Wednesday, August 31, 2011

Humor judío - IsraelValley



Un anciano judío emigra a Israel desde la Unión Soviética. Al llegar a Israel, se le interroga.

- ¿Cuál era su situación económica allí?

- Bueno, no me podía quejar.

- ¿Y que tal andaba de alojamiento?

- Ya le digo, no podía quejarme.

­- ¿Y en cuanto al antisemitismo?

- Lo dicho, no me podía quejar.

- En ese caso, ¿por qué ha venido a Israel?

- Porque aquí, sí puedo quejarme.

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Tuesday, August 30, 2011

Muy interesante: La pasión secreta del nuevo antisemitismo - Assaf Sagiv - Azure


Fotografía de Zachi Evenor

El aclamado director danés Lars von Trier probablemente sólo hizo el payaso cuando, durante una conferencia de prensa en Cannes, en el Festival de Cine, anunció que "entendía" a Hitler, e incluso "simpatizaba un poco con él". En respuesta a la evidente incomodidad del auditorio, von Trier, un veterano chistoso, se apresuró a aclarar que no tiene "nada en contra de los judíos", aunque no pudo dejar de admitir que "Israel es un grano en el culo". Pero la piedra que había lanzado ya había alcanzado el fondo del pozo, y ni siquiera su disculpa oficial podría disminuir la impresión dejada por sus comentarios. Von Trier fue declarado persona non grata por la junta directiva del festival y salió rápidamente con el rabo entre las piernas. Es dudoso que obtuviera algún consuelo de aquellos que salieron en su defensa: el viceministro de cultura en Irán, un país no precisamente conocido por su tolerancia, se apresuró a denunciar el tratamiento de Cannes al director, calificándolo de una mancha oscura en la historia del festival.

Es ciertamente posible que los comentarios "impolíticos" de von Trier no fueran más que un mal ejemplo del "humor danés", como más tarde argumentaría. Pero entonces, probablemente, nunca se habría atrevido a dar voz a esas bromas si no se sintiera seguro de que, por lo que a los judíos se refiere, ya se puede decir cualquier cosa hoy en día. Y en efecto, a pesar de la gravedad de la respuesta de los medios de comunicación y de la reacción negativa del público, tal creencia no estaría totalmente fuera de lugar: las actitudes descaradamente antisemitas, que una vez se recibieron con desprecio y repugnancia, lentamente empiezan a reaparecer en el discurso europeo más habitual. Las principales figuras intelectuales y culturales ya no dudan en arremeter contra el pueblo judío. El reconocido músico griego Mikis Theodorakis, por ejemplo, proclamó en 2003 que los judíos "eran la raíz del mal". Tras desencadenar una tempestad de críticas, Theodorakis trató de mitigarlas con la afirmación de que sus palabras estaban dirigidas exclusivamente contra el gobierno de Israel y los consejeros judíos del presidente estadounidense. Sin embargo, en una entrevista que concedió recientemente a una cadena de televisión griega, dejó poco margen para la duda: "Todo lo que hoy sucede en el mundo tiene que ver con los sionistas", afirmó, y añadió, "en buena medida, los judíos americanos están detrás de la crisis económica mundial que también ha afectado a Grecia".

José Saramago, el escritor portugués ganador del Premio Nobel de Literatura de 1998, cantó una canción similar en 2002, cuando anunció que el bloqueo israelí de Ramallah estaba "en el espíritu de Auschwitz... Este lugar se ha convertido en un campo de concentración". Al igual que Theodorakis, Saramago insistió en que su crítica mordaz del Estado judío no era en realidad antisemita. Su vigorosa negación, sin embargo, era incompatible con una declaración que realizó tan sólo unos meses más tarde. Durante una visita a Brasil, Saramago anunció que los judíos "no merecían ninguna simpatía por el sufrimiento que experimentaron durante el Holocausto". Después de todo, "ellos no aprendieron nada de los sufrimientos de sus padres y abuelos”. Además añadió que los judíos, y los israelíes en particular, habían desarrollado la necesidad de endurecer su moral (“una gruesa piel”) de generación en generación.

Habiendo sido blanco repetidamente de procesos de aniquilación, difícilmente unos pocos ataques verbales, por repugnantes que puedan ser, deberían afectarlos. Pero las declaraciones de Theodorakis, Saramago y otros, sin duda asombraron a muchos, y decepcionaron a sus admiradores judíos. Después de todo, Theodorakis no sólo ha luchado durante toda su vida contra la opresión, sino que incluso compuso la balada de Mauthausen, un tributo musical desgarrador a los internos y sobrevivientes de los campos de exterminio nazis. Los libros de Saramago también revelan su infinita compasión y amor profundo por los condenados de la tierra. ¿Cómo entonces el antisemitismo, el odio más antiguo y la causa de algunos de los más atroces crímenes de la humanidad, ha vuelto ha introducirse en el corazón de estos humanistas?

Tal vez pueda extrañar que la reacción judía a este denominado nuevo antisemitismo parezca imbuida de un sentido de indignación, si no de amarga decepción, ante el hecho de que muchos de los que se comprometieron a luchar contra el racismo y los prejuicios parecen optar por posicionarse en contra de la nación más perseguida de la tierra, y ya no estén a su favor. Algunos judíos, incapaces de digerir esta nueva realidad, se esfuerzan en insistir que las feroces denuncias del Estado de Israel y del sionismo no necesariamente se pueden equiparar con los sentimientos antisemitas. De hecho, afirman, el motivo de estas críticas puede derivarse en realidad de una profunda preocupación por la "actual estatura moral” de los judíos. Otros tienen una visión más pesimista, subrayando que esa es la ruta habitual del mundo. Cuando se trata del odio a los judíos, poco ha cambiado a lo largo de las generaciones. Ambas opiniones se basan en ciertos supuestos previos: el primero, la creencia de que las personas que realmente buscan el bien de toda la humanidad también desean el bien de los judíos; y el segundo, la convicción de que incluso en la actualidad, hay una motivada versión "progresista" del antisemitismo, y que en última instancia, es la misma familiar aversión al Otro.

Estos supuestos pueden satisfacer a aquellos que los publicitan, pero no coinciden con la realidad. La ola antisemita que actualmente recorre Occidente es a la vez predecible y desconcertante, pero lo que la hace particularmente desafiante es una combinación aparentemente imposible de "rechazo y atracción", de judeofobia por un lado y de, por extraño que pueda parecer, fascinación por lo que los judíos son y encarnan para los demás. Un fenómeno tan extraño requiere una cuidadosa consideración. El primer paso es despedir varias nociones comunes, aunque erróneas, que socavan nuestra capacidad de comprender las fuerzas a las que nos enfrentamos, así como su amenaza tangible.

La primera concepción que deberá ser reexaminada tiene que ver con la distinción tradicional entre "nuevo" y “viejo” antisemitismo. Esta distinción se debe a la impresión de que la cepa actual de antisemitismo, que prevalece en los círculos que defienden una visión del mundo universalista, representa un cambio decisivo respecto a la versión tradicional de odio a los judíos, supuestamente producto de una confrontación entre dos identidades específicas: de una nación o “raza” específica en un lado, y la judía en el otro. En efecto, el Holocausto, el trauma más horrible en la historia del pueblo judío, refuerza esa impresión – ahora un indiscutible cliché – de que el antisemitismo no es más que una expresión extrema, si no la mayor, de racismo, entendido en su sentido más amplio. Sin embargo, incluso un somero recorrido histórico nos mostrará que la forma dominante y más popular del antisemitismo deriva precisamente de los paradigmas universalistas, los cuales no pueden conciliarse con el particularismo judío.

La primera vez que los judíos chocaron con un paradigma universalista fue durante el período helenístico. La civilización helenística, que floreció durante unos tres siglos antes y después de la era común, exaltó la herencia griega y la impuso a los vastos territorios invadidos por los ejércitos de Alejandro Magno. Como parte de esos esfuerzos cuasi misioneros del helenismo, la “identidad griega" fue despojada de sus rasgos geográficos y se convirtió en su lugar en una identidad incluyente, una que todas las personas podrían - y deberían - adoptar. El "helenismo tenía un sentido de misión cultural y su cultura se difundió no sólo como el fruto de los contactos inevitables entre los diversos segmentos de la población, sino como parte de una política deliberada", afirma el historiador Yaacov Shavit. "El helenismo fue una civilización asimilacionista con una dimensión cosmopolita, a-nacional y a-étnica. Contempló la cultura como una plataforma para la asociación humana, algo que no contempló en la 'raza' o en la 'religión'".

