Tuesday, January 29, 2013

Se imaginan...revuelta judía en Londres como consecuencia de una caricatura antisemita sobre Netanyahu - Adam Chandler - Tablet



Recuerdan ustedes la contemporización de la progresía europea ante los disturbios causados por los musulmanes ante la publicación de una serie de caricaturas sobre Mahoma, y como mucha de esa izquierda mostró su "comprensión y disculpa" ante esa ofensa cometida contra todos los musulmanes. Pues bien, el Sunday Times londinense ha publicado una caricatura de Netanyahu con fuertes tics antisemitas (una gran nariz, mujeres y niños muertos, hasta parece aparecer la cabeza de un Obama, ese Mesías de la izquierda al que tango le gustan los drones y las víctimas - musulmanas - colaterales) nada menos que el mismo día en que se celebra el día de recuerdo del Holocausto.

Cortesía progresista europea. Adam Chandler recoge todos estos hechos y se pone ingeniosamente a soñar que pasaría si...
A raíz de una polémica caricatura publicada en el Sunday Times de Londres, una multitud de furiosos manifestantes judíos se reunieron en Hyde Par ayer y, enardecidos por el fervor de los rabinos locales, salieron a las calles de Londres. 
Incitado por esa inflamatoria caricatura, una suerte de libelo de sangre publicado el mismo día donde se celebra el Día Internacional del Recuerdo del Holocausto, el cual dibujaba al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, con una gran nariz ganchuda típicamente antisemita y levantando un muro con sangre palestina como cimiento. La imagen provocó que la multitud descendiera a Harvey Nichols en Sloane Street, donde rompieron escaparates e incendiaron las colecciones de Charlie Allen y Ted Baker. La multitud, sin incontrolable, irrumpió en la Galería de Retratos Real, derribando y desfiguró la colección de siglos de antigüedad de los reyes y reinas británicos. 
"Dejamos el nuevo retrato de Kate Middleton", dijo Gerald Stein de Stamford Hill, "ya es suficientemente ofensivo por si mismo". 
En el norte de Londres, hooligans judíos leales al Tottenham Hotspur organizaron su conocida "Yid Army" y saquearon los pubs locales, vaciando los barriles de cerveza de Bass y Boddington, antes de asaltar los locales donde se venden pescado frito (fish n’ chips) en el municipio de Haringey. A medida que el grupo arrasó una fábrica de galletas, la totalidad del viejo Blighty comenzó a apestar a pan de jengibre. Una nube de hollín viajó hacia el sur, volviendo grisáceos a los blancos acantilados de Dover. También se informó que numerosos ejes de la noria de London Eye fueron retirados y doblados con la forma de una estrella de David. 
Los residentes de Londres han sido advertidos para que permanezcan en sus casas hasta nuevo aviso y todos los periodistas británicos han sido puestos bajo protección policial. No se sabe aún nada sobre la situación del alcalde de Londres, Boris Johnson, quien fue enviado a la Torre de Londres.


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Sunday, January 27, 2013

¿Yair qué?

Friday, January 25, 2013

Elocuencia, según Jean Amery





"Sobre mi antebrazo izquierdo llevo el número de Auschwitz. Él se lee más rápido que la Torah o el Talmud, pero la información que proporciona es más elocuente" Jean Amery, en "Mas allá del crimen y el castigo".

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Invierno - Stoyan Nenov





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Y los ganadores son...

Wednesday, January 23, 2013

Las fronteras de Europa son más delicadas que la sala de estar de Israel



El embajador de Israel ante las Naciones Unidas comparó este miércoles la intervención militar de Francia en el norte de África con la lucha de Israel contra el terrorismo islámico en Gaza

"El Ministro de Asuntos Exteriores de Francia dijo este mes que su país está luchando para evitar la creación de un enclave terrorista islamista a las puertas de Francia y Europa. Si Malí está a las puertas de Francia, Gaza está en la sala de estar de Israel", dijo Ron Prosor en el debate abierto del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre el Oriente Medio.

"No se equivoquen: la posición de principio de Francia debe ser elogiada. Sólo pedimos que Francia y todos los países que actualmente están apoyando esta posición de principio, apoyen a Israel mañana cuando luchemos contra el terrorismo islámico en nuestras fronteras".

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Los oráculos anti-Israel se "lucen" presas de su obsesión políticamente correcta y progresista - Harry's Place


Las predicciones bienpensantes


La realidad

Los lectores de Harry's Place estarán familiarizados con las disculpas-parodia que la web Private Eye tiene que realizar en nombre de todos los medios de comunicación cuyas predicciones eran ajenas a la realidad, y estaban basadas en la mentalidad de rebaño del cuarto poder, para así justificar sus masivos cambios de actitud ante la realidad de los hechos. La cobertura empleada en las elecciones israelíes celebradas ayer podrían ser un buen ejemplo para el ejercicio de la sátira.

Desde hace varias semanas, columnistas y bloggers han tratado de retratar las elecciones en Israel como el comienzo de una nueva edad oscura para el conflicto y una carrera hacia un mayor odio. Titulares del estilo "Los israelíes quieren a zio-clones de los neo-nazis en el Gabinete" y "Los votantes configurarán un mandato para construir un Parque Temático Menachem Begin en el lugar de la Cúpula de la Roca" pueden haber contribuido a la impresión de que un giro brusco e irreversible hacia la extrema derecha era el único resultado posible de dichas elecciones. Estos prejuicios fueron repetidos por expertos "a la moda" sobre la retórica de Binyamin Netanyahu, el atractivo personal de Naftali Bennett, y la vox populi en Tel Aviv y Jerusalén, y ya predecían el fin de la solución de dos estados y una crisis existencial para Israel.

Por supuesto, la ira y la tristeza producida por la ausencia del resultado pronosticado - que supuestamente sería capaz de confirmar sus prejuicios acerca de la sociedad israelí - apenas pueda ocultarse tras una supuesta satisfacción ante los verdaderos resultados. Al frente de esta pesimismo alegre está, por supuesto, Peter Oborne, el principal comentarista político del Daily Telegraph, cuya obsesión con Israel alcanzó su punto máximo en 2009, cuando produjo y presentó un documental en un medio estatal, Channel 4, donde críticaba a un "lobby pro-Israel británico" por ser demasiado influyente en el gobierno y en los medios de comunicación. Su lógica no es desde luego su mejor virtud.

Hace dos días escribió un artículo titulado las "voces moderadas de Israel no se oirán en estas elecciones generales", cuya base radicaba en el imparable e inexorable crecimiento del partido Hogar Judío. Osborne, el oráculo, había estado en Israel y concluido que la "limpieza étnica" estaba a la cabeza de las prioridades de los israelíes, y ello después de asistir a una reunión autoseleccionada de unas 500 personas (que representaban a casi un 0,007% de la población). Al mismo tiempo reivindicaba que una solución binacional sin "indicios de violencia" era todo en lo que estaban interesados los palestinos, y ello después de una charla rápida con un único político palestino de Cisjordania.

"Temo por el futuro de Israel", resumía Oborne.

Incluso el Guardian (nada menos que el Guardian)  informaba hoy del resultado de las elecciones celebradas ayer con un "los centristas ganan terreno". Y me pregunto, ¿por qué son tan desobedientes estos israelíes? En primer lugar, parecían querer dar un mandato abrumador a unos políticos desagradables, haciendo caso omiso a las mentes bienpensantes de Occidente, las cuales obviamente les condenarían de antemano por ello. Pero entonces, en realidad, votaron de una manera mucho más complicada y llena de matices, desafiando las predicciones de esos mismos bienpensantes comentaristas occidentales.

Y es que como casi siempre, los Osborne y los otros no saben muy bien de que están hablando cuando se trata de Israel. Pero no esperen ningún tipo de artículo a corto plazo pidiendo disculpas al electorado israelí:

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Elecciones de Enero 2013:antes y después - Shlomo Cohen

Friday, January 18, 2013

La difamación del crimen ritual - Enrique Krauze - Letras Libres



La gran tradición historiográfica francesa tiene en Jean Meyer un representante cuya obra –a estas alturas– no desmerece frente a la de su maestro Pierre Chaunu o a la de François Chevalier, célebres historiadores que dedicaron sus afanes a Hispanoamérica. Pero lo notable en el caso de Meyer (tan productivo ahora, a sus setenta años, como cuando lo conocí, a principios de los setenta) es el radio de su interés: de la clásica trilogía sobre los cristeros pasó al estudio de sus epígonos sinarquistas y a una consideración heterodoxa de la Revolución mexicana, tras la cual dedicó trabajos monográficos diversos a personajes del orbe católico mexicano, del cura Hidalgo al obispo Ruiz. Al arranque de los ochenta, levantó la mirada hasta abarcar la historia de los cristianos en América Latina. La siguiente estación fue tan extraña y ambiciosa que a algunos nos pareció casi insensata: estudiar ruso para describir el cisma entre el cristianismo romano y el ortodoxo. Ya firmemente instalado en la historia universal de la Iglesia, publicó un libro sobre el celibato sacerdotal. Y a esa cosecha sorprendente se aúna ahora "La fábula del crimen ritual. El antisemitismo europeo 1880-1914" (Tusquets, 2012), cuyo tema es un capítulo del choque milenario entre un sector del mundo cristiano (en particular del católico) y el judaísmo.

