Friday, December 06, 2013

El nuevo libelo: Una película sobre la supuesta desposesión de los beduinos - Ben-Dror Yemeni - Times of Israel



Durante los últimos meses se ha estado llevando a cabo una campaña en Israel y en todo el mundo, respaldada por un presupuesto sin fin, dirigida a agravar la relación entre el Estado de Israel y los beduinos. Esta campaña incluye la reciente emisión de una película de propaganda que retrata "la expulsión de los beduinos de sus tierras".

La estrella principal de esta película es Theodore Bikel, quien fue reclutado para este papel principalmente por su interpretación de "Tevye el lechero" en El Violinista en el Tejado. La película, una obra de propaganda, se titula el "Violinista sin techo", y esto no es nada en comparación con el contenido de la película. Los beduinos son retratados como las víctimas de un horrible decreto de expulsión que ya fue emitido en contra de los judíos en los oscuros días del régimen zarista antisemita, tal como se describe en la trama de El Violinista en el Tejado. Y su trama es sumamente maniquea. Aunque sea difícil de creer, la película fue producida por la organización Rabinos por los Derechos Humanos.

De pie, hombro con hombro con esta película, y como de costumbre, tenemos al Haaretz, que ofrece innumerables artículos, todos desde el mismo ángulo y presentando la misma posición, sobre el presunto robo y opresión del estado, y acerca de una expulsión de beduinos. La libertad de debate y de expresión nunca se ha visto tan descuidada como en este diario, y su perspectiva uniformemente izquierdista para expresar que creen que todo el mundo piensa igual que ellos.

El debate sobre el procedimiento adecuado para la solución de los problemas de los beduinos es un debate importante. Algunos dicen que los beduinos son nómadas, que toda su pretensión de propiedad sobre la tierra es ficticia, mientras que otros afirman que el Estado debe reconocer sus demandas de propiedad, incluso si no están en consonancia con los métodos de registrar las propiedades reconocidos, y que van desde los de la época otomana, y a continuación los británicos del Mandato, y ahora, por supuesto, los israelíes.

Durante años, las autoridades israelíes han estado luchando con esta cuestión. Por un lado, los supuestos títulos de propiedad beduinos fueron rechazados de plano en los procesos judiciales. En algunas de estas reclamaciones, las afirmaciones de una "propiedad de cientos de años" fueron expuestas como fraudulentas. La revisión de fotografías aéreas tomadas desde el siglo pasado demostró que "esos asentamientos que llevaban existiendo durante siglos" ni siquiera existían hace algunas décadas.

A pesar de estas determinaciones legales, el Estado decidió proponer un generoso arreglo. Cada familia beduina tendrá derecho a una parcela de tierra en uno de los pueblos beduinos construidos en la región donde viven, y hay planes para la construcción de muchas más ciudades. Estos acuerdos tratan de aproximarse a la tradición y al patrimonio beduino tanto como es posible.

Por esta razón, una parcela de tierra en un pueblo de beduinos es casi de un dunam (1/4 de acre), lo cual es mucho más grande que las parcelas en otras ciudades. Por otra parte, se trata de un acuerdo que está en línea con las prácticas aceptadas en los países modernos, en los que la propiedad de la tierra requiere de un registro, y en el que las viviendas humanas requieren infraestructura, agua corriente, conexión a la red eléctrica y caminos pavimentados.

Esto no es un asunto sencillo. Hay un choque entre una tradición nómada y un país moderno. Israel no es el único país que, en el transcurso de su creación, ha tenido que lidiar con las demandas de unos grupos de población con diferentes estilos de vida. Australia tuvo problemas con sus aborígenes, los EEUU los tuvieron con los nativos americanos, y en los países escandinavos las poblaciones indígenas de los samis se quejan de una privación histórica y actual, y muchos otros países tienen por ejemplo una importante población gitana.

La película de propaganda no muestra estos difíciles dilemas. La película se hace la vida más fácil a sí misma. Israel es retratado como un cruel gobernante antisemita, que trata de expulsar, desheredar, destruir y robar, y los pobres beduinos solo pueden permanecer de pie impotentes ante esta abismal crueldad. No hay nada como la expulsión de los judíos en “El violinista en el tejado” para acentuar esta tragedia y para jugar con las fibras del corazón más sensibles del mundo en general, y de los judíos americanos en particular. Aquí tenemos una prueba más de lo que Israel está haciendo a sus minorías. He aquí una prueba más del apartheid, del racismo y de las otras acusaciones de una lista ya familiar.

Hay, por supuesto, un solo problema con la trama de esta película. Lo que afirma nunca ha sucedido. Tomemos, por ejemplo, el coro repetitivo de las últimas semanas, que suena más o menos así: "La comunidad beduina de Umm al-Hiran está programada para ser remitida a Hiran, una comunidad sola de judíos, a través de la desherencia y la transferencia de los beduinos, y ello de acuerdo con la política racista del Estado de Israel". Esto también puede representar un resumen de las reclamaciones de una serie de artículos en el Haaretz.

