Sunday, March 09, 2014

El triunfo y tragedia de "Mi Tierra Prometida" de Ari Shavit – Sol Stern – Daily Best



El libro de Ari Shavit, Mi Tierra Prometida, bien puede catalogarse de un gran éxito comercial, pero también es el libro de un escritor israelí aclamado por la crítica y que explica la complicada historia de su país a los lectores estadounidenses. Esto hizo que estuviera en la lista de best-seller del New York Times durante varias semanas y fuera elogiado profusamente en la mayoría de las principales reseñas de libros, incluyendo un delirio del editor literario del New Republic, Leon Wieseltier. Los editores de la revisión seleccionaron el libro de Shavit como uno de los 100 mejores libros del año. Mientras tanto, en las páginas editoriales de la Señora Gris (la denominación del New York Times), su conocido columnista Thomas Friedman hizo alarde del libro de Shavit como de una "lectura obligada" y se la recomendó al presidente Obama y al primer ministro israelí Bibi Netanyahu para que ambos lo lean antes de su próxima conversación o contencioso telefónico
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Shavit también ha ganado por este libro el Premio Nacional del Libro Judío (National Jewish Book Award) en la categoría de historia judía y ha dado conferencias ante un numeroso y entregado público en la Jewish Y y en sinagogas de todo el país.

Parte de esta adulación es bien merecida. Shavit es el periodista israelí con más talento de su generación. En su base de operaciones en el Haaretz (a menudo descrito como el New York Times de Israel) ejerce una triple labor - columnista prolífico, periodista y miembro del consejo editorial del periódico -. El Haaretz es un diario aún más reflexivamente de izquierdas que el NYT.  Las páginas editoriales del diario se adornan frecuentemente de diatribas políticas de una variedad de post-sionistas, posmodernos y marxistas. De toda esta mezcla, Shavit se destaca como uno de los pocos adultos de sus páginas de opinión. Al igual que la mayoría de sus colegas del Haaretz, Shavit comenzó como un entusiasta de los acuerdos de Oslo y del proceso de paz, pero luego experimentó dudas. Finalmente rompió con la izquierda israelí después de haberse convencido por los hechos sobre el terreno - es decir, los terroristas suicidas de la Segunda Intifada - que los palestinos no eran unos socios fiables para la paz o para la consecución de un compromiso y una solución de dos estados.

Shavit escribe maravillosamente en hebreo y en inglés. De hecho, Mi tierra prometida fue escrito  en inglés (no hay edición en hebreo) y está dirigido al mercado estadounidense, en particular a los judíos de América. Antes de la publicación, el autor dijo a sus amigos que su libro trataba de atraer tanto a los partidarios de la línea dura de Israel como a los grupos pacifistas, como J Street, bastante más críticos con las políticas del gobierno israelí. Cada lado, esperaba él, encontraría algo en su libro que comulgara con sus propios puntos de vista sobre el conflicto palestino-israelí. Hasta el momento, las esperanzas de Shavit se han visto cumplidas.

Es por eso que el muy progresista New Yorker seleccionó publicar un extracto de un largo capítulo del libro de Shavit donde se describía la supuesta brutal expulsión por parte del ejército israelí de los árabes palestinos de la ciudad de Lydda (Lod) durante la guerra árabe-israelí de 1948. (En sus agradecimientos, Shavit acredita que el editor del New Yorker, David Remnick, le animó a escribir el libro y a "volcarse en el manuscrito") . “Lydda es la caja negra del sionismo",  escribía Shavit en el New Yorker. "La verdad es que el sionismo no podía soportar la ciudad árabe de Lydda". Casi al mismo tiempo, el Wall Street Journal publicó un fragmento diferente del libro bajo el título: "En Israel, un sueño hecho realidad". En este fragmento, Shavit declaraba que "en Israel, el renacimiento judío se consiguió gracias al notable éxito del sionismo", "pudiéndose comprobar la transformación de los judíos en este siglo sionista. Tuvimos que venir aquí, y una vez que llegamos, hicimos maravillas".