A la nutrida historia revisionista sobre el papel de la Iglesia en la tragedia de los judíos en el siglo XX* debe agregarse ahora este nuevo libro de Jean Meyer. Su contribución específica (mencionada por varios autores pero no analizada en detalle) es el estudio de la influyente revista La Civiltà Cattolica (editada desde mediados del siglo XIX por los jesuitas de la curia romana), que entre 1880 y 1914 propagó, con inusitada vehemencia y letales efectos, una de las principales difamaciones creadas para justificar la discriminación, persecución, expulsión y, en último término, exterminio de los judíos a lo largo del segundo milenio. Esta mentira – fraguada en variantes diversas y elevada a proporciones míticas desde su aparición en el siglo XII – insistió en la especie de que los judíos mataban niños cristianos para verter su sangre en el pan ázimo de la Pascua. Solo la más antigua y persistente acusación de deicidio (desmentida apenas, oficialmente, por el Vaticano en el Concilio Vaticano II) tuvo un efecto comparable a ella, pero compaginadas con otras maquinaciones (la necromancia judía, su pacto diabólico, la supuesta conspiración internacional para dominar al mundo), construyeron el coriáceo mito del judío como el arquetipo de una otredad amenazante, vengativa, irreductible, a la que tarde o temprano había que eliminar.

El libro es un prodigio de solidez académica. La bibliografía general y la que sustenta cada página abarca obras en español, inglés, francés, italiano, alemán, ruso y polaco. (Faltó una exploración al menos indirecta de la bibliografía en hebreo.) Los útiles índices y cronologías ayudan al lector a sortear una estructura que por sus saltos e iteraciones puede resultar confusa. Meyer es proclive a digresiones y guiños que vuelven amable y personal la lectura pero que también pueden distraer la atención. Quizás una segunda edición podría limpiar el texto de algunos coloquialismos poco elegantes, suprimir del apéndice documentos personales que no vienen al caso (como el dictamen de un lector del manuscrito original) y presentar un prólogo y un epílogo únicos y mejor trabados. Pero este reparo formal no empaña la extraordinaria calidad de la investigación.

En el espacio de diez siglos, a lo largo y ancho del mundo cristiano, la mentira del crimen ritual se concretó en poco más de doscientas acusaciones, nunca sustentadas, nunca probadas. Meyer recoge algunas: el caso de William de Norwich (1144), el martirio de Simoncito de Trento (1475); el caso del Santo Niño de la Guardia (1490-91); el juicio de Damasco (1840). Al atestiguar los efectos del mito en el ánimo popular, no pocos papas lo denegaron explícitamente. Entre ellos destaca quizá Pablo III (entrañable para México por haber decretado en 1531 que los indios eran entes de razón). En 1540, aquel papa humanista habló abiertamente de la “fábula calumniosa”. Con todo, la actitud predominante en la Santa Sede fue de un silencio aquiescente: el triste y cómplice argumento del silencio.

De pronto, en el contexto del conflicto histórico entre la Iglesia católica y el mundo moderno, liberal, materialista y jacobino surgido a partir de la Revolución francesa (conflicto que Meyer recrea admirablemente, en pocas páginas), la revista La Civiltà Cattolica retomó la vasta producción fabuladora de los jesuitas “bolandistas” que en otro momento de tensión histórica (las guerras religiosas del siglo XVII) habían “auscultado” el Talmud y otros “libros pestíferos” del canon judío, para buscar pruebas fehacientes de que el crimen ritual era ordenanza expresa. Esta agudización del sentimiento antijudío en contextos de crisis religiosa en los que los sacerdotes buscaban con mayor ahínco la fidelidad del pueblo es esclarecedora. Es en ese marco de una Iglesia proclive a la apología del martirio cristiano y a la satanización del judío, donde los jesuitas (relegados por la Ilustración en el xviii, combatientes de la fe en el xix) emprenden su cruzada antijudía. Solo entre 1880 y 1893, Meyer compiló 263 artículos de la revista (muchos de ellos firmados por el padre Giuseppe Oreglia), dedicados a probar el “uso antropófago hebraico de nuestra sangre”.

De todas las acusaciones de crimen ritual que los jesuitas de La Civiltà Cattolica recogieron como “pruebas incontrovertibles” (aunque los juicios que se siguieron en prácticamente todos los casos resultaron en una absolución), quizá la más dramática ocurrió en 1882 en el poblado húngaro de Tisza Eszlár. “No hay duda”, sostuvo la revista: “la evidencia” le parecía “aplastante” porque, en el juicio, el hijo del acusado (un joven de catorce años) había confesado la culpa de su padre. En una página estremecedora que prefigura en su terror autolesivo a los Juicios de Moscú, Meyer transcribe el diálogo entre József y Móric, padre e hijo: “Ya no quiero ser judío”, le dice el niño. “¿No tienes tristeza si me ahorcan?”, contesta el padre. A fin de cuentas el jurado emitió un veredicto exculpatorio, y la familia reintegrada se exilió en Londres, lo cual no convenció a los redactores ni a un sector amplísimo de la feligresía húngara, convencidos ambos de que “los judíos pagaron por la absolución”. Ante la violencia desatada contra los judíos a raíz del juicio y el recuerdo de las persecuciones contra ellos en la Edad Media, un dominico francés escribió, premonitoriamente: “No soy profeta pero doy por seguro que antes de treinta años los judíos sucumbirán a una catástrofe de este género.

El papa León XIII, que viró en un sentido de recto progreso el rumbo de la Iglesia, fue indulgente con el prejuicio antijudío. Cuando en 1899 tres eminentes ingleses (el duque de Norfolk, lord Russell, el arzobispo Vaughan de Westminster) lo instaron a desmentir la fábula, se negó a hacerlo. De poco sirvió que, al desatarse en Rusia la acusación más célebre del género en el siglo XX (el juicio contra el obrero judío Mendel Beilis en 1913, que indignó a Lenin al grado de llevarlo a instalar una comisión revisora en 1920), el papa Pío X se comprometiera a “prevenir el infame fanatismo de estas gentes” hacia “los pobres judíos”. El daño estaba hecho.

Un mérito mayor de Meyer es mostrar la variedad de posturas frente al tema dentro del orbe católico. Recobrando la obra de un brillante ancestro intelectual (el erudito católico Félix Vernet, autor de un artículo, “Juifs et chrétiennes”, en el Diccionario apologético de la fe católica, 1912), Meyer toma en serio la fábula para mejor refutarla. “El crimen existiría si, y solo si, está prescrito y autorizado por la liturgia oficial”, apunta Vernet para concluir que los volúmenes infamatorios de su época (en especial la popular obra del padre August Rohling sobre el crimen ritual en el Talmud) eran enteramente falsos. Todo lo cual no inmuta a La Civiltà Cattolica, que tiene una explicación para la omisión del mandato en los libros sagrados: los judíos no eran tontos como para consignarlo por escrito, por eso lo dejaron en la tradición oral. En cualquier caso, los judíos perdían. Una especie de “efecto tijera” los condenaba siempre: si se quedaban en los guetos o en sus pequeños pueblos de Polonia o Ucrania o Rusia, representaban un arcaísmo intolerable; si salían de ellos, se volvían competidores abusivos y ventajistas. A fines del siglo XIX se decía que los judíos anarquistas “estaban detrás” del asesinato del zar Alejandro II y, simultáneamente, “estaban detrás” de las conquistas imperiales de Bismarck. En el siglo XX la “tijera” volvió a operar: los judíos “están detrás” de Moscú y de Wall Street. Los detractores nunca se preguntaron por qué todo ese poder casi cósmico no les sirvió para prevenir el exterminio de seis millones de correligionarios durante la Segunda Guerra Mundial.

Meyer rescata algunos testimonios valiosísimos de personajes ilustrados (Goethe, Masaryk) recordando el atávico miedo infantil a los judíos, insaciables de sangre cristiana, y en el mismo sentido trae a cuento una frase de Freud que podría haber sido el epígrafe del libro: “Las psicosis populares son inmunes a cualquier argumentación.” Pero, ¿cómo se crea esa psicosis? ¿Cómo cundió en el pueblo católico (y protestante) con esa profundidad, con esa duración, la fábula del crimen ritual? Un ejemplo revelador es el carácter “probatorio” que por varios siglos ha tenido – en sectores del pueblo polaco – un lienzo del siglo XVII que se exhibe en la catedral de Sandomierz y que sirve como portada en el libro de Meyer. Representa a un grupo de viejos judíos estereotípicos (narices ganchudas, largas capas) seduciendo con denarios a una familia cristiana (en particular a una niña) para luego sacrificarla. En una investigación reciente citada por Meyer, una antropóloga polaca encontró que la pintura ha sido, por cuatro siglos y hasta ahora, la prueba fehaciente de la historicidad del crimen: “no creo que es verdad, lo sé”, le dijeron sus entrevistados, refiriéndola al cuadro.