El conflicto entre el helenismo y el judaísmo, por lo tanto, era inevitable, y también - como cualquier persona que celebra Hanukka lo sabe - fue excepcionalmente violento. Los enfrentamientos tuvieron lugar en los campos de batalla de la Tierra de Israel, en las calles de las ciudades mixtas como Alejandría, e inclusive en los escritos de los historiadores. De hecho, los textos más antiguos conocidos que contienen una flagrante propaganda anti-judía son los de los helenistas Manetón, Diodoro de Sicilia, Lisímaco, y el más conocido de todos, Apión, el director del museo de Alejandría, a quien Flavio Josefo atacó en una brillante obra polémica. Sus escritos describían a los judíos como arrogantes, dados a extraños ritos y profundamente hostiles hacia el resto de la humanidad. Según Diodoro, la "misantropía" y "xenofobia" de los judíos casi les llevó a su destrucción por lo menos en una ocasión: durante su asedio de Jerusalén en el 135-134 a. C., el rey seléucida Antíoco VII fue urgido por sus asesores para:
"tomar la ciudad violentamente y limpiar por completo la nación de los judíos, ya que era el único de todos los países que evitaba las interacciones con otras personas y miraba a todos los hombres como sus enemigos. Señalaron además que los antepasados de los judíos fueron expulsados de Egipto como personas impías y detestadas por los dioses. Para purgar el país de todas aquellas personas que tuvieran marcas blancas y de leprosos en sus cuerpos, fueron reunidos y obligados a cruzar la frontera, como si sufrieran una maldición; estos refugiados, que se habían reunido en el territorio alrededor de Jerusalén y habían organizado la nación de los judíos, habían hecho de su odio a la humanidad una tradición, y por esta razón habían introducido leyes totalmente extrañas: no partían el pan con cualquier otro pueblo, ni les mostraban buena voluntad".
No es una casualidad que el segundo paradigma universalista que desafió al pueblo judío fue formulado por un judío helenista: Pablo (Saulo de Tarso). La teología paulina transfirió la elección divina desde el colectivo judío – el "Israel de la carne", que aún mantenía los preceptos de la Toráh -, a todos aquellos que aceptaron a Jesús como el Mesías, el llamado "Israel del espíritu". En su Epístola a los Gálatas, Pablo les dice a la nueva comunidad universal de los creyentes: "Porque por la fe en Cristo Jesús, todos vosotros sois hijos de Dios. Porque todos habéis sido bautizados en Cristo, habéis sido revestidos de Cristo. Por lo tanto, ya no hay ni judío ni griego, ni esclavo ni liberto, ni varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, entonces ya sois descendencia de Abraham, y sois sus herederos según la promesa”. Así fue como los judíos, que obstinadamente sellaron sus corazones al verdadero evangelio, perdieron su estatus especial como pueblo escogido de Dios. Sin embargo, la Iglesia todavía les asignó un papel clave en el drama de la historia: el amargo destino de los judíos, pensaban los cristianos, era una prueba inequívoca de su error al rechazar a Jesús.

"Pero los judíos... fueron aún más miserablemente perdidos por los romanos, y fueron totalmente desarraigados de su reino, donde los extranjeros ya gobernaban sobre ellos, y fueron dispersados por la tierra (por lo que, efectivamente, no tienen un lugar propio), y son por lo tanto sus propias Escrituras las que nos dan testimonio, ya que nosotros no hemos forjado las profecías acerca de Cristo", escribió San Agustín en la Ciudad de Dios.
"De ello se desprende que cuando los judíos no creen en nuestras Escrituras, se cumplen en ellas sus propias Escrituras, las cuales leen con ojos ciegos y sin meditar. A menos que quizás alguno quiera decir que los cristianos han fabricado las profecías de Cristo, que se publicaron bajo el nombre de la Sibila o de cualquier otra profecía que puede ser atribuido a otros, pero que no tienen ninguna relación con el pueblo judío. En cuanto a nosotros, encontramos suficientes esas profecías que se producen a partir de los libros de nuestros oponentes, cuyo testimonio nos suministran impelidos por la fuerza de la razón y contra su voluntad, a pesar de tener y conservar esas Escrituras, los vemos esparcidos por todas las naciones y por cualquiera parte que se extiende la Iglesia de Cristo”.
La doctrina de San Agustín “de los testigos" continuó para dar forma a la actitud de la Iglesia hacia el judaísmo desde hace siglos. En ciertos aspectos, tal vez deberíamos estar agradecidos por esto: Agustín pudo haber reprobado duramente a los judíos, sin embargo, también instruyó a sus hermanos cristianos para que pudieran conservar su existencia separada y aislada. "Tú no los matarás, hasta que por fin olviden su ley: dispersadlos a la fuerza", cita de los Salmos. Y en efecto, aunque el catolicismo persiguió y desposeyó al pueblo judío de varias formas a lo largo de los siglos – y a pesar de que las directivas de Agustín y de los papas y teólogos posteriores fueron violadas constantemente por reyes, sacerdotes y el resto de incitadores de las masas -, los judíos nunca se enfrentaron el peligro de la aniquilación física o espiritual completa a la sombra de la cruz.

El tercer paradigma universalista, el de la Ilustración, sin duda ha mejorado la situación de los judíos de manera significativa, liberándolos como hizo de los guetos y permitiéndolos integrarse en la sociedad europea. Sin embargo, incluso en estas circunstancias favorables, el antisemitismo floreció. Esto no fue un accidente, el deseo de liberar a la humanidad de las cadenas de la superstición y de las costumbres anticuadas estaba en marcado contraste con el rechazo obstinado, incluso orgulloso, de la mayoría de los judíos a renunciar a su particularidad. Voltaire, el enemigo jurado de todo prejuicio, se dirigió a los judíos en palabras que destilan veneno: "Han superado a todas las naciones en leyendas exorbitantes, mala conducta y barbarie. Y ustedes están pagando por ello, es su destino". Sentimientos similares fueron transmitidos por Diderot y d'Holbach, quienes condenaron la tendencia de los judíos "a la segregación y al fanatismo religioso”. Immanuel Kant, el pensador más importante de la Ilustración, instó a los judíos a aceptar el cristianismo públicamente y estudiar los Evangelios con el fin de que puedan probar que son dignos de los derechos civiles, preconizando así "una eutanasia del judaísmo". Resultaría entonces que el nuevo universalismo, aunque humanista y racionalista en su naturaleza, trató de erradicar la existencia de los judíos, incluso antes de que esa misma idea comenzara a excitar a los enemigos ideológicos de la Ilustración. "El moderno antisemitismo secular", señaló Arthur Hertzberg, "no se generó como reacción a la Ilustración y la Revolución [Francesa], sino desde dentro de la propia Ilustración y Revolución".

Hasta finales del siglo XIX, los judíos fueron sometidos a implacables ataques desde la izquierda y la derecha. Aunque no debemos dejar de subrayar el impacto negativo de los nacionalistas y racistas, como Wilhelm Marr, Luger Karl, Richard Wagner y Eduard Drumont Edouard, figuras prominentes del otro lado del espectro político - el reaccionario -, audaces defensores de la igualdad y de la libertad hicieron su propia contribución al odio. El pensador francés Charles Fourier vio a los judíos como una nación de tramposos y ladrones, Karl Marx despreciaba su codicia, Pierre-Joseph Proudhon, uno de los padres fundadores del anarquismo, creía que "el judío era el enemigo de la raza humana. Esta raza debe ser enviado de vuelta a Asia o exterminada". Incluso Jean Jaurès, el líder socialista que salió en defensa de Dreyfus (y por lo tanto cuenta con calles que llevan su nombre en Israel), no siempre fue un defensor del filosemitismo. En 1895, el mismo año en que Dreyfus fue condenado por traición, Jaurès publicó un artículo en el diario La Depeche de Toulouse en el que dio la bienvenida a la creciente hostilidad entre los argelinos nativos a la presencia judía entre ellos. “¿Por qué?”, se preguntaba, "¿no hay un serio movimiento antisemita en Argelia, ya que los judíos están practicando sus métodos de apropiación y extorsión a los árabes?". Así hablaba alguien que todavía se considera un icono histórico de la izquierda francesa. Si esto les suena muy familiar, es porque proclamas similares se pronuncian regularmente hoy en día por aquellos que juran eterna devoción a los ideales de igualdad, justicia y amor a toda la humanidad.

Parece pues seguro afirmar que el "nuevo antisemitismo" simplemente sigue el camino abierto anteriormente por tres paradigmas universalistas: el helenismo, el catolicismo y la modernidad. Sin embargo, también representa algo nuevo. Lo que lo convierte en un fenómeno nuevo no es el vínculo entre una visión del mundo progresista y el antisemitismo, una combinación tan antigua como la propia Ilustración, sino más bien el "carácter radicalmente pluralista de la nueva visión universalista". No estamos ante un cosmopolitismo moderno del tipo propuesto por Kant, por ejemplo, que tiene como objetivo la abolición de todos los particularismos étnicos y nacionales en el nombre de la causa humanista, se trata en cambio de un estado de animo posmoderno, el cual niega cualquier pretensión de totalitarismo y aboga vigorosamente por el reconocimiento de la diferencia y de la aceptación del Otro. En otras palabras, en lugar de luchar para superar diferentes identidades, alaba lo particular y celebra la diversidad.

¿Cómo puede entonces una ideología que aboga por la apertura y la tolerancia reconciliarse con el rechazo de una marca específica del particularismo, es decir, el particularismo judío? La respuesta se puede encontrar en el modelo etnocéntrico del sionismo como Estado-nación. Para los radicales y los progresistas puristas la esencia misma de Israel es ilegítima: es un Estado racista de apartheid que brutalmente pisotea los derechos de sus ciudadanos no judíos, por no hablar de los millones de palestinos que viven en Judea, Samaria y Gaza bajo su ocupación directa o indirecta. Pero la oposición al sionismo, que se pinta con audaces colores morales, a menudo encubre una profunda animosidad, una que se dirige contra los judíos en su conjunto. Este hecho ha sido señalado por Robert Wistrich, una autoridad en antisemitismo:
"Los judeofobos de izquierda, a diferencia de sus predecesores de hace un siglo, nunca se hacen llamar "antisemitas". De hecho, suelen indignarse ante la sugerencia de que tienen algo en contra de los judíos. A pesar de tales negaciones, por lo general están obsesionados con la estigmatización de Israel. El sueño de la extrema izquierda durante mucho tiempo ha sido la disolución de la odiada "entidad sionista", y ello en nombre de los derechos humanos, para así hacer que el mundo sea Judenstaatrein. Por lo tanto, niegan al pueblo judío un derecho humano y político fundamental que ellos sin embargo defienden de manera militante para los pueblos “no blancos”, sobre todo los palestinos, es decir, el derecho a la autodeterminación nacional. Este antisionismo de la izquierda radical, profundamente discriminatorio hacia el nacionalismo judío, se ha extendido a la izquierda progresista dominante, cuya retórica implacable busca socavar la legitimidad moral e histórica del Estado judío. El izquierdista progresista presenta a Israel como un Estado nacido de un "pecado original" por haber desplazado, expropiado o expulsado a una población "aborigen".
Lo que distingue a la propaganda antisemita de toda crítica legítima es la terca insistencia en que Israel debe cumplir unas normas (una perfección) de las que los demás países están exentos, además de la exigencia de que a los judíos se les niegue un derecho al que los demás pueblos tienen obligación, gobernarse a sí mismos. Sin embargo, no se puede descartar al nuevo antisemitismo como una versión moderna de ese mismo viejo odio, ya que en cierto sentido el universalismo postmoderno se identifica profundamente con lo que se supone que el "judío" representa. Y es precisamente esta identificación la que lleva, vamos a verlo, a la denuncia generalizada de los judíos tan común hoy en día.

