Monday, May 01, 2017

¿Con sionistas así, quién necesita enemigos? - Ben-Dror Yemini - Ynet


Amos Schocken, el editor del Haaretz

Hace varios días, el editor del Haaretz, Amos Schocken, tuiteó que había un vínculo entre el “terror islámico en Europa y el apoyo europeo al sionismo desde hace más de 100 años”. Explicaba además que era “importante” para los terroristas “equilibrar” el supuesto enfoque pro-sionista de Europa, y que los terroristas y el terrorismo “estaban ayudando a conseguirlo”.

Así de simpáticos. Todo lo que ellos quieren es una política más justa y algo menos sionista. Y si bien es cierto que los europeos financian a innumerables ONG’s anti-sionistas, y que esta horrible propaganda y esas “actividades que buscan un equilibrio” se cobran la vida de numerosas víctimas inocentes, Schocken les proporciona las consabidas justificaciones.

Podríamos simplemente ignorar estos comentarios. Podríamos argumentar que el editor de Haaretz está fuera de sus cabales. La cuestión es, sin embargo, que este tipo de estúpidas opiniones son el producto de un consumo constante y regular de una basura ideológica hecha a sí misma. Cuando el veneno se inyecta con frecuencia en las propias venas, se convierte en una cuestión de rutina que Israel sea similar a la Alemania de 1930, que Israel sea un Estado de apartheid, que Israel merezca ser boicoteado, que el público israelí que busque la justicia deba votar por el multipartido antisionista Lista Árabe Conjunta, y el resultado final de todo esto es que el terrorismo palestino está plenamente justificado, y que la culpa siempre es de Israel.

Pero esto no es el error de un periodista, se trata de una doctrina bien organizada. En el pasado, Schocken también tuiteó que “el colonialismo enseña que no hay libertad para el ocupado y que los desposeídos no tienen más camino que el terrorismo”.

¿La libertad? Los palestinos han rechazado todas las propuestas de paz que les habrían proporcionado un estado y han elegido el terrorismo en su lugar. Y es que los terroristas no son precisamente pacifistas. Ellos no buscan el final de la ocupación, ellos buscan la destrucción de Israel. Pero no se preocupen: Siempre tendrán a los Schocken de turno para proporcionarles las consabidas justificaciones y exoneraciones.

Este periódico, el Haaretz, y su editor tienen un profundo problema con el sionismo. Sólo la semana pasada, la primera página de ese diario contenía un informe sobre la “emigración de judíos a Israel”. Emigración, pero nunca inmigración o aliya.

Esta no es una carta abierta a Schocken. Eso sería una pérdida de tiempo. Estoy escribiendo a aquellos que todavía no han perdido la cabeza como Schocken, pero que se están diciendo a sí mismos que tal vez, sólo tal vez, haya algo de verdad en lo que dice. Que la yihad, que se ha dirigido contra Estocolmo, Niza, Londres, Munich, Bruselas, París, etcétera, quizás puede ser el resultado del apoyo europeo al sionismo. Tal vez es que sea un impulso invencible que toda persona razonable, tolerante e ilustrada debería entender, y tal vez incluso justificar. Después de todo, Schocken no está solo. Él tiene a miles como él a su lado, todos ellos miembros de las “fuerzas de progreso” que difunden ideas similares.

Pues bien, por el bien de estos otros, aquellos que todavía están abiertos a los hechos, hay que señalar que la yihad en su nuevo formato es el resultado de una inversión de muchos años en una educación islamista. Pakistán y Afganistán no eran países ilustrados y liberales en los años 1960 y 1970, pero en las fotografías de aquellos años las mujeres portaban ropa occidental, e iban sin burka, e incluso sin un hijab, en los lugares públicos. Pero ese ya no es el caso. Todo ha cambiado. Se debe a que una gran cantidad de capital saudí fluyó hacia aquellos países en los años 1970 y 1980, con el propósito de crear una red de escuelas islámicas o madrasas. En 1971 había 900 madrasas en Pakistán. Varios años más tarde, ya había 8.000 madrasas oficiales y 25.000 las no registradas, tal como informa el profesor Vali Nasr de la Escuela Johns Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados.

Ese enorme proyecto saudí fue un éxito. Los graduados de las madrasas se convirtieron en los soldados de la yihad. Tampoco es que fueran la mayoría, después de todo nunca se trata de la mayoría. Pero marcaron la pauta. En una etapa temprana, incluso los Estados Unidos ayudaron a su primera reencarnación, a los muyahidines, que se embarcaron en la lucha contra la ocupación rusa. Hubo fuertes inversiones saudíes en África, así como en las mezquitas de toda Europa. Pero la situación se salió finalmente de control, y la propia Arabia Saudita tiene ahora más miedo de esta situación de lo que tiene de su mayor enemigo, Irán.

