Tuesday, November 30, 2010

El sionismo no es una ideología - AB Yehoshua - Haaretz


Emil Salman

Recientemente se ha exagerado, deformado, y quizás hasta incluso utilizado de manera perniciosa, el concepto de "sionismo". Este problema es frecuente tanto en Israel como fuera del país, y entre los diferentes sectores, tanto en el ámbito nacionalista, como en el religioso y entre el movimiento obrero, entre liberales y entre ultra-nacionalistas, entre los judíos de la diáspora y entre los no judíos, y, por supuesto, sobre todo entre los árabes.

Por lo tanto, para mejorar el discurso público acerca de nuestros verdaderos e importantes problemas, y hacer todo lo posible para limitar la demonización de Israel tal como se difunde por todo el mundo, y específicamente en relación con este concepto, voy a tratar de formular el concepto de sionismo de la forma más objetiva y lógica posible, y utilizarlo con la máxima precisión. Y aquí no vamos a convertir a ese concepto en una especie de salsa que se pone como guarnición en cada plato, ya sea para mejorar su sabor, o bien para estropearlo.

En primer lugar, el sionismo no es una ideología. Y no es una ideología si nos atenemos a su definición según la Enciclopedia Hebrea, que lo define así a continuación: una combinación consolidada y sistemática de ideas, interpretaciones, principios y preceptos que expresan una visión única del mundo por parte de una secta, un partido o una clase social.

De acuerdo con esta definición verdaderamente meridiana, el sionismo no puede y no debe considerarse como una ideología. El sionismo es una plataforma común para una serie de ideologías sociales y políticas diferentes, e inclusive contradictorias, y por lo tanto no se le puede considerar en sí mismo como una ideología independiente.

El sionismo deseaba y prometía una cosa: establecer un estado para los judíos. Y mantuvo y cumplió su promesa, principal y desgraciadamente, a causa del impacto y desarrollo del antisemitismo. El sionismo aspiraba solamente a establecer un marco político: cómo sería posteriormente el país y cual sería su carácter, además de qué tipo de régimen tendría, cuales serían sus fronteras y sus valores sociales, así cómo el trato dispensado a sus minorías nacionales. Desde el principio, todas estas y otras cuestiones fueron objeto de decenas de interpretaciones y dieron lugar a numerosos puntos de vista políticos y sociales entre los judíos que iban llegando a Palestina, condicionados también, por supuesto, por la evolución y los cambios que se producen en toda sociedad humana.

Después de que el Estado judío, es decir, el Estado de Israel, se constituyera en una realidad tangible, la única manera en que se expresa el significado del sionismo fue a través del principio de la Ley del Retorno. En otras palabras, aparte del hecho de que el Estado de Israel está controlado y dirigido por todos los ciudadanos con una tarjeta de identidad israelí, a través de esta legislación aún esta abierto a cualquier judío que quiere convertirse en un ciudadano.

Esta Ley de Retorno existe en la actualidad (bajo diferentes variantes) en otros países, como por ejemplo - y para mencionar sólo dos -, Hungría y Alemania. Esperemos que una Ley de Retorno semejante se desarrolle en poco tiempo en el Estado palestino que se establezca junto a nosotros. Y del mismo modo que esa ley no será una ley racista en el Estado palestino, por la misma razón tampoco lo es en Israel. Cuando las naciones del mundo decidieron en 1947 sobre el establecimiento de un Estado judío (junto con otro árabe al lado), no otorgaron solamente la parte de Palestina que les tocó a los 600.000 judíos que por esas fechas ya vivían allí (junto con la población árabe), lo hicieron con el supuesto de que ese nuevo estado también serviría de refugio a cualquier judío que así lo deseara.

Un israelí, un judío, un palestino o cualquier otra persona que se defina a si mismo como a-sionista, es un ciudadano que se opone a la Ley del Retorno. Esta oposición, al igual que cualquier otra desde un punto de vista político, es legítima. Un antisionista, por el contrario, es alguien que quiere derribar o destruir al Estado de Israel a posteriori, y a excepción de las sectas extremistas ultra-ortodoxas y a los judíos en la diáspora [N.P.: y en Israel] afectos a los círculos izquierdistas radicales, no muchos Judíos celebran este punto de vista.

Todos los debates importantes y fundamentales que tienen lugar en Israel - como por ejemplo la anexión o no la anexión de los territorios, la relación entre la mayoría judía del país y la minoría palestina, la relación entre la religión y el Estado, la naturaleza y los valores de la política económica y el sistema del bienestar social, e inclusive la interpretación de los acontecimientos históricos – conforman un tipo de debates y controversias que ya existían y aún existen en muchos países. Son unos debates y controversias que tienen que ver continuamente con la identidad dinámica y cambiante de cada nación y país.

Al igual que estas discusiones y controversias no requieren de otras naciones para que se entremezclen conceptos adicionales, los debates a los que nos enfrentamos no tienen que incluir el concepto del sionismo, pues es algo que de manera injusta y perjudicial se ha convertido en una especie de arma en la batalla entre las partes, lo que nos vuelve difícil a su vez explicar las controversias y su importancia.

El sionismo no es un concepto que se supone reemplaza al de patriotismo o de pionero. El patriotismo es el patriotismo, y un pionero sólo es un pionero. Un oficial que de propio grado extienda su servicio militar, o alguien que se instala en el Neguev, no es necesariamente más sionista que el propietario de una tienda de comestibles en Tel Aviv, pero en cambio tal vez sea más patriota o más pionero que el tendero o comerciante, dependiendo de los significados que se asignen a estos conceptos.

El concepto de sionismo nos es grato a todos nosotros, y por lo tanto es importante que se exprese sólo en el lugar que le corresponde: en la diferencia existente entre nosotros y los judíos de la diáspora o del exilio. El uso exagerado y superfluo de la palabra sionismo también desdibuja el debate ético entre los judíos que han decidido ser responsables, para bien o para mal, de cada aspecto de su vida bajo un gobierno y un territorio definido, y esos otros que viven inmersos en otras naciones y practican su identidad judía de manera parcial [N.P.: ya que la otra parte de su identidad está inmersa en la sociedad no judía que le rodea], a través del estudio, los textos religiosos y unas limitadas actividades comunales.

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Un Plan B - Shlomo Avineri - Haaretz



Las dificultades que el presidente de los EEUU Barack Obama ha encontrado a la hora de tratar de conseguir que los israelíes y los palestinos se sienten en la mesa de negociaciones muestran lo difícil que será conseguir un acuerdo de paz, incluso si las negociaciones se reanuden. Cualquiera que piense que los americanos, que durante 18 meses no han conseguido que las negociaciones continuaran, serán capaces de superar las diferencias que separan a las partes en las conversaciones se alimenta de ilusiones peligrosas. Si es tan difícil de superar el problema de la congelación de la construcción, ¿cómo será posible lograr un entendimiento sobre los temas centrales - fronteras, asentamientos, Jerusalén y los refugiados?

Por consiguiente, Israel debería elaborar un plan alternativo y anunciar que lo llevará a cabo si las negociaciones fracasan. El plan debe basarse en medidas unilaterales, sin esperar contrapartidas por parte de los palestinos, pero tratando de proteger los intereses de Israel de un posible callejón sin salida. Este plan alternativo, al que denominó el Plan B, también representaría una iniciativa israelí por vez primera. Hasta ahora, Israel sólo ha reaccionado a lo que se le ha propuesto y esa actitud ha sido percibido como rechazo.

Los principales elementos del plan serían:

1.- Israel levantaría el asedio a la Franja de Gaza. El asedio no ha logrado sus objetivos (derrocar al régimen de Hamas y la liberación de Gilad Shalit). Asimismo, también ha presenta do a Israel como la parte agresiva que maltrata a una población civil que es percibida como la víctima.

Israel debe anunciar que va a permitir el libre paso de bienes, que no sean armas, en Gaza, y debería invitar a las organizaciones internacionales (Unión Europea) a enviar observadores a los puntos de cruce.

2.- Israel anunciar que va a transferir el control de la zona C (de la Ribera Occidental) a los palestinos, en coordinación con las fuerzas de seguridad palestina locales, y que continuará con su política de facilitar las condiciones en los puestos de control en la Ribera Occidental. Todo esto estaría sujeto a que continuara la calma en dicha zona.

3.- Israel permitirá el paso, bajo supervisión, de los bienes de la Ribera Occidental a los puertos israelíes.

4.- Israel evacuará los asentamientos avanzados ilegales de la Ribera Occidental, ya que se había comprometido a ello en el pasado.

5.- Un generoso programa de compensación de una evacuación se establecerá para los colonos de Cisjordania que deseen regresar a Israel.

6.- Israel detendrá la construcción en los asentamientos judíos más allá de la valla de seguridad.

Dado que este plan no está condicionado a las negociaciones con los palestinos, Israel no solicitará nada a cambio por su aplicación, aunque los pasos que hagan los palestinos en lo referente a cambios en su retórica sobre el derecho de los refugiados al retorno y los cambios en los programas escolares palestinos que ignoran la existencia de Israel serían bienvenidos.

Por supuesto, algunas personas se oponen a estas ideas con el argumento de que Israel está haciendo concesiones a los palestinos sin recibir nada a cambio. Tales objeciones están equivocadas. El plan se basa realmente en lo que la mayoría de la opinión pública israelí sostiene como base para un acuerdo de paz con los palestinos. Tan extraño como pueda sonar, un consenso bastante amplio se puede crear en torno a dicho plan, y que abarque desde al Meretz hasta Israel Beiteinu. El plan, quizás, hasta también podría animar a los palestinos a ser más flexible en las negociaciones, y sería bienvenido, aunque no con entusiasmo, por Occidente como una alternativa al fracaso negociador.

Ehud Barak cometió un grave error como primer ministro en 2000 cuando fue hasta Camp David sin un plan alternativo. Ese error no debe repetirse. La elección no es sólo entre la paz y la guerra. Siempre hay una tercera vía y uno debe estar dispuesto a seguirla.