Un artículo publicado en el 2002 por José Saramago en el diario El País nos puede ayudar a entender este complejo fenómeno. En este texto, un absoluto libelo antisemita, Saramago denuncia no sólo el "racismo patológico y obsesivo" de los sionistas, sino también la desvergüenza del pueblo judío en su afirmación de ser "víctima a expensas de los demás". “Los judíos”, escribe Saramago, “son educados y entrenados en la idea de que cualquier sufrimiento que hayan infligido, o estén infligiendo, o vaya a inflingir a los demás, especialmente a los palestinos, siempre será inferior a lo que sufrieron en el Holocausto. Los judíos se regodean sin fin en esa herida propia para mantenerla sangrando, para hacerla incurable, y así mostrarla al mundo como si fuera una bandera".

El resentimiento que reseuna en los ataques de Saramago refleja lo que el sociólogo Jean-Michel Chaumont ha denominado "la competencia entre las víctimas". En efecto, el afán de colocarse en el papel de víctima es un signo de estos tiempos. Como resultado, el sujeto postmoderno, si puede llamársele así, ha sufrido una transformación completa: "ya no es una fuerza activa, el autolegislador y el autocreador elogiado por los pensadores de la Ilustración, es más bien un ser pasivo, maltratado y manipulado, siempre pisoteado por esas fuerzas de enormes proporciones del Estado, del capitalismo global, de la hegemonía masculina, del colonialismo occidental, y similares". Si el siglo XVIII celebró el triunfo del hombre, la época actual nos revela el dolor de su derrota final.

Dentro de la interminable lista de los oprimidos, el judío se supone que ocupa un lugar privilegiado, ya que, después de todo, ha sido la víctima arquetípica. Y por un tiempo, de hecho, la izquierda europea le otorgó ese papel. Al principio, esa izquierda, ante el afán de liberarse del pesado fardo de culpabilidad dejado por el nacionalsocialismo y para formular una antítesis, empujó incluso a la intelectualidad radical hacia el polo opuesto, hacia un filosemitismo demostrativo. Cuando las autoridades francesas impidieron al líder estudiantil Daniel Cohn-Bendit - "Danny el Rojo" o "el judío alemán", tal como los gaullistas se referían a él - volver a Francia en mayo de 1968, miles de jóvenes salieron por las calles de París y airadamente cantaban: "Todos somos judíos alemanes". "La improvisada marcha fue también una fiesta", recuerda Alain Finkielkraut, “la identidad judía no era solo exclusiva de los judíos". El pensamiento europeo adoptó una actitud similar.

Durante siglos, la filosofía se puso inequívocamente del lado de Atenas en su eterna rivalidad con Jerusalén. Desde la década de 1960, sin embargo, ha mostrado un creciente interés por la ética judía, gracias a la obra de pensadores como Emmanuel Levinas y Jacques Derrida. Mientras que la metafísica occidental, el racionalismo y la modernidad fueron declarados culpables de la violencia y la represión, si no es que allanaron el camino a Auschwitz, la alternativa cultural que encarnaron las víctimas perseguidas disfrutó de una repentina popularidad entre la élite intelectual.

Pero este cambio de fortuna tuvo también su lado negativo: como los nuevos objetos de un entusiástico culto moral, los judíos fueron perdiendo su realidad tangible. Se transformaron de seres de carne y hueso en figuras universales cuasi abstractas que encarnaban el victimismo y todo lo relacionado con él: la transitoriedad, el desarraigo, la falta de poder. Philippe Lacoue-Labarthe y Jean-Luc Nancy, destacados filósofos franceses, escribieron por ejemplo que "la identidad judía no es una identidad. El pueblo judío no se compone de un sujeto y no hay nada propiamente judío... Lo que debemos entender es que debido a esta falta de sujeto, los judíos son portadores de la revelación de que una formación social o institución política, lo que sea... nunca será capaz de realizarse a sí misma como sujeto. No existe, en general, carece de una completa identidad política".

"Los judíos", se queja Alain Badiou, un pensador provocador a menudo acusado de antisemitismo, "ahora son algo, una palabra que uno está obligado a reconocer y respetar, y antes que nada algo que reverenciar, una palabra maestra, en definitiva". Y en “Heidegger y los Judíos”, escrito por Jean-François Lyotard, la palabra judíos se escribe con una letra minúscula "j", con el fin de dejar claro que no representa a un grupo étnico específico, sino a todos los desposeídos, sean quien sean.

Por desgracia, el intento de disociar el marcador "judío" de la realidad no ha tenido éxito. El pueblo originario y tangible que representa se ha negado a abandonar el escenario de la historia (para convertirse en algo abstracto, universalizado). Peor aún, ha tenido el descaro de redefinirse por medio de un poderoso y exitoso Estado nación. Tal vez este cambio de roles no haya inspirado tan gran descontento como el hecho de que los judíos, al mismo tiempo, han continuado insistiendo en que la humanidad no olvide sus sufrimientos pasados (despojando el carácter único de la Shoah y del antisemitismo en aras de una abstracción universalista). Para los fanáticos seguidores del culto a la víctima, se trataba de una demanda intolerable: una especie de criatura híbrida del sionismo, de maestro-víctima, en suma, una contradicción evidente, un anatema para la visión moral postmoderna. La decepción agitándose a causa de estas pretensiones escandalosas, ha dado a luz al argumento de que el Estado judío “no es judío en absoluto”, ciertamente “no en su esencia (debe ser perfecto para poder corresponder a las pretensiones universalistas)”. Como lo explica Finkielkraut:
"Nosotros, los europeos, ya no denunciamos la “vocación cosmopolita” de los judíos, al contrario, la exaltamos y les reprochamos haberla traicionado. Lamentamos que el "judío" ya no es lo que era, con la excepción admirable de unos pocos hombres justos, unos pocos disidentes, unos profetas obstinados que no se dejan intimidar y que se atreven a pensar libremente. Sin embargo, en lugar de apreciar esa extrañeza inquietante de los judíos, les exhortamos a la tarea de unirse a nosotros los europeos en el momento mismo en que les echamos de nuestro lado. Estamos molestos por su prematura asimilación entre las naciones, acerca del sinuoso camino que les ha conducido a la idolatría del lugar (de la tenencia de un Estado, de una ubicación delimitada), justo cuando el mundo civilizado ha cambiado en masa hacia un paisaje sin límites ni fronteras, y errante".
Este intento de convertir al insoportablemente particularista "viejo judío” en un nuevo y mejorado “modelo para todos”, uno que trasciende los límites de las comunidades específicas, es la fuerza motriz detrás del nuevo antisemitismo. La universalización de la víctima exige la eliminación - física o simbólica – de la víctima como hecho particular.

Una comparación entre esta postura y el paradigma católico antes mencionado podría resultar instructiva. La doctrina agustiniana veía los sufrimientos de los judíos como un castigo divino, así los cristianos nunca podrían envidiar el amargo destino de los judíos. Por el contrario, la moralidad post-nacional y post-colonial idolatra al oprimido. Es precisamente por esta razón por la que el judío se aferra a su sufrimiento, como si defendiera su propiedad privada, y lo que debe hacer es dejar de lado su carácter excepcional, a fin de que su sufrimiento quede absorbido en el sufrimiento general (o universal).

El manto de justicia que asume esta especie única de judeofobia hace que sea muy atractiva para la “gente de conciencia”. Los “activistas e intelectuales israelíes progresistas y de buen corazón” se sienten atraídos a unirse a esta creciente campaña pública contra el Estado sionista, todo ello en la creencia de que están cumpliendo con su obligación moral con la humanidad, y tal vez incluso con el destino del pueblo judío (su asimilación en el magma universal). Es cierto también que sus denuncias de Israel a menudo son excesivamente entusiastas, motivadas por el poderoso deseo de demostrar que son dignos ante los ojos de sus compañeros de lucha occidentales. Pero la mayoría de ellos realmente no son odian a si mismos como judíos, tal como afirman sus críticos. Por el contrario, están terriblemente equivocados, formando parte inconsciente de una campaña insidiosa. Sólo podemos esperar que se les pase la borrachera antes de que sea demasiado tarde.


Assaf Sagiv - Azure

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Monday, August 29, 2011

Los movimientos de cabeza de la Shema’ – Bezalel Naor – Seforim blog


El Shema' de Siddur

La oración más importante en el judaísmo es la Shema’: Shema' yisrael adonai eloheinu adonai ehad ("Escucha Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor es uno"). Esta afirmación de la unidad absoluta de Dios es la piedra angular de nuestra fe. Por mandato bíblico, un judío recita la Shema’ dos veces al día, se-shokhbekha u-ve-kumekha ("cuando te acuestes y cuando te levantes"), véase Deuteronomio 6:7.

