Saturday, September 27, 2014

La inteligencia de la Gran Bretaña alentó a los ejércitos árabes para que invadieran Israel en 1948 (Parte II) - Meir Zamir - Haaretz



El 23 de septiembre de 1947, poco después de la reunión de la Liga Árabe en Saoufar, el agregado francés en Bagdad informó de un plan británico secreto para instigar una guerra árabe-judía en Palestina con el fin de facilitar la aplicación del plan de la Gran Siria. El informe daba a conocer que la posición militante del primer ministro iraquí en Saoufar había sido coordinada con los agentes británicos y "marcaba un punto de inflexión en la política de Oriente Medio de Gran Bretaña":
"Parece en efecto que el gobierno británico, urgido por jóvenes elementos del Foreign Office y por el Servicio de Inteligencia, ha decidido, después de meses de vacilación, llevar a cabo una maniobra a gran escala que le permitiría consolidar, a bajo costo, su actual y vacilante posición en esta parte del mundo. Los británicos creen que la ONU, sin duda, ratificará las decisiones del UNSCOP. Así pues, han comenzado las perturbaciones en Palestina. Los británicos se beneficiarán de la situación para construir nuevas posiciones más ventajosas que las que habían perdido en Egipto. De acuerdo a la información de una fuente inglesa, el plan británico sería el siguiente: 
- Inglaterra renunciaría a su mandato sobre Palestina tan pronto como sea posible, devolviéndolo a la ONU, quien se encargaría de supervisar, en su caso, una fuerza internacional que restableciera el orden en este país. Una retirada de Palestina de la mayor parte de las tropas británicas ya se puede prever. 
- En caso de un conflicto abierto entre los judíos y los árabes, los británicos, con el pretexto de no querer ser atacados por ambas partes con el comienzo de estas hostilidades, donde mantendrán una posición oficialmente neutral, se retirarán a Transjordania, desde donde una o dos divisiones británicas serán capaces de intervenir inmediatamente si fuera necesario.  
- Entonces los agentes británicos empujarían a los países árabes a intervenir para ayudar a sus hermanos en Palestina si eran atacados por los judíos".
El informe indicaba que Gran Bretaña se abstendría en la votación sobre el informe final de la UNSCOP, "dejando a los estadounidenses y a sus satélites la responsabilidad de crear un Estado judío". Además proporcionaba los detalles de un plan destinado a provocar a Siria en una guerra en Palestina, con el fin de abrir el camino para que la Legión Árabe del rey Abdullah y el ejército iraquí avanzaran sobre Damasco con el pretexto de la defensa de Siria de un ataque sionista. "Una vez allí, el rey de Transjordania recibiría un apoyo abrumador y trataría de restablecer la paz en Palestina, mientras que se incorporaría la parte árabe de este país a una nueva Gran Siria, que se uniría con Irak".

Pero, contrariamente al relato del agregado militar francés, el gabinete de Londres ni conocía ni aprobó la acción de instigación de sus propios agentes secretos a la hora de provocar una invasión armada árabe del Estado judío. El primer ministro Attlee, quien decidió retirarse de Palestina a pesar de las objeciones de sus Jefes de Estado Mayor, no hubiera asumido la responsabilidad moral de una trama que podría haber aniquilado a los judíos de Palestina sólo tres años después del Holocausto. Por otra parte, dicho acto podría haber puesto en peligro la posición internacional de Gran Bretaña y sus relaciones con los Estados Unidos.

El secretario del Foreign Office, Bevin, quien todavía creía en la importancia estratégica del Oriente Medio, quedó atrapado entre su primer ministro y los jefes de Estado Mayor y los servicios secretos. Pero era poco probable que hubiera actuado en contra de la decisión de su primer ministro.

El registro de sus tensas relaciones con sus servicios secretos en el Oriente Medio – que se revela en los documentos sirios -, refuerza la hipótesis de que él también fue engañado, víctima de su incapacidad para controlarlos. Así fue llevado a creer que las hostilidades entre los árabes y los judíos en Palestina se parecían a la lucha religiosa e intra-comunitaria en la India - entre los musulmanes y los hindúes - tras la decisión de Gran Bretaña de retirarse. Como en la India, la violencia y la pérdida de vidas obligarían eventualmente a ambas partes a alcanzar un compromiso que la Gran Bretaña había tratado de proponerles. Gran Bretaña no podía por lo tanto ser considerada responsable de una partición en la que no había creído y ser llamada a implementar una solución más aceptable.

Una guerra árabe-judía

Mientras que muchos políticos y funcionarios británicos compartían esta creencia, ni Bevin ni otros ministros del gabinete eran conscientes de que sus servicios secretos en El Cairo y los diplomáticos arabistas en Londres y el Oriente Medio, con el apoyo de las autoridades militares de alto rango, estaban determinados en contra de las decisiones del gabinete y se aferraban al Oriente Medio, incluso si se provocaba una guerra sin cuartel entre árabes y judíos.

Si bien el informe del agregado de Bagdad se centraba en un plan secreto preparado por los agentes británicos para provocar una guerra árabe-judía que favoreciera una Gran Siria y su unión con Irak, otros informes franceses revelan que su objetivo inmediato era salvaguardar la posición estratégica de Gran Bretaña en el Oriente Medio.

Otro de los objetivos era evitar el establecimiento de un Estado judío o un Estado árabe-palestino sobre la base de la partición de la ONU. También hubo medidas de seguridad de emergencia - tanto militares como diplomáticas - para prevenir que el Estado judío ampliara su territorio si eran derrotados los ejércitos árabes. En este caso, las fuerzas británicas estacionadas en Transjordania y Egipto intervendrían, mientras que los diplomáticos británicos en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas actuarían para imponer un alto el fuego.

Fuentes de la inteligencia franceses presentan este esquema como un intento por parte de la Gran Bretaña de barajar sus cartas en el Oriente Medio e inflamar la hostilidad árabe hacia un Estado judío con el fin de asegurar su dominio en la región. Ya sea si los árabes ganaban o eran derrotados, sus instigadores suponían que Gran Bretaña estaría en una mejor posición que la vigente en ese verano de 1947. De hecho, el informe del agregado concluía: "La posición británica, que desde hace algún tiempo parecía precaria, de este modo pasaría a ser nuevamente dominante", y más aún cuando la firma con Egipto de un tratado anglo-egipcio permitiría a las fuerzas británicas  mantener su posición en el canal de Suez.