Después de fijar la vela en el mar de mentiras, vale la pena volver a la tierra firme de los hechos.

Primero: los miembros beduinos de la tribu Al-Qian, que son el foco de la queja actual, fueron trasladados a la región Yatir del Negev décadas atrás, y ello por su propia voluntad y tras solicitarlo, debido a una disputa con otra tribu.

Segundo: cuando se estaba planeando Hiran, hace poco más de una década, había sólo unos pocos beduinos por allí, si es que los había. El movimiento a Umm al-Hiran se produce principalmente como consecuencia de los planes para una nueva ciudad. Las fotografías aéreas lo  demuestran.

Tercero: sólo una pequeña parte del plan maestro para Hiran se ubica en tierras ocupadas por los nuevos ocupantes.

Cuarto: adyacente al área de los Al-Qian, el Estado construyó Hura, una aldea beduina adecuada, con calles asfaltadas, electricidad e infraestructuras de agua y más elementos.

Quinto: todas las familias de la tribu tiene derecho a recibir casi un dunam de tierra. Incluso un soltero mayor de 24 años tiene derecho a una parcela de tierra, en preparación para las futuras generaciones.

Sexto: además de esa tierra libre, con un desarrollo de infraestructuras libres, cada familia también recibe una compensación monetaria por la casa anterior, construida ilegalmente, en la que vivía.

Séptimo: y aquí tenemos una sorpresa, la mayoría de la tribu - 3.000 de los 4.000 miembros - en realidad sentía que se trataba de un arreglo justo, y de hecho se trasladó a Hura.

Octavo: la ciudad de Hiran no está pensada solamente para judíos religiosos, y tampoco lo está  solamente para judíos. Cualquier beduino que desee comprar un terreno será invitado para hacerlo y tendrá derecho a hacerlo. Por supuesto, eso costaría dinero. En Meitar, por ejemplo, los beduinos de la zona circundante decidieron comprar parcelas de tierra. Nadie los detuvo.

¿Cómo es posible producir una película que ignora por completo los fondos y los beneficios otorgados a los beduinos, además de normativas y sentencias favorables, etcétera? En respuesta, los Rabinos por los Derechos Humanos afirmaron que las decisiones de los tribunales son inaplicables y que incluso los tribunales cometen errores - los beduinos reciben compensaciones estatales por sólo algunas de sus tierras, se lleva a cabo una transferencia bajo coacción, e incluso aquellos que optaron por trasladarse a una comunidad como Hura lo hicieron por falta de más alternativas -. Los rabinos aún siguen afirmando que Hiran solo estaría destinada a los judíos religiosos y que los beduinos no vivirían allí. La detallada respuesta negando esto último se puede encontrar en mi blog.

Los rabinos, periodistas y activistas tienen derecho a presentar los problemas que encuentren al Plan. También tienen el derecho a reclamar que, a su juicio, los beduinos tengan más derechos, y que cualquier lugar donde un camello caminó, o donde un beduino colocó su tienda para pasar la noche, es suyo y de sus descendientes para siempre. Las críticas a las propuestas del gobierno, tales como el Plan Prawer que fue elaborado a raíz del informe de una comisión encabezada por el ex juez del Tribunal Supremo israelí Eliezer Goldberg, son legítimas. Hay argumentos que vale la pena exponer. Tal vez se debería haberse optado por una mejor solución.

Sin embargo, esta campaña no es una crítica, es más bien un fraude, con su desprecio por los hechos básicos y su incitación contra el Estado. Esta campaña que se está extendiendo como un reguero de pólvora por todo el mundo considera que se trata de una expulsión racista al estilo antisemita perpetrada por Israel. Incluso santurrones sobradamente conocidos como Norman Finkelstein se han unido a la refriega, atrapados completamente por la emoción de las palabras desgarradoras de Bikel. Y es que Finkelstein nunca pierde una oportunidad de incitar contra Israel.

"Esta película no está, Dios nos libre, destinada a comparar a Israel con la Rusia zarista", escriben estos Rabinos por los Derechos Humanos en la página web que acompaña a la película. Pero esta afirmación sólo aparece en hebreo. Tras las críticas del periodista del Yedioth Ahronoth, Nahum Barnea, por esta indignante comparación, los Rabinos por los Derechos Humanos emitieron un comunicado de prensa diciendo que "en ciertos aspectos, la expulsión del Plan Prawer es peor que la expulsión de los judíos en la Zona de Residencia (Pale) en Rusia", y finalizan hipócritamente diciendo que “nosotros estamos preocupados por la imagen de Israel".