Uno de los grandes líderes sionistas antes del establecimiento del Estado, Arthur Ruppin, que en un momento dado vio con buenos ojos al movimiento pacifista Brit Shalom, finalmente desesperaba de la posibilidad de llegar a un acuerdo. Dijo que "lo que podemos ofrecer a los árabes no lo van a aceptar, y lo que ellos sí desearían aceptar, no podemos ofrecérselos". Ha llegado el momento de entender que tenemos que tratar de dar forma a nuestro destino nosotros mismos, en vez de dedicarnos a esperar a Godot.

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Sobre la identidad judía - Yoel Meltzer - Ynet



Existen muchas organizaciones judías que actualmente están involucradas en proyectos encaminados a fortalecer la identidad judía de los judíos asimilados en todo el mundo. Algunas abordan el problema desde una perspectiva religiosa, algunas lo tratan desde una perspectiva nacionalista o sionista, mientras que otras lo hacen desde una perspectiva cultural. Sin embargo, como la definición de lo que constituye la identidad judía está abierta a múltiples interpretaciones, no es sorprendente que los métodos empleados por todas esas organizaciones son tan variados como el propio pueblo judío.

Aunque respetuoso con el tiempo y el dinero que invierten, habría que preguntarse si son realmente capaces de obtener verdaderos resultados en su tarea. Inclusive podríamos preguntarnos si utilizan el que es posiblemente el elemento más eficaz para reforzar la identidad judía. Para entender esto, y como un elemento clave, sólo basta con echar un vistazo a la historia judía.

Durante nuestro larga y difícil estancia en el exilio, el elemento que más que cualquier otro nos mantuvo firmes en nuestra identidad judía fue la creencia en “ser elegidos para una misión” y nuestra fe en la promesa de Dios de que a la larga volveríamos a nuestra tierra con el fin de cumplir con esa misión. Ese fue nuestro mayor factor de motivación y el que nos mantuvo en marcha incluso en los tiempos más oscuros.

El concepto de ser una nación “elegida y/o escogida” es una idea que implica un cierto grado de conciencia de ser distintos y de estar separados del resto, y resulta una píldora muy difícil de tragar para muchos judíos, ya que supone ir en contra del pensamiento humanista y liberal propio de Occidente. Por otra parte, ya que es políticamente correcto abrazar la idea de que todos somos iguales, y que por lo tanto no deben existir divisiones o barreras entre los pueblos, nociones tales como ser “elegido y diferente” son fácilmente vilipendiadas y reprobadas como "racistas" o "fascistas".

Volviendo a las organizaciones judías, ya que muchas de ellas están entre los más ardientes defensores de las causas liberales que abogan por la fraternidad y la universalidad de todos los hombres, ¿cómo pueden esperar, por ejemplo, convencer a un/a joven judío/a ajeno hasta entonces a su identidad judía de la importancia de la recuperación y permanencia de su identidad judía cuando entre ahí entraría evitar los matrimonios mixtos - que pondrían en peligro la continuidad de dicha identidad - con su maravilloso vecino o vecina no judío? En otras palabras, ¿cómo se puede promover la asunción de barreras identitarias (como elemento de conservación y de especificidad) entre la gente cuando esa barreras están en contradicción con todo lo que defienden?

Esa pregunta, de difícil contestación en si misma, también se puede plantear en lo que respecta al apoyo a Israel, en sí mismo un elemento clave de la identidad judía. ¿Cómo puede una organización que se identifica con un concepto liberal y occidental de la igualdad llegar a convencer a un judío, ya sea en la diáspora o en Israel, de la importancia de apoyar a un país que ofrece un estatus especial solamente a los judíos? Suponiendo que la desigualdad de derechos en ciertos aspectos, como por ejemplo la Ley de Retorno, entre las personas de un mismo país suponga la antítesis de todo lo que defienden esas organizaciones liberales y progresistas en su propio medio, ¿no hay aquí una contradicción?

Ser judío y mantener una fuerte identidad judía implica optar por un cierto grado de diferenciación y de separación. Por lo tanto, el centrarnos en el concepto de nuestra misión única y del hecho consecuente de nuestra “elección” para ella, sin importar lo difícil que eso puede sonar a oídos occidentales, es de lejos nuestra mejor vitamina posible para el fortalecimiento de nuestra identidad judía.

Por otro lado, el enfoque progresista y humanista de un mundo sin fronteras y sin diferencias no conduce directamente más que a confundir nuestra identidad judía y a su vez a una mayor asimilación y a su pérdida. Es más, incluso los archivos culturales familiares, como los objetos y recuerdos de los abuelos, y acontecimientos históricos como el Holocausto y la Guerra de los Seis Días, que tanto ayudaron a conservar una fuerte identidad judía entre las generaciones anteriores, casi no tienen importancia para los jóvenes judíos de hoy.

Por último, en relación con el malestar que conlleva el concepto de elección (o de ser elegido) y ciertas acusaciones anexas de su supuesto carácter "racista o fascista", tales afirmaciones no tienen sentido ya que el concepto judío de pueblo elegido no tiene nada que ver con el odio hacia otras naciones, sino más bien con la idea de la existencia de unos papeles o roles específicos, de una especificidad propia. Esto es similar, por analogía, a una orquesta sinfónica. Cada uno tiene su propio instrumento específico y su papel único dentro de una sinfonía, y cuando todo el mundo cumple con su papel la hermosa sinfonía de Mozart se consuma.

Incluso la alianza original con Abraham, el evento que significó el nacimiento y la asunción por nuestra parte de una elección, y de ser elegidos para una misión, establece claramente que se nos dará la Tierra de Israel y que las naciones del mundo serán bendecidas por medio de nosotros. Por lo tanto, el punto principal y final de esa predestinación judía es ayudar a traer la bondad a toda la humanidad, y no desde luego su explotación ni potenciar un aumento del odio.

En resumen, solamente con una correcta comprensión del concepto de elección o de ser elegido, como una tarea o responsabilidad asociada, junto con el énfasis vital en la necesidad de conservar cierta diferenciación, que requiere a su vez cierto grado de separación, como elemento fundamental para mantener y fortalecer la identidad judía, así como la necesidad de que se nos permite vivir en el ámbito de nuestra misión, la Tierra de Israel, es posible que las organizaciones judías que participan en el fortalecimiento de la identidad judía puedan acomodar esa dedicación con sus visiones liberales y humanistas.

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Monday, November 29, 2010

Wikileaks o la insoportable levedad de la administración Obama, el Jimmy Carter del s. XXI







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Saturday, November 27, 2010

La evasión de responsabilidades del Estado de Tel Aviv - Israel Harel - Haaretz



En medio del alboroto provocado por la guerra sucia sexual desatada en la lucha por el cargo de jefe de la policía, poca atención se ha dedicado a una reciente noticia que, aunque menos polémica y jugosa, fue ciertamente no menos importante: alrededor del 50% de todos los hombres entre los 18 y 40 años - es decir, los hombres obligados a cumplir el servicio militar obligatorio y a servir en la reserva - en realidad no sirven en el ejército.

El general Avi Zamir, quien dirige la Dirección de Personal del IDF, advirtió que si esta tendencia continúa, la evasión del servicio militar alcanzaría el porcentaje del 60% del total en una década. Y Tel Aviv, la ciudad en la que vivieron y estudiaron (en el Gymnasia Herzliya) los dos fundadores del IDF, Eliahu Golomb y Dov Hoz, se asemeja cada vez más a la ciudad ultra-ortodoxa de Bnei Brak en su porcentaje de evasores.

El proyecto de evasión a la hora cumplir con las obligaciones militares por parte del sector haredí es un fenómeno de sobra conocido, al igual que el descaro con que se realiza. Dicha evasión incluso les proporciona beneficios financieros. Pero actualmente se está desarrollando otro proyecto de evasión de responsabilidades, y esta vez en el sector laico y con el respaldo de sus propios "rabinos" y "líderes espirituales" laicos.

Al igual que los haredim han inventado una "racionalización religiosa” para eximirse de la obligación de defender a su pueblo y a su país, lo mismo sucede con estos “haredim laicos“, en los que se incluyen actores, directores y académicos: ellos han inventado 1.001 ideologías y estrategias para eximirse de toda responsabilidad con el colectivo israelí. Y por supuesto, estos “haredim laicos”, tras descalificar obviamente los “haredim religiosos” como "parásitos" -, también reciben sus correspondientes subvenciones y fondos del estado, aunque algunos de ellos lo descalifiquen e inclusive se opongan a su existencia.

Sólo tres residentes en Tel Aviv, informó recientemente Amos Harel en el Haaretz, sirven actualmente como comandantes de compañía, y eso sucede en la primera ciudad hebrea donde residen más de 400.000 habitantes. Sin embargo, la comunidad de Bruchin, en la Ribera Occidental y con menos de 600 habitantes, es el hogar donde habitan seis comandantes de compañía, y Eli, otra ciudad de la Ribera Occidental y con unos 2.000 habitantes, es el hogar de cinco comandantes.

Ram Cohen, el director de la high school de Tel Aviv “Ironi Aleph“, escribió no hace mucho que los jóvenes de los asentamientos "ven al ejército como una herramienta para mantener el control de Israel sobre los territorios ocupados". No resulta extraño entonces que el porcentaje de estudiantes que eligen servir en unidades de combate entre los graduados de esa escuela dirigida por este afectado reproductor de eslóganes, sea aún mucho menor que el ranking ya de por si bajo de Tel Aviv.

Y la Gymnasia Herzliya, esa institución educativa que produjo tantos combatientes y comandantes en el pasado - incluyendo el actual jefe de Estado Mayor Gabi Ashkenazi -, se arrastra con unos niveles similares a los de “Ironi Aleph“. Después de todo, su director Zeev Dagani también comparte una agenda política similar (por ejemplo, se opuso a permitir que oficiales del IDF se reunieran con los estudiantes en su escuela).