Algunos críticos de Mi tierra prometida han sugerido que la capacidad de Shavit de equilibrar dos verdades aparentemente contradictorias - el "notable éxito del sionismo" y la "caja negra del sionismo" es precisamente la cualidad que hace a su libro tan convincente. "Shavit sabe expresar la solidaridad y la crítica a la vez", escribe Leon Wieseltier. "Propone que el sionismo fue históricamente milagroso y propone que el sionismo fue históricamente culpable". Medido solamente por el volumen de sus palabras, el libro de Shavit se inclina más hacia el lado glorioso del sionismo que hacia ese otro lado supuestamente más oscuro. Hay cuatro o cinco capítulos extremadamente ágiles que representan los logros "milagrosos" de la revolución sionista: recuperación y cultivo de la tierra, el rescate de un pueblo devastado por las sombras del Holocausto, la construcción de una economía empresarial robusta y de un renacimiento artístico y cultural. Y todas estas "maravillas" se han llevado a cabo incluso cuando el pueblo de Israel ha permanecido bajo una constante amenaza militar a su supervivencia nacional.

Shavit sólo dedica un capítulo completo a esa "caja negra" del sionismo: el relato de lo que se hizo a los árabes de Lydda por las fuerzas militares israelíes durante tres días de julio de 1948. Sin embargo, contrariamente a la opinión de Wieseltier, no tiene sentido tratar de equilibrar la condena de Shavit de los fallos del sionismo en Lydda con la descripción en su libro de los muchos logros admirables del proyecto sionista. El acto de equilibrio no funciona porque el capítulo sobre Lydda del libro de Shavit se basa en una distorsión histórica tan brutal que abruma a ese otro testimonio del lado positivo y milagroso del sionismo y, en efecto, lo que consigue es prestar apoyo a la propia narrativa histórica del movimiento palestino de una nación inocente, de unos indígenas desposeídos y de una limpieza étnica llevada a cabo por unos pérfidos colonos judíos - la llamada Nakba -. La interpretación perversa de lo sucedido en Lyyda por parte de Shavit no sólo daña la causa de la defensa del sionismo contra sus numerosos enemigos, previos y actuales, sino que también socava la posibilidad de un compromiso realista de paz con los palestinos.

Sorprendentemente, no hay nada nuevo en la descripción fáctica de Shavit de los acontecimientos acontecidos en Lydda desde el 11 julio hasta 13 julio de 1948. Todos los historiadores serios de la época han reconocido lo que sucedió en la ciudad árabe palestina durante esos tres días de violencia. Lo que hace Shavit es tomar una vieja historia fuera de contexto y darle un peso moral que es imposible de soportar.

Inmediatamente después de que David Ben Gurion declarara la independencia de Israel el 14 de mayo de 1948, el nuevo estado fue invadido por cinco ejércitos árabes. La más eficaz de todas esas fuerzas militares era la Legión Árabe de Jordania, comandada por oficiales británicos. La Legión puso cerco a Jerusalén y, finalmente, obligó a todos los judíos que vivían en la Ciudad Vieja a abandonarla a punta de bayoneta. Los jordanos también estuvieron a punto de cortar la carretera que unía Tel Aviv con Jerusalén, poniendo así en peligro el corazón del Estado judío. Lydda, (con una población de más de 40.000 árabes) estaba a sólo 11 millas al este de Tel Aviv, en la ruta a Jerusalén, y en el área asignada para el futuro Estado palestino por el plan de partición de las Naciones Unidas de 1947. (La propuesta de partición fue aceptada por los judíos pero fue rechazada por los árabes, y esa fue la razón de que Lydda se convirtiera en un campo de batalla clave en 1948).

A principios de julio, los comandantes de las fuerzas israelíes determinaron que debía eliminarse la amenaza que planteaba la Legión Árabe sobre la ciudad más grande de Israel y tratar así de asegurar el camino a Jerusalén. La necesidad militar dictaba que Lydda y varios pueblos colindantes debían ser conquistados para poder empujar hacia el este a las fuerzas jordanas, lejos de Tel Aviv.