Algo similar ocurrió en el caso del Niño de Trento: la aparición de la imprenta esparció “viralmente” la noticia hasta elevarla a alturas míticas y sacramentales. Una vez instalada en esa zona, la “psicosis popular” se vuelve, en efecto, “inmune a la argumentación”. La Civiltà Cattolica jugó un papel central en esa psicosis. Ampliamente leída y respetada en el orbe católico europeo, su responsabilidad histórica consiste en haber revivido el mito proveyéndole además –escribe Meyer– de una legitimidad “pseudo-teológica”. En Francia, por ejemplo, el periódico La Croix, que hacia 1900 tenía una circulación de 150 mil ejemplares, atizó la hoguera humeante del caso Dreyfus con una intensa cobertura del crimen ritual basada en la revista italiana. En junio de 1934, Hitler (previsiblemente convencido de la verdad histórica del crimen ritual) alienta un número monográfico de Servicio Mundial (el órgano bimensual del Partido Nazi), dedicado a la fábula tomada al pie de la letra. Y, por si faltaran evidencias del carácter viral de un mito cuando arraiga en la mente popular, Meyer explora apenas los múltiples ecos de la fábula en la prensa, los libros y la televisión oficial y comercial del mundo islámico en nuestro tiempo.
                                                             
En la sección más discutible de su libro, Meyer recoge la obra de algunos historiadores israelíes contemporáneos de la corriente revisionista que atribuyen a textos rituales judíos del Medievo la aparición súbita y desde luego involuntaria de la fábula. Las incidentales menciones de odio hacia los cristianos, las apelaciones a la ira divina aparecen como pruebas de esa intención vengativa que se materializaría en la fábula (y, según algunos, en casos aislados en que el crimen pudo haber ocurrido). Uno de esos historiadores (Israel Yuval, “Vengeance and damnation, blood and defamation: from Jewish martyrdom to blood libel accusations”, Zion 58, 1993) sugiere que el suicidio colectivo de muchos judíos durante las masacres de las Cruzadas en 1096 pudo inducir la idea de que si los judíos mataban a sus propios hijos, con mayor razón cometerían crímenes semejantes contra los niños cristianos.

Aquí Meyer transita por terrenos pantanosos. Las obras de los historiadores que cita (en particular la de Yuval) recibieron un alud de críticas por parte de varios autores de sólida reputación académica como Ezra Fleischer (“Christian-Jewish relations in the Middle Ages distorted”, Zion 59, 1994). (Estas refutaciones están en idioma hebreo, pero su importancia reclamaba al menos un sondeo.) Aquellos suicidios colectivos – sostiene Fleischer – fueron actos movidos por la fe y por el miedo: la negación radical a convertirse al cristianismo y el terror a las persecuciones cristianas. Por lo demás, los críticos señalan el error de dotar de sentido histórico a fuentes no históricas como poemas y plegarias.

En "Trials of the Diaspora" (Oxford University Press, 2010), libro definitivo sobre el antisemitismo inglés, Anthony Julius incluye otras refutaciones de peso, entre ellas la repugnancia – esa sí ritual y litúrgica – de los judíos a la sangre, que es quizá el primer artículo de la dieta milenaria. En definitiva, sugerir que los judíos fueron inadvertidamente corresponsables de su tragedia es una hipótesis torcida. La simetría creada por Yuval (vagamente absolutoria del horror histórico de la fábula) repugnó a Fleischer: “Este es el tipo de artículo que nunca debió haber sido escrito; una vez escrito no debió publicarse pero, una vez publicado, debería pasar al olvido lo antes posible.” Meyer no comulga con esa simetría ni la postula pero, al no presentar los argumentos contrarios, resta al lector elementos de juicio.

Más allá de las interpretaciones y hermenéuticas, están los abrumadores números. Doscientas veinticinco acusaciones (ninguna de ellas probada) plantaron en el alma popular de la Europa católica y protestante la mentira de que los judíos (así, como una totalidad, como una categoría genérica) eran asesinos de niños y bebían sangre cristiana. Esa mentira – fraguada con saña, sin participación alguna, directa o indirecta, de los judíos – recorrió diez siglos y ha llegado a nuestra era. El efecto acumulativo fue atroz: a los judíos se atribuyeron las pestes, sobre ellos recayeron diversos edictos de expulsión, ellos fueron las principales víctimas de genocidios religiosos en la Edad Media, de los sucesivos pogromos en suelo ruso (desde los cien mil asesinados por los cosacos en Ucrania, en 1666, hasta los pogromos de Białystok en 1906) y finalmente del Holocausto. Resultado: millones de víctimas reales frente a cientos de acusaciones falsas, variaciones de la misma mentira.

Desoladora gestación de un mito oscuro: gracias a una fábula que prendió como verdad, la generalización condenatoria de los judíos – de todos los judíos – como asesinos rituales se volvió una creencia inamovible, casi geológica. Ningún otro pueblo sufrió una condena “genética” similar, ni siquiera el alemán, cuyos contingentes nazis (que contaron con simpatías mayoritarias) masacraron a millones de seres humanos. Es muy raro (y, con toda razón, mal visto) que alguien generalice hablando de “los alemanes” como “asesinos” racialmente determinados. En cambio “los judíos” siguen padeciendo, en pleno siglo XXI, la fábula milenaria de una supuesta naturaleza diabólica, deicida, hemofágica, conspiratoria y asesina.

Jean Meyer ha prestado un servicio invaluable a la verdad histórica y al combate del antisemitismo en el orbe de habla hispana. Borges escribió que el antisemitismo en América Latina tenía un carácter “facsimilar”, es decir, no autóctono sino derivado de los originales europeos. Tenía razón, pero no por eso es menos maligno. En otros tiempos las mentiras infames se difundieron como virus por medio de la imprenta o el arte. Ahora cunden en las redes sociales y comienzan a volverse comunes en nuestros países. Por siglos fueron una maquinación de la extrema derecha clerical. Ahora, los propaga –contradiciendo su esencia moral e histórica– una secta de la extrema izquierda. El libro de Meyer nos advierte sobre los peligros de esta psicosis colectiva inmune a la argumentación.

Por su propia experiencia familiar (sus padres y ancestros, los Meyer de Alsacia, viejos cristianos, eran amigos de los judíos perseguidos y exterminados), Jean Meyer vio el daño que el prejuicio, la mentira y el odio causan en los pueblos. Una frase de su admirado Charles Péguy resuena en el libro: “El odioso antisemitismo, del cual morirá la Gran Francia liberal si no se cura de él.” La frase fue dolorosamente profética en Francia y fuera de Francia. Lo sigue siendo.



PD. Me enteré de la existencia de este libro por una reseña elogiosa de Antonio Elorza en Babelia. Rápidamente me movilicé para conseguirlo, pero aparecieron los problemas. Sólo lo había publicado Tusquets México, y la propia editorial española no respondió a mis preguntas (además, creo recordar que aparecía en su web como ya descatalogado nada más nacer). Los del Fondo de Cultura Económica en España al menos me contestaron, aunque tampoco me podían conseguir un ejemplar.

Finalmente, mediante una web (Buscalibro), lo conseguí. Les aviso que por los portes de transporte le saldrá más o menos caro, según la situación de cada cual. Unos 40€ más o menos a mí, según creo recordar. Suerte si les interesa. Es una buena compra.

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Perdiendo la esperanza de paz - Leon Wieseltier - Letras Libres



Las causas perdidas no son causas equivocadas, a menos que ganarlas sea la medida de su legitimidad. El triunfo histórico de una idea no revela nada sobre su valor: el poder usa ficciones y la popularidad de las mentiras es una característica muy antigua de los sucesos humanos. Siempre me estremece leer las medievales polémicas entre judíos y cristianos; la audacia de la retórica judía hacia el triunfalismo cristiano; la arrogante insistencia cristiana en que la humilde posición social de los judíos es prueba de su pobreza espiritual. ¿Se ha oído un argumento más amañado? Y siempre me siento ofendido por la visión hegeliana, que aún sobrevive en muchas formas, de que la historia es responsable de redimir a la filosofía. No hay vergüenza ni error en una existencia minoritaria. Si uno está equivocado difícilmente se deberá a que no se pertenece a una mayoría. Por esto la legitimidad de las causas perdidas es uno de los obsequios del orden democrático. Ahí la herejía es apenas una opinión más, y no se requiere de gran valor para disentir. La belleza de las causas perdidas puede ser difícil de apreciar en una sociedad como la nuestra, pornográficamente obsesionada con el triunfo, y su tajante suposición de que el fracaso constituye un embate a la dignidad. Por eso, me parece que quienes defienden una causa perdida tienen un poco más de dignidad, porque uno debería ser absolutamente intransigente con aquello que considera verdadero. Esto da una fuerza interior que las circunstancias no pueden derrotar. La columna vertebral le debe mucho a la mente, pero no deberíamos pensar con la columna. Así, paradójicamente, quien persigue una causa perdida puede ser el luchador más obstinado de todos. Y, sin embargo, yo no exageraría el atractivo de las causas perdidas. La tristeza siempre aparece cuando se aplaza un sueño.