Todo lo anterior es bastante famoso. Lo que aún hoy en día es un hecho poco conocido es que hubo una época en la que esta recitación estuvo acompañada por movimientos de la cabeza hacia las cuatro direcciones, y arriba y abajo. Esta práctica se registra tanto en el Ge'onim (los sabios post-talmúdicos de Babilonia) y el Rishonim (sabios medievales europeos). La base para esta observancia es la siguiente declaración en el Talmud:
Symmachus dice: "El que prolonga la palabra ehad ("uno"), sus días y años se prolongan.
Dijo Rav Aha bar Ya’akov: "Y [especialmente] la letra dalet [de ehad]".
Dijo Rav Ashi: "Siempre que no acelera la letra het [de ehad]".
R. Yirmiyah estaba sentado ante R. [Hiyya bar Abba]. Él vio que se estaba prolongando demasiado. Y le dijo: "Una vez que le has proclamado Tú Rey arriba y abajo, y por los cuatro vientos del cielo, no necesitas nada más".
Rashi, el exegeta del siglo XI de Troyes, Francia, comenta: "Proclamado Tú Rey arriba, etc. Tienes que prolongar la cantidad [de tiempo] hasta pensar en tu corazón que el Señor está en el cielo y en la tierra y en sus cuatro direcciones".

Este es un método “sin cuerpo”, no hay mención en Rashi de los actuales movimientos del cuerpo. La visualización del cielo, la tierra y los cuatro puntos cardinales es puramente mental.

Sin embargo, si uno consulta el comentario del Rabbi Menahem Ha-Me'iri de Perpignan, Provenza (1249- 1306) se encuentra una dimensión adicional: "La cantidad de alargamiento de la letra dalet es la requerida para la imagen en el corazón que Él, bendito sea, gobierna sobre el cielo, la tierra y los cuatro vientos del mundo. Y por esta razón, es costumbre inclinar la cabeza y moverla hacia esos lados. Sin embargo, si se prefiere no inclinar la cabeza, no es necesario, porque la cuestión no depende de la inclinación de la cabeza y de sus movimientos, sino más bien del sentimiento en el corazón".

Me'iri vuelve a este tema en su comentario sobre el Tractatus Sukkah, cuando se discute sobre la na'anu'im o el ondear de las lulav (las ramas de palmera), durante la fiesta de Sukkot. Allí él opina que, tanto en lo que respecta al movimiento de la lulav durante el rezo del Hallel y el movimiento de la cabeza durante la Shema', sólo uno de vaivén y de arriba a abajo se denomina movimiento (a diferencia de las cuatro direcciones, y arriba y abajo). "Lo que ellos dijeron... Prolongar la palabra ehad ("uno") lo suficiente como para proclamarle Rey arriba y abajo y en los cuatro vientos del mundo, incluso eso requiere solo un movimiento hacia las dos direcciones, abajo y arriba. Por otra parte, algunos dicen que en ehad ningún movimiento es necesario, sólo hay que imaginarlo en el corazón".

Me'iri no es el único comentarista provenzal que da testimonio de la práctica de los movimientos de la cabeza. Su contemporáneo, el rabbi David ben Levi de Narbona escribe: "¿Por cuánto tiempo? El tiempo suficiente para proclamarlo Tú Rey, etc. Algunos interpretan que lo proclaman Rey moviendo solo la cabeza. Y así lo interpretó Rabbenu Hai, de bendita memoria".

En la Provenza, donde se encuentra la mayoría de las evidencias acerca de los movimientos de la cabeza, hubo algunos que encontraron esta práctica absurda (huka ve-itlula). Tal vez, estas autoridades son la excepción, más que los propios movimientos, como nos da entender el hecho de que como sucede a menudo en el caso de los rituales, la gente sencilla se centra en lo externo y no en la conciencia interior que es la esencia.

El codificador alemán rabbi Jacob ben Asher (muerto en Toledo, España antes de 1340) defendió la práctica de los movimientos de la cabeza que acompañan a la Shema':
"Hay que prolongar la dalet de ehad la cantidad [de tiempo] que pensar en nuestro corazón que el Santo, bendito sea Él, es único en Su mundo, arriba y abajo, y en los cuatro vientos del mundo. Hay algunos que están acostumbrados a una inclinación de la cabeza de acuerdo con el pensamiento, arriba y abajo, y hacia las cuatro direcciones. Algunos se oponen a esta práctica debido a la declaración de los rabinos: "El que recita la Shema’ no debe gesticular con los ojos o los labios". Mi padre, de feliz memoria, solía decir que no era necesario prestar atención [a sus palabras], de ahí que cuando los gestos son para un fin ajeno interrumpen la concentración, pero en este caso, el gesto es un requisito de la concentración y va lleva con ella (tsorekh ha-kavanah ve-goremet otah)"
El rabbi Joshua Booz Baruch (Italia, d. 1557) ofrece una descripción muy gráfica de los movimientos de la cabeza de la Shema’:
Esta es la cantidad [de tiempo] para prolongar la palabra ehad : un tercio de la letra het y dos tercios de la letra dalet ¿Cómo puede uno proclamar la Realeza? Arriba y abajo durante la het, y en las cuatro direcciones durante la dalet. Y uno se concentra mientras se mueve la cabeza arriba y abajo, al este y al oeste, al norte y al sur…
Uno sólo puede especular lo que ocurrió con estos movimientos de la cabeza. Mientras que los movimientos de la hoja de palmera o lulav continuaron en plena vigencia hasta nuestros días, allá donde hallan judíos, no tenemos conocimiento de alguna comunidad que haya conservado la costumbre de mover la cabeza durante el Shema', aunque como hemos visto, hubo momentos en que fue una práctica extendida en comunidades tan diversas como Babel (hoy Irak), Provenza, España e Italia. Una de las declaraciones más provocadoras que se encuentran en Orot del Rav Kook es la siguiente:
Nos ocupamos mucho de la emotividad. Nos olvidamos de la santidad del cuerpo
Tal vez estos movimientos de la cabeza de la Shema’ sean un "mitsvah yetomah "(un mitsvah huérfano), ocasionados por un renacer.

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Saturday, August 27, 2011

Rembrandt: Los nuevos rostros judíos de Jesús - Karen Rosenberg - NYT


Cabeza de Cristo, hecha en vida





A mediados de la década de 1650, Rembrandt estaba casi en la bancarrota, y un tribunal ordenó el contenido de su casa en Amsterdam para así ser inventariado para una posible subasta. Entre las obras en su poder se encontraron tres pequeños cuadros de Jesús, que aparecen como "Cabeza de Cristo, hecha en vida".

Es una descripción peculiar. ¿Cómo podría Rembrandt, o cualquiera de sus colegas, haber ofrecido un rostro de Jesús "en vida"? Pero los especialistas han pensado que esa frase simplemente significaba que el artista había utilizado a un modelo vivo como sustituto de Cristo. Y si el artista que realmente pintó esos cuadros era Rembrandt, como algunos eruditos creen, entonces el modelo más probable que utilizó fue un joven judío sefardí que vivía en su barrio.

Algunos de los hechos en torno a estos cuadros pueden ser confusos, pero estas cabezas de Cristo que aparecen en la exposición "Rembrandt y el rostro de Jesús", en el Museo de Arte de Filadelfia, representan un audaz cambio de imagen del hombre más retratado del arte occidental. Jesús, por supuesto, era judío. Pero pocos artistas enfatizaron tanto su origen étnico o su humanidad, tan franca y directamente como lo hizo Rembrandt.

(...)

Las obras de la exposición son seis cabezas de Cristo - algunas de las cuales se atribuyen a Rembrandt, otras a su estudio, pero todos piensan que fueron realizadas en la misma época (de 1648 a 1656). El cuadro "hecho en vida", y otras dos cabezas figuran en el inventario, en 1656, y se presume que formaban parte del grupo (Esto también es un acto de fe).

Cada una de ellos muestra a un joven con pelo largo y tosco, de color castaño, y con barba a juego. Su frente es poco profunda, sus ojos son anchos y profundos. Si no fuera por su corte de pelo - largo y separado en el centro - es posible que no se le reconociera en absoluto (como retrato de Jesús).

(...)

Es difícil exagerar lo radicalmente que Rembrandt revisó la imagen de Cristo. Esa imagen había sido durante mucho tiempo definida por el Mandylion de Edessa, un pedazo de tela que se creía que contenía una impresión directa del rostro de Jesús. Pintores del norte de Europa como Van Eyck recibieron sus enseñanzas de ese icono bizantino y de fuentes apócrifas, como la carta de Léntulus: "Su pelo es del color de una avellana madura, con raya en la parte superior al estilo de la Nazareos, y cayendo directamente hacia los oídos, aún encrespándose más adelante, con reflejos rubios y avivados sobre sus hombros".

El Rembrandt inicial se ciño a este modelo. En "Cristo y la mujer sorprendida en adulterio" (1644), en calidad de préstamo en Filadelfia por la National Gallery de Londres, Jesús tiene unas trenzas de oro y una postura perfecta que parece irradiar claridad moral.

Sin embargo, sólo cuatro años más tarde, en la encantadora "Cena en Emaús", Jesús ya mira de una manera diferente. Su pelo y su barba se han oscurecido y sus pómulos se han alargado. Su brillo dorado ha dado paso a una iridiscencia sutil, que sólo pueden ser apreciada a una pulgada de la tela.

