Wednesday, August 13, 2014

Debemos derrotar a Hamas… la próxima vez – Benny Morris - Haaretz



Parece que la actual guerra ya está perdida. Se terminará en unos pocos días, o tal vez en una o dos semanas, con un gemido y otro alto el fuego que deja a Hamas en el poder, al igual que sucedió después de las rondas anteriores. Por otra parte, parece que esta guerra va incluso a aumentar el poder político y militar de Hamas, ya que ha logrado ser retratado a la vez como una víctima digna de compasión en el mundo y como un héroe de la resistencia contra la entidad sionista. (Toda esa charla de "desarmar" la Franja de Gaza y de estacionar a policías de la Autoridad Palestina en los cruces fronterizos es mera palabrería. Mientras permanezca en pie Hamas, no va a dejar las armas y no dejará que nadie restrinja su soberanía sobre su territorio).

El estatus de Gaza como víctima les va a permitir ganar grandes cantidades de dinero en efectivo procedente de los reinos petroleros árabes y de los estados europeos. Este dinero va a financiar la reconstrucción de su infraestructura civil y las casas destruidas. Pero por supuesto, al igual que ocurrió con el cemento que entró en la Franja en los años anteriores, una parte del dinero - si no la mayoría de él - se desvió por los gobernantes de Gaza hacia la reconstrucción de los túneles y las fábricas que producen los cohetes. En unos pocos meses, los túneles que conducen a territorio israelí reanudarán su funcionamiento y los arsenales de misiles se repondrán, tal vez con nuevos y mejores modelos hechos en casa (o incluso de contrabando).

Por lo tanto, la próxima guerra sin lugar a dudas vendrá. Y vendrá en un año o dos, o tal vez incluso antes, porque Hamas quiere erradicar al Estado de Israel (si no erradicar a todos los judíos, al menos del Oriente Medio), y también porque los palestinos en general, como nación, quieren que el Estado de Israel desaparezca. No es agradable tener que decir esto, porque muchas personas prefieren no oírlo. Pero incluso una breve mirada a la carta fundacional de Hamas (1988), a la Carta de Fatah (1964) y al Pacto Nacional Palestino (1964) - que nunca fue reemplazado por un convenio conciliatorio, tal como Yasser Arafat prometió - demuestran.

Después de 1948, 1967, 1973 y de 2000 a 2005 (Segunda Intifada), los palestinos comprendieron que los árabes no son capaces de destruir a Israel de un solo golpe. Tal vez una bomba nuclear iraní logrará hacerlo en el futuro, pero no pueden contar con ello. Por lo tanto, adoptaron una táctica de provocar desgastes parciales, pero frecuentes, que con el tiempo debilitarán gradualmente el Estado judío.

Nuestros jóvenes más talentosos se trasladarán a Berlín o California, los turistas y los inversores extranjeros se mantendrán alejados, y los potenciales inmigrantes se quedarán allí donde están, o se dirigirán hacia costas más atractivas. ¿Quién querría educar y ver crecer a sus hijos en un país que está bajo el fuego constante de misiles y cohetes, aunque por el momento, muy pocos de ellos en realidad alcanzan sus objetivos? ¿Y quién querría visitar o invertir en un país maltratado por el terrorismo?

Así como los musulmanes lo hicieron gradualmente con los cruzados y finalmente les derrotaron, así también los palestinos piensan desgastar y derrotar a los judíos, que al final deberán tener que regresar a sus lugares de procedencia en la Diáspora.

El gobierno de Israel fue arrastrado a la guerra actual contra su voluntad. No se preparó para ella, pero recibió una oportunidad de oro con unas cómodas circunstancias políticas, regionales e internacionales (Hamas "la empezó", rechazó los altos el fuego, Egipto está con nosotros; Europa está ocupada con Ucrania) - para destruir a Hamas y limpiar Gaza.