He estado pensando en causas perdidas porque llegué a la conclusión de que una de las mías lo está. Ya no creo que la paz entre israelíes y palestinos vaya a ocurrir en el transcurso de mi vida. No he cambiado de opiniones, simplemente he perdido la esperanza. Aún creo con bastante certeza que el establecimiento del Estado palestino es una condición para la supervivencia del Estado israelí, como Estado judío y como Estado democrático; y que sería catastrófico que Israel no fuera un Estado judío, y una catástrofe humana que no fuera un Estado democrático. La única solución para este conflicto fue la que propuso la Comisión Peel en 1937, es decir, la partición de la tierra para formar dos estados. Creo que el asentamiento judío en Cisjordania fue un error colosal, que la ocupación (y la indiferencia que hay hacia ella) corroe el honor de los ocupantes; que el Estado judío es una entidad secular; y que el antisemitismo –que jamás desaparecerá– no explica la totalidad de la historia de los judíos o de su Estado, ni exenta a Israel de hacerse responsable de sus acciones. En resumen, soy un sionista incorregible, y una incorregible paloma, pero, para alarma de algunos de mis colegas, soy una paloma-halcón, ya que advierto que Israel tiene enemigos y creo en la preeminencia ética de la autodefensa. También he irritado a algunos de mis colegas con mi visión poco entusiasta sobre la incapacidad palestina para reconocer la grandeza histórica de llegar a un acuerdo. Desde 1977, o más bien, desde 1947, los palestinos han rechazado sistemáticamente todas y cada una de las soluciones que se les han planteado, como si la “inviabilidad” de un Estado imperfecto no fuera preferible a la inviabilidad de la desnacionalización. En décadas recientes han añadido un nuevo maximalismo religioso al antiguo maximalismo secular. Y, no obstante, coincido con la necesidad y la justicia de su demanda de que haya un Estado palestino, pero me sigue haciendo falta la existencia de una diplomacia palestina seria.

Sin embargo, todas estas opiniones comienzan a parecer un sinsentido. Por lo que se ve, la realidad tiene otros planes. Hamás mantiene sobre Gaza un dominio de orden terrorista y teocrático. De forma criminal lanza cientos de cohetes contra civiles israelíes, y celebra la destrucción que hace Israel de su arsenal y su infraestructura como una suerte de apoteosis. Mahmud Abbas festeja el haber logrado en Naciones Unidas la posición de Estado observador con un mezquino discursito en el que acusa a Israel de “una de las campañas de desposesión y limpieza étnica más terribles de la historia moderna”, de una “agresión” no provocada en Gaza, y de “un sistema apartheid de ocupación colonial, que institucionaliza la plaga del racismo”. Salam Fayad, el líder palestino que añorábamos, es una figura trágica, aniquilado tanto por palestinos como por israelíes. Benjamín Netanyahu responde en Israel con petulancia al voto de la Asamblea General con una monstruosa propuesta de asentamientos judíos en el área este de Jerusalén que se conoce como “E1”, que barrena cualquier posibilidad de un Estado cartográficamente significativo para los palestinos.

Netanyahu alió a su partido con el de Avigdor Lieberman, el rostro fascista de Israel, quien propuso juramentos de lealtad para los árabes israelíes, y después, su partido, es decir, el Likud, degrada a sus moderados y promueve a quienes se asemejan a Moshe Feiglin, el hombre que se refiere a los árabes como “amalecitas” y aboga por su “transferencia voluntaria” de Israel. Estos maniacos antidemócratas florecen en el entorno de Netanyahu, de modo que cada vez más se escucha ese horrendo y antiguo refrán que dice que Jordania es el Estado palestino. No existe una oposición significativa al Likud, solo una variedad despreciable, fragmentada y patética de partidos y figuras que se mueven por intereses propios. Las personas me aseguran que todo esto podría cambiar con voluntad política, pero no la advierto. ¿Y si el remedio de los dos Estados es la única solución cuando nadie busca desesperadamente resolver el conflicto?

Releí el libro The shepherds’ war de mi viejo amigo Meron Benvenisti, un conjunto de polémicos ensayos que aparecieron en los años ochenta. Ahí, describió “la virtual permanencia de la situación actual”, y reportó: “tras implementar un proyecto que atañe a la vida de las personas, puede descubrirse que se trata de algo irreversible”. Benvenisti discutió y se opuso a la visión progresista de que “no existe eso de una pérdida irrecuperable: las opciones nunca están cerradas, no hay necesidad de incomodar a nuestra conciencia con aquello que hemos desperdiciado, no hay motivo para el dolor perpetuo”. A Meron se le vilipendió por fatalista. Creo que se le debe una disculpa. Ha transcurrido casi medio siglo desde que, en una guerra, Israel adquirió los territorios para salvarse, y más de medio siglo desde que surgió el nacionalismo palestino. Aquellas eran las que se llamaban décadas provisionales, el intermedio sin costo en el que ambas facciones debían entrar en razón. Claro, la lucha sigue. El debate debe continuar también. ¿Pero cuánto dura un intermedio? ¿Y si la razón no llega jamás? ¿Cuándo es que la esperanza deja de serlo para convertirse en ilusión?

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Wednesday, January 16, 2013

Un cuaderno de viaje desvela el tenaz antisemitismo alemán - Rukhl Schaechter - Forward




Tuvia Tenenbom entre alemanes

Un inusual libro ha sido publicado recientemente en Alemania: un diario de viaje que revela, a través de cientos de entrevistas en casi 40 ciudades y pueblos de Alemania, una inquietante  obsesión hacia los judíos, así como un franco antisemitismo, entre la población alemana en la actualidad.

El libro, "Allein Deutschen Unter" ("Sólo entre alemanes"), publicado por la editorial europea Suhrkamp, ​​es una traducción alemana del original en inglés: "He dormido en la habitación de Hitler". El autor, Tuvia Tenenbom, ya había publicado en los Estados Unidos en el 2011 "Yo sueño... ", con el Jewish Theater of New York, del que es fundador y director.

Desde la publicación de la versión alemana se ha convertido en un best seller en la lista de libros del Spiegel, equivalente a la lista de best-seller de The New York Times, una verdadera victoria para Tenenbom, que hasta hace poco había sido incapaz de encontrar un editor para su sincero e inquietante libro.

Durante una reciente entrevista con el Forward en su oficina de Manhattan, Tenenbom, también columnista del Die Zeit en Nueva York, explicaba cómo el editor alemán Rowohlt le encargó viajar por todo el país y hablar con los alemanes, y a continuación escribir sobre sus pensamientos y sentimientos, utilizando el mismo estilo campechano que utiliza en su columna sobre el deporte y el fitness. (Sus ensayos están escritos en un lenguaje muy popular, tal como es Tenenbom, bastante robusto y fumando un paquete de cigarrillos al día).

"Pensé que era una gran idea, y que sería muy divertido porque me gusta hablar con la gente", comentó Tenenbom.

Pero a medida que la gente se involucraba en la conversación, descubrió dos cualidades distintas en los alemanes: en primer lugar, la de beber una cantidad excesiva de cerveza, y en segundo lugar, que muchos de ellos albergaban preocupantes puntos de vista negativos acerca de los judíos y de Israel.

Como ese propietario de un elegante hotel y restaurante en Wannsee, Alemania, quien le comentó: "Todo el mundo sabe que los judíos controlan la economía estadounidense".

Tras un profundo desacuerdo respecto a la edición del manuscrito por la editorial Rowohlt, Tenenbom decidió publicarlo en otro lugar. "No había manera de que pudiera aceptar los cambios propuestos, porque ya no era el libro que yo había escrito", dijo.

Las paredes de la pequeña oficina de Tenenbom reflejan sus logros multifacéticos. Están los carteles de sus producciones teatrales - "The Last Virgin" y “Last Jew in Europe" - y una oscura estantería de madera llena de libros sobre diversos temas, entre ellos, sorprendentemente, libros sagrados judíos escritos en hebreo, Resulta que el Tenenbom secular y cosmopolita proviene de un hogar haredi de Israel.

Tenenbom es un conversador cálido que charla con facilidad sobre temas diversos, a menudo con un brillo en sus ojos. Esta cualidad afable puede haber sido la razón por la que los súbditos alemanes se abrieran a él tan fácilmente. Su piel clara y sus ojos azules tampoco estorbaron. Él admite que no siempre les dijo a sus entrevistados que era judío, llamándose a sí mismo un periodista de Nueva York. "Si yo les hubiera dicho que era judío, ¿crees que me habrían dicho lo que realmente estaban pensando?".

Una de sus visitas más polémicas fue al Club y bar Neo-Nazi 88 (8 representa H, la octava letra del alfabeto, y HH es una abreviatura de "Heil Hitler"), en Neumünster. Les comentó a la gente del local que se llamaba Tobías, y que sus padres alemanes habían emigrado a Estados Unidos cuando tenía un año de edad, Tenenbom añadió, por si acaso: "Soy un perfecto ario". No pasó mucho tiempo antes de que Frank, el dueño del club, le ofreciera un trago en su casa y le mostrara un libro sobre "el demonio judío".

Sin embargo, lo que más le molestó a Tenenbom fue el antisemitismo que descubrió cotidianamente, entre los alemanes supuestamente liberales y progresistas con quienes se encontraba. A menudo, estas personas no dudaron en afirmar que los judíos controlan la economía o los medios de comunicación. "A ellos les gustan los judíos que fueron asesinados durante la guerra, pero odian a los judíos de hoy", dice Tenenbom.

Tenenbom también se muestra muy crítico con la comunidad judía en Alemania. Después de que el rabino jefe de Munich le informara de que la comunidad ortodoxa no cuenta con más de 9.000 miembros, Tenenbom se unió a los servicios en su multimillonaria sinagoga, al parecer pagados por el gobierno alemán.

"Empiezo contando lo de los nueve mil", Tenenbom escribe en el libro. "Bueno, no realmente. El número de fieles, si excluimos a aquellos que son turistas e invitados de Israel y de los Estados Unidos, son treinta y cinco. En otras palabras, el lugar estaría prácticamente vacío si no fuera por los extranjeros".

