Tuesday, March 17, 2009

Netanyahu, la verdad y la esperanza - Ari Shavit - Haaretz



En todas sus campañas electorales Benjamin Netanyahu ha dicho la verdad. La dijo en 1996, cuando sostuvo que los Acuerdos de Oslo habían fracasado, y tenía razón en 1999, cuando dijo que Ehud Barak quería dividir Jerusalém.

Bibi también tuvo razón en 2006, cuando advirtió que la retirada de Gaza nos traería cohetes Katyusha contra Ashkelon, y tiene razón en 2009 cuando afirma que tanto la seguridad de Israel como su economía están bajo amenaza. Sin embargo, dos cosas estuvieron ausentes de todas las campañas electorales de Netanyahu: organización y visión.

Bibi siempre ha dicho a sus electores la verdad, pero nunca les ofreció esperanza y liderazgo. Un taciturno pesimismo y una conducta negligente empañaron su mandato.

Este fue también el caso cuando Netanyahu fue primer ministro. Contrariamente a la creencia popular, se anotó un buen número de éxitos durante sus tres años en el poder. Restauró la economía, anuló la la inflación y avanzó en el liberalismo económico. Se redujo el terror, se llevaron a cabo negociaciones con Siria y se firmó el Acuerdo de Wye River. Durante su mandato la guerra no estalló y murieron menos palestinos que durante los mandatos de Ariel Sharon, Barak y Ehud Olmert.

Pero aunque Netanyahu haya actuado de manera responsable y juiciosa, omitió proporcionar a la gente una visión clara y una buena administración. Su torpe conducta y una actitud de confrontación constante empañaron su mandato como primer ministro.

Los grandes líderes deben conocer la naturaleza de su mundo. Franklin Delano Roosevelt conocía al mundo en que vivía, que fue el de la Gran Depresión. Harry S. Truman sabía que le tocaría el mundo de la Guerra Fría. Bill Clinton entendió que durante su mandato lo pertinente era la economía, al igual que lo sabe Barack Obama. En este sentido, Netanyahu es el más prometedor de los líderes de Israel. Su percepción “macro” es excelente y comprende a fondo los procesos políticos y económicos.

A diferencia de sus rivales, Netanyahu sabe que el mundo de hoy es el del Islam radical y el de la crisis económica. Debiendo ser estadista y economista, Netanyahu dispone de las calificaciones necesarias para hacer frente a ese desafío mundial. Pero su deficiente gestión de los asuntos inmediatos (microgestión) y la imposibilidad de dar esperanzas podrían frustrar a este nuevamente designado primer ministro. Cuando no hay visión, el pueblo abandona la moderación, y sin gestión de calidad cualquier gobierno estará perdido.

El punto de partida de Netanyahu es difícil. Su dependencia con respecto a Yisrael Beiteinu, Shas y Unión Nacional no deja al elitista de Rehavia mucho margen de maniobra. Y sin embargo, incluso bajo la olla a presión en la que deberá trabajar, Netanyahu podría haber hecho mucho más de lo que hizo: no debería haber puesto el control de la justicia en manos de Avigdor Lieberman y Daniel Friedmann; no debería haber abandonado a los moderados del Likud, gente como Silvan Shalom y Dan Medidor; no debería haber creado la sensación de que no hay suficiente excelencia en el liderazgo; y no debería haber formado un gobierno de extrema derecha cuyo destino ya se ha establecido y no ofrece nuevas ideas.

Aún no es demasiado tarde. En las próximas semanas Netanyahu todavía puede exigir a sus socios que prueben que su patriotismo se expresa tanto en hechos como en palabras. Incluso si un gobierno amplio no puede ser formado, Netanyahu y Lieberman tienen la capacidad de reunir un buen gabinete. Por ejemplo: Uriel Reichman como ministro de Educación en lugar de Friedmann como ministro de Justicia, un ministro de Finanzas ajeno al mundo de la política, elegido por su capacidad profesional. Puede nombrar consejos nacionales para el desarrollo económico, la educación y los asuntos exteriores. Y un gobierno brillante, con personas con talento en lugar de políticos pequeños con ideas extremistas.

Netanyahu creció y se educó en los Estados Unidos. El presidente americano no se atrevería a entrar en la oficina oval con el pueblo en torno a Bibi. El presidente americano no trataría de gobernar sin un gran concepto, sin capacidad de manejarlo y sin un alto índice de equipo.

Israel no es América, pero Israel tampoco es un shtetl. Israel tiene una gran cantidad de talento. El capital humano de Israel es su mayor esperanza. Si Netanyahu quiere tener éxito, debe obtener y aprovechar esta capital para dotarse de una verdadera visión.

Gobernando solamente con la excelencia y sin una visión clara, Bibi no tendrá la oportunidad de realizar su potencial de liderazgo. Si no puede hacer frente a sus debilidades, Netanyahu no podrá llevar a cabo la enorme tarea que le espera.

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