Pero el gobierno israelí ha preferido tomar el camino más fácil de salida con su "calma a cambio de calma", es decir, ha buscado un empate, lo que significa continuos episodios de violencia con Hamas. En las últimas décadas, los gobiernos de Israel y el pueblo de Israel se han convertido en copias al carbón de Occidente: Todo lo que quieren es paz, apaciguamiento y no contemplar la realidad ocultando sus cabezas en la arena. No hay por lo tanto voluntad de sacrificar soldados (y ninguna voluntad de exigir un alto precio en sangre de la población civil del enemigo), aunque está claro que hoy el precio – tanto en términos de nuestros soldados y sus civiles - podría ser menor de lo que será de manera inevitable en el futuro.

Eso es lo que sucedió en los últimos años con el tema de los túneles de ataque de Hamas. Los sucesivos gobiernos sabían de su existencia, pero optaron por no tomar medidas contra ellos, ¿quizás tal vez desaparecerán por sí mismos?, dejando que el próximo gobierno lidiara con ellos, y así sucesivamente.

Lo mismo nos pasó acerca del proyecto nuclear de Irán – dejándolo en manos de Obama -, y el día del juicio se acerca.

Esta “dejación” constituye una gran parte de la explicación de la debilidad de Israel en las distintas operaciones llevadas a cabo en Gaza y que nos han traído hasta este punto, esa misma debilidad que garantiza que la siguiente ronda va a suceder muy pronto. Esta debilidad es muy similar a la política de apaciguamiento de los Estados Unidos durante los gobiernos del presidente Barack Obama, que ha terminado debilitando la propia situación en el mundo de los Estados Unidos y de Occidente en su conjunto.

¿Qué debemos hacer la próxima vez? La respuesta es clara y bien conocida. Todo lo que se necesita es coraje para comenzar a recorrer este camino y determinación para terminar el trabajo. No va a ser fácil o rápido. Estamos hablando de volver a ocupar toda la Franja de Gaza y destruir a Hamas como una organización militar, y tal vez también como organización política (aunque es razonable pensar que la destrucción del ejército de Hamas debilitará a Hamas como movimiento político).

Esto requerirá meses de combate durante los cuales la Franja tendrá que ser limpiada, barrio por barrio, de operarios y armamento de Hamas y de la Yihad Islámica. Esto se cobrará un alto precio de vidas tanto de nuestros soldados del IDF como de la población civil palestina. Pero ese es el precio necesario para que una nación como la nuestra, que quiere vivir en su propia tierra situada en un barrio como el nuestro. Después de ganar el control de Gaza, hay que esperar que algún poder árabe moderado, tal vez la Autoridad Palestina, se haga cargo de las riendas del gobierno.

Hay buenas razones para destruir a Hamas. Ella busca matarnos. Todos los días dispara cohetes contra nuestras ciudades. Y secuestra y asesina cada vez que tiene una oportunidad. La destrucción de Hamas fortalecerá a las fuerzas moderadas palestinas e incluso podría avanzar la posibilidad de la paz. La destrucción de Hamas hará más fácil para Israel tener que lidiar, cuando llegue el momento, con el programa nuclear de Irán. Incluso podría disuadir a Hezbollah de embarcarse en una guerra contra Israel. Pero por lo menos - siempre y cuando estalle la guerra - el ejército israelí se librará de un frente menos. En última instancia, la destrucción de Hamas probablemente también reduzca el deseo de confrontación en Cisjordania y en las ciudades árabes israelíes.

El gobierno israelí debe preparar tanto al pueblo israelí como a sus aliados para la siguiente ronda. Los líderes occidentales comprenden la naturaleza del enemigo islámico muy bien - desde Filipinas a través de la India y Pakistán, desde Somalia a Nigeria, desde Daguestán e Irak, y todo el camino que les ha llevado a París, Madrid y Londres -, aunque por lo general prefieren enterrar la cabeza en la arena y evitar el uso de la palabra "Islam" de forma explícita.

Al mostrarles la carta fundacional de Hamas, los portavoces y las acciones de Hamas, será muy posible convencer a mucha gente de que Israel se enfrenta a una rama de este mismo enemigo sin cuartel de Occidente y de la cultura occidental. Un enemigo cuyas ramas incluyen a Boko Haram, Al-Qaida y el Estado Islámico (antes ISIS), y cuya derrota sirve tanto a los intereses de Israel como a los de todo Occidente.

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