¿Y qué pasa con el creciente número de músicos alemanes al que cantan en yiddish y tocan música klezmer? Tenenbom les hizo una visita y se desilusionó al descubrir que, a pesar de su afición por la cultura yiddish, albergan puntos de vista hostiles a Israel. Después de que él le preguntó a una violinista si había estado alguna vez en Israel, ella le respondió enojada: "!No tengo por qué ir a Israel! !Mi música no tiene nada que ver con eso!"

Para Tenenbom, la persistencia tenaz del antisemitismo en la Alemania moderna ataca sus nervios. Como hijo de sobrevivientes del Holocausto, siempre supo que sus padres habían sufrido terriblemente, pero los horrores nazis se mantuvieron por debajo de la superficie - nunca se discutió de ello -.

"Mi padre se negó a decirme de que ciudad era, y yo ni siquiera supe que mi madre había estado en un campo de concentración, o que siete de sus hermanos fueron asesinados hasta después de su muerte", dijo Tenenbom.

Años más tarde, sediento de más información sobre las experiencias de su familia durante la guerra, visitó a uno de los hermanos sobrevivientes de su madre en Brooklyn. Era un día cálido, y el aire acondicionado estaba roto. Tenenbom estaba sudando incómodamente mientras que su tío hasídico, vestido con su tradicional camisa de manga larga totalmente abotonada, estaba sentado tranquilamente tomando sopa caliente. "Usted debería beber refrescos de cola con hielo", le dijo Tenenbom.

Sin levantar la vista, su tío tomó otro largo sorbo y le dijo: "Esto es lo que me salvó. Una sopa al día".

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"¡Països Catalans, adéu! ¡Paraïsos Catalans, benvinguts!" (Aunque también Paraísos Españoles)

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Tuesday, January 15, 2013

Lo que el Guardian, el Global y le Monde nunca les contarán: Matones árabes agreden a dos jóvenes haredim en Jerusalén - CifWatch




La primera vez que vi el video, publicado en Facebook por un amigo poco después de Shabbat, mi estómago se revolvió con un malestar alimentado por una historia demasiado familiar.

Un pequeño grupo de judíos religiosos, vestidos como los haredim, pasean a toda prisa por algún lugar del centro de Jerusalén tratando de llegar a su destino, y de repente se ven asaltados y agredidos por un grupo de jóvenes árabes encapuchados.

Uno de estos jóvenes haredim que son perseguidos y molestados debe disminuir su paso a medida que resbala en la nieve mientras trata de escapar de la multitud.

Una temblorosa mano de una videocámara de uno de los agresores graba a los judíos, a los que se les arroja bolas de nieve, empuja y agrede. Se escucha claramente el sonido de las risas burlonas..

Como los judíos continúan huyendo por la acera, tratando de alejarse de los agresores, otros árabes salen para cortarles el paso.

Hay gritos amenazantes de la multitud. Más bolas de nieve son arrojados contra unos objetivos que se mueven torpemente en su vano intento de evitar la confrontación (y una agresión mucho mayor).

Un sombrero tradicional le es arrebatado a uno de los haredim por uno de los hombres que les persiguen.

Un espectador ve con tanto entusiasmo la escena que la fotografía repetidamente, disfrutando claramente de esa visión de primera mano de un judío amenazado y asustado.

Más risas.

De pronto, llega el turno de los abusos por parte de unos adolescentes árabes con mochila, mientras otros "jóvenes resistentes" con keffiyah aprovechan el momento.

Inicialmente, y sin ningún tipo de contexto, llegué a pensar en algún momento que el minuto y quince segundos del vídeo de YouTube fue filmado en las calles de alguna ciudad europea (y que los agresores eran inmigrantes árabes). Pero no, como lo supe más tarde, se filmó cerca de la Puerta de Damasco en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

El ataque tuvo lugar en Shabbat. Las víctimas regresaban muy posiblemente de orar en el Kotel (Muro Occidental).

Un rápido vistazo a la página de Israel de The Guardian confirma que estas desagradables imágenes de acoso antisemita llevado a cabo por jóvenes árabes, y en la capital del Estado judío, no picó la curiosidad periodística de la corresponsal del periódico en Jerusalén (ni la de los corresponsales del Global y de Le Monde) .


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Francia está en Malí, mientras el fervor anti-guerra de la izquierda permanece silencioso - Dan Hodges -. Telegraph



Así pues, está sucediendo nuevamente. Mientras el mundo ha enmudecido y el caniche británico juega mansamente, la máquina de guerra occidental está una vez más en la marcha. Otra "carnicería imperialista" está saciando su sed de sangre. Sus víctimas - inevitablemente - serán inocentes con pieles más oscuras que la nuestra. Un paso adelante de Francois Hollande, el Monstruo de Malí.

Sin duda, es sólo cuestión de tiempo antes de que las legiones de justos progresistas comiencen sus marchas anti-guerra, soliciten un boicot de los productos franceses y requieran la retirada de nuestro embajador en París. Dentro de nada, el centro de Londres se hará eco de los gritos lujuriosos de "! Pas en mon nom (No en mi nombre) !", mientras que los abogados comienzan a elaborar los documentos para detener y enjuiciar al presidente número 24 de la República Francesa.

Quizás sí, o quizás no. Puede que sólo sea sensación mía, pero el movimiento contra la guerra parece haberse mostrado mucho más lento de lo habitual cuando se trata de la última ola de aventurerismo internacional de Francia. Seamus Milne ha estado extrañamente silencioso. Una búsqueda en Google no revela ninguna condena del venerable anti-imperialista John Pilger. Incluso George Monbiot todavía no parecen haber encontrado ningún yacimiento de petróleo o de gas que nos explique los verdaderos motivos de Hollande [N.P.: todos ellos conocidos periodistas anti-Israel y anti-guerras "occidentales", con bastantes escrúpulos a la hora de analizar lo que sucede en Siria].

Estos pérfidos franceses. Justo cuando crees que el intervencionismo militar internacional es solamente la marca de fábrica de la derecha reaccionaria, ahora aparece la gran esperanza blanca del socialismo europeo (con mis disculpas para Ed Miliband, el dirigente laborista británico) y arruina el discurso. O en este caso, ha desplegado 2.500 soldados, tanques y aviones de combate.

Francois Hollande se mostró dolorido en su discurso a los franceses para explicarles que tenía el respaldo legal de la ONU para la intervención, y que existía el peligro de una desestabilización regional si no actuaba. Se trataba, según dijo su ministro de Asuntos Exteriores, de "una guerra contra el terrorismo".

Hay dos formas de ver todo esto. Una de ellas es de manera cínica. La "izquierda anti-guerra no es más que una panda de hipócritas". Y créanme, esta manera tiene sus atractivos. Si unos aviones de George W Bush estuvieran actualmente bombardeando lo que el gobierno Hollande califica de "extremistas islámicos", todos sabemos cuál sería la respuesta de esta izquierda y de sus medias.

Pero tal vez deberíamos abordar todo esto desde el otro lado. Tal vez, gracias a la acción firme de unos progresistas, como Hollande, la marea está empezando a volverse contra estos reflejos pacifistas.

Primero tuvimos el éxito - en términos relativos - con la intervención en Libia. OK, los conductores fueron Nicolas Sarkozy y David Cameron. Pero aunque su participación haya sido a regañadientes, sin el apoyo de Barack Obama nunca hubiera tenido lugar. Y Obama actuó como un escudo eficaz contra aquellos que tratan de pintar todo esto como la última fantasía vengativa de los neo-con.

Luego han sido los intentos de algunos anti-guerras de retratar al propio Obama como un criminal de guerra por su autorización permanente y continúa de los ataques con drones a los objetivos terroristas detectados en Pakistán (y Yemen). Y por lo general, esos esfuerzos han fracasado.

(...)

Sería un error decir que la izquierda está aprendiendo a amar el intervencionismo progresista. En verdad, la popularidad de Obama y de Hollande probablemente se mantendrá a pesar de, y no debido, a sus empresas militares. Pero parece como si por fin estuviéramos empezando a salir de las sombras proyectadas por Irak y Afganistán. Por lo menos, la política exterior ya no será un tema decisivo entre la izquierda convencional.

Por supuesto, las cosas pueden salir mal en Malí, como ocurrió trágicamente con la embajada de Estados Unidos en Libia el año pasado. Pero si lo hacen, será la derecha - tal como lo hemos visto en los intentos de convertir el asesinato del embajador en una baza del juego electoral - quién estará al frente de la carga, en lugar de la izquierda. Y eso a su vez será importante, ya que ayudará aún más a arrancar la causa intervencionista de la mano muerta de los neo-conservadores.

Francois Hollande es poco probable que surja de su aventura en Malí como el nuevo De Gaulle. Pero bien podría convertirse en el nuevo icono del izquierdismo para el cartel del intervencionismo progresista. Sería suficiente.

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No piensen mal porque la prensa europea de progreso solamente se preocupe de los civiles cuando se trata de Israel



 Al no tratarse de Israel, los civiles y los niños ahora en letra pequeña. Lean a continuación:



¿Sorprendidos? ¿Y qué me dicen de los numerosos civiles asesinados por los drones del Mesías laico y de progreso Obama? ¿Y que me dicen de los asesinados por la OTAN al mando de Solana, algunos de ellos periodistas, en su guerra contra Serbia?