Tal como Shavit describe la acción, una columna de blindados de las fuerzas israelíes penetró en Lydda en la mañana del 11 de julio disparando contra todo a su paso. Después de una batalla de 47 minutos más de cien civiles árabes y nueve soldados israelíes habían muerto. "Por la tarde", relata Shavit, "el sionismo había tomado la ciudad de Lydda". Sin embargo, al día siguiente los vehículos blindados jordanos volvieron de repente a la ciudad. Los soldados israelíes fueron atacados de nuevo, incluso por grupos de irregulares palestinos armados. Entonces, algunas de las fuerzas israelíes comenzaron a disparar en todas las direcciones y lanzaron granadas de mano contra algunos hogares creyendo que era de allí desde donde provenían los disparos. La segunda ola de violencia provocó la muerte de otros 200 residentes de Lydda. "El sionismo llevó a cabo una masacre en la ciudad de Lydda", escribe Shavit.

La noticia de la reanudación de los combates llegó a la sede de las fuerzas israelíes, donde el comandante de alto rango Yigal Allon le preguntó a Ben Gurion lo que debía hacerse con los árabes de Lydda. Según Shavit, "Ben Gurion hizo un gesto con su mano y dijo, deportarlos" al oficial de Operaciones Itzjak Rabin, quien informó a sus hombres de la orden: "Los habitantes de Lydda deben ser expulsados de forma rápida, sin tener en cuenta la edad". Al día siguiente, 13 de julio de 1948, treinta y cinco mil árabes palestinos partían de Lydda caminando hacia el este, hacia las líneas jordanas con poco más que la ropa que llevaban puesta.

El desnudo y fáctico relato por parte de Shavit de los combates en Lydda es coherente con varias historias de la primera guerra árabe-israelí, incluyendo el volumen de Benny Morris, “1948”, considerado por muchos como la historia definitiva del conflicto. (Morris es conocido como el decano de los "nuevos" o "revisionistas" historiadores de Israel, a causa de su pionero trabajo académico en la década de 1980, donde mostraba que Israel era mucho más responsable de la creación del problema de los refugiados palestinos de lo que habían previamente reconocido los líderes del Estado judío). Pero en su más amplia interpretación histórica de los acontecimientos en Lydda, y en su radical juicio moral, Shavit va mucho más allá del relato de Morris.

"Lydda es nuestra caja negra", escribe Shavit. "En ella reside el secreto oscuro del sionismo. La verdad es que el sionismo no podía soportar a Lydda. Desde el principio había una contradicción sustancial entre el sionismo y Lydda. Si el sionismo debía existir, Lydda no podía hacerlo. Si Lydda seguía existiendo, el sionismo no llegaría a existir. En retrospectiva, estaba muy claro. Cuando Herbert Bentwich [un líder sionista británico del siglo XIX que pasó por haber sido el bisabuelo de Shavit] vio en Lydda la torre blanca de Ramleh, en abril de 1897, debería haber visto que si un Estado judío debía existir en Palestina, una Lydda árabe no podría existir en su mismo centro".

Resulta bastante sorprendente que un libro que ha ganado un prestigioso premio de historia judía pueda incluir tantas falsedades históricas en un párrafo tan corto. Si ese fuera el caso, tal como afirma Shavit que "el sionismo no podía soportar a Lydda", a uno le gustaría preguntarle a su autor cómo se explica que el sionismo se las arreglara para poder soportar la existencia de otras ciudades árabes, por ejemplo Nazaret, donde no hubo expulsiones (la población de la ciudad es ahora de 60.000 personas) o cómo el sionismo soportó y soporta a la ciudad árabe de Umm al-Fahm (con una población árabe de unas 50.000 personas ) en un área densamente poblada de población árabe, denominada el "Triángulo", y situada en el centro de Israel.

Shavit afirma que los primeros sionistas estaban ciegos a la existencia de las otras personas que vivían en esa tierra y que codiciaban como su propia patria. Por lo tanto, argumenta de una manera absurda, su propio abuelo debería haber sabido en 1897 que un futuro estado judío significaría el fin de la Lydda árabe. El juicio de Shavit sobre la responsabilidad moral de lo acontecido en Lydda parece querer adaptar su narración al mito del pecado original del sionismo, pero va en contra de los registros históricos. Hay pruebas abrumadoras (algunas incluso incluidas en el propio capítulo de Shavit) de que la orden de expulsión en Lydda fue contingente y tomada a posteriori, más que históricamente anunciada de antemano. La decisión se tomó debido a los hechos que se desarrollaban sobre el terreno en una guerra lanzada por los países árabes y las milicias palestinas con la expresa intención de aniquilar y expulsar a los judíos de Palestina.