Durante las deliberaciones en Londres y El Cairo en 1947 sobre una estrategia de defensa en el Oriente Medio, se decidió que Gran Bretaña buscaría tratados militares bilaterales con cada Estado árabe - en lugar de un convenio colectivo negociado a través de la Liga Árabe - para reemplazar los tratados vigentes. Se suponía que Gran Bretaña estaría en una mejor posición para concluir inicialmente unos tratados bilaterales con los amistosos hachemitas de Irak y Transjordania, y más tarde con otros gobiernos árabes, especialmente Siria. Un tratado con Egipto se mantenía como de alta prioridad para el Alto Mando británico. El Foreign Office esperaba que, después de fracasar en la ONU en julio, Egipto sería más favorable a la renovación de las negociaciones, garantizando así el uso militar por parte de Gran Bretaña de su territorio, y una solución a la cuestión de Sudán.

Pero el rey egipcio Faruq y su primer ministro, así como el presidente sirio Quwatli, eran reacios a firmar tratados con la Gran Bretaña, una potencia colonial en declive. Se enfrentaban a un recrudecimiento de la pasión nacionalista entre la generación más joven, que se manifestaba en las calles por la independencia y por reformas sociales y económicas, y se negaron a dejarse arrastrar a una guerra entre las potencias occidentales y la Unión Soviética.

A medida que la amenaza comunista se convertía en menos convincente, los agentes británicos creyeron que tenían que proponer amenazas más eficaces para persuadir a los gobiernos árabes y a la opinión pública de sus países de que necesitaban la ayuda de Gran Bretaña.

Sin el conocimiento de su gabinete, a partir de junio de 1947 y hasta mayo 1948, los agentes secretos británicos llevaron a cabo su propia política encubierta. Si bien se buscaba oficialmente convencer a los gobiernos árabes de la importancia de concluir acuerdos de defensa con Gran Bretaña para hacer frente a la amenaza soviética, secretamente instigaron una confrontación árabe-judía en Palestina para hacer avanzar los fines estratégicos de Gran Bretaña. Trataron de utilizar una guerra en Palestina para desviar la atención de la opinión pública árabe de las negociaciones de unos tratados polémicos. Como un incentivo para que los gobiernos árabes concluyeran tratados de defensa con Gran Bretaña, primeramente destacaron ante los líderes árabes la importancia para sus países de la colaboración militar, la cual reforzaría la dependencia militar de los estados árabes con Gran Bretaña, al tiempo que se evitaba la creación de un Estado judío o en el peor caso se limitaba su tamaño.

Una guerra en Palestina lograría presionar a los Estados Unidos para que revisara su posición sobre la partición. Y entonces ya no podría ser capaz la propaganda sionista de retratar la lucha contra la Gran Bretaña como la de un movimiento nacional que lucha para liberarse de la dominación colonial. Un conflicto árabe-judío también validaría la posición largamente sostenida por Gran Bretaña con respecto a la solución del problema palestino, demostrando que, a pesar de sus buenas intenciones, había sido atrapada en medio de ese conflicto. Finalmente, ayudaría a Gran Bretaña a asegurar sus activos estratégicos en Palestina: Haifa, con su puerto y refinerías, y la región de Negev en el sur.

Las frecuentes visitas del brigadier Clayton a las capitales árabes en los últimos meses de 1947, y su participación detrás de la escena en las reuniones de la Liga Árabe en Saoufar, Aley y El Cairo, formaban parte del plan urdido por los agentes secretos en El Cairo, Bagdad y Ammán. El primer ministro iraquí Nuri al-Said, el secretario general de la Liga árabe Abd al-Rahman al-Azzam, el primer ministro sirio Quwatli Mardam Bey y el primer ministro libanés Sulh, fueron utilizados para ponerlo en práctica. El rey Abdullah era esencial para su éxito, ya que él y su Legión Árabe debían servir como medio para presionar al sirio Quwatli, al rey saudí Ibn Saud y al rey de Egipto Faruq, mientras que obligaba a los líderes sionistas a aceptar las propuestas de Gran Bretaña.

También formaban parte de la estratagema los intentos de los agentes británicos en Transjordania de intimidar al presidente sirio, su posición militante ante el gobierno iraquí en Saoufar y Aley, su insistencia en que la Liga Árabe tomara medidas en Palestina y la propuesta de Clayton de dividir Palestina entre los estados árabes.

A mediados de enero de 1948, el “régimen previsto por los arabistas” parecía estar a punto de tener éxito. Con la atención de la opinión pública árabe vuelto hacia los acontecimientos en Palestina, Gran Bretaña firmó un tratado de defensa con Irak. Un acuerdo similar con Transjordania debía ser firmado sin ningún obstáculo. Después de no haber podido persuadir a los reyes Ibn Saud y Faruq  de que no firmaran un acuerdo con Siria y contra Abdullah, el presidente sirio Quwatli estaba más predispuesto a ceder a la presión británica, especialmente cuando los agentes británicos se habían comprometido a frenar el monarca jordano. Él también estaba ansioso por evitar que se pusieran en peligro sus esfuerzos para ser elegido presidente para un segundo mandato.

El primer ministro libanés Sulh, que se oponía a un Estado judío en la frontera del Líbano ya que podría reforzar el separatismo maronita, secretamente colaboró con Clayton y respaldó públicamente un tratado con la Gran Bretaña. Pero cuando Ronald Campbell, el embajador británico en Egipto, y el brigadier Clayton propusieron al primer ministro egipcio Nuqrashi que Gran Bretaña frustraría el establecimiento de un Estado judío, o bien limitaría su territorio a cambio de un tratado, Nuqrashi rechazó cualquier intento de vincular el conflicto en Palestina con las demandas de Egipto de una evacuación de las fuerzas británicas y de sus unidades del Valle del Nilo.

Junto a las negociaciones con los gobiernos árabes sobre los tratados de defensa, los agentes secretos británicos intensificaron sus esfuerzos para alimentar los enfrentamientos violentos entre árabes y judíos, instando a los líderes árabes a cerrar filas contra la amenaza sionista.

Entre septiembre y diciembre de 1947, el brigadier Clayton y otros agentes secretos tácitamente colaboraron con Azzam, Mardam Bey y Sulh para organizar una fuerza irregular - el Ejército de Liberación Árabe, bajo el mando de Qawuqji - que debía activarse antes de que Gran Bretaña se retirara formalmente de Palestina. Mientras Azzam consideraba a esta fuerza como un medio para que la Liga Árabe interviniera en Palestina, Mardam y Sulh - y el presidente sirio Quwatli en particular - la vieron más bien como una forma de adelantarse a un intento por parte de la Legión Árabe de Abdullah de hacerse cargo de la parte norte de Palestina, que a una fuerza armada que ayudara a sus hermanos palestinos contra los judíos.

