Rabino Ovadia Yosef: Un revolucionario israelí – Ben Caspit – Al Monitor


En la noche del 07 de octubre, más de 800.000 personas acompañaron al rabino Ovadia Yosef en su viaje final. Jerusalén adquirió el tono sombrío del negro, el color de los trajes utilizados por las masas de judíos ultra-ortodoxos que inundaron la ciudad y la aislaron del mundo exterior.
Con poco más de 6 millones de judíos (de un total de 8 millones de habitantes) viviendo actualmente en Israel, esto significa que más de un 10% de sus habitantes (casi un 14% de su población judía) estaban en Jerusalén para la procesión fúnebre. Si uno traduce esto a las dimensiones de América, el número es equivalente a 40 millones de seres humanos. Las cadenas de televisión transmitieron imágenes en vivo durante todo el día, desde el momento de la muerte del rabino por la tarde hasta después de la medianoche, la hora en que su cuerpo llegó a su lugar de descanso final.
El recorrido de la procesión del funeral – desde la Yeshiva Porat Yosef, donde el rabino estudió en su juventud, hasta el cementerio - tenía menos de 2 km, pero requirió más de cuatro dificultosas horas terminarlo. Un gran número de personas rodeaban el vehículo que transportaba el cuerpo y posteriormente otras muchas atestaron el vehículo que llevaba los restos tratando de tocar al hombre venerado por última vez. La gente se amontonaba en los tejados, sobre los techos de los autos, en grúas y en las copas de los árboles para echar un vistazo por última vez al hombre que consideraban como su padre biológico, físico y espiritual. Fue el evento más grande acontecido en el Israel moderno. La cuestión es si simbolizaba un cambio de cara del moderno Israel o en su denotación (significado primario).
El espectáculo me recordó el funeral del rey Hassan II en Marruecos en 1999. Millones de marroquíes, gente sencilla así como gente adinerada, abarrotando la larga procesión fúnebre en Rabat, la capital. En un momento dado, la gente irrumpió a través de las barricadas de la policía e inundaron la ciudad en una demostración de profunda y auténtica tristeza acompañada de terribles gritos, lágrimas y demás expresiones que rompían el corazón de tristeza.
El rabino Ovadia Yosef no era un rey en el sentido laico de la palabra, pero para millones de israelíes era mucho más que un rey. Era el mensajero de Dios, el emisario del Señor en la Tierra, era un profeta, un líder, un padre, un guía, un árbitro de la ley judía y la figura religiosa judía más destacada de su generación. Levantó el orgullo y el amor propio de los israelíes de extracción Mizrahi [orientales] que habían sido humillados y oprimidos por el establishment socialista asquenazi israelí en los primeros años del estado. Si tratamos de compararlo con otros líderes similares en el mundo, el rabino Ovadia era una especie de combinación de Martin Luther King Jr, el Papa Francisco, Muhammad Ali y el Mesías.
El Israel del 2013 se divide en al menos dos grupos identificables. Además de los cientos de miles de personas que asistieron al funeral, la mayoría de ellos vestidos con trajes negros y llevando los tradicionales sobreros lituanos Borsalino, otro millón o dos (al menos) se lamentaban en sus hogares. No eran sólo los judíos ultra-ortodoxos quienes lamentaban la muerte de Ovadia. Los judíos tradicionales, los "religiosos iluminados", los nacional-religiosos e incluso los judíos seculares también le lloraban. Pero en otro lado estaban todos los demás, la mayoría, aunque menguante, de Israel. Estos vieron este espectáculo con una sensación de asombro antropológico (en el mejor de los casos) o de shock y disgusto (en el peor). El funeral les recordó a muchos de ellos eventos similares acontecidos en el mundo árabe, como en la Muqataa en Ramallah o en la Plaza Tahrir de El Cairo.
Hoy en día, más de 65 años después del establecimiento del Estado de Israel, el "demonio étnico" sigue vivo y coleando. Aunque un gran porcentaje de los israelíes actuales nacieron en este país y son el resultado de matrimonios mixtos entre hombres y mujeres asquenazíes y mizrahim o viceversa, las tensiones se mantienen entre los grupos étnicos. La discriminación sigue existiendo y sigue provocando llamaradas de emociones, y la herida aún se encona.
Israel se creó gracias al sionismo, que en gran medida fue un movimiento secular con algunos elementos destacadamente ateos. Fue fundado en Europa, y desde allí se extendió a los países árabes. La primera ola de inmigrantes a Israel provenía de Europa y su influencia en la cultura del estado permanece y lo determina. En la década de 1950, Israel parecía una mezcla de un koljós soviético y un pueblo polaco con algunos enclaves afro-asiáticos. Estos enclaves se establecieron principalmente en zonas pobres y allí se tendió a concentrar a las nuevas oleadas de judíos orientales que, habiendo florecido durante cientos de años en los países árabes, tuvieron que trasladarse a toda prisa y en un breve espacio de tiempo a Israel después de la creación del Estado.