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El área que impedirá cualquier tipo de paz con los palestinos "moderados": La E-1 - Cifwatch


La superficie de la E1 sobre un zoom de Cisjordania (ver abajo, a la derecha, su superficie con respecto a Cisjordania


La superficie de la E1 sobre un mapa de Jerusalén y alrededores


La superficie de la E1 (cuatro veces Central Park) sobre un mapa de Manhattan y alrededores


En un mapa del Estado de Nueva York (en rojo)

 
 En un mapa de Israel con la misma escala que del Estado de Nueva York (en rojo)

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Sunday, January 13, 2013

Lluvia y nieve también "moderadas" - Shlomo Cohen


    Primero, el Arca de Noé

    Con la nieve, el overbooking deportivo

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Saturday, January 12, 2013

¿No les suena mucho todo esto? Les apuesto 1€ a que esta intervención "nunca será desproporcionada"







El apartado del diario francés Liberation para los artículos que tratan esta intervención se titula:
Francia está en guerra en Malí
El ejército francés interviene en Mali para detener la ofensiva islamista.
Cambien Malí por Gaza y esperen "sentados" las "inevitables y similares" críticas.

Ahh, se me olvidaba, no hay judíos por el horizonte, o sea, a quién coño le importará.

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"Derecho de retorno" ... pero a Al-Ándalus




Dos noticias han aparecido últimamente sobre este "derecho" casi exclusivo de los musulmanes. De la primera tuve conocimiento a través de Elder of Ziyon, donde hace alusión precisamente a una web musulmana española, WebIslam.

La otra proviene de un artículo de Soeren Kern, en Gatestone, y versa sobre la "desinteresada" concesión automática de la ciudadanía española a los judíos sefardíes - que por el timing de dicho ofrecimiento representa muy probablemente una manera de compensar el posterior voto favorable a Palestina en la Onu -, y la reacción airada que dicho ofrecimiento provocó en sectores musulmanes que se quieren descendientes de los moriscos expulsados de España.


En WebIslam:

Centenares de egipcios se manifestaron, el pasado miércoles 2 de enero en la plaza  Safenex en el Cairo, a raíz de la conmemoración del 521 aniversarios del lamenteble hecho de la toma de Granada.
La manifestación fue convocada por El Movimiento Libres (Harakat Ahrar); los manifestantes organizaron una cadena humana alrededor de la plaza Safenex y portaron carteles en los que se leía: "Obligatoriamente volveremos", "No hemos olvidado Al Ándalus" y "Por supuesto volveremos"... (En la fotografía adjunta se lee "No hemos olvidado Al Ándalus", la cual, "volverá, por supuesto")
Los manifestantes también portaron fotos de Palestina y Al Ándalus, banderas del movimiento y proyectaron documentales sobre la historia de Al Ándalus. Ahmed Aarafa, el activista del grupo "Hazimoun", leyó un poema recordando el acontecimiento de la toma de Granada el 2 de enero de 1492 y resaltó que "el objetivo de la manifestación no es celebrar la toma de Granada, sino concienciar y sensibilizar a los jóvenes egipcios sobre la historia de Al Ándalus¨.
 En un comunicado difundido en las redes sociales por el movimiento, se hace alusión a que "una de las causas de la crisis del presente y la no claridad del futuro es el olvido de nuestra historia".

En Gatestone:

El Gobierno español ha anunciado que va a otorgar automáticamente la ciudadanía a los judíos de ascendencia sefardí cuyos antepasados ​​fueron expulsados ​​de España en 1492. La medida ha sido bien recibida por los grupos judíos, quienes dicen que la medida era esperada desde hace mucho tiempo para reparar sus derechos despojados por una desgracia histórica.
Pero los grupos musulmanes están ahora clamando por la reciprocidad, y están exigiendo que el gobierno español también otorgue la ciudadanía a los millones de descendientes de aquellos musulmanes que también fueron expulsados ​​de España durante la Edad Media. 
(...) 
Según la legislación vigente española, los judíos sefardíes ya se benefician de un proceso de naturalización preferencial que les permite reclamar la nacionalidad española después de haber vivido en España tan sólo dos años, un privilegio que también está disponible para los ciudadanos de las antiguas colonias españolas en América Latina y en otros lugares. 
El cambio significa que los judíos sefardíes - dondequiera que vivan en la diáspora - tendrán que presentar una acreditación ante la Federación Española de Comunidades Judías (FCJE), el cual confirmaría su ascendencia para reclamar un pasaporte español. La oferta sólo se aplicaría a aquellos que se identifiquen como judíos. No se aplicaría a los sefardíes anusim (en hebreo significa "coaccionados"), los descendientes de aquellos judíos que fueron obligados por la Inquisición española a convertirse al catolicismo (a veces también llamados cripto-judíos o marranos). Los anusim seculares deberían buscar una formación religiosa en la FCJE y someterse a una conversión formal al judaísmo antes de que puedan obtener la nacionalidad española. 
El Gobierno español no ha mencionado cuantos judíos sefardíes espera que soliciten la ciudadanía (un total de 698 judíos sefardíes obtuvieron la ciudadanía española en el periodo 2006-2010). Se estima que hay unos tres millones de judíos sefardíes en todo el mundo hoy en día. La mayoría vive en Israel, Estados Unidos, Bélgica, Grecia, Francia y Turquía, pero también hay comunidades importantes en América Latina, especialmente en Argentina, Brasil, Chile, México y Venezuela. 
No más de 45.000 judíos viven actualmente en España - de una población total de 47 millones de españoles - lo que es sólo una fracción mínima del número de judíos que vivían en el país antes de 1492, cuando los judíos fueron obligados a convertirse al catolicismo o ir al exilio. 
El Edicto de Expulsión, emitido el 31 de marzo de 1492 por los Reyes Católicos de España (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón), y también conocido como el Decreto de la Alhambra, ordenaba a los judíos abandonar los reinos de Castilla y Aragón, sus territorios y posesiones, el 31 de julio de ese mismo año. Hasta 800.000 judíos se cree que salieron de España como consecuencia del decreto. Otros 50.000 optaron por evitar la expulsión mediante la conversión al catolicismo [N.P.: esta cifra parece actualmente muy hinchada, y las cifras que se barajan van de 200 a 300 mil personas]. 
España comenzó a conceder la ciudadanía a los judíos sefardíes - de forma individual, no en masa - en 1988, cuando el gobierno de Felipe González modificó el Código Civil español. Las concesiones fueron suspendidas en 2009 por el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, pero el procedimiento ha sido revivido y enmendado por el gobierno conservador de Mariano Rajoy. 
(...) 
Pero los comentaristas políticos españoles han estado especulando sobre la razón y el timing detrás de la acción del gobierno. Sólo una semana después de anunciar esta medida, España votó a favor de la mejora de la situación de la Autoridad Palestina en las Naciones Unidas. Esa votación del 29 de noviembre votación representó un duro golpe para Israel, y algunos comentaristas han especulado que el gobierno español anunció la medida de la ciudadanía como un "gesto" para minimizar su impacto en las relaciones bilaterales. 
Otros dicen que el gobierno español está tratando de atraer a los judíos para que traten de ayudar a remediar los graves problemas económicos del país. Apenas unos días antes de emitir esa medida que facilitaba el regreso a España de los judíos sefardíes, el gobierno anunció que se ofrecerían permisos de residencia a los extranjeros que compraran casas a un precio de más de 160.000 euros, como parte de sus esfuerzos para reactivar el derrumbado mercado inmobiliario y paliar la existencia de cientos de miles de viviendas sin vender.
Mientras tanto, los musulmanes están exigiendo ahora que el gobierno español realice una concesión automática de la ciudadanía a los millones de descendientes de aquellos musulmanes que fueron expulsados ​​de España en el siglo XVII. 
Gran parte de la Península Ibérica fue ocupada por los conquistadores musulmanes desde 711 hasta 1492 - conocida en árabe como Al-Andalus -, cuando el reino musulmán de Granada se rindió a los Reyes Católicos. Pero la expulsión definitiva de los musulmanes no se produjo hasta más de un siglo más tarde, a partir de 1609, cuando el rey Felipe III decretó la expulsión de los moriscos. 
Los moriscos eran los descendientes de la población musulmana que se convirtió al catolicismo bajo la amenaza del exilio de los Reyes Católicos en 1502. Desde 1609 hasta 1614, el gobierno español obligó sistemáticamente a salir de España a unas 350.000 moriscos que se dirigieron al Norte de África. 
Hoy en día se estima que hay unos 5 millones de descendientes de los moriscos que viven solamente en Marruecos, pero hay otros millones más que viven en Argelia, Egipto, Libia, Mauritania, Túnez y Turquía. 
En un ensayo del 03 de diciembre publicado por el periódico con sede en Marruecos, Correo Diplomático, el periodista marroquí Ahmed Bensalh Es-Salhi escribió que la decisión "de otorgar la nacionalidad española a los nietos de los hebreos de la España de los siglos XV y XVI, sin tener en cuenta a los moriscos, los nietos de los musulmanes, representa sin lugar a dudas una incuestionable y flagrante discriminación y segregación, ya que ambas comunidades sufrieron por igual en la España de esa época. La decisión también podría ser considerada por la comunidad internacional como un acto histórico de absoluta inmoralidad e injusticia... Esta decisión es absolutamente vergonzosa y deshonrosa". 
Bensalh posteriormente se dedica a amenazar a España: "¿Será España consciente de lo que podría pensarse cuando hace la paz con unos y no con los otros? ¿No es consciente España de lo que esta decisión podría costarle, ya que podría poner en peligro las grandes inversiones que los musulmanes han hecho en su territorio? ¿Tiene España otras alternativas a la inversión exteriores de los musulmanes, si alguna vez éstos deciden dirigir su capital a otros destinos debido a la discriminación contra los musulmanes?
El artículo de Bensalh es el último capítulo en una creciente batalla que se libra por parte de historiadores y académicos musulmanes que exigen que un tratamiento a los moriscos semejante al de los judíos sefardíes. 
Jamal Ben Ammar al-Ahmar, un profesor universitario de la Universidad Ferhat Abbas de Sétif, en el noreste de Argelia, y que se autodefine como "andalusí y argelino", lleva participando desde hace cuatro años en una campaña para persuadir al rey Juan Carlos para que identifique y condene a los que expulsaron a los musulmanes de Al-Andalus en el siglo XV. Al-Ahmar también exige que a los millones de moriscos expulsados ​​de España se le permita regresar. 
En una carta dirigida al rey Juan Carlos, Al-Ahmar pide una "exhaustiva investigación legal e histórica de los crímenes de guerra perpetrados contra la población musulmana de Andalucía por los cruzados franceses, ingleses, europeos y papales, y cuyas víctimas fueron nuestros pobres y miserables antepasados, después de la caída del régimen islámico en Andalucía". 
La carta habla de "la injusticia infligida a la población musulmana de Andalucía que sigue sufriendo en la diáspora y en el exilio desde 1492". Al-Ahmar quiere que el monarca español pida disculpas "en nombre de sus antepasados" y asuma "la responsabilidad de las consecuencias" que esto supondría. Él dice que es necesario "identificar a los criminales, para así condenarlos retroactivamente, mientras que al mismo tiempo se identifica y compensa a las víctimas por sus calamidades y se restauran sus títulos". Este proceso culminaría con "un decreto que permita a los inmigrantes regresar a sus hogares en Andalucía, concediéndoles plenos derechos de ciudadanía y la restauración de todas sus propiedades".