La mayoría de estos sectores evasores de responsabilidades - haredim en Bnei Brak y Jerusalém y laicos en Tel Aviv - estudiaron en unas instituciones educativas específicas: en los primeros casos en un cierto tipo de yeshivas, y en el último en un cierto tipo de escuelas laicas. Y estos son los resultados. Y aunque los adolescentes se supone que son rebeldes por definición, resulta que estos estudiantes son verdaderamente muy conformistas (a la hora de contradecir las agendas de sus establecimientos educativos). Y esto es especialmente cierto a causa de un entorno más amplio, especialmente en un lugar como Tel Aviv donde se vive en un ambiente muy determinado.

La comunidad sionista religiosa está orgullosa del alto grado de motivación de sus jóvenes. Y eso está bien. Pero también les gusta regodearse con el mal ajeno en lo que respecta a los fracasos educativos de otros sectores o comunidades. Y eso es moralmente inaceptable. Deberían estar de luto, no regodeándose.

Y eso no se debería solamente a que los hombros de la comunidad sionista religiosa no son lo suficientemente amplios para llevar la mayor parte de la carga de la seguridad de Israel, sino que nunca lo serán. Más bien, como cualquiera que se sienta responsable del futuro del país, deberían preocuparse por el hecho de que algunas de las viejas elites del país - el movimiento kibbutzim, por ejemplo - han cambiado de tono y de puntos de vista en lo que respecta a dar una máxima prioridad a la seguridad de Israel, tal como lo hacían anteriormente.

Y es que resulta que Tel Aviv ocupa la posición número 53 en el ranking de ciudades israelíes cuyos jóvenes sirven en el ejército, y que ha sido elaborado por la Dirección de Personal del IDF (!! incluso la ciudad beduina de Rahat la supera !!). Pero es que en ciudades como Maccabim-Reut y Modi'in, que difieren muy poco de Tel Aviv en términos de nivel socio-económico, la situación es totalmente diferente. Las high school de estas ciudades se encuentran en la primera posición a nivel nacional en el porcentaje de graduados que posteriormente prestan sus servicios en las unidades de combate y llegan a ser oficiales. Hod Hasharon ocupa el segundo lugar, seguido de Yavneh que ocupa la tercera posición. Así que la razón de la baja motivación de Tel Aviv no se encuentra tanto en su alto nivel de vida o en su población secular.

El alcalde de Tel Aviv, Ron Huldai, debería intervenir para saber lo que está sucediendo en las escuelas de su ciudad, y sobre todo en aquella en la que una vez fue un director bien considerado: la Gymnasia Herzliya. Estas noticias permiten explicar por qué su ciudad es apodada de manera irónica como "el Estado de Tel Aviv", en el sentido de que se aliena y evade de determinadas necesidades existenciales de Israel. Y esto no es bueno ni para la ciudad ni para el país del que forma parte.

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Friday, November 26, 2010

Dos titulares sobre la cuestión palestina para los corresponsales españoles


Vista del Kotel de 1899 (posiblemente de Felix Bonfils)


Judíos rezando en el Kotel en 1899 (fotografía de Felix Bonfils)


Judíos orando en 1905


Mujeres judías orando en el Kotel en 1912, fotografía de Yaacov Ben Dov

El actual corresponsal en Israel del diario El Global, Enric González, representa una mejoría con respecto a su objetividad si lo comparamos con su inenarrable antecesor. La cosa tampoco resultaba demasiado complicada, lo difícil hubiera sido que el sesgo partidista fuera aún más evidente. Su labor entonces se podría comparar a la de un corresponsal del Haaretz (visto el paralelismo existente entre ambos diarios) que, enviado a Madrid para tratar sobre todo el denominado “conflicto vasco”, ejerciera su corresponsalía sobre la base de las argumentaciones del sector independentista del PNV (digamos que una especie de Autoridad Palestina) y de las palabras y obras de Herri Batasuna-ETA (en versión Hamas), y donde los únicos representantes aceptables de los “ocupantes o colonos españoles” serían aquellos que comulgaran con esa visión de las cosas. Es decir, y por hablar del Global, los lectores israelíes no tendrían noticia alguna de lo que opinaban sobre dicho conflicto gente como Fernando Savater, Antonio Elorza, Patxi Unzueta y la mayoría de la sociedad española.

Pues bien, Enric González narra en su último post de su blog Fronteras Movedizas, muy centrado últimamente en la página de sucesos, lo que define con acierto como un culebrón, y donde aparece un aspirante a un alto cargo de la policía israelí, las inevitables envidias profesionales, supuestos escándalos sexuales, etcétera, y donde termina afirmando que con este tipo de “noticias basura” dominando el cotarro parece poco razonable esperar que haya un hueco para unas “portadas sobre la cuestión palestina”. Creo entender que ese desdén lo atribuye a la prensa israelí, puesto que si hablamos de los corresponsales y de la prensa del país del buen rollito esto no sería cierto, pues parece verosímil que no encontrarían un hueco más que aquellas noticias que pudieran dañar el prestigio de la causa palestina. Se ve que los corresponsales en Israel son como una especie de académicos de la Real Academia Española de la Lengua, dedicados a “limpiar, fijar y dar esplendor” a la causa. (El único corresponsal que proporciona algo de información de cómo es y cómo se piensa en Israel, hecho que casi siempre es censurado para reseñar solamente las visiones minoritarias al gusto, es Sal Emergui, en El Mundo, que para compensar tamaño atrevimiento tiene un “pareja inenarrable” desde Beirut),

Es a causa de esta supuesta “falta de portadas sobre la cuestión palestina” que me atrevo a sugerir dos noticias palestinas que, al ser bastante comentadas en los medios de Israel (por lo que no se puede alegar desconocimiento), han sido ignoradas por los corresponsales españoles.

La primera se trata de una encuesta llevada a cabo recientemente por un organismo israelí entre la población palestina, y que ha propiciado tales resultados que el propio Haaretz, el espejo donde se miran los “críticos de Israel”, ha tenido que reseñarla en apenas unas líneas, mencionando los datos fundamentales pero sin querer “ahondar” por si se estropeaban ciertos argumentos y se proporcionara munición a la testaruda derecha israelí.

Escuetamente, y tras un titular confuso, el Haaretz nos informa de que sólo el 23% de los palestinos aceptan que Israel tenga derecho a existir como patria del pueblo judío (mientras que el resto prefiere la declaración alternativa de que los palestinos deben luchar para recuperar todo el territorio), de que el 30% de los palestinos acepta la “solución de dos estados” como solución definitiva, mientras que el 60% restante la acepta siempre y cuando represente un paso adelante en su verdadero objetivo final, un único estado palestino, en definitiva, el fin de Israel y de la “solución de dos estados” (o si lo prefieren el famoso plan por etapas de la OLP, al parecer nunca derogado). Finalmente, el 58% apoyaba la lucha armada contra Israel mientras que un 36% consideraba las conversaciones directas como el único medio aceptable.

Ante tales datos algunos se han apresurado a razonar que la formulación de las preguntas determinaba las respuestas, pero el caso es que otras encuestas realizadas por organismos palestinos proporcionan un “espíritu” y unos resultados semejantes.

La otra noticia que le podría interesar a Enric González, y esta vez recogida ampliamente en el Haaretz, es la negación por parte de un informe redactado por una instancia gubernamental palestina del carácter judío del Kotel o Muro Occidental de Jerusalém (el conocido como Muro de las Lamentaciones).

El informe afirma que “los judíos no oraban en el Kotel anteriormente a la Declaración de Balfour de 1917 (...) y que ningún musulmán, árabe o palestino renunciará a una sola piedra del Muro de Al-Buraq (el Muro Occidental) y de otros lugares sagrados porque eso sería una concesión con respecto al Haram al-Sharif (el Monte del Templo en su denominación islámica)".

Esto obvio y craso revisionismo histórico musulmán (ya antes requisaron retroactivamente figuras y personajes bíblicos) ha ido acompañado en varias ocasiones de la destrucción de evidencias arqueológicas de la época del Primer y Segundo Templo halladas en las reformas llevadas a cabo por la Waqf, el organismo musulmán encargado de la gestión del Haram al-Sharif o Monte del Templo.

Pero esperen sólo un minuto. Hay una foto muy conocida donde aparecen hombres y mujeres religiosos judíos rezando en el Kotel en 1905, 12 años antes de la Declaración Balfour (y las hay también de 1899). Y hay miles de historias y relatos contados por viajeros judíos y no judíos que visitaron a lo largo de los siglos Jerusalén, ya sea para orar en el Kotel o para visitar la ciudad santa, donde afirman haber visto a los judíos orando en dicho Muro Occidental.

Pero leamos lo que dice el Haaretz:
“Décadas de arqueología han demostrado que el llamado Muro de las Lamentaciones, el lugar más sagrado donde oran los judíos, era un muro de contención del recinto donde se levantaron los dos templos bíblicos judíos hace 20 siglos. El recinto de Al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado del Islam, está construido sobre sus ruinas.

Esta última afirmación sobre los templos (negándolos), se hace eco de las posiciones adoptadas en el pasado por los líderes palestinos, incluyendo al fallecido Yasser Arafat, y subraya las arraigadas creencias que están en conflicto y que deben ser desenredadas si un acuerdo de paz debe ser alcanzado entre Israel y los palestinos.

Al-Mutawakil Taha, viceministro de Información de la Autoridad Palestina respaldada por Occidente y que gobierna Cisjordania, le dijo a The Associated Press que su informe de cinco páginas publicado en la web del gobierno palestino refleja la posición oficial palestina.

Parte del informe refuta que el Muro Occidental o Muro de las Lamentaciones fuera un muro de contención del recinto del Templo, descartando así siglos de documentación y de arqueología.
"Este muro nunca formó parte de lo que se llama el templo judío", afirma el informe. "Sin embargo, fue la tolerancia islámica la que permitió a los judíos orar y llorar por su pérdida".

El informe concluye que, dado que los judíos no tienen derecho a esa zona, ya que es un territorio santo musulmán y debe formar parte de la Jerusalém palestina.

