Saturday, January 22, 2011

El ataque coordinado contra Ehud Barak es el más hipócrita y sediento de sangre en la historia política israelí - Israel Harel - Haaretz



Como líder resultó ser una decepción, y su estilo de vida no era el apropiado para un líder de un partido socialista. Por otra parte, no pudo lograr la paz. Entonces, ¿a qué viene todo este alboroto? Aceptó las críticas, abandonó la corona del liderazgo y salió de la fiesta cuando era una persona non grata. Uno podría esperar que sus oponentes respondieran a su salida con aplausos y suspiros de alivio, pero no con el llanto de unos huérfanos abandonados.

Después de todo, ahora que los herejes han dejado la casa, los puristas, y especialmente los leales (por ejemplo Amir Peretz, quien previamente lo abandonó para formar el partido One Nation, y recientemente, junto con Eitan Cabel, considera mudarse a Kadima), serán capaces de restaurar al Partido Laborista y devolverle a los días de gloria.

Es dudoso que Ehud Barak perpetrara realmente "la más sucia maniobra en la historia política israelí". Lo que sí es cierto, sin embargo, es que el ataque coordinado contra Ehud Barak es el más hipócrita y sediento de sangre en la historia política israelí. Casi no hay personajes públicos o académicos opuestos a Barak que no hayan sido invitados a criticarlo, a calumniarlo y a derramar su sangre. Esto se manifestó particularmente en la estación de radio que, como ministro de Defensa, aparentemente estaba bajo su responsabilidad, la Radio del Ejército.

"Esta ha sido la maniobra más sucia de la historia política de Israel", dijo la líder de la oposición, Tzipi Livni, de manera bastante descarada. Tzipi Livni formó parte del gobierno del Likud que tomó la decisión de hacer equivaler en última instancia el destino del asentamiento de Netzarim, en Gaza, con el de Tel Aviv. Pero poco después, el primer ministro Ariel Sharon decidió liquidar tanto Netzarim como las restantes comunidades de Gaza.

Para dotar de legitimidad a ese cambio radical de opinión, se celebró un referéndum entre los miembros del Likud y se comprometió a respetar su decisión. Sharon lo perdió, pero decidió seguir adelante con la liquidación de esos asentamientos. Para ello se escindió del Likud y - con el mismo ruidoso aplauso de los que ahora atacan a Barak por dividir al Partido Laborista - creó Kadima.

Livni se fue con él y se llevo su escaño en la Knesset, robándoselo a su propietario, el Likud, al igual que Orit Noked se lo está robando ahora al Partido Laborista. Y como recompensa por su lealtad a los valores básicos de la decencia moral, política y humana, Sharon convirtió a Livni en su ministra de Asuntos Exteriores.

La banda que abandonó el Partido Laborista y creó la nueva facción Atzmaut ha perpetrado una maniobra bastante apestosa. Pero sólo alguien que se opusiera a otras maniobras apestosas similares en el pasado - incluso cuando favorecieran sus objetivos -, tiene todo el derecho a utilizar ese término para describir lo sucedido la semana pasada.

Barak no tenía dudas, y ello se debía a que ese tipo de movimientos se han convertido en la norma dentro de la política israelí. El sello de aprobación a estas normas inaceptables le fue otorgado por los partidarios de otras maniobras apestosas (que favorecían sus propios intereses políticos), como por ejemplo la protagonizada por Shimon Peres en 1990, o la protagonizada por Yitzhak Rabin cuando compró los votos del Shas y de dos desertores del partido Tsomet con el fin de obtener una mayoría que apoyara el desastre de Oslo.

Pero sobre todo, la culpa recae en las diferentes instituciones públicas, incluido el sistema judicial, que apoyaron a Sharon cuando, como un toro asesino, corneó todas las normas a la vista. Los que entonces colaboraron y apoyaron la maniobra de Sharon, además de venderla como la acción de unos pocos hombres justos, son los que ahora mismo se precipitan sobre Barak como aves de presa, hasta el punto de negar su derecho a volver a servir como ministro de Defensa.

Fue la huida del sur del Líbano en el 2000, decretada por Barak y apoyada también por los que ahora tanto le reprueban, la que provocó la guerra de terror que comenzó algo más tarde ese mismo año, y fue allí donde Barak ya demostró que no era un estratega. En sus esfuerzos para poner fin a esa guerra sangrienta, nacida de su propio pecado, lo demostró una vez más. En su vacilación a la hora de poner en marcha la Operación Plomo Fundido en Gaza en el 2008 - y luego en su apresuramiento a la hora de acabar con ella antes de que el ejército derrocara a Hamas y rescatara a Gilad Shalit -, demostró por tercera vez que la leyenda sobre su poderío militar no tiene ningún fundamento real. Es por estos y por otros fallos estratégicos que el ex primer ministro israelí Ehud Olmert ha sacado recientemente a la luz, por los que Barak realmente no debería servir como ministro de Defensa.

Pero no desde luego por haberse desvinculado del Partido Laborista. Han existido decenas de divisiones similares, y todos ellas ganaron aplausos siempre y cuando tuvieran como objeto impulsar la agenda de la izquierda. Sólo cuando una división es responsable de ayudar a "la derecha" (aunque alguno podría decir que la derecha israelí ha dejado hace mucho tiempo de existir), o en otras palabras, de ayudar a Benjamin Netanyahu, se convierte de repente en una maniobra sucia y pestilente.

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