Wednesday, April 23, 2014

Ser menos falso que otros, no te hace un líder - Emmanuel Navon - i24news



Winston Churchill dijo en broma sobre Stanley Baldwin, el ministro británico de entreguerras que infamemente negó en 1934 que la Luftwaffe se estaba acercando a la paridad con la Royal Air Force, que "de vez en cuando tropezó con la verdad, pero se levantó a toda prisa y corrió como si nada hubiera sucedido". Churchill ridiculizado por sus oponentes como un belicista y como un política anticuado, Churchill fue llamado al rescate en mayo de 1940 a los 65 años. Después de la caída de Francia, un mes más tarde, el Jefe del Estado Mayor francés Maxime Weygand predijo que "Inglaterra tendría su cuello retorcido como un pollo". Algo de lo que hizo eco Churchill después de la Batalla de Inglaterra: "!Cierto pollo y cierto cuello!".

Los grandes líderes tienen esta capacidad de captar la realidad, para así dominar la historia y para inferir lo que el futuro les tiene reservado. Ellos están dispuestos a pagar cualquier precio personal que sea necesario para hacer lo correcto por el bien de su país. En momentos de crisis aguda, y al borde del abismo, son sus antiguos críticos los que les requieren para salvar a la patria.

Afortunadamente, la situación actual de Israel no es comparable con la de Gran Bretaña en mayo de 1940, ni con la de Francia en mayo de 1958. Aún así, con la partida de ajedrez entre israelíes y palestinos en tablas, Israel está en extrema necesidad de un líder capaz de concebir y poner en práctica una forma de salir del atolladero. Por desgracia, ningún Churchill o De Gaulle está a la vista.

Al primer ministro Benjamin ("Bibi") Netanyahu le gusta jactarse de que él no tiene ningún competidor serio. En eso tiene razón. Yair Lapid (líder del partido "Yesh Atid") es un ex presentador de televisión que le debe su carrera política a su buena presencia y a su padre periodista convertido en político. El líder opositor, Yitzhak Herzog, también es un heredero político, pero no logra convencerse ni a sí mismo cuando promete la paz y la justicia social (entre otras cosas porque el partido Laborista de Israel suele llevar pasado un tiempo a sus líderes hasta la guillotina como si fueran unas aristócratas).

Bibi, sin embargo, es un pato cojo cuyo liderazgo se ve amenazado por una alianza emergente entre el ministro de Asuntos Exteriores, Avigdor Lieberman, y un ex ministro del Likud, Moshe Kahlon.

Netanyahu ha sido primer ministro de Israel durante ocho años (un récord de longevidad política para los estándares israelíes). Su habilidades retóricas en inglés son insuperables, pero pocos aún le creen cuando promete que Irán nunca será nuclear. Un autodeclarado partidario del libre mercado, ha hecho muy poco para deshacer los grandes grupos de poder de Israel y el monopolio del Estado sobre la propiedad de la tierra (dos de las causas principales de los altos costos de la vida de Israel). Él se ha enajenado a la derecha política al apoyar la idea de un Estado palestino y liberar a terroristas palestinos, sin embargo es acusado a su vez por la izquierda de actuar de mala fe en su compromiso con una solución de dos estados. Netanyahu ha perdido prácticamente el control de su propio partido, el Likud, como él mismo lo admitió recientemente. Su afirmación de que Israel no tiene un líder alternativo creíble suena cada vez más desesperada y poco convincente.

Sin embargo, la supuesta alternativa que representarían la pareja Lieberman-Kahlon resulta ridícula en el mejor de los casos. Lieberman es un cínico autoritario y un demagogo, que alterna a la vez las posiciones de halcón y de pragmático, según sean las preferencias de las encuestas que realiza su asesor político, Arthur Finkelstein. Muchos de los votantes de Lieberman ya se han dado cuenta del fraude, y su partido Yisrael Beiteinu está en caída libre. Lieberman tenía la esperanza de que la lista conjunta para la Knesset del 2012, que conformaron el Likud y Yisrael Beiteinu, finalmente le pondría al frente del partido resultante de la fusión, pero esa fusión actualmente está fuera de la mesa.

La única esperanza de Lieberman, por lo tanto, es dirigirse hacia unas próximas elecciones junto con Moshe Kahlon, un ex símbolo juvenil del Likud reconvertido en crítico del Likud, quien recientemente anunció su regreso político. Hijo de inmigrantes judíos libios, Kahlon supuestamente le traería a Lieberman el voto de los sefardíes israelíes y de los conservadores sociales (dos circunscripciones que hasta ahora han evitado al Lieberman soviético y secular). El único problema con este sistema es que es demasiado fraudulento para pasar desapercibido.

Kahlon atacó a su antiguo partido por haberse convertido en "demasiado de derechas" y por haber abandonado su agenda de justicia social. Sin embargo, como diputado y ministro del Likud, Kahlon siempre y abiertamente se identificó con las facciones más derechistas del Likud (y fue elegido y promovido gracias a ello). Kahlon, el autoproclamado como uno de los políticos más derechistas del Likud en un pasado reciente, ha vuelto presentándose a sí mismo como un "pragmático" y un "moderado". La alegada conversión de Kahlon a la socialdemocracia también suscita incredulidad. Como ministro de Comunicaciones, implementó políticas de libre mercado mediante la introducción de una verdadera competencia, la reducción de los precios de los servicios de telefonía celular. Sus actuales asesores económicos son también declarados partidarios del libre mercado.

Un realista político y un liberal económico, Kahlon está ahora hablando el lenguaje de la paz y de la justicia social por oportunismo y por demagogia. Eso es todo lo contrario de una manifestación de liderazgo. Él y Lieberman se merecen el uno al otro, pero Israel se merece algo mejor.

Netanyahu puede tener razón en lo de una falta de rivales, pero lo menos falso de todo es la ausencia del liderazgo que Israel necesita y del que carece.

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