Wednesday, November 23, 2016

Cómo lograr finalmente una oración igualitaria en el Muro Occidental - Liel Leibovitz - Tablet



No ha sido un mes fácil para los judíos americanos, más de dos tercios de los cuales votaron por Hillary Clinton y muchos de los cuales están aterrorizados por la elección de Donald Trump. A la lista ya creciente de malas noticias políticas, entonces no me da ningún placer agregar una más: las delicadas negociaciones sobre las oraciones igualitarias en el Muro Occidental (Kotel), que suscitaron un moderado optimismo a principios de este año han llegado a un muy público callejón sin salida después de que una coalición de rabinos, dirigido por los jefes de los movimientos no ortodoxos americanos Movimiento de la Reforma y Judaísmo Conservador, marcharon hacia la plaza del Kotel el 2 de noviembre y se enfrentaron inmediatamente a los agentes de seguridad y a unos enfurecidos fieles haredíes (ultra-ortodoxos).

Los rabinos estaban allí para protestar por el fracaso del gobierno israelí a la hora de poner en práctica su plan de dedicar un espacio ecuménico de oración en el lugar más sagrado del judaísmo. Aunque el Tribunal Supremo de Israel había dado al gobierno hasta el 17 de noviembre para explicar por qué aún no había puesto su plan en marcha, los rabinos de coalición no ortodoxa sintieron que habían esperado el tiempo suficiente. La protesta, tal como comentó más tarde a la prensa el rabino y dirigente americano del Movimiento de la Reforma, Rick Jacobs, fue "un acto de desobediencia espiritual".

Habiendo apoyado las oraciones igualitarias en el Kotel desde hace mucho tiempo, ciertamente simpatizo con la frustración de los rabinos no ortodoxos. Pero como alguien con mucha experiencia con el ritmo glacial y burocrático de los cambios en Israel, me preocupa la elección de esta táctica de línea dura y cómo podría echar por tierra los avances que tanto se necesitan y que se habían logrado en los últimos años.

Para empezar, incluso los más críticos con la demora del primer ministro Benjamin Netanyahu, a la hora de la ejecución del acuerdo que había firmado su propia administración, se ven obligados a darle el crédito de asumir esta espinosa cuestión en lugar de dejársela a los tribunales o tratar de sofocarla por completo. "Netanyahu", comentó el rabino Steven Wernick, director general de la Sinagoga Unida del Judaísmo Conservador, "no tenía que haberse involucrado. El hecho de que lo hiciera es significativo, y fue una muestra de un gran y valiente liderazgo". Sin embargo, continuó Wernick, "tenemos miedo de que no vaya a arriesgar el futuro de la coalición con este tema", y por lo tanto Wernick y sus colegas se sintieron obligados a pasar a la acción y a las protestas.

Para algunos oídos israelíes, este enfoque traiciona, en el mejor de los casos, una profunda falta de comprensión de la cultura política israelí, un ecosistema animado por su propia y peculiar lógica bastante caótica, o en el peor, de mala fe por parte de los rabinos americanos no ortodoxos. "Hay dos posibles explicaciones para la forma en que el liderazgo de los movimientos de la Reforma y Conservador están manejando el asunto del Kotel", comentó un funcionario israelí. "Cualquiera de ellos demuestran no tener ni idea acerca de cómo funciona la política israelí, o bien piensan que tienen más que ganar no ayudando a la resolución. O tal vez ambas cosas".

Las conversaciones entre las denominaciones no ortodoxas y los funcionarios del gobierno han continuado lentamente y de manera constante durante los últimos meses, según fuentes israelíes familiarizadas con el tema, y al optar por un espectáculo público de discordia, estos rabinos no ortodoxos están empujado tanto a Netanyahu como a sus compañeros de coalición haredi a posiciones muy complicadas, lo que hace más difícil la resolución.

Esto es una lástima. El acuerdo, tal como observó correctamente el rabino Wernick, "es por el bien de todos", dando a los ultra-ortodoxos o haredis el acceso exclusivo a la plaza norte del Kotel, dedicando un espacio de oración igualitaria en el sur. La mayoría de los judíos de América, incluido yo mismo, apoyan firmemente este compromiso. Lo mismo ocurre con Netanyahu. Pero la política israelí, tal como los rabinos americanos no ortodoxos están aprendiendo de la manera más difícil, procede a su propio ritmo, y un acuerdo firmado es a menudo un trampolín hacia una discusión, no a su término. Con tiempo todavía en el reloj antes de la fecha límite impuesta por el Tribunal, y con conversaciones todavía en curso, las denominaciones no ortodoxas deberían reconsiderar sus tácticas. Si se alejan aún más de Netanyahu - varios de los líderes de la coalición no ortodoxa emitieron muy fuertes condenas este mes contra el primer ministro -, corren el riesgo de una mayor profundización de la brecha entre Israel y la comunidad judía estadounidense, una ruptura que el acuerdo sobre el Kotel haría mucho por sanar. Y Netanyahu, tal como estos rabinos pueden muy bien aprender por las malas, es su mejor oportunidad para una resolución: cualquier otro previsible ocupante de la oficina del primer ministro es probable que sea significativamente más dependiente de los partidos haredim a la hora de formar una coalición estable que el propio Netanyahu, ya que éste puede apelar a socios alternativos de la izquierda y la derecha, incluso si los ultra-ortodoxos deciden dejar su gabinete.

Si el movimiento igualitario en verdad desea insistir en avanzar en una resolución, y si verdaderamente están más interesados ​​en ello que en buscarse problemas con Netanyahu con el fin de reunir a sus fieles liberales de vuelta a casa, debe hacer dos cosas inmediatamente. En primer lugar, debe abstenerse de realizar más teatro callejero y dirigir las cosas hacia la única manera que funciona en Israel - y posiblemente en todas partes -, hacia laboriosas negociaciones, con frecuencia defectuosas, pero finalmente efectivas. En segundo lugar, debe construirse una coalición más amplia comprometida con la libertad religiosa como principio universal, independientemente de las tendencias políticas particulares. Una manera de hacerlo es apoyar el movimiento cada vez mayor, en Israel y los Estados Unidos, que exige que a los judíos se les permita rezar en el Monte del Templo. Si la apertura del Kotel para la oración ecuménica es el único resultado lógico de una visión del mundo liberal que aboga por la libertad de religión, sería lógico exigir la misma libertad para los judíos que desean orar en el lugar del antiguo templo.

Es de esperar que los movimientos no ortodoxos reconsideren su enfoque, amplíen su atractivo y eviten más conflictos innecesarios con el gobierno israelí. Hay demasiado en juego para que las maniobras políticas anulen el auténtico objetivo.

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