Saturday, July 28, 2018

Un gran artículo: "La holográfica ley del Estado-nación - Caroline Glick - JPost"



No existe conexión entre la sustancia de la recién promulgada Ley del Estado-nación del Pueblo Judío de Israel y el debate que ha desatado su aprobación.

Por un lado, los partidarios de la ley liderada por el primer ministro Benjamin Netanyahu insisten en que la ley es un paso vital para afianzar y proteger la identidad judía de Israel. Después de que la ley fuera aprobada el jueves por la noche, Netanyahu declaró: "Este es un momento crucial en los anales del sionismo y en los anales del Estado de Israel. 122 años después de que [Theodore] Herzl publicó su visión [de un estado judío], establecimos en esta ley el principio fundador de nuestra existencia".

Por otro lado, los miembros árabes de Knesset condenaron teatralmente la ley y afirmaron que con su aprobación Israel había abrazado oficialmente el "apartheid".

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan afirmó que Israel es el heredero de la Alemania nazi. El jefe de la OLP Mahmoud Abbas y sus adjuntos dijeron que la ONU debería restituir su definición del sionismo, el movimiento de liberación nacional judío, como una forma de racismo.

Los izquierdistas israelíes, incluidos los miembros de la Knesset del partido de la Unión Sionista, supuestamente de centroizquierda, apoyados por el Haaretz, repitieron las afirmaciones árabe-turcas pero con acentos hebreos. Los líderes judíos estadounidenses, así como el New York Times, argumentaron que la aprobación de la ley es una prueba de que Israel está a punto de rechazar la democracia.

Dadas las afirmaciones inconciliables de la derecha, por un lado, y de los árabes, la izquierda y el liderazgo judío estadounidense por el otro, es imperativo que todos leamos el texto de la ley.

Y al leer la ley, descubres algo notable.  Esta ley es una hamburguesa sin carne, sin pan y sin lechuga y pepinillos.

No hace nada nuevo y no dice nada nuevo.

Israel ha sido un estado judío durante 70 años antes de que se aprobara la ley y sigue siendo un estado judío una semana después de su aprobación.

La cláusula de la ley que se supone debe convertir a Israel en un estado de "apartheid" trata del asentamiento judío en la Tierra de Israel. Su lenguaje es débil y declaratorio. Se refiere al asentamiento judío como "un valor nacional".

En contraste, el mandato de la Liga de las Naciones de 1920 para Palestina explícitamente ordenaba al gobierno mandatario británico "alentar... un expreso asentamiento de los judíos sobre la tierra".

Como no hace nada de esto, la Ley del Estado-nación es como un holograma. Significa lo que quieras que signifique. Lo que implica que la vorágine que la rodea nos dice más sobre los partes que argumentan sobre ella que sobre la misma ley.

¿Qué nos dice esta ley vacía sobre el campo nacionalista que la ha defendido desde que se escribió su primer borrador hace 14 años? Es posible que los miembros del campo nacionalista que promovieron la ley no entendieran lo que estaban haciendo. Pensaron que al legislar lo obvio, estaban, en palabras de George Orwell, realizando "el primer deber de los hombres inteligentes".

Pensaron que al legislar que "la Tierra de Israel es la patria histórica del pueblo judío, donde se estableció el Estado de Israel", se protegería el estado de Israel como un estado judío ante aquellos que niegan su derecho a existir.

El problema con la narrativa de la derecha, que afirma que "la identidad judía de Israel está siendo atacada y que se deben tomar medidas para protegerla", no es que sea incorrecta. La identidad judía de Israel está siendo atacada por post-sionistas y antisionistas en Israel y en el extranjero.

El problema es que, lejos de proteger el carácter judío de Israel, la Ley del Estado-nación sirve como una bandera roja para los detractores de Israel, invitándoles a atacarla.

Esto nos lleva a los tres grupos de oponentes de la ley: los árabes y su aspirante a salvador Erdogan; la izquierda israelí; y el liderazgo judío estadounidense.

Los miembros árabes de la Knesset, así como Abbas y sus ayudantes, están usando la Ley como un medio para vender su rechazo al derecho de Israel a existir. Erdogan usa su hostilidad y rechazo del derecho de Israel a existir para avanzar en su objetivo de liderar el mundo árabe sunita.