La Hermandad Musulmana, que hizo en Egipto lo que Arabia Saudita en Afganistán y Pakistán, participó también en esa transformación. Su principal ideólogo, Sayyid Qutb, era conocido por su profundo odio hacia Occidente, al que vio como la representación del “mal absoluto”, y hacia los judíos (escribió un ensayo antisemita titulado “Nuestra lucha contra los judíos”). Las ideas de Qutb fueron incorporadas por Hamas y la yihad fundada por Osama bin Laden.

Estas ideas también se difundieron en Occidente. Gran Bretaña, de buena voluntad, creó una red de “Centros de estudios islámicos”, en un intento por moderar a los estudiantes musulmanes. El profesor Anthony Glees de la Universidad de Buckingham descubrió que los saudíes habían proporcionado 233 millones de libras a estos centros. El resultado, según relata Glees, fue la radicalización de los jóvenes musulmanes en Gran Bretaña. El multimillonario Waleed bin Talal donó 8 millones de libras a un centro islámico de la Universidad de Oxford, 20 millones a la Universidad de Harvard y otros 20 millones a la Universidad de Georgetown y a otros centros académicos, todo con fines similares. Los resultados dan miedo. Diferentes encuestas han indicado que la generación de estudiantes musulmanes en Occidente se está convirtiendo en cada vez más radical.

Podría seguir. Dudo que haya un solo movimiento actual que promueva la yihad en el mundo que no se haya desarrollado con el capital de Arabia Saudita y de otros países y financieros árabes.

Schocken, sin embargo, señala con su dedo al sionismo.

Los terroristas, independientemente de si se trata de personas que fueron educadas en las mezquitas o pequeños delincuentes que se hicieron islamistas principalmente en las incubadoras de las prisiones francesas, no están luchando por la libertad o la igualdad. Ellos no están en contra de Occidente debido a lo que hace, sino por lo que es: democrática, libre, liberal. Ellos no quieren que Europa sea más “equilibrada”, quieren imponer su régimen totalitario y teocrático en cada lugar donde se asientan. Sus matanzas se dirigen principalmente a los musulmanes. Es una “industria de la muerte”, como el título de un artículo escrito por el fundador de la Hermandad Musulmana, Hassan al-Banna.

Cualquier lugar alcanzado por las células de este cáncer radical-islámista, desde Libia a Nigeria, de Irak a Siria y desde Somalia a Gaza, son lugares donde prima la destrucción y la muerte. Esto también se puede aplicar a Turquía, que se está convirtiendo en cada vez más islámica. Se puede decir que cada vez es más compatible con Hamas, pero sin embargo también es golpeada por el terrorismo.

Pero de acuerdo con la lógica de Schocken, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan también es aparentemente un sionista. ¿Cómo es que él no lo sabe?

Entre los propios musulmanes, hay una fuerte discusión entre los moderados y los radicales. Los moderados están en contra de una justificación de la violencia y del terrorimso. Ellos son los que sufren en una gran medida la destrucción y violencia de los radicales.

Pero los Schocken prefieren a los radicales. Y es que los moderados parecen estar a favor de la adopción de los valores universales, mientras que los radicales insisten en un mundo no ilustrado y totalitario. Sin embargo, los Schocken proporcionen a los radicales las habituales justificaciones.

La idealización de la yihad es una deficiencia inmunológica del mundo libre. El líder actual del partido Laborista en Gran Bretaña comentó que Hamas y Hezbollah eran amigos, el movimiento de mujeres feministas Code Pink se reunió con miembros de alto rango del Hamás y de los talibanes (un movimiento que asesina a las mujeres musulmanas que buscan una educación), y el lingüista judío estadounidense Noam Chomsky visitó la sede de Hezbolá y se reunió con Hassan Nasrallah.

Lo interesante es que el ex líder supremacista y racista del Ku Klux Klan, David Duke, escribió unas palabras que son casi idénticas a las que enarbolan los ilustrados de la izquierda al estilo de Schocken: “Los horrores del ISIS fueron creados por los supremacistas sionistas”. Estas dos aparentemente opuestas ideologías, la extrema derecha racista y la izquierda radical moralista al estilo Schocken, siempre terminan confluyendo, como ya sabemos.

Ya hemos estado en esta situación antes. Esos otros radicales del pasado, los nazis, culparon a los judíos de los problemas de Europa. Ese fue el antiguo antisemitismo. Hoy los radicales actuales, sobre todo en la izquierda, argumentan que el Estado judío también es responsable de los problemas de Europa. Ese es el nuevo antisemitismo.

Schocken, añadiré, se define a sí mismo como un oponente del terrorismo y un “sionista”. Y con “sionistas” como él, ¿quién necesita enemigos de todos modos?

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