(…)

Al-Mutawakil Taha dijo que se redactó el informe después de que funcionarios israelíes aprobaron un plan de renovación de cinco años de la zona del Muro Occidental. El portavoz del gobierno israelí, Mark Regev, describió el informe como un ejemplo más de la incitación palestina que niega la histórica conexión judía a Jerusalém. Einat Wilf, un diputado del Partido Laborista israelí, el cual forma parte de la coalición gobernante, afirmó que los palestinos están tratando estúpidamente, una y otra vez, de crear algún modo de realidad alternativa en la que el pueblo judío resulte extraño a esta tierra.

Después de que Israel tomó el control de Jerusalén orienta en 1967, se despejó una zona de viviendas construidas junto al Muro Occidental y se construyó una amplia plaza para facilitar su visita y la oración. A cambio, Israel entregó la administración del propio recinto, con la mezquita de Al-Aqsa y el santuario de la Cúpula de la Roca (el Haram al-Sharif, el término islámico del recinto) al Consejo Supremo Musulmán, o Waqf, mientras que Israel retenía el control general de la seguridad.
La pretensión del organismo de la Autoridad Palestina es que el Muro Occidental sería verdaderamente el Muro Al-Buraq, el cual formaría parte de las mezquita Al-Aqsa y del Haram al-Sharif, y para ello recogen las dudas suscitadas por cierta historiografía israelí sobre el carácter menor en extensión e importancia de Jerusalém, y del reino, en el periodo de David y Salomón, retrasando así la cronología de las grandes edificaciones (a lo que algunos “comentaristas” de estas noticias añaden que si el Templo fue destruido por los romanos, el muro debió correr la misma suerte).

Lo que se parece ignorar es que la historiografía revisionista que cuestiona la importancia del reino de David y Salomón está siendo muy cuestionada actualmente tras recientes descubrimientos en el propio Jerusalén y en poblaciones cercanas (como una fundación de cobre en el Mar Muerto), descubrimientos que permiten realzar nuevamente su importancia y su labor constructora (la posición oficial de ese sector historiográfico revisionista es que estos descubrimientos tienen una agenda política derechista, algo que muy bien les podría ser achacado a ellos por sus vinculaciones con la agenda contraria). Pero en este asunto lo importante es destacar que el Kotel o Muro Occidental no era un muro del propio Templo, sino un muro de contención del recinto o del complejo del Templo, por lo que la destrucción del Templo no sería necesariamente un indicio de su destrucción.

Más interesante resulta la designación del muro según la tradición islámica. Se denomina Muro Al-Buraq por una yegua alada del mismo nombre, una especie de criatura híbrida sobrenatural, que transportó por los aíres a Mahoma hasta Jerusalém en su famoso “viaje nocturno”, y a la cual dejó atada en dicho lugar (el muro) cuando se dispuso a orar en el supuesto lugar donde posteriormente se levantó la Mezquita Al-Aqsa. No deja de ser sorprendente el arduo cuestionamiento por parte de algunos occidentales del carácter judío del Kotel por la ausencia de mayores pruebas materiales, y las nulas objeciones que suscita las pretensiones de su origen como lugar de reposo de una yegua híbrida, alada y sobrenatural. Todo sea para evitar las acusaciones de blasfemia (próximamente regulada por la ONU) y de islamofobia.

Lo sorprendente en todo caso de este lugar repleto de “sagradas reminiscencias islámicas” es el lamentable estado de degradación en que se encontraba cuando estaba bajo directo control musulmán (antes de una presencia importante de judíos y del dominio británico), así como en el tiempo que estuvo en poder de Jordania (1948-1947)

En resumen, todo esto se arreglaría si Ohhbama determinará de una vez una “congelación” de la amplia y reiterada incitación anti-judía árabe y palestina, y "congelara" la negación de la herencia y presencia judía por parte palestina y árabe.

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¿Dónde están los Anwar Sadat cuando Israel precisa de ellos? - Akiva Eldar - Haaretz


Anwar Sadat tras su histórico discurso en la Knesset, en Jerusalém, el 20 de Noviembre de 1977, estrecha la mano del primer ministro israelí Menahem Begin, en presencia y ante los aplausos del portavoz de la Knesset Yitzhak Shamir.

(Sorprendente artículo de Akiva Eldar, el típico periodista de la izquierda israelí que solamente encuentra culpables y responsabilidades en Israel (en la derecha, en los colonos, en los religiosos y en los inmigrantes rusos, los últimos que se han incorporado al club de los reprobados.

No obstante, sorprende ese requerimiento a los dirigentes árabes. Aunque si lo observan detenidamente, sólo es una exigencia de "public relations", mientras se reservan las decisiones o concesiones dolorosas a los israelíes. Parece pues que unas buenas "public relations" evitarán a los árabes las "concesiones dolorosas", como por ejemplo el reconocimiento de lo que es Israel desde hace 62 años
)


Todos los vientos tronaron a la vez / Las campanas de la paz tañeron / y Sadat de Egipto hasta Israel voló / ¿Podemos decir que esto no es sin duda un sueño?

Estas emocionadas palabras fueron escritas el 22 de noviembre de 1977, y nada menos que por las ásperas manos de Moshe Dayan. El día después de la visita del presidente egipcio a Jerusalén, Dayan se las confió a su asesor íntimo Elyakim Rubinstein. Este último, quien se convertiría en un juez del Tribunal Supremo, afirma en su libro de 1992, "Senderos de Paz", que aunque ha tenido muchas experiencias emocionantes en su vida, ninguno como el momento en que la puerta del avión de Anwar Sadat se abrió en Ben–Gurion International Airport, "siempre lo recuerdo con una emoción sin igual".

Treinta y tres años después de que Sadat capturara los corazones de los israelíes con su discurso de "No más guerras" en la Knesset y su visita a Yad Vashem, nuevamente observamos como los muros del odio, el miedo y los prejuicios se han cerrado detrás de nosotros. En un artículo de un libro recién publicado, "Barreras para la paz en el conflicto israelo-palestino" (editado por Yaakov Bar Siman-Tov y publicado por el Jerusalem Institute for Israel Studies), los doctores y profesores Neta Oren, Eran Haperin y Daniel Bar-Tal, nos revelan que un 80% de los judíos de Israel creen que los árabes son deshonestos, no consideran la vida humana como algo valioso y obligan a Israel a emprender guerras a pesar de sus deseos de paz.

Diez años después del estallido de la segunda Intifada y de la aceptación de la aseveración de Ehud Barak de que no tenemos "ningún socio" para la paz (en la parte palestina), sólo el 44% ciento de los judíos de Israel creen que la mayoría de los palestinos quieren la paz (en comparación con un 64% en 1999).

El temor a realizar excesivas "concesiones a los árabes" no es el asunto de un puñado de "locos" cuya pasión por las tumbas de sus antepasados les ha conducido a esa chifladura. Israel ha vuelto a tener una opinión pública que mayoritariamente contempla la paz como una trampa peligrosa tendida por los árabes y por sus socios de la izquierda israelí, y que tiene como rehenes a unos políticos débiles. El 71% de los israelíes cree que el objetivo final de los árabes es aniquilar a Israel. No hay ningún líder israelí, ni siquiera en el horizonte, que tenga el poder de obligar a esa gran mayoría a "renunciar a los territorios y dárselos a los árabes".

Sadat solía decir que "dos terceras partes del conflicto árabe-israelí es cuestión de pura psicología". De hecho, una visita del líder árabe en la capital de Israel podría empujar a un lado 30 años de odio, miedo y sospechas. Cuatro años después de que miles de sus hijos murieran o resultaran heridos en una cruel guerra con Egipto, los israelíes limpiaron una lágrima de sus ojos al ver como el presidente egipcio estrechaba la mano de su primer ministro. Seis meses después de que la agitación política llevara al poder al Likud, otro levantamiento tuvo lugar pero esta vez dentro de una opinión pública israelí que hasta ese momento consideraba a los árabes como enemigos de Israel. La gran mayoría de los israelíes, incluyendo la mayoría de los miembros del Likud, apoyaron la evacuación de los asentamientos de la región de Yamit y un retorno a la frontera internacional en el frente sur, incluyendo el reconocimiento de los derechos legítimos de los palestinos.

En julio de 2009, el príncipe de Bahrein escribió un artículo en el Washington Post donde afirmaba que los "árabes necesitan hablar con los israelíes”. En dicho artículo, el jeque Shaikh Salman ibn Hamad ibn Isa Al Khalifa criticaba a los líderes árabes por no ser lo suficientemente sabios como para mostrar a los israelíes las ventajas de la iniciativa de paz de la Liga Árabe de marzo de 2002. "Cada israelí podría ser perdonado por pensar que cada voz musulmana se levanta sobre el odio", escribía, y terminaba así: "tenemos que hacer más, ahora, para lograr la paz". El llamamiento del príncipe siguió siendo una voz que clamaba en el desierto árabe (él mismo rechazó la propuesta de este autor de ser entrevistado por el Haaretz).

El liderazgo árabe insiste en tratar el diálogo con la sociedad israelí como parte de una "normalización" – como resultados de los "frutos de la paz" –, a la que se llegaría solamente después de que los israelíes se comprometieran a retirarse de todos los territorios. En su libro, Elyakim Rubinstein revela como fundamento la afirmación de que Sadat sólo vino a Jerusalén, en noviembre de 1977, después de haber recibido la promesa de que se le iba a devolver todo el Sinaí. Sadat entendió que unos israelíes cansados de la guerra no querrían tratar de la paz. Ellos querían que se les diera amor.

En efecto, ¿qué pasaría si el presidente Hosni Mubarak, el rey jordano Abdullah y el rey saudí Abdullah, junto con el presidente de la Autoridad Palestina Mahmud Abbas, depositaran una ofrenda floral en Yad Vashem y prometieran afirmar ante la tribuna de la Knesset: "No más guerras"? Eso volvería mucho más fácil la tarea a aquellos que Israel deben hacer lo se les pide: evacuar a decenas de miles de personas de los asentamientos y dividir Jerusalém.

