Saturday, March 29, 2008

Ehud Olmert, el hombre sin sustancia - Ari Shavit - Haaretz

Ehud Olmert tiene muchas buenas calidades. El primer ministro es un buen amigo de sus amigos, es un padre fiel de sus hijos, y es leal con sus seguidores. No es brillante, pero es inteligente. No es profundo, pero es pragmático. Es enérgico, diligente y equilibrado. Olmert tiene muchos de los rasgos requeridos para ser un dirigente (fabricante de decisiones). También tiene una virtuosa capacidad para crear redes de poder, y de reforzarlas y activarlas en tiempos de necesidad.

Olmert es un político dotado y multifacético. Sabe ser encantador y como amenazar, sabe jugar a ser un hombre de mundo pero también relacionarse con la gente normal. Es dudoso de que haya alguien en Israel con más relaciones. También es dudoso de que haya alguien que como él sepa cortejar al poderoso y tener relación y amistad con criminales.

Y sin embargo el primer ministro tiene un defecto que eclipsa todas esas buenas calidades: nuestro hombre carece de sustancia. No tiene ninguna visión genérica y global de la realidad. No tiene cimientos éticos ni principios estructurales. En suma, Olmert no tiene corazón. Ni tiene ningunas Tablas de la Ley. En el sentido más profundo, él no sabe de donde vino y a donde va. Por eso mismo, hoy puede decir lo contrario de lo que dijo ayer, sin mover una pestaña.

Tampoco tiene dificultades a la hora de decir una cosa y hacer la contraria. Ya que está guiado más bien por la búsqueda del litigio que de la verdad, el primer ministro es capaz de cambiar de piel y de política como un camaleón. Por eso es un explotador consecutivo de las oportunidades y un superviviente brillante, un moldeador desesperado de la realidad.

Como un capitán sin dirección y sin brújula, Olmert estira su oportunismo hasta el absurdo, y su pragmatismo hasta hacerle perder el camino. Despierta pasiones y domina el juego de los abrazos, e inclusive puede llegar hasta ser hipnótico, pero en sus 40 años dedicados a la política no ha dejado ninguna señal o marca relevante. Incluso en sus dos años como primer ministro no ha realizado nada genuino.

Éstos dos años han sido muy importantes, pues se suponía que en ellos el primer ministro de Israel reforzaría el país antes de las más importante prueba histórica del final de la década.

Durante estos años se supuso que perseguiría la paz y se prepararía para la guerra. Que prepararía el terreno para dividir el país y que a su vez dispondría los corazones de la gente para luchar por su país. Para detener a Irán, para probar a Siria y para agotar a Hamas. En resumen, establecería la legitimidad de Israel como un estado judío y democrático, restauraría en Israel las cualidades de un país caracterizado por la excelencia, rehabilitaría el arte de gobernar y renovaría su importancia. Además, proveería al estado de instrumentos diplomáticos, de orgullo nacional y de un sentido de dirección y de liderazgo.

Olmert no hizo nada de esto. Prometió la convergencia… y cambió de opinión. Prometió un final del conflicto… y nos decepcionó. Falló durante la Segunda Guerra del Líbano… y dejó de entender su significado. Hizo algo, pero no lo bastante, respecto a la cuestión crucial de Irán. Esta perdiendo un tiempo precioso antes de entrar en negociaciones con Siria, no ha formulado una estrategia total y consecuente respecto a Hamas y no ha preparado al país para una futura evacuación de los establecimientos. Además, no ha espoleado a la nación para que este detrás de sus Fuerzas de Defensa (IDF) y reforzarlas.

Pero si la impresión de su lejanía respecto a los asuntos exteriores y de seguridad ha mantenido a esas áreas estancadas durante los últimos dos años, su dejadez respecto a los asuntos internos y de la sociedad ha causado un daño tremendo. No ha realizado la revolución necesaria en el sistema escolar. Ha causado una revolución destructiva en el sistema de justicia, rendido incondicionalmente al Shas, y ha potenciado una centralización de la economía que ha incrementado las diferencias dentro la sociedad. Bajo Olmert, Israel se ha convertido en un país imprudente que abandona al débil y al indefenso. La responsabilidad mutua ha sido erosionada, la justicia social ha sido pisoteada. La corrupción se ha extendido.

En otro país, o en otro período, se podría haber sido más indulgente con los fracasos del primer ministro. Después de todo, todavía es un neófito. Tal vez aprenderá. Aunque miren, según fuentes externas, él ha aprendido a tomar decisiones en el área de la seguridad nacional. Según fuentes económicas, él conduce la economía de una manera razonable. No todo es negro. Ni existen convicciones inquietantes de que su supuesta corrupción personal sea un hecho cierto.

Pero en este país, y en este período, ser indulgente con el gobierno es un lujo. El Israel de hoy necesita de la excelencia en cada área; sobre todo en el área del liderazgo. Olmert carece de esta excelencia. Tampoco la tendrá en el futuro. Incluso si hace esfuerzos para rehabilitarse, una persona sin sustancia no puede conseguir lo que no posee. Una persona sin corazón no puede navegar hacia la paz y no puede resistir una guerra. Una persona sin autoridad moral no puede ser un líder en un tiempo crucial.

Por lo tanto, aunque Olmert sea un buen tipo y un buen amigo de sus amigos, no es su sitio la oficina del Primer Ministro. Dos críticos años más con Olmert en el timón significan una apuesta peligrosa.

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