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El álbum blanco de Jerusalén del 2013





















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Friday, January 11, 2013

La nieve, como los judíos, siempre ha residido en Jerusalén - Israel's History. A Picture a Day


Jerusalén años 1900

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Al Gore se embolsa 20 millones de $ vendiendo su progresista canal de TV a la islamista Al Jazeera, cumpliendo así el primer mandamiento progre: "haz lo que digo, no lo que hago"



Les recomiendo el artículo de The Commentator: "El planeta verde de Al Gore se vende al Gran Petróleo de Al Jazeera"

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Nieve en Jerusalén - Ronny Gordon

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Thursday, January 10, 2013

(Muy interesante) Netanyahu, el palestino - Alex Joffe - Project Syndicate


En enero, los votantes israelíes irán a las urnas para una elección que promete darle al primer ministro Benjamín Netanyahu una renovación de su mandato. Difícilmente pueda hallarse perspectiva más odiosa para la izquierda israelí, para el gobierno del presidente Barack Obama en los Estados Unidos, para la mayoría de los líderes europeos y para muchos judíos estadounidenses.

Pero los que más le detestan son los palestinos. En la larga y dolorosa historia del conflicto árabe-israelí, a ningún primer ministro israelí han denigrado tanto como a Netanyahu (a no ser quizá Ariel Sharon). La razón es sencilla: Netanyahu es uno de ellos.

Por supuesto que no lo es en un sentido literal. Pero, a diferencia de otros primeros ministros de Israel (una vez más, con la posible excepción de Sharon), Netanyahu adoptó para sí la estrategia política de “sumud” (firmeza) de los palestinos

La filosofía del “sumud” hunde sus raíces en la fe inquebrantable de los palestinos en que la causa que defienden es justa y los métodos que emplean, apropiados. Esta creencia se manifiesta en la cultura palestina en formas tanto pasivas como activas; demanda obstinación y admite la crueldad, la violencia y la duplicidad.

El concepto del “sumud” gira en torno de una idea intransigente y cerrada, según la cual Israel es ilegítimo y no durará para siempre. Es por esta idea que los líderes palestinos han mantenido a su sociedad movilizada durante décadas, con el objetivo de que resista hasta que llegue el final de Israel. El adoctrinamiento de los palestinos comienza desde que son niños, a través de la familia, la educación y los medios de comunicación, y continúa más tarde alentándolos a adoptar formas de resistencia más agresivas, incluido el terrorismo.

Dicho de otro modo, los palestinos están preparados para una contienda muy larga. Pero al mismo tiempo, es notoria su falta de planes para la creación de un Estado palestino que no dependa de la ayuda extranjera (de no ser por las iniciativas recientes del primer ministro de la Autoridad Palestina, Salam Fayyad).

Por su parte, Netanyahu emplea una versión del “sumud”  que se manifiesta en sus políticas y en su retórica, centradas en la legitimidad, la necesidad y la permanencia de Israel. De hecho, sus discursos suelen dar lecciones de historia del pueblo judío y presentan la “Tierra Santa” como un derecho de los judíos y como un símbolo nacional israelí.

En su discurso de septiembre ante las Naciones Unidas, Netanyahu expuso claramente su idea central dirigiéndose a todos, pero especialmente a los israelíes: “Hace tres mil años, el rey David reinó sobre el estado judío desde nuestra capital eterna, Jerusalén. Digo esto para todos aquellos que proclaman que el estado judío no tiene arraigo en la región y que pronto desaparecerá”. Esta retórica rinde tributo a una estrategia de largo plazo consistente en reforzar el control israelí sobre áreas vitales, especialmente Jerusalén y sus suburbios.

De hecho, la construcción de asentamientos en Cisjordania disminuyó, pero no se detuvo. Entretanto, la combinación de acciones antiterroristas decididas y la barrera de separación logró reducir claramente los ataques a través de la frontera y contener el aumento de la presión en Palestina mientras el conflicto se mantiene momentáneamente en suspenso. Al mismo tiempo, Netanyahu sigue dirigiendo la expansión económica y la mejora de las relaciones exteriores, no obstante la retórica hostil de Europa y otras partes del mundo.

Aparentemente, los palestinos saben que la política de Netanyahu es una forma de “sumud”.  La firmeza de Netanyahu (junto con el creciente desinterés internacional en este conflicto, ahora que la atención del mundo se ha trasladado al invierno islamista de la Primavera Árabe) obstaculiza cualquier avance hacia un acuerdo.

Es posible que, por su parte, Estados Unidos esté igualmente frustrado. Se supone que los primeros ministros israelíes son de dos tipos: europeos del este con un fuerte acento y militares encanecidos que ponen toda clase de reparos antes de acceder a las demandas de Estados Unidos o del resto del mundo en materia de concesiones, negociaciones o ayudas. Si bien hubo primeros ministros, como Menájem Beguín e Isaac Shamir, a los que les gustaba dar discursos, al menos sus intenciones estratégicas eran claras.

La negativa de Netanyahu a hacer concesiones desconcierta, confunde y, a menudo, irrita a los estadounidenses. Sus implacables disquisiciones sobre temas como el entorno estratégico de Israel, sus necesidades de seguridad, sus puntos no negociables y la historia del pueblo judío, las matiza únicamente con un discurso conciliatorio acerca de reabrir las negociaciones, oferta que los palestinos (tan temerosos como él de dar señales de debilidad) rechazan de inmediato.

Además, la evaluación desapasionada que hace Netanyahu de la situación de Oriente Próximo no coincide con la del gobierno de Obama (dominada por su tambaleante romance con los islamistas moderados), ni con la de sus partidarios más fervientes entre los judíos estadounidenses. Ni los unos ni los otros comprenden a Netanyahu, quien con sus proclamas de los derechos de los judíos, su defensa de los intereses de Israel y sus amagos de conciliación que luego no acompaña con concesiones se parece bastante a un típico líder árabe.

A pesar de un importante grado de malestar de los israelíes con el partido, los aliados y las políticas de Netanyahu, este no tiene rivales creíbles. Los israelíes aceptan a regañadientes que el país y su situación geopolítica se encuentran relativamente estables, especialmente en comparación con sus vecinos más cercanos (Siria ardiendo en llamas, Egipto al rojo vivo y un volátil Líbano). Por añadidura, parece que las variables que podrían jugar en contra de la reelección de Netanyahu (por ejemplo, la situación en Gaza y Líbano o el empeoramiento de las condiciones en el Sinaí y Jordania, situaciones todas ellas que podrían lanzar a Israel a un conflicto militar no deseado), difícilmente puedan influir en este momento en el resultado de la elección.

Por eso, la posición de Netanyahu es fuerte. Los palestinos iniciaron un juego de suma cero que les dio ventaja sobre Netanyahu. Entonces éste adoptó la misma estrategia de los palestinos y los acorraló. Después de todo, cualquier paso auténtico que pudieran dar los palestinos hacia la paz (sobre la base de una solución de dos estados sin “derecho al retorno” para los refugiados posteriores a 1948) encolerizaría a Hamás y reviviría la violencia sectaria, agregando una más a una larga lista de derrotas palestinas autoinfligidas.