Si bien no hay nada nuevo en sus posiciones, la ley les ha dado a los árabes una excusa para aumentar sus ataques. El lamentable hecho de que los legisladores árabes hayan convencido a muchos ciudadanos drusos y a los ciudadanos árabes que intentan integrarse en la sociedad israelí de que la ley lesiona sus derechos civiles, redunda directamente en la explotación cínica, pero predecible, de la ley por parte de los legisladores árabes israelíes para derrotar al estado.

Lo sorprendente de la retórica de los legisladores israelíes de izquierda es su radicalismo. Sin los acentos israelíes, sería difícil distinguir las declaraciones de la líder del Meretz, Tamar Zandberg, y los editoriales en el Haaretz, de las denuncias de la ley por parte del líder de la Lista Árabe Conjunta, Ayman Odeh.

La gran semejanza de los argumentos de la izquierda con la narrativa árabe refleja el profundo y acelerado proceso de radicalización de la izquierda israelí sufrido en los últimos años. Un buen ejemplo es la respuesta a la ley de la autoproclamada agrupación "Unión Sionista".

En 2014, la líder por entonces de la Unión Sionista, Shelly Yacimovich, escribió una carta sobre el borrador de la ley que por entonces circulaba al propio autor del proyecto de ley, el entonces diputado del Kadima, Avi Dichter. El proyecto de ley que circulaba en aquellos momentos era más sustantivo que la ley aprobada la semana pasada.

Yacimovich le dijo a Dichter que, si bien no podía ver nada ofensivo en la ley, no podía entender por qué resultaba necesaria, dado que era simplemente una agregación de leyes que ya se habían aprobado.

Sin embargo, en su discurso en la sesión plenaria de la Knesset de la semana pasada, antes de la aprobación de la ley actual, Yacimovich realizó un cambio total. Ella se refirió a la ley que simplemente agrega estatutos previamente aprobados con términos como "racista" y "xenófoba". Asimismo, la líder actual de la Unión Sionista, Tzipi Livni, condenó la ley que una vez apoyó en el lenguaje más extremo.

Resulta incluso difícil alinear las posiciones de Yacimovich y Livni con la definición del mínimo común denominador del sionismo. ¿Cómo puede definirse como "racista" el asentamiento judío en la histórica patria judía por considerarlo "un valor nacional"? Por supuesto que es un valor nacional. Si no fuera Israel, nunca se habría establecido en primer lugar.

Esto nos lleva al liderazgo judío estadounidense.

Las Federaciones Judías de América del Norte (JNFA) presionaron fuertemente contra el proyecto de ley. En un correo electrónico a los miembros, el presidente de la Junta de Fiduciarios de la JNFA Richard Sandler dijo que las Federaciones Judías "estaban decepcionadas con la ley que finalmente se aprobó".

La oficina de la Federación en Israel envió una explicación detallada de la ley a los miembros. Si bien el lenguaje fue cuidadoso, sugirió fuertemente que la ley era "racista por hacer explícito el carácter judío de Israel".

La carta de la Federación de Filadelfia a sus miembros alegó que las disposiciones de la ley "son un control peligroso de los principios democráticos de Israel".

Al igual que la condena de la autodenominada Unión Sionista de la ley como racista, la respuesta judío estadounidense delimita una marcada desviación de las respuestas pasadas de las Federaciones Judías y otros grupos judíos a las leyes y políticas israelíes. Para los primeros 60 años de Israel, las Federaciones, al igual que los otros grupos judíos importantes, no se apresuraron a expresar sus desacuerdos con los funcionarios electos de Israel. Su instinto fue apoyar a Israel y no permitir que otros lo atacaran.

Ahora ese instinto se ha perdido y se ha dado la vuelta. Detrás de las reacciones de la Federación ante la ley hay una profunda incomodidad con el hecho de que Israel "sea un estado judío y tenga la intención de seguir siendo un estado judío". Esta pronunciada incomodidad habla de un cambio profundo en los valores de la Federación desde el sionismo hacia el post-sionismo.

