Sunday, April 06, 2014

Gran artículo de Ben Caspit: Las artificiales negociaciones de Kerry - Ben Caspit - Al Monitor



"El peligro de la paz se ha evitado", fue el mensaje remitido el 1 de abril  por uno de los principales ministros del Likud a algunos de sus colaboradores, poco después de que se hiciera evidente que el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas había presentado una solicitud para ser incluido en 15 organismos de la ONU con un estatus de estado. Públicamente, este ministro en realidad "respaldaba" al primer ministro Benjamin Netanyahu en las negociaciones y ​​"apoyaba" la solución de dos estados. Internamente, sin embargo, este ministro sabía muy bien que cualquier persona atrapada entre votar o apoyar los compromisos y las propuestas elaboradas por el secretario de Estado de EEUU, John Kerry, pagaría un alto precio en las próximas primarias del Likud.

Así que cualquiera dentro de la derecha o del centro político en Israel sabe que las cosas están mejor tal como están. La paz o la negociación con los palestinos es una receta segura para tener problemas en casa. Entonces, ¿quién necesita este dolor de cabeza? Los ministros del Likud están haciéndose esta pregunta, que también es válida para Kerry. Su dolor de cabeza esta semana fue aún mayor que el de los ministros derechistas de Israel. Tenía no sólo los israelíes, sino también a los palestinos, en su dolorida cabeza.

Todo lo que ha sucedido esta semana a iniciativa de Kerry está marcado con letras mayúsculas en todas las paredes que llevan de camino hacia este callejón sin salida que acabamos de alcanzar. Lo que teníamos aquí es la crónica anunciada de un fallo, en el que el entusiasmo arrollador y algo infantil de Kerry se hundió con las negociaciones. Si Kerry hubiera estudiado y examinado la historia de los últimos 20 años, habría descubierto que lo que estaba llevando a cabo era una misión imposible. Nunca nadie ha regresado con vida de ella. Incluso el actor Tom Cruise no habría sido capaz de conectar a estas dos partes intransigentes. Al final, incluso con la mejor de las intenciones, era como conseguir que sangre una piedra o de tratar de mezclar el agua y el aceite.

Al igual que todos sus predecesores, el problema de Kerry es que piensa en términos lógicos. Su lógica es la de un americano, la de un cosmopolita; es la lógica que tiene sentido. Y este tipo de lógica es un bien muy escaso en el Oriente Medio. Cuando se sienta por separado con cada una de las partes, Kerry sale entusiasmado e impregnado de fe. Yendo y viniendo, oye a Netanyahu explayándose acerca de la necesidad de la paz, declarando que está dispuesto a pagar un precio doloroso por la paz, y así sucesivamente y sucesivamente. Y Mahmoud Abbas hace exactamente lo mismo. Sin embargo, cuando se trata de tomar medidas o hacer concesiones, todo se derrumba.

Puede que todavía haya una forma de extender las negociaciones hasta principios de 2015. Un avance de último momento podría tener lugar, una flexibilidad inesperada podría lograrse durante el tiempo de descuento, y los estadounidenses podrían realizar amenazas contundentes y explícitas pata torcer el brazo de ambos partes, obligándoles a una prórroga. Ok, ¿entonces qué? ¿Dónde nos llevaría esta extensión de las negociaciones? Pues al mismo lugar.

Esto es lo que se desarrolló esta semana en la oficina de Netanyahu en Jerusalén, lo que es muy revelador de la parte israelí: El martes y el miércoles de esta semana, el 1 y 2 de Abril, en la coyuntura más crítica de las negociaciones, Netanyahu supervisó la situación con su asesor de seguridad nacional Yossi Cohen. Hacinados dentro de una habitación estaban la ministra de Justicia, Tzipi Livni, el abogado y enviado especial de Israel Yitzhak Molcho, el ministro de Defensa Moshe Yaalon, el asesor de Seguridad Nacional Cohen, así como algunos otros funcionarios y asesores. Netanyahu entraba y salía frenéticamente de la habitación, con John Kerry en ocasiones al otro lado de la línea roja. Los gritos se escuchaban por todas partes.

En el mismo momento, en una sala contigua, y en la misma oficina, la "sala de guerra" de los ministros derechistas del gobierno de Netanyahu era un hervidero. Acurrucados dentro se encontraban miembros y ministros derechistas de la Knesset, así como representantes de HaBait Hayehudi, el partido derechista de los colonos cuya secesión de la coalición gubernamental podría anunciar rápidamente la celebración de nuevas elecciones en Israel. En la habitación de Yossi Cohen, se estaban realizando esfuerzos para ampliar las negociaciones, como la liberación de 400 prisioneros palestinos y una congelación parcial de las construcción en los asentamientos. En la habitación de al lado, los activistas derechistas tomaban medidas para frustrar este plan. Todo esto estaba sucediendo de forma simultánea, en la oficina del primer ministro y con su consentimiento. Nada es imposible en la política israelí .

Por otro lado, en Ramallah, donde los palestinos llevan sus propios asuntos, la situación no era mucho más alentadora. Tal vez incluso menos. Lo que allí teníamos era un líder de 79 años de edad, muy cansado, y que fue elegido democráticamente hace 10 años. Allí está rodeado de miembros de la oposición que le instan a adoptar una postura más radical y que le recuerdan que no tiene un mandato para realizar concesiones. Mahmoud Abbas, alias Abu Mazen, no puede mirar al pueblo palestino a los ojos y explicarles que el regreso de los refugiados a Israel no podrá suceder.