Una misión militar británica bajo el mando del coronel Fox, un asesor no oficial del Alto Mando sirio desde 1946, trató de obtener armas y municiones de las existencias del ejército británico en Palestina para armar a los voluntarios árabes en el campo de Katana, al sur de Damasco. Fuentes de la inteligencia francesa informaron que militares y policías británicos desertores disfrazados de árabes se pasearon por las calles de Damasco. Decenas de empleados británicos de la Iraq Petroleum Company llegaron hasta la ciudad, “dando lugar a especulaciones de prensa siria sobre por qué la capital siria se había convertido de repente en una atracción para los turistas británicos".

Agentes británicos negociaron con el Gran Mufti de Jerusalén, inicialmente de manera indirecta a través de Sulh, y más tarde con su enviado, a raíz de su demanda de comandar sus propias fuerzas armadas en Palestina. El Ejército de Liberación Árabe llegó a Palestina en la primera quincena de enero de 1948. Qawuqji más tarde escribió que el ejército británico apenas había obstaculizado el avance de sus fuerzas en el norte de Palestina.

El colapso del Tratado de Portsmouth marcó el fracaso del enfoque de los tratados bilaterales. Aún así, Bevin firmó un nuevo tratado en Londres con el primer ministro jordano Tawfiq Abd al-Huda y otros líderes árabes, incluyendo Azzam, Mardam Bey y Sulh, abiertamente opuestos a tratados con las potencias extranjeras. A los planificadores y a los arabistas del Foreign Office, junto a los militares británicos en el Oriente Medio, se les ocurrió entonces una nueva estrategia: un acuerdo de defensa colectiva con los estados árabes a través de la Liga Árabe.

En marzo de 1948, Azzam y Mardam Bey comenzaron una campaña para revisar el pacto de la Liga Árabe a fin de consolidar los lazos entre sus estados miembros contra la amenaza sionista - una iniciativa tácitamente coordinada con los agentes secretos británicos -. Después de consultar con el rey saudí Ibn Saud, el rey egipcio Faruq declaró que antes de que las negociaciones pudieran tener lugar para un acuerdo de una defensa colectiva, Gran Bretaña tenía que derogar los tratados bilaterales existentes con los países árabes.

En sus informes a Londres, los arabistas vincularon directamente el colapso del Tratado de Portsmouth con los acontecimientos en Palestina. Su fracaso en Irak aumentó la probabilidad de guerra en Palestina, por lo que los agentes secretos británicos se volvieron aún más decididos a provocar el conflicto árabe-judío. La derrota en abril de las fuerzas irregulares del Ejército de Liberación Árabe y de los que estaban al mando de Abd al-Qadir al-Husseini - el sobrino del Mufti -, reforzó su convicción de que sólo los ejércitos regulares árabes podrían impedir el establecimiento de un Estado judío.

En este breve artículo es imposible detallar todas las maniobras e intrigas de los arabistas británicos en El Cairo, Ammán y Bagdad para instigar un ataque árabe contra el Estado judío. Los agentes secretos británicos utilizaron casi todos los "trucos sucios" de su arsenal: temor, celos, avaricia, falsas promesas, información engañosa y jugar con las rivalidades inter-árabes, todo ello para provocar la participación de los gobernantes árabes en una guerra en Palestina. Nuri al-Said (hasta el fracaso del Tratado de Portsmouth), el rey Abdullah (entre junio 1947 y mayo de 1948) y Azzam, Mardam Bey y Sulh, y otros "agentes de influencia" cooptados, todos ellos permitieron a los servicios secretos británicos operar detrás del escenario para poner en práctica sus planes.

El rey Ibn Saud describió acertadamente a los agentes británicos como a unos "titiriteros maestros". Los líderes árabes quedaron atrapados entre su renuencia a ir a la guerra y la presión de su opinión pública, a la que ellos mismos habían incitado con su retórica inflamatoria preconizando la destrucción del Estado judío. Azzam admitió a un representante de la Agencia Judía que "no tenemos más remedio que ir a la guerra, incluso si fueramos a ser derrotados".

Provocar a Egipto para unirse a la guerra en Palestina era fundamental para la estrategia secreta británica. Fuentes francesas dan detalles de las tácticas de los agentes británicos: asociarse con Azzam para presionar al rey Faruq e influir en su ejército para que se uniera a la guerra, y ello a pesar de la oposición de su primer ministro. También incluyeron el compromiso de abastecer al ejército egipcio con armas y municiones de las existencias británicas en la Zona del Canal, presentando deliberadamente una pobre representación del poder militar de las fuerzas judías.

Al igual que otros gobernantes árabes, el rey egipcio Faruq - bajo la presión de la opinión pública para que tomara medidas - era vulnerable a las maquinaciones británicas. No podía permanecer al margen mientras que su rival, el rey Abdullah, estaba enviando fuerzas a Palestina.

Un informe del 11 de mayo del agregado militar francés en Beirut sobre las conversaciones secretas del comité político de la Liga Árabe en Damasco, revela que, aparte del rey Abdullah, los otros líderes árabes no se decidían, buscando una manera de retrasar una invasión de Palestina. También expone la intervención directa de los agentes británicos en sus decisiones. En el último minuto, el rey egipcio Faruq prescindió de la opinión de su renuente primer ministro y ordenó a su ejército ir a la guerra.

La guerra de 1948 barrió a los antiguos regímenes y abrió el camino hacia el poder a una joven generación de oficiales árabes nacionalistas radicales, decididos a vengar la derrota de sus países y a poner fin a la dominación británica en la región.

Los antiguos gobernantes árabes, víctimas de las maquinaciones británicas y de sus propias ambiciones, debieron pagarlo muy caro. El rey Abdullah, el príncipe regente iraquí Abd al-Ilah, Nuri al-Said, Sulh y Nuqrashi, todos ellos perdieron la vida. El rey Faruq y el presidente Quwatli fueron más afortunados, solamente perdieron el poder.

Los agentes secretos británicos, los arabistas, los diplomáticos, los oficiales militares y los funcionarios civiles, todos volvieron a casa dejando atrás su legado en un dividido y violento Oriente Medio, en el que los estados formados por dos potencias coloniales tras las secuelas del Acuerdo Sykes-Picot de 1916 no pudieron soportar la prueba del tiempo.

Labels: ,

Friday, September 26, 2014

La inteligencia de la Gran Bretaña alentó a los ejércitos árabes para que invadieran Israel en 1948 (Parte I) - Meir Zamir - Haaretz


Ejército de Liberación Árabe

El 11 de septiembre de 1947, en la víspera de la reunión del comité político de la Liga Árabe para decidir la respuesta árabe al informe de la Comisión Especial de las Naciones Unidas sobre Palestina (UNSCOP)  [apoyando el final del mandato británico y la partición de la tierra entre los judíos y árabes], el periódico libanés L'Orient publicó un artículo. "Bloque Oriental y extensión de la Liga", argumentando que, al igual que el plan de la Gran Siria [que tenía como objetivo unir a Siria, Líbano, Jordania y Palestina], el Bloque Oriental - un término francés para el planeado pacto de defensa regional de los británicos - se cernía sobre la independencia de los países árabes y la Liga Árabe como una espada de Damocles, y que sus autores eran uno y el mismo: [el primer ministro iraquí] Nuri al-Said y el Rey [jordano] Abdullah.