Al principio de la guerra, el Secretario General de la Liga Árabe, Abdul Rahman Azzam, prometió: "Esta guerra será una guerra de exterminio y provocará una masacre trascendental (de judíos) cuyo recuerdo será similar al generado por las masacres mongolas y de las cruzadas". El líder de las milicias armadas palestinas durante la guerra de 1948 fue el ex-Mufti de Jerusalén, Haj Amin al-Husseini. Al-Husseini colaboró activamente con Hitler en la implementación de la Solución Final. En una reunión en Gaza en 1947, fue reelegido Presidente del Comité Superior Árabe, el órgano político que representaba a los palestinos, y a continuación dejó en claro que el objetivo de la guerra de 1948 sería la aniquilación de los judíos de Palestina. Shavit no menciona nada de esto como parte del contexto histórico esencial cuando condena al sionismo por la expulsión de los habitantes de Lydda.

Tampoco Shavit toma en cuenta cualquiera de los varios contraejemplos bien documentados de la expulsión de los árabes de Lydda. En la ciudad mixta de Haifa, por ejemplo, el alcalde judío Shabtai Levy se reunió con los líderes árabes justo antes de que estallara la guerra. Él llegó hasta las lágrimas cuando les rogó a los representantes árabes que solicitaran a su propia gente que permaneciera en sus casas, prometiendo que no sufrirían ningún daño. Los dirigentes árabes le contestaron a Levy que habían recibido órdenes de abandonar la ciudad, e incluso amenazas de al-Husseini, y que debían obedecer. La reunión entre el alcalde Levy y los notables árabes es descrita gráficamente en Palestina traicionada, un libro del 2010 sobre los acontecimientos de 1.948 de historiador israelí Efraim Karsh. Como relata Karsh, un testigo presente en la reunión fue el mayor general Hugh Stockwell, el comandante militar británico de Haifa, y apenas un amigo del sionismo si es que se puede decir algo semejante. Karsh cita al general Stockwell diciendo a los líderes árabes, "Han tomado una decisión estúpida". Pocos días después de la reunión, los árabes de Haifa comenzaron a abandonar la ciudad.

Se podría pensar que habiendo juzgado moralmente al sionismo por lo sucedido en Lydda, Shavit diría algo similar acerca de los árabes de Haifa que se vieron obligados a abandonar sus hogares por decisión de sus propios líderes palestinos, así como reconocería la labor del alcalde sionista Levy, que intentó mantener a los residentes árabes en su ciudad evitando que se convirtieran en refugiados.

También se podría decir que Shavit parece ciego a la realidad de la historia palestina y a su propia "caja negra" no reconocida - el rechazo violento, alimentado por las creencias islámicas, de cualquier presencia judía en la tierra -. Shavit no dice casi nada acerca de las muchas masacres de judíos cometidas por los árabes, de las expulsiones de judíos de las ciudades de Hebrón y Jerusalén, y del hecho de que a ni un solo judío se le permitió permanecer en cualquier área ocupada por los ejércitos árabes durante la guerra de 1948.

Otro aspecto preocupante del capítulo de Lydda de Shavit es su falta de citas académicas. El libro no nos dirige a las notas al final del él. En su lugar, Shavit dice que el material para el capítulo de Lydda vino de "numerosos relatos de esos acontecimientos traumáticos que me relataron a principios de 1990 un determinado número de veteranos en aquellos combates". Tal vez Shavit o su editor en el New Yorker, deberían darse cuenta que confiar en entrevistas orales de hace 24 años para su interpretación de lo sucedido en Lydda hace 66 años invitaría a plantearse algunas cuestiones probatorias. Así que para el artículo del New Yorker, Shavit añadió que también había utilizado el libro de Benny Morris, 1948: Una historia de la primera guerra árabe-israelí. Pero en lugar de proporcionar credibilidad al capítulo de Lydda, a estas alturas la cita de Morris plantea aún más dudas sobre la validez de la interpretación histórica de Shavit.

