó a las unidades de reserva activa solamente para la formación (no para el combate o para labores de control), bajando además la edad máxima para ser reservista, de 46 años a 40. En la guerra el ejército pagó un alto precio por estos cambios.

Conclusión

No importa cómo operacional y tecnológicamente resulte ser de sofisticado un ejército, una fuerza que opere en conflictos de baja intensidad debe ser grande si el ejército desea ser eficaz. La reducción del número de brigadas militares y la disolución de unidades de infantería de reserva podría debilitar la eficacia del IDF para hacer frente a los desafíos de baja intensidad. Por otra parte, se necesita un gran número de tropas para hacer frente a escenarios de múltiples frentes, ya que sus posibilidades pueden aumentar en el futuro.

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