Mientras los palestinos lo sigan ayudando así (por ejemplo, hace poco Hamás reprobó duramente al presidente palestino, Mahmud Abbas, por cometer el desliz de renunciar implícitamente al derecho al retorno) Netanyahu puede mantener su dominio sobre Israel y Palestina por tiempo indefinido.

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Lo que Netanyahu y Liberman quieren decir realmente cuando hablan de una solución de dos Estados – Raphael Ahren – Times of Israel



Cuando el líder de Israel Beytenu, Avigdor Liberman, afirmó el domingo pasado que la solución de dos estados se mantendría como el plan del gobierno para resolver el conflicto con los palestinos, parecía que estaba posicionándose a la izquierda de muchos altos funcionarios del Likud, quien la semana pasada declararon su firme oposición a la un Estado palestino.

Pero la visión de Liberman de una "solución de dos estados" está muy lejos de la comprensión más común de dicho término.

Según el campo del centro-izquierda israelí - y prácticamente de toda la comunidad internacional - la mejor solución para el conflicto israelí-palestino es la creación de un Estado palestino con unas fronteras basadas en las líneas de 1967 con intercambios de territorios de mutuo acuerdo. De acuerdo con este plan, todos los intercambios territoriales, independientemente de cuán grande o pequeño sean, estarán diseñados para permitir que Israel mantenga los principales bloques de asentamientos en Cisjordania.

Pero mientras que el primer ministro Benjamin Netanyahu, el líder del Likud, se ha mantenido excepcionalmente vago acerca de su visión de un acuerdo sobre el estatuto final - se ha limitado a decir que un futuro Estado palestino tendrá que ser desmilitarizado y reconocer a Israel como un Estado judío -, Liberman nunca ha ocultado ni mantenido en secreto que también está a favor de un "intercambio de población (por medio del intercambio de territorio y de soberanía)" que conduzca a "una separación máxima".

Entonces, ¿de qué hablan y qué quieren decir realmente estos dos líderes, que aparecen en una lista conjunta para las elecciones del 22 de enero, cuando hablan de dos estados para dos pueblos?

La postura de Netanyahu sigue siendo objeto de mucho debate. La semana pasada, algunos candidatos a diputados del Likud causaron bastante revuelo al afirmar que el partido no apoya una solución de dos estados, a pesar del discurso de Netanyahu en 2009 en la universidad Bar-Ilan  durante el cual, y en principio, se manifestaba de acuerdo con un estado palestino desmilitarizado si los palestinos reconocían a Israel como un Estado judío.

El ministro de Educación Gideon Saar, el número 3 de la lista conjunta del Likud-Beytenu, afirmó que "dos estados para dos pueblos nunca formó parte de la plataforma electoral [Likud]". Mientras, la diputada Tzipi Hotovely - la n° 15 en la lista – aseveraba que el discurso de Bar-Ilan fue una maniobra táctica de Netanyahu cuya única intención era agradar al mundo.

"Aun cuando el primer ministro se refirió a la cuestión de los dos estados, no se hablaba de un Estado en el sentido pleno. Habló de una larga lista de condiciones que el propio Netanyahu no creía que tuvieran ninguna posibilidad de ser cumplidas en un futuro próximo teniendo en cuenta las acciones de la otra parte (palestino)", comentó el diputado Yariv Levin al The Times de Israel.

Después de que los moderados del Likud como Dan Meridor no fueran elegidos por sus opiniones realistas para la lista del Likud para la Knesset en las próximas elecciones, y vieran sus lugares ocupados por nacionalistas extremistas, la mayoría - si no todos - os futuros miembros de la Knesset del Likud pueden rechazar abiertamente un Estado palestino.

Frente al debate acerca de la verdadera posición de Netanyahu, y ante la ausencia de una plataforma del partido sobre la solución de dos estados para estas elecciones, un portavoz del Likud dijo que el primer ministro aún admite una solución de dos estados, siempre y cuando las condiciones de Israel se respetarán y garantizarán su seguridad.

Si bien Netanyahu siempre se opuso firmemente a un Estado palestino, aparentemente cambió de idea (al menos oficialmente) después de una intensa presión internacional. Sin embargo, no parece tener prisa en aceptarla en la práctica, como lo demuestra su fuerte oposición a la reciente actualización del estatus de estado observador de Palestina en las Naciones Unidas, y su determinación a la hora de ampliar los asentamientos judíos en la Ribera Occidental. El "proceso diplomático debe ser gestionado de una manera responsable y sagaz, y no con una prisa excesiva", comentó el martes.

Independientemente de si Netanyahu, realmente, tiene la intención de estar de acuerdo finalmente con el establecimiento de un Estado palestino, el punto de referencia oficial de su gobierno sigue siendo el discurso de Bar-Ilan, donde declaró inequívocamente: "Si recibimos esa garantía con respecto a la desmilitarización y las necesidades de seguridad de Israel, y si los palestinos reconocen a Israel como el Estado del pueblo judío, entonces estaremos preparados para un futuro acuerdo de paz donde se llegue a una solución en la que un Estado palestino desmilitarizado coexista con el Estado judío".

Netanyahu ha reiterado esta posición varias veces durante estos últimos tiempos. En abril, le dijo a la CNN que él no quiere gobernar a los palestinos o aceptarlos como súbditos o ciudadanos de Israel. "Yo quiero que tengan su propio estado independiente. Pero un estado desmilitarizado". En septiembre, Netanyahu comentó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que correspondía a las dos partes "llegar a un acuerdo mutuo, en el que un Estado palestino desmilitarizado reconociera al único Estado judío".

Al insistir en el reconocimiento de los palestinos de Israel como el Estado del pueblo judío – una demanda que es probable que ningún líder palestino actual cumpla -, Netanyahu creó una situación por la que puede decir a los líderes mundiales que, en principio, está dispuesto a aceptar la independencia de Palestina sin temor a que alguna vez tenga que firmar un acuerdo de status final (por la mencionada negativa palestina a reconocer a un Estado judío).

Por otro lado, Liberman sí cree realmente en una solución de dos estados. En contraste con los halcones del Likud, no se opone a un Estado palestino, pero su plan incluye un "intercambio territorial" mucho más drástico del que la mayoría de la gente tiene en mente cuando usa esos términos.

Así cuando dijo este domingo a Radio Israel que Israel no tiene "ambiciones imperialistas", que el gobierno está dispuesto a tomar "importantes medidas diplomáticas" cuando haya un socio adecuado en la otra parte, y que el discurso de Bar-Ilan serviría como base para cualquier futuro acuerdo de la coalición de gobierno, le podría sonar a algunos como sorprendentemente conciliador. Pero la verdadera visión de Liberman de un acuerdo de estatus final, sigue siendo controvertida.

En 2006, Liberman le dijo al embajador estadounidense - como fue revelado por Wikileaks - que los estados compuestos por diferentes "naciones" experimentan continuos conflictos. Por lo tanto, su propuesta de paz árabe-israelí incluiría una “reimaginación creativa de las fronteras”. Según su plan, un Estado palestino se crearía y éste incluiría a importantes centros de población árabes  israelíes, tales como la ciudad de Umm el-Fahm, a la vez que el Estado de Israel incluiría bloques de asentamientos judíos cercanos a la Línea Verde.

El 28 de septiembre de 2010, el entonces ministro de Asuntos Exteriores Lieberman presentó su idea al mundo entero: "Quiero ser muy claro: no estoy hablando acerca de cómo transferir o trasladar poblaciones, sino de mover las fronteras para reflejar mejor las realidades demográficas", afirmó Liberman ante la Asamblea General de Naciones Unidad. "Damas y caballeros", prosiguió Liberman desde este podio en Nueva York, "esta no es ninguna idea extraordinaria, y es mucho menos controvertida de lo que algunos pueden tratar de aseverar".

Como otros conflictos étnicos han demostrado a lo largo del pasado, a menudo es una "falta de correspondencia entre las fronteras y las nacionalidades, las cuales engendran y mantienen el conflicto”, postuló Liberman. "Los principales investigadores y las instituciones de investigación más respetadas, han acuñado incluso el término de 'tamaño adecuado (reajustado) del Estado' para captar la idea de que los estados y las naciones deben estar en equilibrio con el fin de asegurar la paz. Esta no es una norma política controvertida. Es una verdad empírica".

Inmediatamente después del discurso de Lieberman - que como era de esperar causó un alboroto internacional - Netanyahu se distanció de la posición de su ministro de Asuntos Exteriores, con sus asesores afirmando que los "diversos aspectos del acuerdo de paz solamente serán discutidos y decidido en la mesa de negociaciones y en ninguna otra parte".

Pero nunca ha repudiado el controvertido plan de Liberman. La plataforma electoral de Yisrael Beytenu en el 2009 postulaba que "cualquier solución debe incluir una separación máxima entre las dos naciones".  Para 2013, el partido va en una lista conjunta con el Likud, y hasta ahora no existe un programa oficial. Sin embargo, un portavoz de ese partido confirmó este domingo que mientras Liberman no cree posible que un acuerdo de paz sea alcanzable en un futuro previsible, él todavía cree en el principio de un "intercambio de población (por medio del intercambio de territorio y de soberanía)".

Este domingo, Liberman aprobó el discurso de Bar-Ilan. Pero en la actualidad no parece un líder dispuesto a implementar una solución de dos Estados - cualquier tipo de solución de dos Estados - en un futuro cercano.

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