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Wednesday, November 24, 2010

¿Por qué es tan importante la Tumba de Raquel? - Alex Joffe - Jewish Ideas Daily



Todas las culturas se han construido sobre lo que estuvo antes que ellas. Pero conocer cómo han tratado a sus antecesoras es una buena medida para valorar las culturas actuales. El tratamiento que los musulmanes han otorgado a la tumba de Raquel, muy conocida últimamente por aparecer bastante en las noticias, es un ejemplo meridiano de ello.

En el Génesis 35:19-20 se dice lo siguiente: "Así murió Raquel, y fue sepultada en el camino de Efrata, donde está Belén Y Jacob erigió un pilar sobre su sepultura; y ese pilar sobre la sepultura de Raquel aún permanece a día de hoy". Mientras que las referencias existentes a esta tumba en los libros bíblicos de Samuel y Jeremías parecen radicarla al norte de Jerusalén, las tradiciones posteriores optaron por ubicarla al sur, tal como se especifica en el Génesis. A través de los siglos, los viajeros y peregrinos judíos y cristianos visitaron a menudo dicho lugar, cercano a Belén, y mencionaron esa columna o pilar hecha de piedras, que simbolizaba a las once tribus de Israel, el número de los hijos de Jacob (con exclusión del duodécimo y más joven, Benjamin, la prueba de que su nacimiento ocasionó la muerte de su madre Rachel). Por supuesto, no podemos saber si el sitio es "realmente" el lugar donde está la sepultura de Raquel, la "madre eterna", pero dicho lugar fue grabado firmemente como tal en la conciencia judía y cristiana.

El Islam llegó a Jerusalén en el 638 d.C. Aunque los eruditos debaten si realmente, y en qué casos, se puede calificar como una "conquista", no puede existir ninguna duda de que produjo una brecha cultural. Los primeros conquistadores y gobiernos que dominaron el lugar, sobre todo los romanos y los bizantinos, causaron su lote de estragos a la cultura existente, pero al menos reconocieron el pasado, aun cuando procedieron a borrarlo. Por ejemplo, cambiar el nombre del territorio y pasar a denominarlo "Palaestina" con el fin de romper el vínculo judío con dicho territorio, aunque irónicamente al denominarlo así, utilizaron un término derivado de la Biblia, con lo que nuevamente lo enlazaron con su pasado. Inclusive trataron igualmente, pero sin éxito, de cambiar el nombre de Jerusalén por el de Aelia Capitolia, además de negar a los judíos el derecho a residir allí. En suma, los judíos vivieron y oraron desde otros lugares, pero Jerusalén siguió siendo el centro de su fe.

En cuanto a los cristianos bizantinos, construyeron iglesias sobre los restos de los santuarios y sinagogas judías. Esto fue un robo, pero la conexión lineal entre el judaísmo y el cristianismo nunca fue negada; y a pesar de que desde Pablo y los Padres de la iglesia en adelante se idearon diversas formulas prácticas y teológicas para incrementar la distancia entre las dos religiones, la conexión se mantuvo firme.

El Islam, sin embargo, actuó de manera diferente. En su determinación por rehacer el mundo tanto en sus formas más pequeñas como en las más grandes, disfrutó de una ventaja singular sobre los romanos. Como una rama del judaísmo y del cristianismo, y pretendiente como era (y es) a detentar la revelación final, no sólo incorporó las tradiciones de las “religiones paternas”, sino que las afirmó como propias, realizando un trabajo de extracción de historias y personajes de la Biblia hebrea y de los Evangelios que procedió a islamizar. Abraham, por ejemplo, se convirtió en el primer musulmán, un profeta y antepasado de Mahoma y ello a través de la historia de Agar. Y en pocas palabras, estamos hablando de una usurpación. En una etapa final, las propias comunidades originarias, judías y cristianas, pasaron a ser acusadas posteriormente de haber falsificado sus propios textos (para ocultar la mención de Mahoma y la revelación musulmana posterior) .

Lo mismo sucedió con el propio paisaje físico. La construcción de mezquitas en el Monte del Templo fue el acto más sobresaliente, una especie de izado de la bandera del Islam en el sitio más sagrado del judaísmo, y por lo tanto un dominio que debería ser irrecuperable e irreversible para siempre. Este fue un procedimiento estándar. En la India, miles de templos hindúes fueron destruidos y otros miles convertidos en mezquitas. El Partenón de Atenas pasó de ser una iglesia bizantina y ortodoxa a una mezquita otomana y luego, posteriormente, un depósito de municiones volcado otomano. Los templos zoroástricos y sinagogas judías sufrieron la misma suerte. Incluso la Kaaba en La Meca fue originalmente un templo pagano. Pocos de estos santuarios es probable que sean devueltos a sus dueños originales.

La tumba de Raquel marca una excepción parcial a la regla. El diácono Zósimo de Rusia, quien visitó este lugar en torno a 1421, describe el edificio como una mezquita, pero en el 1615, Mohammad, el bajá de Jerusalén, lo reconstruyó en nombre de los judíos y emitió un firman (edicto otomano) concediéndoles su uso exclusivo para ellos. En los tiempos modernos, como recientemente ha reseñado el periodista israelí Nadav Shragai, la posesión judía fue confirmada más de una vez por los gobernantes otomanos. En 1841, Moisés Montefiore ganó el permiso oficial otomano para renovar el lugar.

Posteriormente, y durante el período del mandato británico, las reclamaciones de los musulmanes volvieron a presentarse y tomar fuerza. Y en la década de 1990, durante el período de Oslo, la tumba se convirtió en una manzana de la discordia entre Israel y la Autoridad Palestina (AP). Como señala Shragai, la Autoridad Palestina ignoró en gran medida dicho lugar en sus publicaciones oficiales, pero en 1996 comenzaron a referirse a la tumba como la “mezquita de Ibn Bilal Rabah”, el nombre de un esclavo etíope de la casa de Mahoma y que según la tradición islámica fue enterrado en Damasco. Lo que nos lleva de vuelta al presente.

A principios de este año, el gobierno de Netanyahu incluye la tumba de Raquel en un inventario formal de los sitios del patrimonio judío a ambos lados de la "Línea Verde", una decisión que enfureció a los palestinos como era previsible. Ahora la UNESCO, no menos predeciblemente (conociendo como los países árabes y musulmanes votan en bloque y presionan a los países no alineados a seguir sus pasos) ha declarado que el lugar es una mezquita (y por si acaso, también declaró que la Cueva de los Patriarcas en Hebrón es la "mezquita de Abraham", en una especie de regreso retroactivo al pasado). La reclamación palestina ha tenido una gran repercusión dentro del mundo musulmán. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, comentó a un periódico saudí en marzo que la Cueva de los Patriarcas y la Tumba de Raquel "no fueron ni serán nunca santuarios judíos, sino islámicos" [N.P.: para ello se pasó por el forro su famosa política exterior neo-otomana, ya que ignoró y despreció los propios documentos otomanos que resultaban favorables a la reivindicación de los judíos].

Y es que ser dirigente palestino y negar el pasado judío, y por lo tanto la conexión judía con Israel, no resulta nada nuevo. Yasir Arafat aseguró a Bill Clinton en una famosa declaración que nunca había existido un templo judío en Jerusalén, una posición compartida por Ikrima Sabri, el muftí de Jerusalén, así como por Hassan Ali Khater, editor en jefe de la Al-Quds Al-Sharif Enciclopedia, y por el actual presidente palestino, Mahmoud Abbas y otros. El académico israelí Yitzhak Reiter ha documentado con todo detalle la moderna tradición islámica según la cual Jerusalén nunca tuvo que ver nada con los judíos.

Frente a este comportamiento negacionista, el propio Israel ha estado dispuesto reiteradamente a sacrificar su "patrimonio en nombre de la paz”. Así, el Tribunal Supremo israelí ha denegado una demanda presentada para detener las obras de construcción sin supervisión que desarrollaba sobre el Monte del Templo la organización islámica encargada de velar por su integridad, la Wakf. En cambio, el Estado ha optado por dejar que la evisceración del lugar continuará, al igual que antes optó por mirar hacia otro lado cuando el Wakf excavó el lugar para la construcción de dos mezquitas subterráneas. Cualquiera que sean las consideraciones de prudencia que puedan estar detrás de esta decisión de abstenerse a la hora de intervenir, apenas han servido para desalentar la táctica palestino de crear supuestos hechos consumados sobre el terreno, como por ejemplo la reciente “aparición de un día para otro de tumbas musulmanas" en el lugar propuesto para un museo de Jerusalén.

Es cierto que los musulmanes no están solos en su impulso de negar el pasado judío: consideremos la regularidad con la que los cementerios judíos sufren actos de vandalismo en la Europa cristiana. Pero el Islam parece especialmente empeñado en borrar a los judíos de la historia por razones teológicas. Puntos álgidos como la Tumba de Raquel (o "la Tumba de Ezekeiel" cerca de la antigua Babilonia) son especialmente vulnerables debido a que representan a personajes específicamente reclamados como propios por el Islam, o por ubicarse lugares de culto, como la Gran Sinagoga en Orán, Argelia, tomada y convertida en mezquita en 1960, o edificios comunales, como el hospital Haim Benchimol en Tánger, capturado y derribado este año. Es cierto que hay excepciones que parecen servir de escaparate o de relaciones públicas: la sinagoga de Maimónides en El Cairo, las pequeñas comunidades judías en Marruecos y Túnez, que se conservan “en ámbar” por su gran valor como destino turístico. Sin embargo, gran cantidad de sitios que formaron parte del tejido vivo de la vida judía - cementerios, sinagogas y escuelas, por no mencionar casas y lugares de trabajo - se han perdido para siempre.