El 20 de septiembre, el periódico libanés Le Jour informó que después de la reunión de la Liga Árabe en Saoufar, Líbano, el brigadier Iltyd Clayton - quien era definido como el "jefe de la inteligencia británica en el Oriente Medio - había viajado a Damasco. El diario citaba a un periódico sirio especulando sobre si su visita estaba relacionada con el esquema de la Gran Siria y las tensas relaciones entre los presidentes de Siria y Líbano (Shukri al-Quwatli y Bishara al-Khuri) y el rey de Jordania Abdullah, o con los acontecimientos en Palestina.

El 19 de febrero de 1948, el periódico libanés Le Soir publicó un artículo titulado "Made in Clayton". Basado en "fuentes sionistas", se informaba que el brigadier Clayton – el "arquitecto" del plan de la Gran Siria, del Bloque Oriental y de los tratados bilaterales de defensa con los estados árabes - ahora estaba abogando por un nuevo esquema para la partición de Palestina. El plan proponía que el "Líbano se anexionará la Galilea Occidental hasta Shavei Zion; Siria la parte noreste de la Galilea y parte de su región sur; Egipto tendría parte en el pastel; y la Transjordania se tragaría todo lo demás".

De hecho, estos y otros informes en la prensa libanesa sobre las actividades de los agentes secretos británicos fueron parte de una guerra secreta que se libraba entre la inteligencia francesa contra la inteligencia británica. La información aportada por los servicios de inteligencia franceses a la Haganah [el ejército judío clandestino pre-estatal] en el otoño de 1947, indicaba que el brigadier Clayton y sus asistentes participaban en una nueva iniciativa para asegurar la posición estratégica de Gran Bretaña en el Oriente Medio, y vinculaba a Clayton con la escalada en el conflicto árabe-judío en Palestina. Las fuentes también se referían a un nuevo plan de partición propuesto por Clayton que, en contradicción con el de las Naciones Unidas, tenía como objetivo dividir Palestina entre los estados árabes vecinos y limitar el territorio designado para el Estado judío a la zona costera entre Atlit [al sur de Haifa] y Tel Aviv.

Los franceses unían esta iniciativa a los renovados esfuerzos británicos para aplicar el Plan Morrison-Grady de 1946 [también conocido como el Plan de Cantonización] y advertían sobre el peligro de un ataque contra la Yishuv [la comunidad judía en Palestina] por las fuerzas irregulares organizadas por la Liga Árabe. También advirtieron que una invasión de los ejércitos árabes regulares para prevenir el establecimiento de un estado judío no se podía descartar.

La información transmitida por los franceses, después de la votación de partición de la ONU el 29 de noviembre de 1947, fue aún más alarmante. El 13 de enero de 1948, Maurice Fischer - del SHAI [servicio de inteligencia Haganah] y oficial de enlace con la inteligencia francesa - informó desde París que, con base a información totalmente fiable a partir de fuentes francesas, el brigadier Clayton había llegado a un entendimiento el 17 de diciembre de 1947 con el primer ministro libanés Riyad al-Sulh, según el cual las fuerzas británicas evacuarían el norte de Palestina y darían rienda suelta a las fuerzas irregulares del Ejército de Liberación Árabe, encabezado por Fawzi al-Qawuqji, para atacar los asentamientos judíos.

Al día siguiente, el 14 de enero, dos agentes de inteligencia franceses de Beirut llegaron a Haifa e informaron al agregado militar francés que el primer ministro sirio, Jamil Mardam Bey, estaba movilizando una fuerza irregular de 20.000 voluntarios para invadir Palestina, con el acuerdo tácito británico.

Anteriormente, a finales de agosto de 1947, Eliyahu Sasson – principal asesor arabista de David Ben-Gurion - había sido llamado con urgencia a París. Él permaneció hasta mediados de septiembre, enviando información e instrucciones al rey jordano Abdullah y al gobierno egipcio de que agentes británicos estaban planeando provocar a sus países para que desencadenaran una guerra contra los judíos en Palestina.

Informes en los archivos de la Haganá de esos meses - donde el nombre de Clayton aparece con frecuencia - vinculan la escalada en el conflicto árabe-judío a los esfuerzos de Gran Bretaña para asegurar su posición estratégica en el Oriente Medio. Allí también se aludía a un nuevo plan promovido por los servicios secretos británicos en El Cairo, para dividir Palestina entre los estados árabes vecinos.

En los primeros meses de 1948, la información siguió llegando hasta el SHAI sobre los intentos británicos secretos, orquestadas por la camarilla de Clayton en El Cairo, para conciliar a los líderes árabes y convencerles para unir sus fuerzas para impedir el establecimiento de un Estado judío.

Entrevista a Clayton

La preocupación de Ben-Gurion por las actividades encubiertas del brigadier Clayton y los "expertos" arabistas británicos del Foreign Office y del Oriente Medio, se intensificaron después de agosto de 1947. El 11 de noviembre de 1947, envió a un ex oficial británico-judío para entrevistar a Clayton que no sabía que Ben-Gurion había redactado las preguntas. La urgencia de descubrir las intenciones de los servicios secretos británicos llevó a Ben-Gurion a aprobar la "operación Acre", en la que la Haganah se apoderó de los archivos de la Legación británica en Beirut el 25 de diciembre de 1947, cuando estaban siendo trasladados desde Beirut a Haifa de camino a Gran Bretaña.

El 11 de enero de 1948, Sasson envió al rey Abdulá una carta advirtiéndole de un complot tramado está en Londres y El Cairo y promovido por Clayton, Nuri al-Said y funcionarios de la Oficina de Asuntos Exteriores y Colonias, contra el Plan de Partición de la ONU, y que destinado a provocar a Transjordania en una guerra contra la Yishuv, contrariamente al entendimiento entre Abdullah y la Agencia Judía.

En febrero, el jefe de inteligencia de Ben-Gurion, Reuven Zaslani (Siloé), llegó a Londres para establecer si el fracaso de Gran Bretaña a la hora de ratificar su tratado de defensa con Irak en enero de 1948 (el Tratado de Portsmouth) había influido en su postura sobre Palestina, y si existía de hecho un complot británico para frustrar el establecimiento de un Estado judío. Él informó que si bien el gabinete británico no tenía la intención de oponerse a la partición, los "expertos" - que argumentaban que no podía ser implementada - estaban trabajando en contra de ella.