Rembrandt amaba esta historia lo suficiente como para hacer múltiples versiones, incluyendo pinturas (ahora perdidas, pero que se conocen a través de dibujos relacionados) en las que los discípulos se quedan mirando a un resplandor de luz. Sin embargo, "La Cena" del Louvre tiene una calidad terrena, reforzada por la especificidad de las características humanas de Jesús y la solidez de la arquitectura románica detrás de él.

Estas figuras bordean el tema más espinoso de la relación de Rembrandt con los judíos en líneas generales. Sobre este tema el catálogo tiene más que ofrecer, incluyendo una cronología detallada de la vida judía en Amsterdam y un ensayo de Ducos Blaise que une la población sefardí de la ciudad con la fascinación holandesa por el comercio y el Oriente.

Pero el texto más importante es el de M. DeWitt, que lidia con las consecuencias a veces contradictorias del Jesús de Rembrandt. Como escribe de una de los seis cabezas, "la falta de símbolos, atributos o contexto narrativo hace que estos estudios refinen de tal modo la emoción y la expresión que parecen figuras descarnadas, incluso si parecen hacer de Jesús alguien más humano que en las imágenes precedentes".

Como las galerías del final dejan en evidencia, esta nueva imagen de Jesús no pareció atraer demasiado a los discípulos de Rembrandt. Una pintura de 1661 atribuída a su estudio, "Cristo con bastón", vuelve a la figura bizantina rubia y de largo rostro.

Sin embargo, casi no importa, porque el trasfondo de las figuras de Rembrandt es que la divinidad de Jesús es estrictamente personal. Dos de las tres cabezas que figuran en el inventario, y vale la pena destacarlo, se encontraban en su dormitorio. Después de haber encontrado tan cerca el rostro de Cristo, en el rostro de un vecino judío, lo mantuvo aún más cercano de si.

NYT y una web muy interesante: Rembrandt and the Face of Jesus

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La penosa izquierda israelí dice ser ahora un "poco más sionista"



Larry Defner ha sido tan criticado por su exculpación del terrorismo palestino y su aceptación como algo "lógico" de los asesinatos de civiles judíos que no ha tenido más bemoles que disculparse y decir digo donde dijo Diego. Además de su post de disculpas, añade otro donde dice sentirse "un poco más sionista", aunque entiende que las víctimas civiles israelíes aún son "normales":
Una nueva apreciación de Israel:

Es un poco irónico - el post que escribí aquí hace unos días sobre el terrorismo palestino ha conseguido que me catalogaran como traidor por todo tipo de derechistas, pero hasta el ataque de hace una semana cerca de Eilat, estaba planeando escribir cuando regresara de mis vacaciones en Suecia de cómo he ganado una nueva apreciación de lo que Israel significa para los judíos de la diáspora, y de la inseguridad de los judíos en Europa. Después me vino encima esa tormenta de mierda procedente de la Derecha, y pensé que quizás no debería escribir ese post porque la gente pensaría que estaba intentando disculparme e intentando probar mis credenciales de patriota judío, pero al infierno con ello, creo que vale la pena escribir sobre eso, así que algunas observaciones de Suecia.

Pasamos un tiempo con un par de amigos - una mujer sueca de origen judío que habíamos conocido en Israel y que regresó a Estocolmo, y un tipo judío que había regresado a Los Ángeles tras haber vivido en Suecia durante los últimos 30 años -. Ambos aceptan su identidad judía, no son religiosos pero se sienten orgullosos de ser judíos; apoyan a Israel, pero también un compromiso con los palestinos.

La mujer me dijo que ni ella ni cualquier judío que ella supiera se paseaba con una estrella de David en público por temor a la reacción de musulmanes y neofascistas. "Uso un chai porque ellos no saben qué es", me dijo. (Hay 18.000 judíos en Suecia, y más de 500.000 musulmanes y un pequeño número de neofascistas).

Una noche hablábamos de Israel, y le dije que cuando el movimiento sionista comenzó con el nacimiento del siglo XX, los judíos necesitaban un estado propio a causa del antisemitismo reinante, pero que si no existiera Israel hoy, nadie tendría la necesidad de inventarlo a consecuencia del antisemitismo actual, ya que aunque pervive aún a nuestro alrededor, ya no es tan opresivo como para que los judíos necesiten alejarse de su propio país.

Mi amigo de Los Ángeles discrepó, diciendo que sin Israel, el nacionalismo judío todavía surgiría de manera natural hoy en día por la necesidad de fuerza que tienen los judíos, una necesidad que Israel ha llenado. "Los judíos con armas es un idea radical", le dije. "Israel da a los judíos una imagen de fortaleza. Ahora los antisemitas saben que no pueden dañar a los judíos tan fácilmente, que los judíos puede devolverles el golpe", convino nuestro amigo sueco-israelí.

Esta no es la primera vez que oigo eso. Un anciano sudafricano, también un judío corriente y no religioso, me lo dijo acerca de los retos que tuvo que enfrentar como joven abogado en el corazón Afrikaner. "He sido un judío de la diáspora cuando no existía Israel, y he sido un judío más cuando existía Israel, y déjeme decirle, hay una diferencia".

Creciendo alrededor de los judíos en Nueva York y Los Ángeles, nunca, ni por un momento, me sentí inseguro por ser judío, de modo que lo que oí en Suecia me dio una nueva apreciación de la importancia de Israel. Curiosamente, mientras leía la novela de Howard Jacobson, "The Finkler Question", la cual gira en torno a la inseguridad de los judíos de hoy en día en Londres, pensé que estaba exagerando. Pero justo después de mi regreso, leí el artículo de Roger Cohen en el New York Times, uno de mis columnistas favoritos, y dijo lo mismo.

Así que en realidad soy ahora un poco más sionista de lo que lo era hace un par de semanas. Y todavía no veo ninguna contradicción entre ser sionista y creer que los palestinos también tienen derecho a luchar por su independencia hoy en día como los sionistas antes de 1948.
O sea, los asesinatos de civiles judíos siguen teniendo su razón de ser. Con la izquierda israelí hemos topado.

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Lógica árabe: Si el ejército turco invade Siria para detener la brutal represión del ejército sirio, Damasco bombardeará Tel Aviv



Informa el Israel Hayom:
Si el ejército turco invade Siria para detener la brutal represión del ejército sirio de la disidencia popular, Damasco tomará represalias bombardeando Tel Aviv, se amenazaba este jueves desde una web asociada con el gobierno sirio.

Turquía ha advertido en repetidas ocasiones a su vecino por los intentos del presidente sirio Bashar Assad de sofocar un levantamiento popular que dura ya meses y cuya represión crece en violencia, enviando oleadas de refugiados a través de la frontera con Turquía.

A principios de este mes, el canciller turco Ahmet Davutoglu, dijo en Ankara: "Esta es nuestra última palabra a las autoridades sirias. Nuestra expectativa es que estas operaciones [en contra de los civiles sirios] cesen de inmediato y sin condiciones. Si las operaciones no terminan, no habría nada más que discutir acerca de las medidas que se adoptarían". Además, el presidente turco Abdullah Gul, envió una carta al presidente sirio Assad exigiendo el fin inmediato de la violencia. Turquía también habría enviado tropas adicionales para reforzar su frontera con Siria, y anunció que no descarta la posibilidad de una intervención militar.

Los funcionarios sirios informaron a Davutoglu el jueves que "Siria no es Libia. Tiene capacidades militares, incluidos misiles tierra-tierra que pueden destruir Tel Aviv".

Además, el comandante de la milicia iraní Basij, Mohammad Reza Naqdi, dijo que Irán también podría disparar misiles a Israel si Turquía ataca Siria.

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Friday, August 26, 2011

Por qué Golda tenía razón - Burak Bekdil - Hurriyet



(Burak Bekdil es un periodista turco, al igual que el Hurriyet es un diario turco)

Han pasado más de dos años y medio desde que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, le dijo a la cara al presidente israelí Shimon Peres: "Vosotros (los judíos) sabéis matar muy bien". El primer ministro Erdogan también ha declarado en más de un par de ocasiones que el principal obstáculo para la paz en esta parte del mundo era Israel, y una vez llamó al Estado judío "el furúnculo purulento que propaga en el Oriente Medio el odio y la enemistad". En este mes sagrado del Ramadán repleto de sangre en territorios musulmanes, vamos a tratar de identificar quienes son los que saben matar muy bien.

En el recuento diario de muertes en Siria la cifra ya se acerca a unos 2.000; mientras, el número de muertos turco-kurdos tampoco se detiene, ya van más de 40.000 desde 1984, añadiendo así su contribución a esa gran charco de sangre llamado el Oriente Medio. Sólo durante este Ramadán, el número de muertos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, el PKK, ha alcanzado la cifra de unos 50 en esta guerra entre kurdos musulmanes ontra turcos musulmanes. Esto excluye a las víctimas del PKK en Turquía y las acaecidas en el norte de Irak fruto de la respuesta militar turca, ya que rara vez se informa de ellas con precisión.

Vamos a hablar pues de los hechos.

Sudán no se situa convencionalmente en el Oriente Medio, así que vamos a ignorar el genocidio que allí sucede. Ignoremos también las masacres en el Pakistán Occidental y en el Pakistán oriental (Bangladesh), que alcanzó la cifra de un total de 1,25 millones en 1971. O los 200.000 muertos en Argelia en la guerra entre los islamistas y el gobierno en 1991-2006.