Cuando se trata de los judíos, la Europa post-cristiana actual sufre de una aguda esquizofrenia, pues al igual que “nominalmente” desea abarcar su pasado judío destruido, permite que se incuben una serie de viciosas corrientes que aúnan antisemitismo y antisionismo. El Islam, por el contrario, se manifiesta casi siempre negativamente, y su negación obstinada del pasado judío no es un signo de esperanza para el presente. Reconocer de una vez las raíces teológicas de esta disposición islámica, resulta necesario para de una vez por todas proporcionar un importante correctivo a esas gaseosas nociones a la moda donde se presenta un mundo irreal donde judíos y musulmanes habitaban “en magnifica convivencia y tolerancia” en los jardines de una edulcorada Andalucía, y más importante aún, a esa idea de que el conflicto árabe-israelí actual solamente es cuestión de una rivalidad territorial o nacional.

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Tuesday, November 23, 2010

¿Por cierto, qué hay del reconocimiento? - Benny Levy - Ynet



El revuelo formado en torno a la extensión de la congelación de la construcción en los asentamientos desvía nuestra atención del precio adicional que al parecer Israel debe pagar por el paquete de beneficios prometidos a Netanyahu: renunciar a la exigencia de que los palestinos reconozcan a Israel como un Estado judío antes de proseguir las conversaciones. El primer ministro, que presentó esta demanda pocas semanas atrás, ha permanecido en silencio en lo referente a esta cuestión en los últimos tiempos, aunque sin no existe tal reconocimiento inicial, no está claro lo que va a ser discutido en las conversaciones.

Comenzar la discusión sobre las fronteras y las medidas de seguridad, tal como demandan los palestinos y los estadounidenses, resulta similar a emprender unas negociaciones donde las partes están discutiendo el precio de una retribución, el número de sus cuotas, su duración, etcétera, sin estar de acuerdo inicialmente si estamos tratando de la venta o el arrendamiento de un activo. Si se trata de una venta, el vendedor posteriormente ya no tendrá ningún derecho sobre dicho activo. Si por el contrario se trata de un contrato de arrendamiento, el arrendatario espera, asistiéndole el derecho, poder demandar dicho bien en el futuro.

Ese es el punto donde se explicitan las cláusulas preliminares en los contratos. Allí, las partes presentan sus intereses comunes, que son anteriores a las propias negociaciones. Por ejemplo, si la persona A está interesado en la oferta de alquiler de un apartamento, y la persona B está interesado en alquilar dicho apartamento, “las partes acuerdan... (y aquí vienen las cláusulas del contrato, que deberá regir durante las negociaciones)”. En la introducción del "acuerdo soñado" con los palestinos, se debería explicitar que como las partes están interesadas en poner un final al conflicto, ellas ven al Estado de Israel como el Estado del pueblo judío, y al futuro estado de Palestina como el Estado del pueblo palestino, y como consecuencia de esto están de acuerdo en lo siguiente: las fronteras, la seguridad, Jerusalén, refugiados, etcétera. Lamentablemente, los palestinos dicen negarse a dicha introducción. Abbas y Erekat han manifestado claramente menospreciar dicha posibilidad, y Yasser Abed Rabbo, quien al parecer apuntó a una posición diferente, no posee ninguna autoridad de todos modos [N.P.: Es muy interesante destacar que las mayores críticas que recibió Abed Rabbo por sugerir un reconocimiento condicionado de Israel como Estado judío provinieron de algunos de los líderes políticos de los árabes israelíes].

¿Significa esto que no hay lugar para las negociaciones? No necesariamente. Sin embargo, en ausencia de tal reconocimiento, no existe ninguna garantía de que en el futuro los palestinos exijan más derechos y concesiones a Israel. El conflicto podría reproducirse nuevamente, y esto debería tenerse en cuenta en el momento de elaborar los detalles de un acuerdo (que no recogiera el mencionado reconocimiento). Un reconocimiento palestino de Israel como un Estado judío (o Estado-nación del pueblo judío) ofrecido abiertamente al mundo - a Israel, al mundo árabe, a las naciones del mundo y a las instituciones internacionales – permitiría que Israel mostrara una mayor flexibilidad en la cuestión de las fronteras y asumiera más riesgos en el frente de seguridad. Alternativamente, en el caso de que los palestinos se negaran a reconocer a Israel como un Estado judío, esto requerirá unos acuerdos totalmente diferentes. Conseguir que las intenciones de los palestinos hacia Israel sean claras y nítidas se convierte en un elemento fundamental, más importante incluso que una mera condición previa, para la celebración de las negociaciones.

Dos cuestionamientos se plantean principalmente ante la exigencia de un reconocimiento. En primer lugar, ¿por qué necesita Israel que su identidad sea reconocida (definida) por una parte o elemento externo? La respuesta a este esfuerzo palestino (y de sus seguidores) de “hacerse el tonto” es que no se trata de que la identidad de Israel sea decidida por los palestinos, sino que más bien nos referimos a una aclaración previa y necesaria, antes de embarcarnos en las conversaciones, de que ambas partes están de acuerdo en que cuando se habla de la solución de "dos estados para dos pueblos" nos referimos al pueblo judío en el caso de Israel y al pueblo palestino para la futura Palestina. Este es un elemento muy importante a la hora de la redacción de las cláusulas del acuerdo. También afecta a la cuestión de los refugiados y demostraría la esperanza de que se pudiera llegar a un acuerdo que pondría fin al conflicto.

Y nos queda el segundo cuestionamiento de dicho reconocimiento, ¿por qué no se exigió en el pasado en los acuerdos de paz con Egipto y Jordania? Este también representa un esfuerzo por jugar a “hacerse el tonto”. Ni jordanos ni egipcios demandaban territorios de Israel, y tampoco educaban a sus hijos en el espíritu de "esta llave es la de nuestra vieja casa en Jaffa a la que volveremos". La ausencia de un reconocimiento explícito por parte de Jordania y Egipto de Israel como un Estado judío, no constituye una presunta desestimación de dicho carácter, como sí existe y se desprende ampliamente de las posiciones palestinas. Por otra parte, Egipto y Jordania no han participado en unas negociaciones con unas formulas de tanta vaguedad, doble discurso y mentira, como las propiciadas por los palestinos. Embarcarse en unas negociaciones antes de dejar bien acordado cuáles son las intenciones de las partes, sólo puede dar lugar a una repetición de los acuerdos de Oslo, cuyo resultado tenía - en palabras del propio Yitzhak Rabin, que descanse en paz - "más agujeros que un queso".

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Olvídense de la paz - Yair Lapid - Ynet



Dos errores fundamentales nos han estado acompañando desde hace más de 30 años.

El error de la izquierda es su creencia de que todas las personas - negros, amarillos, marrones o blancos - tienen un núcleo común de deseos. Compartimos una chispa de humanidad que trasciende todas las diferencias culturales, y al final del día todos queremos lo mismo: vivir en paz y en seguridad, criar a nuestros hijos, llevar una vida digna, sentarnos bajo un olivo, escuchar s Bob Dylan en nuestro iPod, y ver una puesta de sol de color anaranjado.

Según esta teoría, si se nos permitiera a cada uno de nosotros disfrutar de todo eso, descubriríamos que no hay diferencia entre Dios y Alá, entre Oriente y Occidente, y entre los jóvenes de Ramallah y los jóvenes de Tel Aviv.

Es una idea hermosa, pero lamentablemente es falsa.

El error de la derecha es su creencia de que es posible ganar esta guerra. Que el conflicto israelí-palestino es una lucha descarnada entre lo blanco y lo negro, donde el sionismo - el movimiento nacional más justo en los últimos 200 años – se enfrenta a una banda primitiva de asesinos que sólo entiende el lenguaje de la fuerza.

Según esta teoría, estamos ante la lucha entre la noble idea de la vuelta de los judíos a su patria, más justa aún a raíz del Holocausto, a la que se oponen unos palestinos que han tenido miles de años para establecer un estado pero que no hicieron nada al respecto. En su lugar, se han sumergido en un mar sombrío de de nacionalismo islámico, mientras que nosotros nos dedicábamos a construir un estado modelo. Es una lucha difícil, exigente, pero al final del día la justicia prevalecerá.

Esta también es una idea muy bella, pero lamentablemente también es falsa.

La izquierda lo lleva muy mal porque se niega a reconocer que los seres humanos, aún pudiendo ser iguales, sin embargo no son idénticos. Diferentes países tienen un carácter diferente, y nunca hay que subestimar el poder de la religión. Los palestinos no están tan interesados en una vida pacífica como en la realización de sus aspiraciones nacionales y religiosas, en suma, por más felices que pudieran sentirse por establecer un estado más lo estaría si pudieran edificarlo sobre las ruinas del Estado judío.

El error de la izquierda es especialmente grave porque hacen la vista gorda ante el hecho de que vivimos en una región donde ni siquiera uno de los 57 estados islámicos es democrático. La desagradable verdad es que no nos quieren aquí, inclusive si pudieran obtener beneficios de ello.

La derecha está profundamente equivocada porque en el siglo XXI las luchas nacionales no pueden terminar en victoria o derrota, por la sencilla razón de que no pueden terminar en absoluto. El anhelo del mundo antiguo, conservador y absoluto, donde el ganador se lo lleva todo, es irrelevante para un conflicto que se debe gestionar bajo la mirada de miles de cámaras de televisión y millones de televidentes, y que tiene implicaciones globales que van desde Pekín a Washington.

El error de la derecha es especialmente grave porque se niega a entender que vivimos en una época en que la parte débil no tiene menos poder que la fuerte. Los medios de comunicación y el terrorismo global - dos fuerzas que se alimentan unas a otras - han cambiado las reglas del juego. El golpe más duro que se infrinja a los palestinos, más fuerte los hará y más apoyo les proporcionará.

La idea de que podemos hacerlo solos "y que no necesitamos favores de nadie" también solamente es una demostración de arrogancia vacua. Seis meses sin los estadounidenses y el ejército más poderoso de Oriente Medio se oxidará lentamente sin piezas de repuesto. Ninguno de estos hechos es especialmente agradable, y está dentro de la naturaleza humana hacer la vista gorda ante los hechos desagradables, y sobre todo cuando entran en contradicción con nuestra visión del mundo.