Esa preocupación es altamente ilustrada en dicha película. En su versión en inglés, la película deja poco espacio para la duda. Alguien en el equipo de producción es un cualificado artista en el arte de la propaganda. La película describe a un beduino recibiendo un aviso de expulsión. Él se niega a abandonar. De repente, dos helicópteros amenazantes aparecen en lo alto. Quién sabe, tal vez intenten tirarle bombas. Todo esto se insinúa. Después de todo, nadie puede aseverar que no las lleven. Ellos, simplemente, aparecen en el cielo.

Un excelente y manipulador truco para promover la campaña de odio contra un estado “expoliador”. En ese momento aparecen unas excavadoras de demolición, y entremezcladas con ellas, tal como se esperaba, las fotos de unos judíos en el exilio caminando hacia su amargo destino. Como si el contexto no fuera claro, Bikel termina la película con un monólogo que no deja dudas: "Lo que más me duele es el hecho de que las mismas personas que están diciendo a los beduinos que abandonen sus hogares son los descendientes de los habitantes de Anatevka (el shtetl del Violinista en el Tejado)".

Un espectador familiarizado con los hechos estallaría lleno de ira ante esta evidente mala voluntad. En suma, una obra maestra de propaganda atroz. Israel no es un estado civilizado. Israel es un monstruo.

En el fondo se trata de una campaña que ya lleva en activo una larga temporada por cortesía del Haaretz. Se han publicado en ese diario una gran cantidad de afirmaciones sin fundamento, pero voy a conformarme con sólo dos que fueron publicados esta misma semana. Oudeh Basharat afirma que Israel estaba robando a los beduinos la tierra en Umm al-Hiran, y llamó inmediatamente a esto un apartheid. Un día más tarde, el profesor Eyal Gross afirmaba que los beduinos estaban siendo desalojados de sus hogares con el fin de construir una ciudad judía. Cuando una mentira se repite mil veces, se convierte en realidad. Sobre todo para el Haaretz.

Las palabras transferencia y apartheid aparecieron en la campaña con el fin de demonizar y señalar con el dedo al culpable. Este, por supuesto, es toda la empresa sionista. Esto sería lo que se hizo en 1948 y esto es lo que estaría haciendo ahora en los territorios (Ribera Occidental) y con los beduinos. Así es como se crea y se desarrolla el odio y la incitación. Así es como se demoniza a Israel. Los lectores del Haaretz no tienen ni la menor idea de que los beduinos empezaron a vivir en Umm al-Hiran sólo después de que se pusiera en funcionamiento la iniciativa de establecer Hiran. ¿Es razonable exigir que un profesor de derecho conozca los hechos antes de escribir un artículo o un informe en el Haaretz?

Un acuerdo justo para los beduinos no es nada sencillo. Lo cierto es que el camino que el Estado ha elegido no es la expulsión, la desherencia o la transferencia, sino más bien una oferta generosa que ha costado y le costará al estado cientos de millones de shekels, y que proporciona a los beduinos enormes beneficios. Y esto se hace discriminando a los judíos mediante una acción afirmativa a favor de los beduinos. Ningún judío tendrá derecho a recibir la tierra libre o disponible de una comunidad beduina, ni podrá comprar un terreno que se ofrece a los beduinos a precios reducidos, aun cuando existiera esa posibilidad. Un beduino, por otro lado, podrá elegir entre una comunidad beduina y una comunidad judía. Si no quiere vivir en Hura, hay tierras con infraestructura esperándolo, sin coste alguno. Si quiere vivir en Hiran, lo podrá hacer en las mismas condiciones que un judío, armenio o budista.

Cuando los "grupos defensores de los derechos" y el Haaretz automáticamente se ponen del lado de los beduinos que se oponen al mencionado Plan Prawer, en lugar de aquellos que lo apoyan, dicho plan puede parecer destinado al fracaso. Al igual que el resto de autodenominadas "fuerzas del progreso" en el mundo, avivan las llamas de la campaña de boicot, desinversión y sanciones, y la fantasía árabe del derecho al retorno. Pero esta no será nunca la forma de llegar a un acuerdo, y sólo refuerza los objetores. Esto perpetúa el sufrimiento, el conflicto y el derramamiento de sangre. Lo que los "progresistas" están haciendo a los palestinos, los "defensores de los derechos" están haciéndoselo ahora a los beduinos.

La verdad sea dicha, es dudoso que haya una población en cualquier parte del mundo con características similares, nativa o nómada, a la se le haya adjudicado un asentamiento tan generoso. Pero la película de propaganda ha logrado revertir este cuadro, de modo que los asuntos deben ser devueltos a la perspectiva adecuada. No es que los judíos estén haciendo a los beduinos lo que los antisemitas les hicieron a los judíos. Todo lo contrario. Se trata de los "grupos defensores de los derechos", los Rabinos por los Derechos Humanos, y el Haaretz, que se sigue así una antigua tradición, los que están fabricando nuevos libelos. En el pasado fue en contra de los judíos. Ahora es contra el Estado de Israel.

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