En 1948 y en varios otros de sus libros, Benny Morris ha rechazado la tesis de que los sionistas fueran ciegos a la presencia de los árabes en el territorio, o que el problema de los refugiados árabes estaba predestinado. Morris no considera la expulsión de los árabes de Lydda como una especie de metáfora del tratamiento reservado por el movimiento sionista a los árabes palestinos.

Contrariamente a Shavit y a otros historiadores revisionistas de izquierda, Morris afirma en 1948 que la calamidad palestina "nació de la guerra, no de un diseño previo". Una cosa más que se puede encontrar en el libro de Morris pero que no menciona Shavit, es que después de la orden de expulsión algunos árabes lograron permanecer en Lydda y en los últimos años más árabes se trasladaron a la ciudad. Hoy Lydda tiene una importante minoría de ciudadanos árabes.

En una carta de 2010 al Irish Times, Morris resumió su opinión sobre la cuestión de la responsabilidad moral por el problema de los refugiados palestinos. Vale la pena citar a Morris, que recordemos es una extensa fuente académica para Shavit en lo referente a su capítulo sobre Lydda:
En contra de la voluntad de la comunidad internacional, que se concretó en la Resolución de la Asamblea General de la ONU del 29 de noviembre de 1947, [los palestinos] desencadenaron las hostilidades contra la comunidad judía en Palestina, con la esperanza de abortar el nacimiento del Estado judío y quizás la destrucción de esa comunidad. Pero perdieron, y uno de los resultados fue el desplazamiento de 700.000 de ellos al abandonar sus hogares. A nivel local, en decenas de localidades de toda Palestina, los líderes árabes aconsejaron u ordenaron la evacuación de las mujeres y los niños, o de comunidades enteras.
La mayoría de los 700.000 “refugiados" palestinos huyeron de sus hogares a causa del flagelo de la guerra (y en la expectativa de que, en breve, podrían regresar a sus hogares tras las victoriosas tropas invasoras de los ejércitos árabes). Pero también es verdad que en varias decenas de lugares, incluyendo Lydda y Ramla, las comunidades árabes fueron expulsadas por las tropas judías. El desplazamiento de los 700.000 árabes que se convirtieron en "refugiados", y pongo el término entre comillas ya que dos tercios de ellos se desplazaron de una parte de la Palestina Mandataria a otra, y no abandonaron propiamente su país (que es la definición usual de un refugiado), no fue por lo tanto un "crimen racista"... sino el resultado de un conflicto nacional y una guerra, con connotaciones religiosas desde la perspectiva musulmana, puesta en marcha por los propios árabes.
Para la versión publicada en el New Yorker del capítulo sobre Lyyda del libro de Shavit, se añadió un nuevo párrafo principal que intenta proporcionar una relevancia contemporánea al relato de los acontecimientos que ocurrieron hace 66 años. Tomando nota de los recientes esfuerzos de la administración Obama para avanzar en las negociaciones y "lograr la paz entre Israel y los palestinos", el párrafo se pregunta si este esfuerzo podrá tener éxito allí donde otros han fracasado. "Es posible que la respuesta se puede encontrar en la historia de Lydda", escribe Shavit. "Cualquier persona que lucha por la paz en Oriente Medio debe reconocer la tragedia de Lydda y comprender sus implicaciones".

En realidad, la interpretación de Shavit de las expulsiones de Lydda, y la atención que su libro está recibiendo, es probable que haga más difícil - no más fácil – el lograr la paz. Es sorprendente que alguien como Shavit, tan sofisticado y conocedor de las patologías en circulación entre los palestinos, no sea capaz de ver esto con claridad. La metáfora de la "caja negra" del sionismo juega directamente a favor de la falsa narrativa palestina de la Nakba, que ahora mismo es el obstáculo más importante para el logro de una visión realista de un compromiso de paz.