El desprecio que manifiesta la izquierda por la naturaleza y motivos genuinos de la lucha palestina es imprudente, al igual que es irresponsable el desprecio de la derecha por el hecho de que la perpetuación de la situación actual puede llegar a desencadenar una pronta desaparición del Estado judío.

Ambas partes, cada una por sus propias razones, insisten en ignorar el hecho de que el conflicto ha llegado para quedarse. No tiene solución absoluta, ni en la paz, ni a través de la guerra. Los palestinos no están a punto de desaparecer, como desearía la derecha, ni están a un paso de convertirse en noruegos, como anhela la izquierda. Lo único que podemos hacer – y es lo que deberíamos hacer - es tratar de manejar el conflicto en las mejores condiciones para nosotros.

Y esta es la razón por la que ha llegado el momento de separar la cuestión de establecer un Estado palestino de la cuestión de la paz. Israel debe trabajar hacia el establecimiento de un Estado palestino no porque traiga la paz, sino más bien, porque sería mucho más fácil manejar el conflicto cara a cara con dicho estado.

El establecimiento de un Estado palestino dejaría de obsesionar al mundo, frenaría el proceso de deslegitimación y de conversión en un estado paria, nos permitirá mantener nuestra seguridad con menos restricciones, nos levantaría la carga del control de tres millones de personas, y nos permitiría gestionar mejor el debate con los palestinos sobre las fronteras y el futuro de los asentamientos, en lugar de tener que ocuparnos nosotros mismos y estar siempre en el papel de los no dejan de pedir disculpas.

En lugar de ser un elemento perturbador, los colonos se convertirán en lo que realmente son: unos ciudadanos israelíes que alguien quiere expulsar de sus hogares.

Dos veces en el pasado los palestinos han amenazado con declarar su estado de forma unilateral, y dos veces hemos respondido como si fuéramos mordidos por una serpiente. En cambio, si les Israel les hubiera contestado "por favor, infórmennos de la fecha de tan dichosa ceremonia y seremos el primer estado en el mundo en enviarles un embajador a Ramallah", ¿qué piensan ustedes que habría pasado?

En la práctica, les falta muy poco para serlo. Vean ustedes, la Autoridad Palestina ya tiene una bandera, unas fuerzas de seguridad, y el derecho a gestionar sus asuntos en las denominadas zonas A y B de Cisjordania. Si desean llamar a esa zona "Palestina", están en su derecho, como es el nuestro derecho decir que Gush Etzion forma parte de Israel.

En términos diplomáticos, los palestinos pasarían de ser unas víctimas adolescentes a ojos del mundo a ser un estado - otro estado más - que tiene un conflicto fronterizo con uno de sus vecinos. Conflictos similares existen en muchos países, y todos ellos son igual de aburridos. Con su propia declaración de la estatalidad perderían su principal arma: el hecho de que se les percibe como la víctima perpetua.

Así que realmente no tendremos una paz verdadera, pero tampoco la tenemos ahora. También es cierto que el terrorismo no desaparecerá, pero el terror no va a desaparecer tanto si se logra un acuerdo como si no. Siempre habrá suficientes locos por aquí que deseen encender la región. Sin embargo, con un Estado palestino establecido, al menos tendría que asumir la responsabilidad de sus propios locos. En caso de que no los controlen, ningún Goldstone podría quejarse si el ejército israelí responde con toda su fuerza.

Sé que esta idea a contracorriente no gustará – y eso también forma parte de sus ventajas – ni a la izquierda ni a la derecha. Posponer el sueño de paz no es fácil, al igual que tener que admitir que el mundo no reconoce nuestra justicia resulta insoportable. Sin embargo, la realidad no se somete a los sueños, la realidad es la que es, y así debemos reconocerlo. De hecho, todo esto resulta difícil, sin embargo, yb en caso de que aún no hayan dado cuenta, las cosas por aquí tampoco son fáciles ahora.

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Saturday, November 20, 2010

Milenarios - Israel Fichman













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¿Un renacimiento judío? - Yehudah Mirsky - Jewish Ideas Daily


Menahem Kahana - Getty

En los últimos años Israel se ha convertido en un vasto laboratorio al aire libre donde experimentar el judaísmo, remodelándose rituales, realizando una lectura de textos antiguos a través de nuevas lentes, mezclando y fracturando las familiarea dicotomías entre laicos y religiosos. Yeshivot seculares, artistas e intérpretes cantando himnos medievales hebreos, "comunidades de oración" no confesionales en el Tel Aviv "en la onda", movimientos de terapia cabalística, festivales de judaísmo en los kibutzim anteriormente socialistas... En definitiva, algo está pasando aquí, pero ¿qué?

Yair Sheleg, un habitual colaborador del Haaretz y miembro del Israel Democracy Institute, ha sido durante años el introductor privilegiado y el maestro de periodistas dentro del ámbito del conocimiento e información sobre la vida religiosa de Israel. Un libro anterior, "Los nuevos ortodoxos", documenta la manera por la que tanto sionistas religiosos como ultra-ortodoxos se han ido adaptando a la vida secular de Israel y a su cultura. Ahora, en un nuevo libro titulado "From Old Hebrew to New Jew: The Jewish Renaissance in Israeli Society" (Del antiguo hebreo al nuevo judío: El renacimiento judío en la sociedad israelí), Sheleg explora hábilmente el otro lado de la balanza: los grupos e individuos difícilmente clasificables que exploran vigorosamente el judaísmo fuera de la estructura del establishment religioso y de sus instituciones.

La hegemonía política del sionismo laborista ha estado en declive desde la triste década de 1970. No menos consecutiva, y tal vez aún mayor, es la disolución constante de la ética social y cultural con la que los Laboristas construyeron la sociedad y la cultura del estado. Ese ethos-estatista, colectivista, secular (pero con un lugar reservado para un domesticado sionismo religioso), inequívamente ashkenazi, obtuvó unos logros, pero al final demostró no ser un rival ante la privatización, la globalización, el surgimiento de las políticas de identidad, y la humana necesidad de una cierta trascendencia. Sintiendo que la revolución sionista contra el judaísmo tradicional había seguido su curso, los nuevos círculos, pequeños al principio, inauguraron una revolución propia: un retorno, no tanto a la tradición como a los tesoros culturales del judaísmo bajo unos nuevos términos.

El eje central fue el estudio. La década de 1980 contempló la creación de dos centros de estudio pioneros (midrash batei): Midreshet Oranim, afiliado al movimiento kibutz, y Elul en Jerusalén. En ambos, religiosos y laicos se reunieron para leer los textos clásicos y modernos al estilo de las yeshivas pero sin la vigencia de la autoridad tradicional en las yeshivas. Curiosamente, el estudio del Talmud tomó una gran importancia, tratando de alcanzar unos horizontes judíos más amplios que los adoptados por el sionismo clásico, con su subodinación de la historia de la Diáspora en favor de la Biblia. Los pensadores sionistas con los que se comprometieron - HN Bialik, AD Gordon, Brenner, H., B. Katznelson, Rav Kook - fueron autores que se buscaron a sí mismos, oscilantes entre la bisagra del exilio y la revolución, entre la desesperación y la redención.

En la actualidad, existen docenas de centros de estudios alternativos, y su estilo ha sido adoptado por un buen número de diferentes instituciones, desde yeshivot a colegios paramilitares. Mientras tanto, como detalla Sheleg, un gran número de israelíes también han sido arrastrados hacia unas formas no institucionales de espiritualidad: la magia popular y un estudio serio de la cábala, un judaísmo al estilo New Age, la psicología judía, la música modular de Shlomo Carlebach, el mesianismo de Chabad, el sincretismo del "HinJew" y "Buju", las oscilaciones extáticas del hasidismo Bratslav.

En todo momento, Sheleg distingue entre las dimesiones culturales y espirituales de este renacimiento judío, o según sus propias palabras, "entre los que buscan el judaísmo y los que buscan a Dios". Los primeros son más ashkenazies, de clase media, y más en sintonía con las élites culturales del país. Entre los últimos, se encuentran más sefardíes, más rusos y, curiosamente, más nuevos ricos. Tal vez, paradójicamente, o quizás no, los del primer grupo tratan de influir en la sociedad y en el mundo que les rodea, mientras que los del segundo grupo están principalmente interesados en su realización espiritual. Otra paradoja: la búsqueda cultural es un drama más bien local, se trata de una búsqueda de un centro perdido con ningún camino fácil ni obvio detrás de si, en cambio, la búsqueda espiritual forma parte en muchos aspectos de una tendencia global.

¿Cuál será el futuro? Materialmente, el movimiento cultural sigue siendo muy dependiente de los filántropos estadounidenses, mientras que el movimiento espiritual es una fábrica de dinero muy tentadora para los profanos. Moralmente, Sheleg observa grandes peligros potenciales para cada uno de estos movimientos: el renacimiento cultural corre el peligro de derivar en algo etéreo, en un esteticismo elitista; mientras, el renacimiento espiritual corre el riesgo de terminar en dogmatismo religioso, en charlatanería mercántil, y en políticas atávicas. Los signos de esa degeneración son ya visibles.

Pero, mientras tanto, ¿qué pasa con el gran público israelí? ¿Puede cualquiera de estos movimientos llegar a afectarle, y quizás para bien? Ambos están en contra de las fuerzas insensibilizadoras de los medios de comunicación, del cansancio cultural, de las categorías inertes de lo "religioso" y lo "secular", y de un establishment religioso calcificado. Pero Sheleg también ve posibilidades de esperanza, que este renacimiento judío tenga éxito en la presentación de unas alternativas genuinas y convincentes frente al pálido y desalentador brebaje que se ofrece en la cultura dominante. Esto puede ser una ilusión. Sin embargo, los siglos XIX y XX vieron varias revoluciones judías, para mal, pero también para bien.

¿Es mucho esperar otra revolución vivificadora para el siglo XXI?