Durante años, estas personas fueron encerradas y ubicadas en ghettos, barrios y ciudades de desarrollo, careciendo de toda influencia real sobre lo que ocurría en el estado, incluyendo la cultura, la música, la literatura, el teatro, la política, la economía y el gobierno. Entonces llegó el rabino Ovadia Yosef, quien sirvió como gran rabino sefardí de Israel. Cuando su solicitud para continuar como tal durante un período adicional fue rechazada, fundó el Shas, el partido ortodoxo sefardí.
La creación de este partido político fue vista inicialmente como una venganza, pero pronto quedó claro que la decisión era más grande que la suma de los motivos que la provocaron. Lo demás es historia. En su apogeo, el Shas llegó a tener 17 mandatos (de un total de 120 escaños en el Knesset), y hoy en día sigue teniendo 11. Es una fuerza política importante, estable y dominante que se ha convertido en una enorme palanca en el gobierno, un cuasi permanente comodín en las coaliciones de gobierno, un partido que marcó la pauta en muchos ámbitos y, en algunos de ellos, incluso dictó el ritmo.
El fenómeno del rabino Ovadia es complicado de valorar y se estudiará en los años venideros. Además de los elogios y las alabanzas de su entorno, también existe un acusado criticismo. Durante la última década, fue más conocido por las maldiciones e improperios en algunos de sus discursos que por su prestación de importantes juicios religiosos o su participación en actividades de divulgación. Se burló de los seculares, maldijo a políticos rivales, realizó observaciones indiscretas en varias ocasiones y llegó a decir que los soldados israelíes morían porque no observaban la Torah y sus mandamientos. El rabino Ovadia se convirtió en una especie de cobrador de facturas políticas, en un instrumento eficaz para el lavado de cerebro a las masas, en un gurú rodeado de amuletos y susurros. En torno a él surgió una corte bizantina compuesta de un buen número de delincuentes que dieron lugar a numerosas acusaciones y que transformaron al Shas en el partido más corrupto de la historia de Israel.
La influencia real del rabino no se medirá hasta mucho después de que el polvo se haya asentado tras su funeral y hasta que el destino político del Shas pueda aclararse. El partido está ahora en la oposición, separado de los tarros de miel del gobierno, y en búsqueda de su camino y de su próximo líder. Ovadia no dejó un heredero ya que era imposible encontrar a alguien de su estatura. Él fue para la Torah [y para el judaísmo] lo que Albert Einstein fue para la física.
La aventura política del rabino Ovadia atenuó su agudeza y devoción por el estudio de la Torah. Hacia el final de sus días, se convirtió en rehén del juego de esos políticos que lo utilizaban para aumentar su influencia, controlar más y más funciones gubernamentales y atraer y aumentar las corrientes de votantes que acudieran a las urnas ilusionados. Ahora que todo esto ha pasado, el rabino Ovadia también debe ser reconocido por sus sentencias moderadas sobre la ley judía, su respaldo al primer ministro Yitzhak Rabin a la hora de firmar los Acuerdos de Oslo y su autorización de una devolución de los territorios por la paz. Él permitió la liberación de las esposas de los soldados desaparecidos de los lazos religiosos que las ataban a esos matrimonios, y permitió que los judíos de Etiopía fueran llevados a Israel. También permitió la conversión de los soldados cuyo judaísmo fue puesto en duda. Ovadia era el hombre que derribó los muros del gueto, el gran rebelde contra el celo (ultra-ortodoxo) lituano. Desde su humilde condición de segundón de los grandes rabinos ashkenazi, el rabino Ovadia se convirtió en su más grande rival.
El rabino Ovadia lideró una importante revolución social en Israel, pero no vio su victoria final. Estuvo detrás del líder de Shas Aryeh Deri, por un lado, y de su anterior líder, Eli Yishai, por el otro, del el ex Gran Rabino Shlomo Amar por aquí y del Gran Rabino Jajam Shalom Cohen por allá, ninguno de los cuales realmente sabe cómo calzarse esos zapatos gigantes que ha dejado atrás. La batalla entre la derecha y la izquierda en el Shas está en su apogeo, y hay una gran consternación en todos los ámbitos, no sólo en el partido, sino también en el estado. El Israel de 2013 se ha dividido más que nunca, con una tensión en auge entre ultra-ortodoxos y seculares. La importancia del Shas ha sido un factor fundamental en el surgimiento de su líder rival secular, Yair Lapid , el líder de Yesh Atid, quien recaudó 19 diputados en las últimas elecciones.
El funeral masivo al que hemos asistido en Jerusalén, del que se ocuparon los medios de comunicación en horario estelar y que captó la atención de los israelíes durante casi un día, nos ha mostrado la gran comunidad que el rabino Ovadia logró magnetizar. Ahora parece que esta enorme multitud es ahora, más que nunca, un rebaño sin pastor.
Labels: Ben Caspit, Mirahim, Mizrahim, Ovadia Yosef, Shas
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