El hebreo es la respuesta a la asimilación - Dror Eydar - Israel Hayom
En los años de nuestro exilio, el hebreo era la "pequeña llama" que mantenía cálida nuestra nacionalidad para que no se perdiera. A veces, cuando les hablo a mis hijos pequeños acerca de la Bella Durmiente, pienso en nuestra gente, cuya nacionalidad estuvo dormida durante generaciones y necesitaba el beso de un príncipe llamado Theodor Herzl. Herzl no podría haber despertado la belleza si no hubiera existido esa poderosa base que era la lengua hebrea, que comprendía las mayores riquezas textuales que cualquier nación haya heredado de sus antepasados.
Desde el establecimiento del estado judío, el hebreo en la Diáspora ha perdido casi cualquier lugar que alguna vez tuvo como lengua viva. El judaísmo mundial ha dejado esa responsabilidad al estado judío. El intelectual judío estadounidense Leon Wieseltier una vez me dijo que estaba "bastante aislado", porque ninguno de sus amigos judíos estadounidenses "poseía nada de eso", es decir, de los tesoros de los textos judíos en hebreo. "Vivo en mi biblioteca hebrea con mis amigos de Israel y con nuestros poetas [hebreos]", comentó Wieseltier.
El problema es que, en ausencia de hebreo - en el habla, en los textos religiosos o como material de lectura -, los judíos del mundo y los israelíes que viven entre ellos corren el riesgo de perder lo que vincula al pueblo judío con su nación y su país. Peor aún: quedan expuestos, y prácticamente sin protección, al peligro de perder su identidad, lo que les lleva a desaparecer por completo del pueblo judío, Dios no lo permita.
La semana pasada asistí a la conferencia del Consejo Americano Israelí en Washington. Cientos de miles de israelíes que viven en los EEUU se reunieron para protegerse a sí mismos, a su identidad y a sus vínculos con Israel. Una de las sesiones en las que participé se llamó "Más que palabras: cómo la lengua hebrea da forma a la identidad judía", dirigida por el profesor Vardit Ringvald, director de la Escuela de hebreo del Colegio Middlebury. También estuvieron presentes el rabino David Gedzelman, el presidente y CEO de la Steinhardt Foundation for Jewish Life, que organiza programas de estudio del hebreo en escuelas y campamentos de verano en los EEUU, y Etty Dolgin, fundadora de Gan Gani [My Nursery School] en Chicago, que enseña en hebreo desde la edad de un año, incluso cuando los padres de los niños no hablan hebreo.
Sería difícil exagerar la inmensa importancia de estos programas para una existencia continua judía. Es cierto que preferiríamos ver como los judíos del mundo regresan a casa en Israel, pero mientras tanto, debemos reconocer el estado urgente de las cosas. Muchos estadounidenses israelíes no están dispuestos a pagar las enormes sumas requeridas para dar a sus hijos una educación judía. ¡Un amigo mío en Brooklyn paga $ 25,000 en matrícula por año por cada una de sus hijas! No muchos están dispuestos a asumir una carga financiera tan pesada. El resultado es la pérdida de una parte significativa de la próxima generación de israelíes, y ni siquiera hemos mencionado a los millones de judíos de los EEUU que no están afiliados a ninguna corriente del judaísmo, ni tienen conexión con instituciones judías o hebreas. No debemos esperar y ver que eso suceda.
El principio de responsabilidad mutua ha causado que los judíos del mundo apoyen a Israel en los momentos más difíciles, y su dinero ha construido muchas de las instituciones del país y ha comprado gran parte de sus tierras. Ahora que Israel es económicamente fuerte, es nuestro turno de asumir la responsabilidad de los judíos del mundo. Israel puede establecer un marco de instituciones educativas y unas matrículas subvencionadas en el mundo judío - como las sucursales de Chabad, que están diseminadas por todo el mundo - que enseñen estudios israelíes: el idioma y la herencia judía, el sionismo y el amor al país, todo en hebreo .
Muchos israelíes y judíos preferirían enviar a sus hijos a esa red de escuelas donde la matrícula fuera asequible para todos. La inversión valdría la pena: la próxima generación de hablantes del hebreo estará más ansiosa por visitar Israel, y muchos cumplirían con su hebraidad y judaísmo y harán aliyá. Quienes no lo hagan fortalecerán su identidad judía y se asegurarán de que sus descendientes puedan regresar a casa. El ministro de Educación, Naftali Bennett, actualmente está encarando esta histórica misión como ministro de Educación y como ministro de Asuntos de la Diáspora. No debemos perder el tiempo: esta es una cuestión de vida o muerte.
Cuando nuestros antepasados fueron enviados al exilio después de que el Primer Templo fuera destruido en el 586 a.C., el profeta Jeremías les dio un plan de trabajo que aseguraría su regreso: "Israel. marca con señales el camino, para que vuelvas a encontrarlo fácilmente. Fíjate bien en el camino que anduviste. ¡Vuelve, pueblo de Israel, vuelve a tus ciudades!" (Jeremías 31:21).
Así es como el comentarista bíblico Rashi leer esos versos en el siglo XI: "Marquen el camino para que conozcan la ruta que tomaron de la tierra de Israel a Babilonia, para que puedan regresar por el mismo camino, porque es seguro que regresarán". ¿Lo entienden?
Esta es una esperanzada versión hebrea de Hansel y Gretel. Recuerden, la malvada madrastra envía (exilia) a los niños al bosque, y dejan un rastro de migas de pan para ayudarlos a encontrar el camino a casa. Eso no funciona porque los animales del bosque (y las aves) se comen el pan. En nuestra historia nacional, el hebreo siempre ha servido como una guía estable que los animales del bosque del mundo nunca podrían consumir, mostrándonos el camino de regreso a nuestro país.
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