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Friday, November 19, 2010

Dos perspectivas (II): Los asentamientos están destruyendo el sionismo - Ari Shavit - Haaretz

La derecha radical ya enloqueció anteriormente. Enloqueció cuando vio acercarse la Guerra de Yom Kipur y no la impidió. Enloqueció cuando vio próxima la paz con Egipto y trató de detenerla. Enloqueció cuando inició la guerra del Líbano. Enloqueció cuando construyó 150 asentamientos en Gaza y Cisjordania.

La derecha radical enloqueció cuando derrocó a Yitzhak Shamir en 1992, cuando hizo lo mismo con Benjamin Netanyahu en 1998, cuando incitó contra Yitzhak Rabin y cuando despotricó contra Ariel Sharon. La derecha radical enloqueció cuando poco a poco se volvió mesiánica, chiflada y racista. La derecha radical enloqueció no solo según unos criterios aceptables internacionalmente, sino con respecto a sus propios criterios. Se negó a ver la realidad, actuó irracionalmente e irrevocablemente dañó al sionismo.

Pero ahora la derecha radical ha enloquecido aún más. ¿Por qué? Porque ahora podemos ver el precio. Ahora vemos el abismo al que nos ha llevado. Vemos la deslegitimación, la demografía, el deterioro. Vemos que más es menos. Vemos que tenerlo todo no es lo que deseábamos ser, que lo que deseábamos era establecer una frontera para el estado judío, o a cambio no habrá un estado judío. Vemos que la ocupación está a punto de convertir a Israel en una especie de Sudáfrica, que los asentamientos están a punto de destruir el sionismo. Vemos la medianoche reflejarse en nuestro sorprendido reloj.

A pesar de todo esto, la locura de esta derecha radical sigue en un buen estado de forma. Sigue creyendo que la zona alrededor de la ciudad de Elon Moreh es más importante que un escuadrón de F-35. Sigue considerando que los puestos avanzados ilegales en Cisjordania son más importantes que las resoluciones del Consejo de Seguridad. Todavía cree que el poder de Israel se mide por el hormigón y el cemento que contienen los asentamientos. Sus puntos de vista, mirando siempre hacia atrás en los asuntos de Estado, les hace pensar que sirven a Israel cuando en realidad están saboteando a Israel. Esta derecha loca inclusive socava al propio proyecto de asentamientos cuando interpreta que los compromisos asumibles con respecto a los grandes bloques de asentamientos condenan a sus pobladores a la suerte de los colonos en Argelia.

Hace una semana, Netanyahu y la secretaria de Estado Hillary Clinton elaboraron un acuerdo sujeto a diversas interpretaciones. Todavía no está claro si el acuerdo es serio. Todavía no está claro si se llevará a cabo o se olvidará. Pero el interés de Israel en la existencia de tal acuerdo es perfectamente evidente: prevenir una resolución de la ONU que determine el establecimiento de un estado palestino en las fronteras de 1967, y para ello dicho acuerdo impediría a los palestinos convertir la construcción en los asentamientos en su eterna coartada, además de fortalecer la seguridad de Israel.

La derecha enloquecida se niega a ver su interés cristalino para Israel. Se dedica por el contrario a patalear y a gritar, amenazando sin control. La idea misma de una congelación en la construcción la lleva al frenesí. El intento mismo de reanudar el proceso de paz la vuelve loca. Con la boca llena de espuma, esta derecha chiflada nos exige a todos que caminemos con los ojos bien abiertos hacia la perdición.

La conclusión es inequívoca: si Israel quiere sobrevivir tiene que liberarse del dominio de esta derecha enloquecida. Los rabinos de los colonos no son y no representan al Estado de Israel. Tampoco los rabinos del Shas, o los diputados de Unión Nacional y del Habayit Hayehudi, ni siquiera la pequeña minoría de rebeldes en el Likud.

Y todo esto sucede porque el sistema político no está funcionando a la hora de permitir el acceso al poder. Porque la mayoría silenciosa no dice nada acerca de una locura que puede traer sobre nosotros un desastre tras otro. Porque el Israel cuerdo se mantiene indiferente ante estos locos que tratan de llevarnos al borde de la catástrofe. Y no será porque es la voluntad de Dios, sino porque somos débiles de voluntad y abúlicos, y permitimos que unos grupos marginales enloquecidos se hagan cargo de la agenda nacional. Estamos permitiendo que estos locos nos alejen de la claridad.

Netanyahu ve a este frenesí alrededor de él y siente náuseas. Sabe muy bien que esta derecha enloquecida no tiene una comprensión básica de los asuntos de estado. Se da cuenta de que son peligrosos. Pero para pasar de la comprensión a la acción, Netanyahu deberá desencadenar un gran seísmo político. Deberá realizar una propuesta sustancial a la líder de la oposición, Tzipi Livni. Deberá realizar un esfuerzo real para formar un gobierno sionista. Sólo un gobierno compuesto por los tres principales partidos sionistas puede hacer frente a esos que sólo conseguirán que el sionismo se desmorone. Sólo un gobierno del Likud-Kadima-Laboristas puede tomar las decisiones necesarias en un proceso de paz. Sólo un gobierno diferente puede impedir a esta derecha enloquecida dejar de conducirnos al borde del precipicio.

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Dos perspectivas (I): Ni siquiera 1.000 aviones de EEUU salvarán a Netanyahu - Israel Harel - Haaretz)

El presidente de EEUU Barack Obama, con la ayuda de un primer ministro israelí sin capacidad para mantenerse firme, está reactivando el rechazo palestino (a un acuerdo de paz). Los palestinos, alentados por las capitulaciones en serie de Benjamin Netanyahu, se sienten liberados para poder subir otro peldaño en la escala de su rechazo. Después de todo, están seguros - y con razón – de que Obama seguirá cortando el bacalao, incluso tras los tres meses adicionales de congelación de la construcción en los asentamientos. Y luego, subirán sus exigencias e irán a por más.

Netanyahu dijo a sus ministros que al final de esta congelación adicional, la presión la ejercería él: los estadounidenses entenderán que los palestinos son los que verdaderamente rechazan la paz. Y no es que Netanyahu se equivoque, es que él deliberadamente engaña a sus ministros. Y ellos lo saben. Ya se ha dicho de él, y de las personas como él, "usted es un indolente".

Los palestinos nunca han sido acusados de fomentar el rechazo (a un acuerdo). Esa acusación sólo se dirige contra Israel. La secretaria de Estado Hillary Clinton, o el propio Obama, le dirán a Netanyahu que, en aras de la paz, no debe crear problemas con cuestiones de menor importancia (la congelación de los asentamientos). Y Netanyahu aceptará nuevamente, a cambio de otros 20 aviones. Después de todo, esos son los avales, no el espíritu de independencia de Israel, que han asegurado la existencia de Israel hasta el momento.

Los palestinos nunca han deseado llevar a cabo unas verdaderas negociaciones de paz con nosotros. Su plan para la erradicación de Israel en varias etapas se mantiene intacto, simplemente han cambiado su táctica con un éxito impresionante: en lugar de "lo que se tomó por la fuerza se debe recuperarse por la fuerza", ahora siguen la táctica de "jugar a la paz", manipulando a un mundo que se derrite cada vez más por estos "nuevos palestinos moderados". Y ahora Obama les ha dado la última herramienta para esa manipulación: una congelación de los asentamientos.

Más que nunca, su trabajo de liberación lo están realizando los demás. Los estadounidenses, como es su costumbre en todos los ámbitos, están decididos a acumular logros. Y sólo Israel puede suministrárselos.

Pero una vez que se les haya facilitado estos nuevas exigencias, los palestinos, por supuesto, continuarán con su rechazo. Después de todo, saben que detrás de cada una de sus pegas Obama volverá a dirigirse a Netanyahu con una tonelada de exigencias. Y se da la casualidad que Netanyahu es uno de los políticos más derrotistas que nunca han ocupado el puesto de primer ministro de Israel, por lo que capitulará a cambio de un plato de lentejas de cualquier tipo. Y así una y otra vez.

Obama, contrariamente a lo que afirma el columnista del New York Times Tom Friedman, no está harto del todo de Netanyahu. Todo lo contrario. Netanyahu es el activo estratégico de Obama. Obama reconoce su valor añadido único, la debilidad del Primer Ministro del Likud por desbordar a la izquierda por la izquierda, y por eso aplica una presión incesante sobre él, incluyendo la guerra psicológica. Y parte de esta guerra psicológica se lleva a cabo a través de los artículos de su buen amigo el columnista Friedman. Y es que para Netanyahu, a diferencia de la mayoría de los estadounidenses en la actualidad, lo que aparece en el New York Times es más sagrado que las propias Sagradas Escrituras.

Una congelación de tres meses no sellará el destino de los asentamientos de Cisjordania. También es cierto que como Netanyahu murmura a los estadounidenses, unos pocos cientos de apartamentos adicionales (y ese es el número correcto, ya que no se trata de una construcción gubernamental) no tienen el poder de determinar el estatuto definitivo de Judea y Samaria. Pero es una lástima que Netanyahu no sostenga esa línea de opinión. Después de todo, un gobierno liberal como el de Obama nunca se atrevería a expulsar a 300.000 de sus propios compatriotas, ¿no creen?.

Y si los americanos le obligan a Netanyahu - digamos que a través de una concesión de unos 100 aviones -, no hay duda de que los círculos liberales en Israel y en todo el mundo se levantarán irritados en contra de este acto de barbarie. ¿Acaso los colonos, nos dirán todos estos humanistas, no desean vivir en un estado palestino? En cualquier caso, al igual que los árabes lo hacen en el Estado judío.

Ni siquiera 1.000 aviones americanos le permitirán a Netanyahu escapar de esa trampa en la que, con la aprobación de su gabinete diplomático y de seguridad, ha caído. "Asiria no nos salvará", nos advirtió el profeta Oseas en una situación histórica similar, “ni confiaremos en sus ejércitos. Baal no nos salvará, ni los becerros de oro, ni las estatuillas que fabricamos con nuestras propias manos volverán a ser adoradas, ni les echaremos incienso, ni volveremos a llamarlos Dios nuestro".

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