Sin embargo, una investigación simple donde tuviéramos en cuenta estrictamente a los países del Oriente Medio, nos daría una cifra de un millón de muertos, todos musulmanes, en la guerra entre Irán-Irak; unos 300.000 muertos miembros de las minorías musulmanas asesinados por Saddam Hussein; unos 80.000 iraníes muertos durante la revolución islámica; unos 25.000 muertos en 1970-1971, durante los días de Septiembre Negro, en la lucha entre el gobierno de Jordania y los palestinos; y otros 20.000 islamistas muertos en 1982 en Hama, a causa de la represión del viejo al-Assad. Las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud de las matanzas provocadas por los hombre de Osama bin Laden en Irak sugieren unaa cifra de 150.000 en solo unos pocos años.

En una investigación de 2007, Gunnar Heinsohn, de la Universidad de Bremen, y Daniel Pipes, director del Middle East Forum, dedujeron que unos 11 millones de musulmanes habían sido asesinados violentamente desde 1948, de los cuales 35.000 murieron, el 0,3%, durante los seis años de guerras árabes contra Israel, es decir, 1 de cada 315 musulmanes asesinados desde 1948. En contraste, más del 90% de los que perecieron desde 1948 fueron asesinados por sus correligionarios musulmanes.

De acuerdo con los señores Heinsohn y Pipes, éste espantoso inventario sitúa la cifra total de muertos en conflictos en todo el mundo desde 1950 en alrededor de 85 millones. De ese total, las muertes de árabes musulmanes en el conflicto árabe-israelí alcanzaba la cifra de unos 46.000, incluyendo 11.000 durante la guerra de independencia de Israel. Lo que nos da un 0,05% del total de muertos de todos los conflictos, o un 0,4% de todos los muertos árabes ocasionados por el conflicto árabe-israelí.

En otro cálculo, haciendo caso omiso de esas otras "pequeñas" masacres - como las que ocurren en Siria y en otros lugares durante la primavera árabe -, y centrándonos en Saddam Hussein, Iraq, Jordania, Siria, el viejo al-Assad, la guerra Irán-Irak, la campaña de bin Laden en Irak, la revolución islámica iraní y el conflicto turco-kurdo, todo ellos han causado 1,65 millones de musulmanes asesinados a manos de otros musulmanes en comparación con los menos de 50.000 muertos ocasionados por el conflicto árabe-israelí desde 1950, incluso si tenemos en cuenta los muertos durante y después de la Operación Plomo Fundido, que sucedió después del estudio de Heinsohn-Pipes. Para aquellos que no tienen una calculadora a mano, me permito decirle: 50.000 representa cerca de un 3% de esos 1,65 millones de muertos musulmanes.

Golda Meir, la cuarta primer ministro de Israel, o mejor dicho, la "Madre de Israel", era perfectamente realista cuando dijo que la paz en Oriente Medio sólo sería posible "cuando los árabes amen más a sus hijos de lo que nos odian".

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Thursday, August 25, 2011

La penosa izquierda israelí II: La condena de Israel conduce a la justificación del terror


Las "lógicas víctimas" de Eilat, según parte de la izquierda israelí

La lógica de la izquierda: La condena de Israel conduce a la justificación del terror - Jonathan S. Tobin - Commentary

El punto donde alcanzamos los límites de un debate cívico sobre la política es, como la famosa descripción del juez Potter Stewart sobre la pornografía, difícil de definir, pero por lo general se sabe cuando se ve. Esta es la única reacción posible a un post en su blog en el Jerusalem Post del columnista Larry Derfner, en el cual escribía el pasado domingo que las "acciones de los terroristas que asesinaron a ocho israelíes la semana pasada cerca de Eilat estaban justificadas". Sí, han leído bien. Larry Derfner, un periodista veterano que ha disfrutado jugando a ser el "enfant terrible" izquierdista dentro del diario centrista Jerusalem Post durante años, nos contó en su blog personal que el terrorismo palestino contra Israel está "justificado".

De este modo, Derfner ha puesto de manifiesto ese error fundamental en la posición de la izquierda respecto al terrorismo. Su obsceno post es tan obsceno que él ya prevee las reacciones, algunos de sus compatriotas le llamarán traidor, y los enemigos de Israel lo citarán en defensa de sus políticas de asesinato. Pero el aspecto más importante de todo esto es que nos muestra cómo estos "piadosos" liberales (progresistas en lenguaje europeo) que creen que la culpa de este conflicto recae sobre los judíos acaban inevitablemente conduciendo a una justificación del asesinato.

Derfner afirma, a pesar de toda la evidencia de los últimos 18 años de proceso de paz, que la culpa por la continuación del conflicto recae sobre Israel, y sobre nadie más. Él nos dice que los terroristas palestinos no son más que combatientes por su "independencia" frente a la malvada "ocupación" de Israel. Pero es que hasta el propio Shimon Peres ya ha dicho que si el conflicto radicara en la voluntad palestina de poseer un Estado independiente, éste ya se habría obtenido hace más de una década, cuando Yasir Arafat decidió rechazar la oferta de Ehud Barak en Camp David en julio de 2000. Desde entonces, la oferta se ha repetido y se ha vuelto a rechazar. Pero eso no tiene sentido para Derfner, porque él y los que piensan como él, nunca han estado realmente interesados en los palestinos, o en lo que hacen o en lo que quieren. Su enfoque está delimitado por su odio a la derecha israelí y al movimiento de los asentamientos, y discutir de cualquier otra cosa, incluso si esto significa ignorar la verdad sobre el nacionalismo palestino y su deseo implacable de destruir a Israel, no importa que posibles fronteras pueda poseer, resulta una distracción.

Según la manera de pensar de Derfner, siempre y cuando Israel no se rinda unilateralmente a los palestinos, está provocando que para ellos sea "imperioso" asesinar judíos. Para él, no hay un "ciclo de violencia" que erróneamente ponga en el mismo plano moral los asesinatos palestinos y represalias israelíes de autodefensa. En cuanto a él se refiere, los árabes están en su derecho mientras que los israelíes actúan mal, y por lo tanto, estos últimos no tienen lógicamente el derecho a quejarse por ser asesinados. Derfner afirma que dentro de los deseos de los palestinos no está el utilizar el terrorismo, ya que, presumiblemente, no son felices a la hora de contemplar a personas asesinadas de esa manera (por ellos), y es que no les gustaría que eso mismo les pasara a ellos o a sus familias y amigos. Pero Derfner también afirma que es hora de que los izquierdistas israelíes cesen en sus denuncias del terrorismo árabe, porque resulta hipócrita. Ese es el quid de su posición, y uno tiene que admitir que resulta más lógica para él que la de sus compañeros judíos liberales e izquierdistas (que, sin duda, condenarán sus palabras).

El problema es Derfner ha despojado de cualquier apariencia de civilidad sus críticas a la política de su país. Él está, en cierto sentido, de acuerdo con lo que cree. Si realmente piensa que Israel está "ocupando" y "oprimiendo" a los palestinos (y que esa es la raíz del conflicto), ¿por qué no debe apoyar el terrorismo contra los israelíes? Para aquellos que creen en unas ideas tan palpablemente falsas sobre el núcleo del conflicto, sus reparos a la hora del asesinato a sangre fría de judíos, como en el caso de Eilat o en el lanzamiento deliberado de misiles contra objetivos civiles, son realmente mera aprensión.

Lo que el columnista del Jerusalem Post ha escrito está más allá de los límites del debate cívico, y se merecería todos las críticas que le dirijan sus compatriotas israelíes. Pero los que realmente deberían estar molestos son los liberales e izquierdistas, tanto en Israel como en otros lugares, esos que están de acuerdo con su engañosa posición acerca de la "ocupación" (como raíz y núcleo del conflicto). Son ellos los que deberían pensar largo y tendido acerca de la "lógica" de sus argumentos y darse cuenta que, tanto si se hacen eco de las palabras Derfner como si no, su condena injusta de Israel y su negativa a defender sus derechos será interpretada como una justificación implícita del terrorismo.

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La Alianza de Civilizaciones tiene sus límites





El catalán no es complicado de comprender, así que ustedes mismos. Esperemos que la "Qatar Foundation" aplaque los ánimos. Aunque eso de llamarse David...


Leído en Hummus o Falafel?

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La penosa izquierda israelí. Parte I: La deliberada deshonestidad de la izquierda anti-sionista israelí









Hoy, en Elder of Ziyon:

Twitter puede ser una pérdida de tiempo, pero también puede exponer la increíble falta de honestidad de la izquierda israelí anti-Israel, ya que no son tan cuidadosos con sus tweet de lo que "podrían ser" con sus textos escritos y editados. Un ejemplo de ellos es Joseph Dana, miembro de la web antisionista israelí +972 (y colaborador en el diario The National, de los Emiratos Árabes Unidos), que tweetea acerca de una nueva nota revelada por Wikileaks:
Asunto: El derechista LIEBERMAN aboga descaradamente por la TRANSFERENCIA de los árabes israelíes
El memo de 2006 al que atribuye esa voluntad dice lo siguiente:
El líder del partido de extrema derecha Yisrael Beiteinu, Avigdor Lieberman, dijo al Embajador el 31 de enero que es necesaria una separación de los judíos de Israel de los árabes israelíes [N.P.: de los que se definen a sí mismos solamente como Palestinos, nada que ver pues con los drusos y con todos aquellos que aceptan el Estado, o bien que su ubicación no sea limítrofe con el nuevo Estado palestino] con el fin de promover la seguridad israelí y mantener la identidad judía de Israel. Para lograr esto, Lieberman propone que Israel redibuje su frontera con Cisjordania a través de las negociaciones para ubicar algunos centros de población árabe-israelí que están próximos a la Línea Verde dentro del territorio palestino, e incluir algunos bloques de asentamientos israelíes dentro de Israel. En respuesta a la pregunta del embajador, Lieberman dijo que la frontera real sería el resultado de unas negociaciones con Egipto, Jordania y la Autoridad Palestina. Dijo que ese plan también requerirá el respaldo de los EEUU y al menos de otro miembro del Cuarteto. Su propuesta "no sería una decisión unilateral", sino negociada con "varios socios". Agregó que Egipto también debe ser una parte de la solución al ofrecer una parte de su territorio a Gaza, que Lieberman describe como una zona muy densamente poblada.
La palabra "transferencia" evoca un desarraigo unilateral de los árabes de sus casas y de su expulsión a otro país. Lieberman hablaba de negociar con la Autoridad Palestina y otros países para dibujar las fronteras entre Israel y un Estado árabe palestino, y que algunos de los árabes israelíes que ya se identifican (exclusivamente) como "Palestinos" pudieran convertirse (al 100%) en ciudadanos de esa nacionalidad. Lo que es muy diferente, y Dana lo sabe.