Además, como señaló Sandler, las Federaciones estaban intensamente comprometidas en el proceso legislativo. Como consecuencia, sus representantes y líderes sabían que la ley no cambiaba nada del estatus de los ciudadanos no judíos de Israel. Es decir, ellos sabían que la ley era una declaración anodina de principios que no hacía más que consagrar la situación que ha existido en Israel desde su fundación. Y sin embargo, la odian.

Desde la perspectiva del campo nacionalista, es difícil evitar la conclusión de que la Ley del Estado-nación y la controversia que ha provocado e intensificado demuestra que sus miembros y líderes han olvidado las lecciones del pasado.

El 30 de julio de 1980, la Knesset aprobó la Ley Básica de Jerusalén como la capital de Israel. La ley declaró que "Jerusalén unificada e indivisa" era la capital de Israel.

Esa declaración no hizo nada para cambiar el estatus de Jerusalén como capital de Israel. Jerusalén ha sido la capital de Israel desde 1949. Sus límites municipales se extendieron y la ciudad se unió por decisión gubernamental poco después de la Guerra de los Seis Días de 1967.

En 1980, el entonces primer ministro Menachem Begin dijo que la ley protegería la soberanía israelí sobre la Jerusalén unificada. En cambio, la ley socavó el control de Israel sobre la ciudad.

Aprovechando la ley como una oportunidad para condenar a Israel, el rabiosamente anti israelí presidente estadounidense Jimmy Carter orquestó la redacción y aprobación de la Resolución 478 del Consejo de Seguridad de la ONU. La resolución, de la que Estados Unidos se abstuvo, declaró nula e inválida la ley de la Knesset y ordenó a las naciones que habían establecido sus embajadas en Jerusalén que las retiraran. En poco tiempo, 14 de las 16 naciones cuyas embajadas estaban en Jerusalén las retiraron de la capital.

En la medida en que la izquierda israelí se opuso al proyecto de ley de Jerusalén, como Yacimovich en 2014, no lo hicieron porque no estaban de acuerdo con sus disposiciones, sino porque no tenía ningún valor práctico.

La comunidad judía estadounidense estaba tan enojada con Carter por apuñalar en la espalda a Israel que el apoyo judío al presidente demócrata alcanzó un mínimo histórico en las elecciones presidenciales de 1980.

Carter recibió apenas el 50% del voto judío, menos que cualquier candidato demócrata antes de él o desde entonces. Ronald Reagan recibió un enorme 35%.

Esto nos lleva a la lección que el campo nacionalista ignoró cuando aprobó la ley del Estado-nación.

En 1980, Begin podría haber protegido la soberanía israelí sobre la Jerusalén unificada si hubiera construido nuevos barrios judíos en todo el este, sur y norte de Jerusalén, y hubiera invertido en infraestructura vial.

En cambio, Begin optó por una ley que no cambió nada en relación con el estatus legal de Jerusalén y causó daño a la posición internacional de Israel.

En 1980 Begin tenía razón al preocuparse por las fuerzas que buscaban socavar la soberanía israelí en la Jerusalén unificada, y hoy también el campo nacionalista tiene razón en preocuparse por proteger el carácter judío de Israel.

Y así como Begin pudo haber hecho mucho para proteger y fortalecer el control israelí sobre la ciudad unificada en 1980, hay pasos sustantivos que la Knesset puede y debe tomar para garantizar el carácter judío de Israel en la actualidad.

La Knesset debe emprender una revisión significativa del sistema legal de Israel. Debe revocar el estatus exento de impuestos y otros privilegios de las ONG políticas de izquierdas financiadas por los gobiernos extranjeros. Y debe aplicar la ley israelí al Área C en Judea y Samaria.

Estos pasos, tomados por separado y juntos, harán más para proteger el carácter judío de Israel que cien leyes del Estado-nación.

Es demasiado tarde para arrepentirse. La leche ha sido derramada. La ley ha pasado. Enmendarla solo prolongará el derramamiento de sangre y potenciará a los antisionistas.

Pero ha llegado el momento, 38 años tarde, para finalmente aprender la lección de esta experiencia y la de Begin del 1980.

Las leyes declarativas no protegen a Israel. Es la acción la que protege a Israel.

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