Tampoco puede firmar un documento que ponga fin al conflicto, y también es incapaz de reconocer públicamente a Israel como el Estado-nación del pueblo judío. No se pueden encontrar palestinos hoy en día que puedan hacer tales concesiones y sobrevivir a ellas. El pueblo palestino se divide entre Gaza, controlada por Hamas y otras organizaciones aún más radicales que no reconocen a Israel en absoluto, y la Ribera Occidental, que está aparentemente controlada por la Autoridad Palestina, pero que sin embargo está en plena ebullición, con la formación de una burbujeante espuma entre varias organizaciones opositoras, diferentes grupos de la oposición, el rechazo de los campos de refugiados y gente como el ex funcionario de Fatah Mohammed Dahlan (desde el exterior) y el alto funcionario de Fatah Jibril Rajoub (desde el interior), que no permitan a ningún líder palestino hacer concesiones en ruta hacia un punto muerto con Israel. Existe una similitud total entre los miembros derechistas del Likud que obligan a Netanyahu y a ​​sus ministros a no hacer concesiones respecto a los palestinos, y un público palestino militante que obliga a sus líderes a preservar sus sueños, independientemente de los imposibles que puedan ser.

Y sin embargo, tenemos que hablar de los refugiados palestinos que se encuentran dispersos en varios campos de refugiados y en estados árabes vecinos, haciendo todo lo posible para perpetuar su condición de refugiados durante decenas de años. Cuando Israel fue fundado en 1948, se vio inundado de inmediato por unas oleadas masivas de cientos de miles de refugiados expulsados ​​simultáneamente desde los países árabes vecinos: Irak, Yemen, Egipto, Siria, Marruecos, Túnez y otros. Dejando atrás todo su dinero, sus propiedades, su cultura y sus vidas, estos refugiados judíos fueron absorbidos por el estado incipiente. A pesar de ser arrojados a la periferia y hacia remotos pueblos y ciudades de desarrollo, sin embargo no se consagraron a perpetuar su condición de refugiados, por lo que no existen demandas de volver a ningún lugar de los que fueron arrojados. Recogiendo sus escasas pertinencias, se convirtieron en ciudadanos iguales y orgullosos de su nuevo país independiente.

Por el otro lado, en el caso de los palestinos, el proceso fue diametralmente opuesto. Con la enorme cantidad de dinero que el mundo árabe ha derramado en guerras y en otras cosas sin sentido en los últimos 60 años, cada campo de refugiados del Oriente Medio podría haberse convertido en un jardín en flor. Pero nadie tenía ninguna intención real de lograrlo. El nombre del juego es la perpetuación de la angustia, del victimismo y del radicalismo. El sueño del derecho de retorno sigue vivito y coleando, y sin embargo, siempre y cuando no lo abandonen, no van a encontrar un verdadero socio en el otro lado.

La opinión pública israelí está dividida sobre la cuestión del establecimiento de un Estado palestino, de ceder los territorios o dividir Jerusalén. Sin embargo, está completamente unida, en una forma bastante rara de consenso, en torno a su negativa constante a permitir que los refugiados regresen a Israel. Ante este estado de cosas, John Kerry - aunque estuviera presto a adquirir los poderes de Superman - no tiene forma posible de conseguir que sangre una piedra. Nos hubiera ido mejor si se mirara de frente a la realidad y se llegara a un acuerdo con ella, en definitiva, que no hay manera de llegar a un acuerdo sobre un estatuto permanente entre Israel y los palestinos en estos momentos. Políticamente hablando, Netanyahu no sobreviviría ni un sólo día, y Mahmoud Abbas podría no sobrevivir físicamente más de dos semanas. Así pues, se debería haber buscado una solución fuera de la doctrina oficial. Algo creativo debería haber sido intentado. Deberían haber sido reformulados una serie de acuerdos provisionales con un "horizonte diplomático" y unas garantías internacionales para los palestinos. Después de haber decidido ir a por todo, Kerry se enfrenta ahora a los fragmentos.

Y dos observaciones finales como conclusión: La última vez que las negociaciones terminaron de esta manera - en Camp David en el 2000, con el entonces presidente de EEUU Bill Clinton, el primer ministro israelí Ehud Barak y el presidente de la Autoridad Palestina, Yasser Arafat - estalló la segunda Intifada, la cual dio lugar a unos 1.100 víctimas mortales civiles israelíes y a unos 4.000 palestinos. Deben agotarse las medidas para evitar que esto se repita.

Y sí, también está el tema de la liberación de Jonathan Pollard. Me pregunto cuando la administración estadounidense se dará cuenta de que cuando se trata de un espía israelí que ha estado encerrado durante casi 30 años en condiciones muy duras, todas las líneas se han sobrepasado. Todo el castigo se ha excedido y todas las líneas rojas de la humanidad, la moral, los derechos humanos y el sentido común se han superado. Yo me pregunto ¿cómo es que no hay nadie - ya sea en la Casa Blanca, en el Departamento de Estado o en cualquier otro lugar - que alce la voz y explique a los interesados ​​el grado de hipocresía de una superpotencia que exige de su aliado que libere a docenas, cientos y miles de asesinos brutales - terroristas con abundante sangre civil inocente entre sus manos - sólo para extender una negociación artificial, pero que al mismo tiempo continúa atormentando a una persona que cometió un crimen hace 30 años y al que se le ha infligido un castigo algunas veces más grave y peor que los crímenes que perpetró. Me parece que voy a tener que esperar mucho tiempo antes de que llegue una respuesta.

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