De hecho, The Guardian hizo la misma acusación de Tzipi Livni al "leer mal" los The Palestine Papersa principios de este año, cuando se lanzó la idea de tomar ciudades (o poblaciones) que ahora divididas por la Línea de 1967 y situarlas en un estado u otro.

Su deshonestidad le fue señalada a Dana en Twitter, pero en lugar de corregirse a sí mismo, la ignoró.

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Wednesday, August 24, 2011

Judíos en un susurro - Roger Cohen - NYT



En su novela "Deception", de Philip Roth, el protagonista estadounidenses dice a su amante británica: "En Inglaterra, cada vez que estoy en un lugar público, un restaurante, una fiesta, el teatro, y alguien menciona de pasada la palabra judío, me doy cuenta de que el tono de su voz en ese momento siempre baja un poco".

Ella lo desafió con esta observación, provocando al americano, un escritor de mediana edad, "así es como ustedes pronuncian judío. Judíos incluidos".

Esto incitó mis recuerdos: estando con mi madre en un restaurante italiano en el exclusivo barrio londinense St. John’s Wood, alrededor de 1970 y preguntarle por qué, después de que ella me hubiera señalado a una familia en la esquina opuesta, y decirme que eran judíos, su voz parecía un susurro al decir "judíos".

"No estoy susurrando", me contestó mi mamá y se puso a cortar sus espagueti para que encajaran perfectamente en su tenedor.

Pero ella tenía esa formar de hablar subliminal, torpe, medio apologética de muchos judíos ingleses. Mis padres eran inmigrantes de África del Sur. Su prioridad era la asimilación. Ellos no estaban dispuestos a cambiar su nombre, pero tampoco iban a hacer zozobrar la barca de la asimilación. Nunca pensé mucho acerca de por qué me fui del país que me adoptó y me convertí en un norteamericano. Las cosas suceden, una cosa en la vida te lleva a la otra. Pero entonces, hace un año, volví.

Yo estaba en casa de mi hermana y un inquilino de ella, al ver que tenía un BlackBerry, me dijo, "Oh, tienes una JewBerry". "¿Ehh?", le contesté. "Sí, una JewBerry". Le pregunté entonces qué quería decir. "Bueno", se encogió de hombros, "BBM - BlackBerry Messenger -" Todavía no lo entendía. "Sabes, es gratis" (¿alusión también a que el BBM es un canal de mensajes particular y diferente del resto?).

Cierto.

Nada de esta malicia me llevó tan lejos como podía ver. Eran sólo los restos de la marea del viejo antisemitismo. El afable e insidioso antisemitismo inglés lleno de estereotipos y desaires, como el juicio de alguna gente en el Athenaeum sobre la promoción de un judío a la Cámara de los Lores: "Bueno, esta gente es muy inteligente". O, como Jonathan Margolis señaló en The Guardian, cuando el borrachuzo del lugar comentó lo mucho que le gustaba la familia judía que se acaba de mudar a la aldea, antes de añadir: "Por supuesto, todo el mundo los odia".

Por supuesto.

La identidad judía es un sujeto complejo y de búsqueda. En Estados Unidos, porque he criticado a Israel particularmente por su auto-derrota al expandir los asentamientos en Cisjordania, los autodenominados "judíos verdaderos" decían que no era suficientemente judío, e incluso algunos me sugirieron "¡Apúntate al Club del auto-odio judio!" [N.P.: no puedo por menos comentar que hay otros autoproclamados "judíos verdaderos" a los que comenta Cohen, son aquellos que se definen así mismos por negar a Israel por "haber traicionado la tradición judía de justicia y al judaísmo". Son aquellos profetas progresistas mayoritariamente no religiosos que solo aceptan de Israel la perfección absoluta, hecho que no exigen a nadie más, por supuesto].

En Gran Bretaña, por contra, me siento exasperado por ese caminar en silencio, ahogado, a la hora de ser un judío. Es necesario recopilar un poco de orgullo, que una voz interior te diga, "¡dílo! (que eres judío)".

Pero es complicado. Gran Bretaña, con sus casi 300.000 judíos y sus más de dos millones de musulmanes, está atrapada en corrientes más amplias - el conflicto entre israelíes y palestinos y el Islam político -. Tradicionalmente, el antisemitismo en Inglaterra ha sido más popular entre la clase dirigente británica que entre de la clase obrera, mientras que el sentimiento anti-musulmán es más habitual entre la clase trabajadora que entre la clase dirigente.

Ahora, un feroz antisionismo procedente de la izquierda - de esa que promueve llamamientos al boicot académico de Israel - se ha unido a la mezcla, al igual que el antisemitismo de algunos musulmanes. Mientras tanto, la islamofobia se ha avivado por la fabricación por parte de la derecha del fantasma de "Eurabia" - la fantasía de una toma de poder por parte de los musulmanes aprovechando su demografía -, el cual propulsó a un Anders Breivik para su matanza en Noruega, y alimenta a la extrema derecha de Europa y a la América intolerante.

¿Dónde hallar entonces a un judío en Gran Bretaña que quiera hablar de pie? No entre esos miembros de la Knesset que se han reunido en Israel con derechistas europeos como el belga Filip Dewinter, en la creencia grotesca de que son aliados de Israel porque odian a los musulmanes. No en los gustos de la escritora judía Melanie Phillips, cuyo libro "Londonistán" es una referencia para los islamófobos. Ni tampoco en aquellos que haciendo caso omiso de los siniestros ecos históricos, proponen aislar a los académicos israelíes y abrazan un antisionismo que coquetea con el antisemitismo.

Tal vez un buen punto de partida es un paralelo me señaló Maleiha Malik, un profesor de derecho en el Kings College de Londres. Hace un siglo, durante el asedio de Sidney Street de 1911, fueron los judíos de East End de Londres quienes fueron tachados de bolcheviques y se hablaba de ellos como de "extremistas extranjeros". Winston Churchill, nada menos, argumentó en 1920 que los judíos formaban parte de una "conspiración mundial para el derrocamiento de la civilización y la reconstitución de una sociedad sobre la base de la detención del desarrollo".

La lección parece evidente: los judíos, con su historia, no pueden convertirse en opresores sistemáticos de otro pueblo. Deben ser vociferantes en su insistencia de que la colonización permanente de los palestinos en Cisjordania incrementará el aislamiento de Israel y, finalmente, su vulnerabilidad.

Esa - y no avivar la islamofobia - es la tarea de los judíos de la diáspora. Y hablando de Gran Bretaña, también supone hacer frente a esa persistente devaluación de la existencia del antisemitismo. Cuando el héroe de Roth regresara a Nueva York, descubriría que ha perdido algo. Su amante, ya lejana, le preguntaría el qué.

"A los judíos".

"Tenemos algunos de ellos en Inglaterra, ya sabes".

"Estoy hablando de judíos con agallas, estoy hablando de judíos con apetito, sin vergüenza".

Yo también los echo de menos.

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La Teoría Geary: una interpretación goy de los "como judíos (as a jews)" - CiFWatch



Recientemente me he tomado la molestia de tratar de comprender y de hallar una explicación de ese fenómeno que representan los llamados "as a jews" ("como judíos", siempre en contra de Israel), esos que gracias a Howard Jacobson también llevan el nombre de "judíos avergonzados (por Israel)" o "Finkler's". Algunos los llaman los judíos que practican el "auto-odio judío".

¿Qué es precisamente lo que puede transformar a un honesto y sensible miembro de la comunidad judía en un individuo delirante, al que los ojos se le salen de las órbitas cuando se habla de Israel, que formula las más fanáticas y absurdas tonterías en contra de Israel, y que para ello suele echar mano de las teorías de la conspiración de los Chomsky y demás amigos?

Se trata de ese mismo que, con una estúpida sonrisa de satisfacción, sigue componiendo y enviando cartas o comentarios al Guardian del estilo de:
"Muy señor mío: Como judío le escribo para disociarme y criticar las políticas del gobierno israelí..."?
Sepan que yo no soy judío, pero que si lo fuera estaría sumamente orgulloso de lo que mis correligionarios han conseguido en un abrir y cerrar de ojos de la historia. Yo sería un declarado pro-Israel, sacando pecho ante los demás y retando con un "¿entonces, qué piensa usted de todo ello?". Una democracia con derechos civiles para todos, con igualdad entre los sexos, con libertad de expresión, con libertad de fe. Un mana científico siempre repleto de maravillosos inventos, una fiesta sin fin a nivel cultural y artístico, con magníficos cineastas, músicos, escritores. Y todo ello en sesenta y tres años, y en una región sumida en la ignorancia por el despotismo, el estancamiento cultural y educativo y un pobre rendimiento en todos los ámbitos, excepto en lo que respecta a la violencia y la intolerancia. Sí, me gustaría ser un publicista de calibre de Israel. Al igual que Jacobson, aunque menos divertido.