Zaslani relató quién eran ellos: el asesor del Secretario de Asuntos Exteriores Ernest Bevin, Harold Bailey, el brigadier Clayton y Gerald de Gaury, un arabista del Foreign Office y oficial de enlace. Zaslani señaló que estos "expertos", que abogaban por un acuerdo militar colectivo con los países árabes, creían que un futuro Estado judío no podía ser fiable. Agregó que estaban reforzando la parte árabe sin el acuerdo del gabinete británico.

Sin embargo, evaluó que no iban a ser capaces de influir en la decisión del gabinete para poner fin al mandato y retirar las fuerzas británicas de Palestina, ya que recibió el apoyo de los dos funcionarios británicos de más alto rango: el Alto Comisionado de Palestina Alan Cunningham y el comandante de las fuerzas británicas en Palestina, el general Gordon MacMillan.

Una evaluación similar fue hecha por Ben-Gurion en una conversación con un diplomático francés a principios de marzo. En una entrada del 7 de marzo de su diario, Ben-Gurion anota, "Clayton fue a Siria; los británicos quieren hacer de Siria su base después de fracasar en Irak y Egipto. La situación en el mundo árabe es difícil - disturbios en Irak - y Gran Bretaña está tratando de concentrar el pensamiento árabe en Palestina".

Los ejemplos anteriores procedentes de la prensa árabe y las fuentes francesas y sionistas plantean preguntas intrigantes. ¿Existía de hecho una conexión entre los esfuerzos de Gran Bretaña para acordar tratados militares bilaterales con Irak, Egipto y otros países árabes, o bien formar una organización regional de defensa colectiva, y los presuntos intentos de sus servicios secretos en El Cairo de provocar una guerra entre judíos y árabes en Palestina? ¿Por qué el brigadier Clayton estaba asociado con un esquema secreto para dividir Palestina entre sus estados árabes vecinos? ¿Por qué estaba implicado en la provocación de los ataques árabes, inicialmente contra la Yishuv y por fuerzas irregulares árabes, y más tarde contra el Estado judío recién creado por los ejércitos regulares árabes?

Al igual que el general Charles de Gaulle, quien culpó a Gran Bretaña por conspirar para desalojar a Francia del Levante (Libano-Siria), Ben-Gurion la acusó de tratar de sabotear en secreto el establecimiento de un Estado judío y provocar una invasión armada por parte de los estados árabes.

Documentos sirios y británicos descubiertos en archivos franceses confirman las acusaciones de Charles de Gaulle y refuerzan las acusaciones de Ben-Gurion. Estos documentos y los informes de inteligencia franceses revelen que los agentes secretos británicos y los arabistas, que diseñaron el desalojo de Francia del Levante en 1945, tomaron medidas similares para evitar la formación de un Estado judío en 1947-48.

La dimensión que faltaba

La cuestión del papel de la Gran Bretaña en la guerra entre Israel y los estados árabes en 1948 es uno de los temas más estudiados en la historiografía de la Guerra de la Independencia. Y sin embargo, a pesar de los considerables esfuerzos de los historiadores, no se ha encontrado ninguna evidencia de las alegaciones de Ben-Gurion de que Gran Bretaña había instigado a los líderes árabes para que invadieran Israel un día después de su creación.

De hecho, la confirmación de las alegaciones de Ben-Gurion se puede encontrar en los archivos franceses, sobre todo en los archivos de la inteligencia francesa, cuyos oficiales siguieron de cerca las actividades de los servicios secretos británicos en el Oriente Medio en la década de 1940.

Un obstáculo importante en el estudio de la guerra de 1948 es la falta de acceso a los archivos árabes. Los documentos sirios, obtenidos por la inteligencia francesa - que contienen sin censura la correspondencia privada y los acuerdos secretos entre los líderes árabes, así como los intercambios diplomáticos - dan a los estudiosos una mirada más cercana de la posición árabe hacia un Estado judío en Palestina, sin tener que depender exclusivamente de Israel y de los archivos occidentales y de la inflamatoria retórica pública de los gobernantes árabes en sus memorias o artículos de prensa.

Los documentos sirios revelan que las actitudes de los líderes árabes hacia las aspiraciones sionistas derivaban no solamente de su hostilidad hacia un Estado judío, sino que eran mucho más complejas. Esto pone de relieve la necesidad de que los académicos estudien el conflicto árabe-sionista bajo el contexto de las rivalidades anglo-árabes, y las existentes entre los propios países árabes, en lugar de las relaciones meramente anglo-judías o árabe-judías.

Los miles de documentos árabes sirios y otros que se encuentran en los archivos franceses, junto con los informes de inteligencia británicos obtenidos por la inteligencia francesa, confirman que el papel de los servicios secretos británicos en el Oriente Medio durante y después de la Segunda Guerra Mundial proporciona la "dimensión que faltaba" en la historiografía de la región en la década de 1940.

Dos conclusiones se pueden extraer de la investigación de estos documentos tan relevantes sobre el papel de la inteligencia británica en la guerra en Palestina.

La primera es que, en la década de 1940, Gran Bretaña llevó a cabo una política de dos vías en el Oriente Medio: una bien documentada política oficial definida por Whitehall bajo el amparo de los partidos Conservador y Laborista y otra segunda política, informal y secreta, que puede denominarse "regional", implementada por los "agentes de campo", que ha dejado pocos rastros en los archivos británicos.

Esta segunda política fue perpetrada por un pequeño e influyente grupo de agentes secretos y arabistas que manipularon al gabinete en Londres y pusieron en práctica su propia política, que se desviaba de la posición oficial. Estos agentes disfrutaban de un estatus único como intermediarios entre Whitehall y los líderes árabes locales. Ya sea intencionalmente o por unas profundas creencias personales, proporcionaron unas evaluaciones sesgadas.

Ellos no sólo reunían e interpretaban la información y recomendaban determinadas políticas, sino que controlaban el flujo de la información y aplicaban sus propias políticas, manteniendo a los tomadores de decisiones de Londres en la oscuridad. Ellos unieron sus fuerzas a los gobernantes árabes, a los que presentaban como la verdadera expresión de la opinión árabe con el fin de engañar a su gobierno. Sus tácticas, que fueron respaldados por altos oficiales militares en El Cairo, cobraron impulso bajo el gobierno laborista posterior a la Segunda Guerra Mundial y durante la crisis en Palestina en 1947-48.

La segunda conclusión es que los agentes secretos británicos tuvieron éxito en la implementación de sus políticas en gran parte gracias a utilizar un control indirecto sobre los “agentes de influencia locales”. Para ello emplearon operaciones políticas encubiertas, la diplomacia clandestina y una propaganda encubierta para manipular a los líderes árabes y a la opinión pública árabe. Todos ellos métodos ampliamente utilizados en el Oriente Medio durante la Segunda Guerra Mundial.