La palabra árabe Nakba connota una catástrofe histórica infligida a un pueblo inocente y sin ningún grado de culpa y de responsabilidad en su propia suerte - en este caso los palestinos -, por parte de  fuerza externa abrumadora - el sionismo internacional -. Así, el 16 de mayo de 2011, el New York Times publicó un artículo de opinión de Mahmoud Abbas en el que declaraba que "poco después" de que la Asamblea General de la ONU votó la partición de la "patria palestina, las fuerzas sionistas expulsaron a los árabes palestinos para asegurarse una decisiva mayoría judía en el futuro estado de Israel, y los ejércitos árabes intervinieron. La guerra y más expulsiones se produjeron".

La Nakba es el corazón de la narrativa nacional retrospectiva de los palestinos. Cada año, en el aniversario de la independencia de Israel, más y más palestinos (incluidos algunos ciudadanos árabes de Israel) conmemoran la Nakba con desfiles y manifestaciones (a veces violentas) que expresan el anhelo de un paraíso perdido. Todos los años, la leyenda incrementa y exagera las malas acciones cometidas por los sionistas en 1948, crímenes que son rutinariamente equiparados con el Holocausto.

Hacerse eco de la narrativa de la Nakba es una máxima fundamental de esa coalición de movimientos de la izquierda internacional que celebra a los palestinos como las últimas víctimas del racismo y del colonialismo occidental. La única compensación justa por la Nakba, dicen los palestinos y sus aliados internacionales, es permitir a los refugiados de Lydda y de otras ciudades palestinas su "derecho de retorno" a sus antiguos hogares en Israel. Los líderes palestinos saben que no pueden haber negociaciones serias de paz a menos que renuncien explícitamente al derecho de retorno, que es en realidad otra forma de llamar a una eliminación de Israel como un Estado judío.

Shavit también sabe todo esto, por lo que debería conocer que su interpretación de la expulsión acontecida en Lydda en 1948 será utilizada como un nuevo argumento para el derecho palestino al retorno, así como para cuestionar la legitimidad de Israel como Estado judío. En el párrafo final del capítulo sobre Lydda, Shavit escribe que recientemente subió al punto más alto de la zona, y contempló Lydda tal como es hoy. Esto le hizo pensar nuevamente sobre la tragedia ocurrida seis décadas antes. "Cuarenta y cinco años después de que el sionismo viniera hasta el valle de Lydda en nombre del pogrom de Kishinev de 1903, el sionismo instigó una catástrofe humana en el valle de Lydda", escribe Shavit. Y luego pasa a imaginarse como la gran columna de refugiados de Lydda sigue marchando: "Han pasado tantos años, y sin embargo, la columna sigue marchando hacia al este. Pero las columnas, como la columna de Lydda, nunca dejan de marchar".

Al contrario de muchas de las restantes colaboraciones de Shavit, no hay nada valiente acerca de este tipo de escritura que se muestra claramente errónea ante los hechos y se basa en una falsa interpretación histórica de ellos para imponer su lógica moral. Los refugiados de Lydda pueden seguir marchando ante la viva pero distorsionada imaginación de Shavit, pero en realidad ellos y sus descendientes - que ya suman de 5 a 7 millones de almas - se han encerrado durante los últimos 65 años en miserables campos de refugiados. Y no es por el sionismo por lo que todavía están allí. Más bien se debe a sus propios líderes y a los regímenes árabes que quieren que sigan allí encerrados.

Y ese es un crimen tan grave como las expulsiones de Lydda. Constituye el único problema de refugiados en el mundo que la comunidad internacional y la ONU se han negado a resolver mediante la integración de los refugiados en sus países de acogida. Y sin embargo, hay una cierta lógica perversa de esta política, ya que permite a los líderes palestinos continuar alimentando a los refugiados con una dieta diaria de odio hacia los judíos, junto con la ilusión de que algún día van a regresar en triunfo a sus hogares en Lydda y en otras ciudades israelíes.

Mientras tanto, los 1,5 millones de ciudadanos árabes de Israel son los únicos árabes en la región que viven en una sociedad libre y democrática y disfrutan del más alto nivel de vida entre los árabes del Oriente Medio.

Por desgracia, la "caja negra" de Ari Shavit sobre Lydda no contiene ninguna de estas duras verdades. Se trata de un "regalo" a Mahmoud Abbas y a los aborrecedores de Israel de todo el mundo. Y esa es la "tragedia" hasta ahora no reconocida del libro de Shavit.


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