Entonces, ¿cómo explica Jacobson la existencia de estos "Finkler´s (como judíos)"? Él los ve en parte como una expresión de la famosa y eterna disputa inter-judía, de su amor a llevar la contraria. Una especie de: "Yo soy judío, por lo tanto, ¿por qué esperan que esté orgulloso de Israel? Pues bien, no lo estoy, aunque sólo sea para enseñarles a no hacer presunciones".

Jacobson también los ve en parte como una expresión de la eterna búsqueda judía, de ese continuo auto-interrogatorio sobre la esencia del judaísmo en un mundo de no judíos, lo que conlleva a veces un sentimiento de gran orgullo, pero que en otras ocasiones también da lugar a un sentimiento de culpa por ser judío en un mundo de no judíos. Y en parte como un sentido paradójico de decepción. Antes de que existiera, existía la posibilidad de que Sión fuera un sueño maravilloso hecho realidad. Ahora que Israel existe, ¿por qué no es perfecto en todos los sentidos?

Todo esto es muy cerebral y complicado. Pero bueno, Jacobson es un intelectual y los intelectuales a veces tienen cierta dificultad en llamar al pan, pan, y al vino, vino. Pero yo, el viejo y simple Joe Geary, simplemente, no estoy convencido. ¿Por qué no? Solo basta con mirarlos, a esos "como judíos" profesionales, los Richard Silverstein, Antony Lerman, Tony Greenstein... ¿De verdad ustedes creen que son capaces de todas las maquinaciones mentales que Jacobson les atribuye? ¿De verdad piensan que se auto interrogan tanto, que están en constante agitación lógico-emocional, siempre pensando y tratanto de equilibrar sus ideas sobre identidad y pertenencia? Háganme un favor. Todos estos son judios que Dios ha olvidado, judíos del viernes por la tarde, o quizás judíos que nacieron muy tarde, en la noche del sexto día, cuando Dios ya estaba en realidad bastante cansado de judíos. Así que olvidó rellenar sus cráneos y sus columnas vertebrales se quedaron en el cajón.

No. Mi explicación es mucho más simple. El "como judío", principalmente, desea ser amado. Desesperadamente desea ser aceptado en las aguas poco profundas e hipócritas de esa izquierda occidental que siente que el mundo es su hábitat natural (esa gente que en Gran Bretaña va a juego y es reforzada por el Guardian). Pero tienen un problema. Esas personas son judías. Y una de las marcas que deben poseer, esas marcas tribales necesarias para entrar en ese club hipócrita donde se congrega esa izquierda que se quiere mundial, es el odio a Israel, también conocido como el Estado judÍo. Eso supone que para esa izquierda mundial los judíos, en principio, resultan sospechosos: primero deben pasar lo que Jonathan Freedland ha bautizado como el "test de Israel". Deben afirmar despreciar ese país, y si no es así, no obtendrán un lugar en la mesa. "Confiésenos que siente algún tipo de afinidad (con Israel) y usted mismo deberá encaminarse hacia la puerta de salida". Como Freedland comenta más sucintamente:
Si los judíos se niegan a distanciarse de Israel, entonces serán presa fácil de los abusos y de los ataques hasta que se retracten públicamente. Los progresistas pueden tener razón al reivindicar la necesaria detención de esa presión constante hacia los musulmanes en general para que se expliquen y denuncien el yihadismo o el islamismo, y ello sin venir a cuento. Sin embargo, esa misma exigencia implícita cuando se realiza sobre los judíos (y su relación con Israel) está bien y no es criticada, a menos claro que sean sionistas (!! y por ello se quejan !!). El efecto buscado es lograr que los judíos de la sociedad británica se distancien de sus compañeros (y en muchas casos familiares) judíos, en este caso, de los israelíes.
Ahí lo tienen. Los "como judíos" son aquellos que han renunciado "humildemente" al Pequeño Satán y a todas sus obras.

Y son aquellos que han traicionado a su gente, a su historia, a su tradición, y hacen una gran virtud de esa traición. Y enarbolan sus puntos de vistas anti-israelíes como un proxeneta se exhibe en su Cadillac. Cualquier historia anti-Israel alcanzará las mayores cotas entre ellos. Criticarán esa "Gaza convertida en una prisión a cielo abierto" y al "Estado de apartheid". Incluso se convierten en todo unos expertos en la falacia de reducir todos los males a la culpa de Israel ("reductio ad Israelam"), a saber, los males de Oriente Medio, más aún, del mundo entero, todos ellos están causados realmente por la existencia de la entidad sionista. Por lo tanto, nuestros "como judíos", al igual que el Fausto en sus últimos días, venden sus alma hebreas para comprar su ración de credibilidad (ante la gente de su club).

También, por supuesto, hay dinero (más entrevistas, más popularidad, libros más faciles de publicar...) y fama, si se puede llamar "fama" a publicar en el Comment is Free del Guardian.

¿Acaso no ven con que amor y dedicación esa hipócrita izquierda que se dice mundial se aprovisiona de sus "como judíos", es decir, de sus "judíos del club"? ¿Qué podría ser más útil en la campaña para deslegitimar al Estado judío que sacar a relucir a uno de estos "judíos del club" que, prestos y esforzados, se dedican a recitar el guión?

Por lo tanto, lo siento Howard Jacobson, pero no compro sus argumentos intelectuales sobre estos "como judíos, judíos avergonzados o Finkler's". Das demasiado crédito a estos vendidos. Esa es mi opinión. Tú libro se llama "La cuestión Finkler", bien, dígamos que mi respuesta es la "Teoría de Geary".

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Tuesday, August 23, 2011

Explosivas revelaciones de Yossi Beilin - Israel7



El Dr. Yossi Beilin quiere mostrar ahora su patita blanca ante los acontecimientos que han sacudido el sur de Israel, y que son el resultado directo de las políticas de abandono llevadas a cabo desde los Acuerdos de Oslo, de los que fue el artesano número 1.

Entrevistado en "Kol Israel" la mañana del martes, Beilin ha indicado que "él había pedido en su momento a Ariel Sharon que no procediera con la desconexión de Gaza sin alguna compensación por parte de Hamas". El antiguo Primer Ministro le habría respondió por aquel entonces que "no hay diferencia entre Hamas y Fatah", lo que provocó que el propio Beilin, según él, "se preguntase por qué Sharon estaba tan ansioso por expulsar a todos los judíos de Gush Katif y dar esa tierra a nuestros enemigos sin ninguna compensación". "Me di cuenta", prosigue Beilin, "que Sharon estaba tratando de salvar su propia piel poniendo de su lado a los medios de comunicación y al fiscal, ya que sentía que estaba frente a serios problemas legales que podrían llevarles directamente a la cárcel a él y a su hijo Omri".

Beilin concluye: "Por lo tanto, ningún argumento lógico, político o de seguridad era susceptible de hacerle cambiar de opinión, y en última instancia, es Israel quien ha perdido, porque el terrorismo ha prevalecido, Omri Sharon ha estado en prisión y Sharon estuvo durante 5 años en el lecho de un hospital (ahora continua en su rancho)".

Beilin tiene razón y confirma lo que ya se ha dicho sobre los motivos reales de Ariel Sharon. Sin embargo, es fácil juzgar los errores de los demás. Eso le permite evitar mirarse en el espejo...

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La Iglesia protestante alemana y austriaca abogaron por Eichman calificándole de "buena persona" - Der Spiegel



La Iglesia protestante alemana tuvo buenas palabras para Adolf Eichmann, el organizador en jefe de la logística del Holocausto, después de su arresto en Argentina por agentes israelíes en 1960, según ha podido conoce Der Spiegel.

El superintendente de la Iglesia protestante de la Alta Austria, Wilhelm Mensing-Braun, con sede en la ciudad austríaca de Linz, donde nació Eichmann, escribió una carta al Departamento de Relaciones Exteriores de la Iglesia Evangélica de Alemania en Frankfurt afirmando que el asesino de masas "poseía una disposición fundamentalmente decente", era un persona de "buen corazón", y se caracterizaba por su gran "amabilidad".

En ese momento, Eichmann estaba a punto de ser llevado a juicio en Jerusalén por crímenes contra la humanidad.

Braun decía sentirse incapaz de imaginar que el ex oficial de las SS "pudiera haber sido capaz de actos crueles o delictivos".

La familia de Eichmann había solicitado la ayuda de Mensing-Braun porque querían que Eichmann fuera juzgado por un tribunal internacional en lugar de por uno israelí.

El obispo Hermann Kunst, representante de la Iglesia Evangélica en el gobierno de Alemania Occidental, pasó la carta de su colega a la cancillería alemana con una nota donde la evaluaba como "menos interesante".

Esto significa que no solamente un funcionario de la iglesia austríaca, sino uno alemán, abogaron, y de manera efectiva, ante el gobierno alemán en nombre de Eichmann.

La intervención no funcionó. Eichmann fue condenado a muerte en 1962 y ahorcado.

Antes de su detención, Eichmann había sido el más célebre de los criminales de guerra nazis que aún seguían en libertad después de la Segunda Guerra Mundial. Él había sido el encargado de coordinar la deportación de los judíos de Alemania y de la Europa ocupada por los nazis a los campos de concentración, lo que le hizo directamente responsable del asesinato de seis millones de judíos.

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