Los documentos sirios y británicos ofrecen una visión única sobre el modus operandi de los servicios secretos británicos en la cooptación de prominentes líderes árabes, ayudándoles a elevarse hacia posiciones de poder a cambio de su colaboración. El presidente y el primer ministro sirio, Quwatli Mardam Bey, el presidente y el primer ministro del Libano, Khuri Sulh, y el Secretario General de la Liga Árabe, Abd al-Rahman al-Azzam, representan los principales ejemplos, pero hay muchos otros.

Esto no quiere decir, sin embargo, que los oficiales de inteligencia británicos controlaran totalmente a estos líderes. Las relaciones eran complejas y entrañaban diversos medios de coerción. Aparte del soborno político y financiero - y, cuando era necesario, la presión y la extorsión -, una táctica efectiva era convencerles de que la colaboración con Gran Bretaña iba en nterés propio y en el de su país. Pero estas maniobras, como fue el caso con el presidente sirio Quwatli, no siempre tuvieron éxito. Después de la Segunda Guerra Mundial, como el prestigio de Gran Bretaña había declinado y su capacidad económica y la potencia de sus fuerzas armadas habían disminuido, las operaciones políticas encubiertas se intensificaron, convirtiéndose en una herramienta esencial para los agentes secretos y arabistas para salvaguardar los intereses estratégicos y económicos de su país en el Oriente Medio.

El Plan Secreto Británico

El 28 de mayo de 1947, Najib al-Armanazi, el embajador sirio en Londres, informó a su ministro de Asuntos Exteriores de un incidente relacionado con el brigadier Clayton - una confrontación entre el Foreign Office y los servicios secretos, que se habían "negado categóricamente a sacarlo de Egipto" -. Armanazi señaló que "el apoyo a Clayton supera toda imaginación", y añadió que se le había dado "carta blanca para dirigir la gran programa que tiene como objetivo completar", y que consistía en hacer avanzar el plan de la Gran Siria y asegurar el control británico sobre Libia.

El mismo día, el primer ministro sirio Mardam Bey instruyó Armanazi para que alertara a los funcionarios del Foreign Office británico de que el gobierno sirio se opondría con fuerza a cualquier intervención por parte del rey Abdullah en los asuntos sirios. Él había notificado previamente a Armanazi que los agentes británicos estaban incitando a las tribus drusas y beduinas contra el gobierno sirio.

A principios de junio, Mardam Bey escribió directamente a Bevin quejándose de las intrigas de los oficiales británicos en la Legión Árabe jordana contra Siria, y agregó: "Lo que hace la situación aún más delicada es que el complot organizado contra Siria es bien recibido por todos los funcionarios británicos en el Oriente Medio". Advirtió que si Siria no tenía otra forma de salvaguardar su independencia, buscaría la ayuda exterior, incluso la de la Unión Soviética.

Los informes relataban como el incremento de la subversión por parte de agentes británicos en Siria se produjo durante las elecciones parlamentarias en Siria y durante la escalada de la tensión en la frontera entre Siria y Jordania en el verano de 1947. Un informe de inteligencia árabe revela que agentes secretos británicos también estaban provocando a los miembros de la Hermandad Musulmana en Siria para actuar en contra de su régimen republicano. También revela que los agentes británicos en Egipto estaban colaborando allí con la Hermandad Musulmana contra la creciente propaganda comunista.

El deterioro de las relaciones sirio-jordana coincidió con las negociaciones anglo-iraquíes sobre un nuevo acuerdo militar que reemplazara el tratado de 1930, y con la mejora de las relaciones entre el gobierno iraquí y el rey Abdullah. Estos fueron los primeros pasos del plan ideado por los servicios secretos británicos en El Cairo, Ammán y Bagdad, e implementado entre julio de 1947 y mayo 1948.

En el verano de 1947, la política británica en el Oriente Medio llegó a un callejón sin salida. El primer ministro egipcio Mahmud Fahmi al-Nuqrashi - respaldado por el rey egipcio Faruq - insistió en que Gran Bretaña se comprometiera a evacuar sus fuerzas ante de que el gobierno egipcio estuviera de acuerdo en seguir adelante con las negociaciones para un tratado anglo-egipcio y sobre el futuro de Sudán. En julio, el gobierno egipcio fue más allá llevando su caso ante las Naciones Unidas.

La política británica en Palestina también llegó a un punto muerto. Tras el fracaso de las negociaciones con los representantes árabes y sionistas en Londres a principios de 1947, el gabinete británico había declarado su intención de devolver el mandato sobre Palestina a las Naciones Unidas. Gran Bretaña estaba perdiendo terreno en la guerra de propaganda, especialmente en los Estados Unidos, ya que los sionistas estaban retratando con éxito el conflicto en Palestina no como un conflicto árabe-judío, sino uno anglo-judío, entre un movimiento de liberación sionista y una potencia colonial. También sus duras medidas contra la inmigración ilegal de los sobrevivientes del Holocausto desde los campos de refugiados de Europa a Palestina, contribuyeron a la crítica internacional que culminó con el asunto del barco Éxodo en julio de 1947.

Los continuos informes sobre ataques sionistas contra los soldados británicos generaron un intenso resentimiento público y endurecieron la resolución del gabinete británico de evacuar Palestina. Como la crisis económica del Reino Unido se profundizaba, el primer ministro Clement Attlee se vio obligado a reducir los costes de las grandes fuerzas armadas emplazadas en el extranjero para defender un imperio que Gran Bretaña ya no era capaz de sostener, ya sea militar o económicamente. A principios de 1947, el gabinete anunció dramáticamente la intención británica de retirarse unilateralmente de la India.

Los gobernantes árabes siguieron de cerca los acontecimientos dramáticos que se desarrollaban en Londres, lo que indica que el orden imperial de la Gran Bretaña en el Oriente Medio estaba empezando a desmoronarse. Ellos contemplaron como la Gran Bretaña fallaba a la hora de suprimir la insurgencia sionista, como perdía gradualmente su control sobre el Oriente Medio y como estaba siendo relegado a una posición inferior respecto a los Estados Unidos. La declaración del presidente Harry Truman de Marzo de 1947 de que los Estados Unidos defenderían Turquía y Grecia contra la Unión Soviética reforzó estas creencias.

El plan de Gran Bretaña para un pacto de seguridad regional fue percibido consecuentemente como menos probable. Los líderes turcos y árabes eran menos propensos a formar parte de él. Pero el presidente sirio Quwatli creía que la Gran Bretaña no se rendiría en el Oriente Medio sin luchar, mientras que el rey egipcio Faruq le dijo a Mardam Bey, "Gran Bretaña juega con nosotros y nos explota en su propio interés, ganando en todos los frentes al mismo tiempo". El servicio de inteligencia francés estimaba que Gran Bretaña estaba lejos de perder su control sobre el Oriente Medio y que "todavía tenía muchas cartas con que jugar".

En el verano de 1947, un cambio tuvo lugar entre los arabistas británicos - en especial los de los servicios secretos - con respecto a la política de Oriente Medio del gabinete laborista. No habiendo podido influir en el primer ministro Attlee, quien resolvió retirar a una parte sustancial de las fuerzas británicas de la región, "secuestraron" la política de Oriente Medio de Gran Bretaña, tomando el asunto en sus propias manos. Estaban decididos a actuar contra lo que percibían como una política que estaba poniendo en peligro los intereses estratégicos vitales de su país ante el empuje soviético en la región.

Por lo tanto, de junio de 1947 hasta mayo de 1948, el Reino Unido llevó a cabo dos políticas contradictorias en el Oriente Medio: una oficial, realizada por el gabinete y por el secretario de Asuntos Exteriores; la otra sin autorización y en secreto, ideada por los agentes secretos y arabistas en El Cairo, Ammán y Bagdad. El brigadier Clayton jugó un papel clave en la coordinación e implementación de esta política encubierta.

Este breve análisis examina solamente si los agentes secretos y arabistas instigaron intencionalmente los ataques armados árabes contra la comunidad judía en Palestina, y más tarde contra el Estado de Israel, sin conocimiento o autorización de su gabinete. No aborda el equilibrio de poder entre los países árabes, que estaba estrechamente ligado a la guerra en Palestina; ni la contra-estrategia diplomática y militar adoptada por Ben-Gurion y sus asesores cercanos después de enterarse del plan secreto británico; ni la acción contraria francesa o soviética para socavar los diseños británicos en el Oriente Medio.

Labels: ,

Tuesday, August 12, 2014

¿Cuándo Gran Bretaña perdió la fe en Israel? - Benny Morris - Telegraph



Hace medio siglo, las relaciones entre Israel y Gran Bretaña eran amables. Más que amables. Se caracterizaban por la admiración. Y en ninguna parte de Gran Bretaña esa simpatía y admiración era más fuerte que en la izquierda y entre los jóvenes. La izquierda admiraba la democracia social de Israel, la energía y el espíritu pionero: Israel fue uno de los pocos estados que surgieron después de la Segunda Guerra Mundial, y el único en el Oriente Medio, que se convirtió en una historia de éxito.

También existía una enorme admiración por el movimiento kibbutz, con sus 300 asentamientos colectivos en los que miles de jóvenes británicos pasaron meses, e incluso años, como voluntarios, disfrutando del espíritu igualitario, el trabajo agrícola y el sexo. Los socialistas británicos admiraban a la poderosa asociación sindical de Israel, la Histadrut, que tenía su propia editorial, su banco, su prensa diaria, su servicio de salud y sus instalaciones industriales. Algo avergonzada, existía también una aguda apreciación de los militares de Israel al ser ingeniosos, audaces y exitosos.

En retrospectiva, e irónicamente, en ningún momento esta admiración general fue más aparente que en el momento de la mayor hazaña militar de Israel, en el período inmediatamente posterior a la guerra de 1967, cuando las fuerzas israelíes en seis días derrotaron a los ejércitos de Egipto, Jordania y Siria, y ocuparon Cisjordania, la Franja de Gaza, Jerusalén Este, la península del Sinaí y los Altos del Golán.

Pero medio siglo después, gran parte de esa admiración ha huido y la brillantez militar de Israel se ha convertido en algo que hay que denunciar y deplorar. ¿Qué ha salido mal?

Ya en 1937, una comisión real encabezada por Lord Peel recomendó el fin del mandato británico sobre Palestina y la partición del país en dos estados, uno muy pequeño judío y otro mucho más grande árabe. La comisión también recomendó que la mayoría de los habitantes árabes estacionado en el área del pequeño Estado judío debían ser transferidos a la zona árabe, por la fuerza si fuera necesario, con el fin de asegurar la estabilidad de la solución propuesta. Los árabes rechazaron esta partición exigiendo toda Palestina para ellos. Pero el gobierno británico, bajo la influencia de Neville Chamberlain, aprobó inicialmente las propuestas de la comisión Peel.

Este apoyo a la estatalidad judía, al menos en una pequeña parte de Palestina, se ajustaba a la política británica desde 1917, cuando el gabinete de Lloyd George emitió la Declaración Balfour en la que se apoyaba al establecimiento de un "hogar nacional judío". Pero dado el triple desafío planteado a Gran Bretaña por regímenes depredadores como la Alemania nazi, la Italia fascista y el Japón imperial, Chamberlain optó por apaciguar a los árabes (así como apaciguar a Hitler en Munich a costa de los checos), y en 1938-1939 Gran Bretaña dio marcha atrás y se convirtió en antisionista.

La llegada de la Segunda Guerra Mundial impidió – además de los sionistas – el establecimiento de la dominación árabe en toda Palestina, y tras ella, Gran Bretaña, ante su impotencia y disgusto, trasladó el problema al regazo de las Naciones Unidas. Esto se debió en buena medida a la rebelión terrorista de algunos grupos derechistas judíos, como el Irgun y el grupo Stern (o Lehi) contra la Gran Bretaña durante el período 1944-47, lo que dejó un gran enojo en Gran Bretaña contra "los judíos" para toda una generación o algo más.

En 1947, las Naciones Unidas volvieron a proponer una partición y una solución de dos estados. Una vez más, los árabes rechazaron la propuesta, y fueron a la guerra contra el emergente Estado judío. Pero perdieron,  y una de las consecuencias trágicas de la guerra de 1948 fue la creación de unos 700.000 refugiados palestinos. El mundo árabe se mostró incapaz de superar su humillación a manos de una insignificante comunidad judía de solamente 650.000 almas, y los refugiados, pudriéndose en unos campamentos miserables, se convirtieron en un reto permanente para la virilidad árabe. Los palestinos, incitados por los Estados árabes, nunca consintieron el resultado de 1948.

Moshe Dayan, entonces jefe del Estado Mayor, lo resumió en 1956 en un panegírico ante la tumba de un kibbutznik asesinado por infiltrados árabes de Gaza: "Durante ocho años, se han sentado en los campos de refugiados de Gaza, y han visto cómo hemos convertido sus tierras y pueblos, donde ellos y sus antepasados habitaban anteriormente, en nuestra casa... Más allá del surco de la frontera surgen oleadas de odio y venganza... No tengamos miedo a mirar de frente el odio que consume y llena la vida de cientos de miles de árabes que viven a nuestro alrededor... Esta es nuestra elección, estar preparados y armados, ser duros y rocosos, o bien la espada caerá de nuestras manos y nuestra vida será segada rápidamente".

Cerca de 200.000 de los refugiados de 1948 terminaron en la Franja de Gaza. Durante las siguientes décadas, los campamentos de refugiados - en realidad barriadas suburbanas – suministraron el combustible y la mano de obra para los ataques de terror contra Israel, además de servir como focos de las dos revueltas palestinas, o intifadas, en 1987-1991 y 2000-2004. Hoy, sus cifras de población alcanzan los 1,8 millones. Estos habitantes de esas barriadas son el principal campo de reclutamiento del ala militar de Hamas, que ha luchado contra el ejército israelí durante las últimas semanas en los callejones y túneles de Shaja'iya, Beit Hanun y Rafah.

Inicialmente, como los EEUU, Gran Bretaña apoyó el regreso de los refugiados a la zona que se convirtió en Israel. Pero como Israel absorbió a millones de empobrecidos inmigrantes judíos y los instaló en las antiguas zonas árabes, Occidente aceptó tácitamente el argumento israelí de que un retorno masivo socavaría el Estado judío y esos repatriados palestinos constituirían una gigante quinta columna. No obstante, el mundo islámico, incluyendo países ahora en paz con Israel como Egipto y Jordania, siguen afirmando el "derecho de retorno" de los refugiados.

La íntima relación de Gran Bretaña con Israel, fundada en la Declaración Balfour, alcanzó un nuevo nivel en 1956, cuando las tropas israelíes lucharon junto a Gran Bretaña y Francia en Suez. Para las potencias europeas, la derrota política con la que se saldó la acción supuso su expulsión de hecho del Oriente Medio. Pronto, Gran Bretaña aceptó a Israel no como una subordinada y reciente colonia, sino como un socio, como parte del mundo libre. Entonces el afecto floreció.

Pero no duró mucho: 1967 marcó su punto culminante. Una desafección gradual creció en Gran Bretaña. La ocupación por Israel de los territorios palestinos prolongó la resistencia palestina y los ataques de terror desencadenaron medidas drásticas y represalias israelíes, y en un mundo como el actual, post-imperial y post-colonial, el comportamiento de Israel preocupa y sobresalta. En ello intervino la difusión por la televisión y luego vía internet, de interminables imágenes de soldados de infantería israelíes castigando a los lanzadores de piedras, y más tarde, de tanques y aviones israelíes contra guerrilleros armados con Kalashnikov. La lucha se veía como una lucha brutal y desigual. Los corazones liberales acogieron a los visualmente más débiles, y los antisemitas y los oportunistas de varias clases se unieron al coro anti-israelí.

Los israelíes podrían argumentar que esos “pobremente armados” (relativamente) Hamasniks de Gaza vuelven a querer echar a los judíos al mar; que la lucha no es en realidad entre Israel y los palestinos, sino entre la pequeña Israel y los vastos mundos árabe y musulmán, que durante mucho tiempo han preconizado la desaparición de Israel. Incluso podrían argumentar que Israel no es el objetivo final, que los islamistas buscan la desaparición del propio Occidente, y que Israel no es más que un puesto avanzado de una civilización más extensa que les resulta aborrecible y tratan de derrocar.

Pero las televisiones no muestran este panorama más amplio y las imágenes no pueden aclarar ideas. Solo muestran al poderoso Israel aplastando a la desaliñada Gaza. Las TV occidentales nunca muestran a los milicianos de Hamas, ni a un hombre armado, ni un cohete lanzado contra Tel Aviv, ni a los que bombardean a los kibutz cercanos. En estas últimas semanas, viendo las televisiones occidentales, me ha parecido como si los F-16, los tanques Merkava y las piezas de artillería israelí de 155 mm estuvieran luchando contra unas madres angustiadas, unos niños mutilados y unas concretas y deterioradas barriadas. Todo ello sin ningún Hamasnik en la batalla. Ni tampoco los más de 3.000 cohetes que alcanzaron el territorio israelí, inclusive Tel Aviv, Jerusalén y Beersheba.

Tampoco las bombas de los morteros se veían impactar en los comedores de los kibutzim. Ni por supuesto, los cohetes disparados contra Israel desde los hospitales y las escuelas de Gaza, diseñados expresamente para provocar la respuesta israelí, que luego sí podría proyectarse como una atrocidad.

Entre las ruinas de la guerra, algunos hechos básicos acerca de los contendientes se han perdido: Israel es una democracia liberal occidental, donde los árabes tienen capacidad de votar a sus propios partidos y que, como a los judíos, no se les detiene en medio de la noche por lo que ellos piensan o dicen. Si bien es cierto que existe un violento sector de derechistas, los israelíes siguen siendo básicamente tolerantes, incluso en tiempos de guerra, incluso ante la provocación terrorista. El país es una potencia científica, tecnológica y artística, en gran medida debido a que es una sociedad abierta.

En la otra parte se encuentran una serie de fanáticas y totalitarias organizaciones musulmanas. Hamas tiene a la población de Gaza como rehén en su puño de hierro y es intolerante con todos los "otros" - judíos, homosexuales, no musulmanes, socialistas -. ¿Cuántos cristianos han permanecido en Gaza desde la violenta toma del poder por parte de Hamas en 2007?

Los palestinos han sido maltratados, no hay duda sobre eso. Gran Bretaña, Estados Unidos, sus hermanos árabes, los sionistas, todos son culpables de ese maltrato. Pero también son culpables ellos mismos, al haber rechazado uno tras otro los compromisos para crear dos estados - y por lo tanto uno propio en Cisjordania, Jerusalén oriental y Gaza -, ofrecidos en 1937, 1947, 2000 y 2008. Ese estado palestino resulta necesario y constituiría un mínimo de justicia.

Pero esto no es lo que quiere Hamas. Al igual que el ejército islámico (ISIS) en Irak y Siria, al igual que Al Qaeda y al igual que Shabab en Somalia y Boko Haram en Nigeria, ellos buscan destruir a sus vecinos occidentales. Y los Nick Clegg de este mundo (el líder del partido liberal-democrático, con un conocido grupo de diputados con tendencias antisemitas y anti-israelíes) que preconizan que Gran Bretaña  suspenda la venta de armas a Israel, son sus cómplices.

Es como si esta gente realmente no entendiera el mundo en el que vive, como esos otros liberales de Gran Bretaña y Francia que pedían el desarme y la revisión del tratado de Versalles en un sentido pro-alemán en los años treinta. Pero el mensaje es claro. Los bárbaros están realmente a las puertas.

Labels: ,